sábado, 23 de agosto de 2014

147. Un corazón hecho pedazos

Ya se había convertido en una rutina que Takumi y Momoka fuesen por las tardes a estudiar y hacer los deberes a la biblioteca y aunque esta semana era la semana cultural y por tanto no tenían deberes daba igual porque Momoka era una chica concienzuda con la costumbre de estudiar todos los día un poquito y no iba a variar su rutina solo porque no tuviesen clases.
La excepción era que hoy no estudiaba, le era imposible concentrarse. Tenía en la mano un bolígrafo y no paraba de moverlo entre sus dedos y en ocasiones golpeaba suavemente la mesa con él.
- Te dije que no viniéramos hoy a la biblioteca, es absurdo – se quejó Takumi.
- No, si me viene bien, tengo que terminar este libro y hacer el trabajo, si vagueo esta semana luego me faltará tiempo.
- Pero no estás leyendo, ni haciendo nada, solo poniéndote nerviosa.
Momoka suspiró y soltó el bolígrafo.
- Es cierto, estoy perdiendo el tiempo.
- ¿Qué te pasa que estás tan distraída?
- Es por lo de Yuri.
- ¿Porque va a salir con el Kaguya? Bueno, que va a tener esa famosa cita matrimonial.
- Si, por eso. No hago nada más que pensarlo.
- ¿Te pones celosa?
- No, no, no pienses eso. A mí me da igual con quien salga Kamui, bueno, me da igual cualquiera menos Yuri.
- No te gustaría que saliera con ninguna de tus amigas.
- Pero no es por celos es... es porque Yuri a lo mejor se ilusiona y...
- Estás dando por hecho que Kamui la va rechazar y a lo mejor no es así.
Momoka se quedó pensativa. Era cierto, daba por hecho que a Kamui no le iba a interesar Yuri pero ¿Y si sí le interesaba? Volvió a suspirar.
- En ese caso me preocuparía aún más.
- ¿Por qué? Quizás es lo que desea tu amiga.
- Ella no sabe lo que quiere últimamente y... es por Nowaki.
- ¿Es porque a Nowaki le gusta Yuri?
- ¿Tú también te has dado cuenta?
- Se ha dado cuenta todo el mundo pero es que, además Stella y Kikyo se han encargado de que así sea. A Kikyo le gusta Deisuke y considera a Yuri su rival. Una forma de quitarse a una rival de encima es buscarle un "sustituto" ¿Entiendes?
- Eso es muy cruel, es jugar con los sentimientos de la gente.
- No lo creo. Simplemente allana el camino para Nowaki.
- Nowaki no es un objeto con el que entretener a Yuri.
- No pongas esa cara de enojona, tampoco está haciendo nada malo, si lo piensas beneficia a Nowaki.
- No quiero que Nowaki lo pase mal, él es la mejor persona que conozco y no se lo merece.
- ¿Estás enamorada de Nowaki?
- No, no estoy enamorada de él pero le quiero mucho ¿Es que no puedo querer a un amigo sin estar enamorada?
- Me parecía.
- Pues no lo estoy.
- Pues menos mal – Momoka le miró intrigada, como siempre el rostro de Takumi no mostraba nada que la ayudase a descifrar por qué decía esas cosas – Si lo estuvieses me dejaría a mí en una situación muy comprometida.
Momoka se quedó sin saber que decir ¿Significaría eso que él estaba enamorado de ella? No, no podía ser, se conocían desde hacía muy poco, aunque si lo pensaba ella se había enamorado de Kamui nada más verle, pero no, Takumi, aunque parecía interesado en ella y estaban bien juntos y todo eso no demostraba enamoramiento ninguno.
- Creo que la idea no es apropiada – dijo de pronto el chico.
- ¿De qué hablas?
- De la idea de hablar con Nowaki. No creo que sea buena.
- Yo sí creo que debería hablar con él, quizás le ayude a desahogarse.
- Tú no eres la persona más apropiada para que el desahogue.
- ¿No? Yo soy su amiga. Hemos sido amigos desde hace muchos años.
- Y durante mucho tiempo ha estado detrás de ti y tú le has rechazado. Hazme caso, no eres la persona más adecuada, no creo que él sienta que te comprendes.
Momoka se quedó pensando, quizás Takumi tuviera razón, no lo iba a negar, pero ella sentía que tenía que hablar con Nowaki o no hablarle, sino dejar que él hablase y escucharle.
- ¿Te gustaría ayudarme en una cosa? – preguntó Takumi.
- ¿En qué?
- Es que me he apuntado a un concurso de cortos.
- Eso es estupendo.
- La cosa está difícil, se presenta mucha gente que entiende pero he pensado que me servirá como experiencia.
- Si, seguro que te sirve para aprender.
- ¿Me ayudarías a hacer el corto? Necesito una ayudante.
- Pues claro que si, cuenta conmigo – se sonrieron mutuamente - ¿Y de que va a ir?
- He pensado hacerlo sobre la melancolía.
- ¿Ya has escrito el guión?
- Estoy en ello. Momoka me gustaría que convencieses a una de tus amigas para que sea la protagonista, no tengo con que pagarla pero a lo mejor se divierte.
- Claro ¿Habías pensado en Yuri? A ella le haría una ilusión tremenda y se sentiría importante.
- Si, seguro que sí, demasiado importante. En realidad yo había pensado en tu amiga Xu-Xu o en la otra, la del pelo corto y alborotado.
- ¿Sumire?
- Si, es que me encanta su sencillez, es perfecta.
- Bueno, no se... le preguntaré.
- Gracias. Y otra cosa ¿Te gustaría acompañarme el sábado a ver a mi abuela?
- ¿A tu abuela?
- A mi abuela Mito, creo que ya la conoces, que fuiste a pasar un fin de semana a su granjita en el monte, a las afueras de Kizuna. Le gustará que vuelvas y conocerte más, seguro.
- Si, claro que me acuerdo del a abuela Mito, una señora encantadora pero no se, presentarme en su casa...
- Iríamos y volveríamos el mismo día, si quieres, aunque sería mejor volver el domingo.
- Es que no se qué dirían mis padres.
- Entiendo. Pero podemos ir y venir el mismo día, no está tan lejos.
- Creía que la relación con tu abuela era... distante.
- Sí, es cierto, lo es, pero últimamente he estado pensando que debería hacer algo por ella, no se, la pobre sufrió mucho por mi culpa y me ayudó a superar mi adición.
Momoka sonrió y pensó que en el fondo, tras ese aspecto serio y de que no le importaba el mundo que siempre mostraba, en su corazón era una persona muy sensible.
Karasu y Ringo salieron a dar una paseo con Aiko, llegaron a una especie de plaza que había en el parque, allí se había montado un teatrillo y los niños iban sentándose enfrente deseosos de que empezara el espectáculo.
- ¿Que te parece aquí, Ringo? Estamos bastante cerca para ver el guiñol.
- A ti te gustan mucho las marionetas.
- Si, sí que me gustan, las de madera sobretodo, bueno es que además me gusta mucho el teatro. De pequeño me hacía yo mis muñecos con lo que encontraba por casa y me gustaba representar historias.
- O sea que eres muy imaginativo.
- Más bien es que me aburría bastante. Nuestra casa era una casa grande y estaba como separada de la ciudad, en invierno, como anochece pronto pues no nos dejaban salir para que no tuviéramos que volver de noche porque no había iluminación, era un camino como siniestro, luego lo asfaltaron pero cuando yo era pequeño no, entonces las tardes se me hacían muy largas.
- ¿Y tus hermanos?
- Karura tenía sus clases de piano y de coser, porque Karura cose, ella no lo dice nunca pero cose y Kohaku... bueno, lo suyo es otra historia.
Ringo abrió la bolsa del carrito y sacó un tarrito que puso sobre la mesa, luego un biberón con agua y una especie de bote de plástico en el que dentro se veía lo que parecía leche en polvo.
- ¿Que te apetece tomar?
- Lo que sea, un refresco de limón por ejemplo.
- ¿Y picamos algo?
- ¡Si! Si, me apetece mucho unas banderillas... o pepinillos en vinagre... o algo que tenga vinagre... me apetece mucho.
- ¿Banderillas?
- Si, anda por favor, ve a ese puesto de allí, a lo mejor tienen, mira te doy dinero y me lo compras.
- Bueno, vale, no era lo que yo había pensado pero vale, voy – dijo levantándose.
- ¡Ah! Y algo dulce, también me apetece algo dulce, gominolas o algo así.
- ¿Vas a mezclar el dulce con el vinagre?
- Es que es lo que me apetece. Espera que te dé dinero.
- Deja, deja, si eres capaz de comértelo yo te lo pago.
Ringo cogió una cucharilla y abrió el tarro, metió la cuchara, le quitó el chupete a la niña y le acercó la cucharilla a la boca. Aiko abrió la boca pero al notar el contenido hizo un movimiento con la cabeza y lo escupió.
Al cabo de unos minutos Ringo tenía sus banderillas, una bolsita de gominolas y también había un par de refrescos encima de la mesa.
- ¿Qué le estás dando? – se interesó Karasu que hasta ahora nunca había visto a Ringo darle nada con la cuchara a la niña.
- Un potito de frutas.
- ¿Ya puede comer eso?
- Eso me ha dicho el pediatra, pero parece que no le gusta nada.
- Será que no le gusta.
- Si, puede ser – resopló Ringo – Pensé que quizás este le gustaría, el otro día se lo hice yo y me lo devolvió todo.
- Si no quiere comer no le obligues.
- Tengo que hacerlo, no puede estar sin comer y tiene que acostumbrarse a comer sólido.
Ringo acercó el potito a su nariz como si quisiera comprobar algo oliéndolo y enseguida lo soltó en la mesa mientras se llevaba la mano a la boca y parecía dar una arcada - Que asco, por favor.
- ¿Que te pasa?
- Es el olor de la fruta, no lo soporto, es asqueroso.
- ¿No estará malo? – Karasu imitó su movimiento y olió el tarro – No, no huele raro – Metió el mango de la cucharilla, lo sacó con un poco del potito y untó su dedo índice con ese puré que se llevó a la boca.
- Humh, pues no sabe malo, al contrario, está bueno – cogió una servilleta y procedió a limpiar lo que había manchado de la cuchara.
- No se, es que no se qué me pasa pero últimamente me da asco casi todo.
- ¿Quieres que le de yo el potito a la niña?
Ringo vio con asombro como la niña abría la boca sin ningún problema cuando Karasu le ofrecía la cuchara y no lo echaba fuera de su boca.
- ¡Está comiendo! Es asombroso...
- Es porque tú estás muy nerviosa y lo nota.
- Si, debe ser que no tengo paciencia - Ringo bebió un sorbo de su refresco y miró el vaso - ¿Que refresco es este?
- Pues no se, yo he pedido de limón ¿Que le pasa?
- No se... me sabe diferente... a ver el tuyo.
- De verdad Ringo que estás de lo más quisquillosa.
- Si que es cierto, sí. Bueno, yo había traído un biberón por si acaso no quería el potito pero veo que se lo está comiendo muy bien.
- Es que soy todo un padrazo ¿No te parece?
Era una frase inocente y hasta de broma pero los dos se miraron y se sintieron repentinamente sonrojados.
Kisuke, sentado en un sillón del salón de su casa, observaba como Inari explicaba a Jisei porqué había hecho mal uno de los ejercicios.
- Las manos quietecitas y donde yo pueda verlas – les avisó.
- Pero que plasta que eres, anda, pon la televisión y entretente un rato o vete a tomar algo por ahí – gruñó Jisei.
- No quiero, es mi obligación con hermano mayor velar por tu honra.
- ¿Quieres trabajar de carabina? – se burló Inari.
- Por supuesto, alguien tiene que velar por la decencia de esta familia. No es conveniente que una chica esté a solas con un hombre.
- Inari no es un hombre – protestó Jisei – Es Inari.
- Hombre, gracias por lo que me toca – se quejó Inari.
- Quiero decir que tú no eres un pervertido que vaya a aprovechar para meterme mano.
- ¡Ja! – Repuso Kisuke – Eso es lo que tú te crees. Fíate tú de un santo y no corras.
- ¿Estás mosqueado conmigo, Kisuke? – curioseó Inari.
- No, en realidad no, prefiero que seas tú quien salga con mi hermana que cualquier otro cantamañanas, al menos contigo tengo confianza para darte collejas si te pasas.
- Vale ya, Kisuke – protestó Jisei – Tú llevas saliendo años con montones de chicas y no voy yo incordiándote.
- Es distinto, tú eres mi hermana.
- Y ti mi hermano.
- Pues yo no me fio de Inari, le he visto ligando y tiene mucho peligro.
Jisei miró intrigada a Inari.
- No le hagas ni caso, no sabe lo que dice.
- Que te cuente lo que liga con eso de que es profesor. A las tías les da mucho morbo jugar a eso del profesor y la alumna.
Jisei volvió a mirar interrogativa a Inari.
- Si tengo que contar las veces que he ligado con los dedos de las manos – Inari mostró su mano derecha con los dedos levantados – Entonces, espera que cuente...
- ¿Tienes bastante con los dedos de una mano? – inquirió Jisei.
- Y me sobran, vamos, hasta contando con los muñones me sobran.
- Anda Kisuke, haz algo útil y abre la puerta – dijo Jisei al oír el timbre.
- Ya voy pero cuidadín que os vigilo. Que blando es papá, conmigo teníais que haber dado.
- Bueno Inari, tu sigue explicándome esto. La verdad es que estas clases particulares me encantan.
- Y a mí es la primera vez que me encanta dar clases sin cobrar.
- Mira por donde al final voy a sacar hasta provecho de todo esto.
- Oye ¿Tú crees que Kisuke está molesto conmigo?
- No, está como siempre. Lo que pasa es que creo que está molesto conmigo, le he quitado a su amigo y compañero de juergas.
- Hola Ryuko –oyeron a Kisuke- ¿Qué tal estás?
- Hola Kisuke ¿Está Jisei?
- Si, pasa, pasa. Te veo muy guapa.
- Gracias.
Inari miró asustado a Jisei.
- No te preocupes, ya estuviste con Akira, Akane y Shibi, además, es Ryuko, ya sabes como es, no te va a hacer un examen ni nada de eso.
- Hola Jisei – dijo Ryuko al entrar – Perdón ¿Vengo en mal momento?
- Para nada, pasa. Bueno, conoces a Inari ¿no?
- Hola Ryuko – habló Inari de la forma más natural posible.
- Hola sensei.
- No me llames sensei, aquí soy Inari, solo Inari.
- Si mujer – intervino Kisuke – No te antes con formalidades, mi hermana le mete mano y todo, hay confianza.
- ¡Kisuke! – Gruñó Jisei – No le hagas ni caso ¿Qué te pasa? ¿Y Kyojin?
- Es que... Yuri le ha llamado, ha dicho que tenía que hablar con él.
- ¿Y no has ido tú también?
- Si pero... parece que molestaba a Yuri.
- ¡Tócate las narices! – Exclamó Jisei – O sea que tu molestabas y te las ido.
Ryuko puso cara de pena.
- No es que yo la molestase pero creo que no quería que yo escuchase lo que le iba a contar.
- Vaya un novio tonto que tienes – añadió Kisuke – Mira que dejar que te fueras.
- No, si él no quería que me fuera pero...
- A Kyojin lo que le pasa es que es demasiado bueno, de tan bueno que es ya es tonto, eso si – indicó Jisei.
- ¿Y que os parece si salimos nosotros cuatro a dar una vuelta? – propuso Kisuke – Venga Jisei, no seas aburrida, deja eso ya para mañana. Ryuko necesita un poco de distracción.
- Me parece una buena idea – secundó Inari, aquella era una situación un poco incómoda, salir a pasear con una de sus alumnas siendo ya formalmente "pretendiente" de otra de ellas no parecía muy normal pero como Jisei había dicho, alguna vez tenía que ser la primera y él tendría que acostumbrarse a frecuentar con los amigos de Jisei, no iba a separarla de ellos.
Akito encontró a su hijo en lo que podría llamarse su "antigua" habitación mirando atentamente la pantalla del ordenador.
- ¿Qué miras con tanto interés?
- Hola papá. Pues me informo sobre las pastillas que el psiquiatra le ha recetado a Akane, ella dice que le sientan mal y no las quiere tomar.
- ¿Miras los efectos secundarios?
- Entre otras cosas.
- Pues eso podías habérmelo pregutado a mí, para algo soy farmacéutico ¿Qué es lo que te preocupa?
- Ni ella, ni Ayesa las quieren tomar.
- Pero la ayudan a dormir ¿no? ¿Qué tal pasa las noches?
- Bien, duerme como un lirón.
- Esa "otra" Akane no ha vuelto a aparecer ¿verdad?
- No, parece que no.
- O sea que la medicación la mantiene controlada.
- Si pero... me da miedo que se vuelva una adicta o que tenga que tomarlas siempre.
- Te entiendo pero no olvides el susto que nos dio el otro día cuando se "cayó".
Akira apagó el ordenador y se levantó.
- Bueeeeno, ¿Sabes que te digo? Que creo que es el momento de una charla entre padre e hijo. Anda, vamos al bar a charlar.
- ¿Pero que dices?
- Nunca has ido con tu padre a beber una cervecita.
- Si me hubieras llevado a beber, mamá te habría arrancado la cabeza de cuajo.
- Eso es cierto, que es muy burra.
Salieron la habitación y fueron al comedor donde Akane y Chiharu veían en la tele un programa en el que una chica tenía citas con varios chicos para ver cual le gustaba más.
- ¡Mira que pedorra! – reía Akane – Tú fíjate como le ha dicho que se quite la camisa al guaperas. No, no se lo ha dicho al tirillas ese.
- ¡Anda que no! – reía también Chiharu - ¡Di que sí! ¡Que se quite la camisa!
- Estas chicas están descontroladas – comentó Akira a su padre.
En realidad no era Akane, si no Ayesa y miedo le daba a Akira que tuviese tanta confianza con su hermana.
- ¿Cómo llevas el brazo? – le preguntó el padre de Akira.
- Lo voy llevando. Es una jod... – se interrumpió a si misma, la palabra que iba a decir no parecía muy apropiada – Es un fastidio y lo peor es no poder ir a trabajar.
- Pero no puedes con el brazo así – añadió Akito.
- Pero hace que me sienta muy inútil.
Akito la miró, la verdad es que ya empezaba a ir reconociendo a las dos personalidades principales de Akane y reconocía que las dos le gustaban para su hijo. Akane era una chica que no paraba de hacer cosas y obligaba a Akira a dejar atrás su habitual pereza, le recordaba un poco a su mujer, Yoshiko, cuando eran jóvenes, tan decidida, tan emprendedora y luego estaba la otra Akane, esa que Akira llamaba Ayesa, era espontánea, valiente, decidida y miraba a Akira de una forma descarada... quizás esa parte de Akane era capaz de enseñar a su hijo muchas cosas. No quería pensar más de la cuenta pero no era inocente y su hijo tenía 18 años... se preguntaba si entre ella y Akira habría pasado algo... esperaba que tomasen las correspondientes medidas de prevención.
- ¡Yoshiko! – dijo en voz alta – Me llevo a tu hijo al bar.
- ¿Es necesario que te lo lleves al bar? – gruñó Yoshiko entrando en el comedor.
- Por supuesto, tenemos que hablar muchas cosas de hombres y los hombres hablamos mejor ante una buena cerveza o sake, ya veremos.
- ¿Vas a llevar a tu hijo a beber? – volvió a gruñir Yoshiko.
- Es solo un momento, no te pongas así, ya es un hombre – dijo cogiendo a su hijo de la nuca – No te preocupes, no vamos a tardar.
- Pero es que yo iba a repasar unos temas con Akane – se excusó Akira.
- ¡Bah, no vamos a tardar nada! ¡Solo un traguito! ¡Venga, vámonos!
Sonomi daba vueltas haciendo círculos por el comedor de su casa. Era evidente que estaba nerviosa, apretaba los labios con fuerza y movía continuamente las manos.
- Se va a enterar, te juro que de esta se va a enterar ¡ya te lo digo!
- Siéntate un poco y relájate – le decía Minato sentado desde el sofá.
- ¿Cómo quieres que me tranquilice? ¡No puedo tranquilizarme! ¿Has visto que hora es? Ahora que este se entera, vaya si se entera.
Minato se levantó y la detuvo abrazándola.
- Ya, ya se acabó, no pasa nada, siéntate conmigo.
- ¿Y si le ha pasado algo?
- No le ha pasado nada, solo se ha despistado.
- Me oye, este hoy me oye, vaya que si me oye.
Sin dejar de gruñir y maldecir entre dientes se sentó en el sofá.
- Tu misma dijiste que es una reacción normal.
- Normal si pero podía al menos llamar ¿no?
Se oyeron unas llaves introduciéndose en la cerradura de la puerta y Sonomi se levantó rápidamente como si el asiento quemase y corrió a la puerta.
- ¿Crees que estas son horas de venir, Nowaki? – gritó furiosa a su hijo.
- Lo siento.
Nowaki bajó la mirada, terminó de entrar en la casa y cerró a sus espaldas.
- ¿Lo siento? ¿Lo siento? ¿Es eso lo único que se te ocurre decir? – volvió a gritar Sonomi.
- No me he dado cuenta de la hora que era.
- ¿Y para qué quieres el móvil?
- Me quedé sin batería.
- Nowaki ¿Te encuentras bien? – se interesó Minato.
- Si, estoy bien. Estoy cansado, voy a dormir.
- ¿Qué te vas a dormir? – bramó Sonomi - ¿Así sin cenar ni nada?
- No tengo hambre.
Minato cogió a Sonomi del brazo para detenerla, realmente por unos segundos pensó que iba a meterle uno de sus famosos capones. Sonomi le miró enfadada y él le devolvió una mirada preocupada.
Mientras Nowaki caminó entre ellos de forma lenta y pesada hasta su habitación.
- ¿Por qué me sujetas? – recriminó Sonomi a su marido.
- ¿No ves lo decaído que se encuentra?
- Eso me da igual, bueno no me da igual, de eso ya me ocuparé luego pero tiene que entender que no puede venir a estas horas, no puede quedarse toda la tarde por ahí, vete tú a saber dónde, sin dar señales de vida y aparecer como si nada.
- Tú siempre les dices a los padres que hay que saber escuchar a los hijos.
- ¡Ya se lo que les digo, ya lo se! ¡Pero se trata de Nowaki! ¡Es mi hijo y ahora no soy una psicóloga, soy una madre enfadada, muy enfadada!
- ¿Y si hablamos mejor mañana con él?
- ¿Mañana? ¡Mañana se me habrá pasado el cabreo!
Sonomi se dirigió con paso firme hacia la habitación de Nowaki; la puerta estaba cerrada aunque eso no fue impedimento para ella que la abrió de par en par y entró. Nowaki estaba tumbado en la cama boca abajo, con la cabeza escondida entre la almohada.
- ¿Se puede saber dónde has estado toda la tarde?
- He estado con Kohaku – respondió levantando un poco la cabeza.
- Eso ya lo sé, he estado llamando a todos tus amigos, por suerte Karasu sabía que estabas con su hermano ¿Pero que has estado haciendo?
- Nada – dijo incorporándose y sentándose en la cama – Solo charlando.
- ¿Toda la tarde solamente hablando? ¿De qué hablabais tanto?
- De cosas, solo de cosas.
- ¿Es que habéis solucionado el hambre mundial o algo así?
- Déjalo mamá, no he estado haciendo nada malo, solo hablar. Hemos hablado de él, de cómo se siente, de cómo se sentía, de mí, de cómo me siento... se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta.
- ¿Es por lo de Yuri?
- ¿Qué sabes tú de Yuri? – la miró directamente.
- Se que va a tener una cita con Kamui ¿Es por eso?
Nowaki se levantó y se acercó a una estantería donde podían verse un montón de mangas, unas figuritas de su serie favorita y una hucha de arcilla en forma de tortuga.
- No es por eso – respondió – Se que a Yuri eso la va a ayudar, seguro que se va a poner muy guapa para la cita y se sentirá especial, lo se, la conozco y eso a lo mejor la ayuda a ver lo bonita que es y que si ha sido elegida entre varias chicas será por algo ¿no?
- Entonces ¿Qué es lo que te pasa?
- Es por Kamui, es que no le entiendo, no se qué le pasa, siento que le estoy perdiendo como amigo y no quiero que sea así.
- ¿Estás preocupado por Kamui, es eso?
- Creo que se siente muy solo y muy mal.
- ¿Pero a ti que te pasa? ¿Es que te has vuelto tonto o algo así? – gritó – Están a punto de quitarte a la chica que te gusta y te da pena tu rival ¡Nowaki reacciona!
- ¿Es que no lo entiendes? – gritó él también - ¡Yo no puedo ponerme celoso porque Yuri no es mi novia, ni nada!
- ¡Pero tienes que hacer algo!
- ¿Qué quieres que haga? ¿Le monto una escena delante de Kamui? ¿Es eso lo que tengo que hacer?
- ¡No! ¡No quiero que te humilles delante de Kamui!
- ¿Entonces qué hago? – gritó aún más - ¡Dímelo tu porque yo no lo se! ¡Dímelo!
Nowaki dio un golpe a la estantería y la hucha de arcilla con forma de tortuga cayó de forma estrepitosa contra el suelo. Nowaki y Sonomi se asustaron los dos y vieron como esta se hacía pedazos y el dinero se esparcía entre ellos.
- ¿Qué hago, mamá? – se lamentó Nowaki agachándose - ¿Qué hago? No se lo que me pasa, no sé por qué me duele tanto el pecho, cada vez que pienso en Yuri siento como si me oprimiesen – comenzó a recoger lentamente los pedazos de la hucha con los ojos llenos de lágrimas – Pero cuando pienso en Kamui yo... solo quiero que todo vuelva a ser como antes... Quiero que Yuri se sienta bien y esté contenta y de veras creo que va a ser algo bueno para ella pero no puedo evitar... que me duela y se que a Kamui no... esto solo va a servir para alejarle más de mí...
Era difícil para Nowaki expresar la tremenda confusión que sentía dentro de él. Pensar en Yuri, en lo positivo que sería para ella pero en la envidia que a la vez sentía; pensar en Kamui, en la envidia que le daba pero también a su vez pena por él... todos esos pensamientos no hacía sino dar vueltas en su cabeza de forma continua, mezclándose, formando a su vez ideas cada vez más absurdas.
Sonomi sintió romperse su corazón, ver a si a su hijo era más de lo que esperaba. Ahora se sentía completamente impotente porque sus propios consejos no la ayudaban, ni siquiera los quería escuchar. Viendo a Nowaki recoger los pedazos rotos de la hucha mientras sollozaba decidió que ya bastaba, no era el momento oportuno para seguir con esa discusión. Se marchó de la habitación y cerró la puerta, Minato la esperaba fuera apoyado en una de la paredes.
- ¿Por qué no me has detenido? – le dijo con voz triste.
- Porque cuando te pones así no escuchas a nadie.
- He hecho daño a Nowaki ¿Por qué me has dejado?
- ¿Me ibas a haber escuchado?
- Pero...
Sonomi comenzó a llorar, Minato se acercó a ella y la abrazó.
- Ya, no pasa nada. Nowaki se está haciendo mayor, a todo el mundo le pasa.
Desde su habitación, con la puerta abierta mínimamente, Minako había sido testigo de todo lo acontecido en su familia ¡cómo para no haberse enterado con los gritos de su madre! Ahora se sentía muy mal y con ganas de llorar, no solo llorar, sino de gritar ella también por la rabia que le daba todo eso.
- Todo es culpa de Yuri – habló entre dientes – Todo es su culpa.
- Bien – decía Yoshiko con evidente mal humor – Se acabó el esperar, vamos a cenar. Akane, hoy tu cenas con nosotras.
- No gracias, no quiero molestar, será mejor que me marche a la otra casa y me prepare la cena.
- No molestas, además tenemos cena de sobra ¿verdad Chiharu? Te puedes cenar lo de mi marido y lo de Akira porque ellos hoy no lo harán.
- ¿No les esperamos un poco más?– preguntó Chiharu.
- ¿Te parece que no les hemos esperado ya bastante? Tu padre y sus cosas de "hombres", te juro que no se como le aguanto a veces. Vamos, Akane, Chiharu, ayudarme a poner la mesa, si ellos hablan de cosas de "hombres", nosotras vamos a tener una cena de "mujeres". Ya verás Akane, te voy a contar algunas cosas de Akira que te van a sorprender y de paso te daré unos cuantos consejos para que le fastidies y a ti también te vendrán bien algunas cosas Chiharu, a los hombres hay que atarles corto, si no, se desmadran enseguida.
- Eso suena interesante – respondió Ayesa.
- No hables así de papá – opinó Chiharu – Es mi padre y la imagen que tenga de él influirá en mi ideal masculino.
- Pero tu padre es un padre estupendo – añadió Ayesa – Más quisiera yo haber tenido un ideal masculino como el tuyo.
- Inocente... – murmuró Yoshiko.
- ¿Y qué haremos cuando vengan? – preguntó de nuevo Chiharu.
- No te preocupes que ganas de comer no van a traer, eso te lo aseguro y cuando me vean a mi menos tendrán.

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