domingo, 24 de agosto de 2014

152. Aprendiendo a vivir

- No me lo puedo creer – se quejaba Nobu, el padre de Akane, sentado en una de las salas de espera del hospital – Es mi hija y no sabía que estaba tomando ansiolíticos.
El médico de urgencias que atendió a Akane llamó a los familiares de esta para hacerles una serie de preguntas, entre ellas si la chica estaba medicándose. El padre de Akane se encontró con la sorpresa de no saber nada y sin embargo aquel chico y su padre parecían saberlo todo.
- No me extraña, tú nunca te enteras de nada – protestaba Maron, su mujer.
- ¿Será porque nadie me lo ha dicho? – gritó el padre.
- No hace falta que grites.
- ¿Tú lo sabías?
- Pues claro que lo sabía y tú lo sabrías si prestaras un poco de atención a tu hija.
- No lo se porque nadie me lo ha dicho. No se porqué se me ocultan las cosas de mi hija.
- Se te dijo, vaya que se te dijo. Te dije que iba a venir Akira a contarte algo importante de Akane y dijiste que no tenías tiempo para tonterías de adolescentes ¿Es que no te acuerdas?
- ¿Era por eso? Me dijiste que estaba estresada...
- Aggg – se quejó la mujer – No te enteras de nada, de nada. Y tú tampoco ¿A que no Kentaro? – se dirigió al padrastro de Akane.
- Pues no, nadie me dijo nada.
- Claro que no, si es que Misae ni me quiso escuchar.
- Bueno ya parece que está fuera de peligro – dijo el padrastro de Akane – Eso es lo que ha dicho el doctor ¿no? Yo me tengo que ir que mañana tengo que madrugar, además se ha quedado Misae sola con todos los niños.
- Si, anda – le contestó Maron – Vete, vete ¿No os importa quedaros hoy con Yusuke y Hideki?
- No, de eso nada – intervino Nobu – No vamos a dejar a los niños con Misae que ya bastante tiene con sus tres. Nosotros también nos vamos.
- ¿Pero cómo nos vamos a ir?
- Aquí no hacemos ya nada, mañana por la mañana, a primera hora, después de dejar a los niños en el colegio vuelves.
- Es tu hija – parecía reprocharle Maron - ¡Por lo que más quieras, es tu hija! ¿Vas a dejar que Akito y Akira se ocupen de ella teniendo unos padres como tiene? Somos una familia y debemos mantenernos unidos ante lo malo ¿Cuándo ha sido una mala hija Akane? Dime cuando. De pequeña la trajiste a esta casa y desde el primer día no hizo otra cosa que ayudarme, siempre cargada con sus hermanos, yo la recuerdo sentada en esa silla bajita que teníamos frente al televisor ¿te acuerdas? se sentaba siempre allí y no paraba de balancearse, siempre la regañabas porque no se estaba quieta ¿te acuerdas? Y eso era porque siempre estaba meciendo a sus hermanos y se le quedó el meneillo. Nosotros somos los que nos hemos portado mal con ella, hemos sido unos seres despreciables, yo he sido una auténtica madrastra de cuento y tu un ogro, si, no me mires así, un ogro, siempre regañándola por lo que hacían sus hermanos, no la dejabas salir con sus amigas si no se llevaba a alguno de tus hijos... No digo que seas mala persona, trabajas mucho, se que deslomas porque tengamos una vida decente y que Misae te exprime todo lo que puede y que no puedes con tanto pero... es tu hija ¿Qué culpa tenía ella? Ella no pidió nacer... ¿Es que no recuerdas lo que sentiste cuando nació? Vamos, no me vas a decir que te fue indiferente... Es tu hija... es Akane ¿No crees que se merece el apoyo de su padre?
Y cedió. Claro que cedió porque era su hija, esa pequeñita que nació el último día de marzo, esa pequeña de rizos naranjas que se reía cuando le hacía alguna tontería ¿Cuándo había dejado su hija de reír? Recordó sus pequeñas manitas cogiendo su dedo con fuerza cuando empezaba a andar para no caerse y como lloraba tendiéndole los brazos... a su padre... ese padre que un día dejó de darle la mano para que se levantase porque tenía cuatro hijos más, una hipoteca y una manutención que pasar y todo el mundo parecía pedirle y exigirle cosas y... se olvidó de su niña... se había perdido ver crecer a su niña y disfrutar de ella.
- Tu quédate si quieres Maron, pero yo recojo a los niños y los llevo a casa, además está tu madre, algo podrá ayudarme.
Akira y Akito les miraban asombrados. Si que era increíble que nadie diera importancia cuando les fueron a decir que Akane necesitaba atención psiquiátrica... ni la madre, ni el padre, ni el padrastro... la única que se enteró, por lo que se veía era la que en todas las historias ponen de mala, la madrastra.
¿En qué momento puede dejar de importar un hijo? Era algo que Akito no podía comprender. No es que él pensase que los padres de Akane la ignorasen, no, no era eso, era que les habían contado que Akane tenía un trastorno de personalidad y no se lo habían tomado en serio. La madre de Akane dijo que eso era que quería llamar la atención, que desde pequeña había sido una fantasiosa y que se inventaba cosas, según ella Akane no tenía motivo alguno para tener ningún tipo de trastorno, ganas de vaguear y de no trabajar, era lo que tenía.
No importó que Akito llevara los informes de la psicóloga, aquello era una mentira de su hija, que por supuesto siempre estaba mintiendo.
En cuanto al padre de Akane, Maron intentó hablar con él pero a su suegra, la madre de Maron, no le faltó tiempo para informarle de la tontería que le había entrado a su hija. Nobu pensó que aquello era un producto de una de esas discusiones que siempre tenían esa mujer y su hija y olvidó el tema.
La única que hizo caso a Akira fue Maron, que leyó el informe y escuchó a Akira atentamente.
Fue algo muy decepcionante. Akito había convencido a Akira de que los padres de Akane debían saber lo que le sucedía a su hija y se encontró con aquel panorama tan desalentador.
"Durante años la hemos cargado con todo, todos nosotros pero yo la quiero como a una hija y no la voy a abandonar ahora", fue la respuesta de Maron.
Luego estuvo contando como ella misma, siendo aún bastante joven, se enamoró del padre de Akane aun sabiendo que estaba casado y cometió el error de quedarse embarazada. El padre de Akane se divorció de su mujer y se casó con ella y entonces comenzó a llevar a sus hijos a su casa los fines de semana que le tocaba... y eran tres, tres niños pequeños, uno de ellos un bebé que ni andaba y ella acababa de tener a su hijo y todo se le hizo agobiante, se vio superada por todo y terminó haciendo la mayor tontería que se podía hacer: pedir a esa niña pequeña que la ayudase.
Se daba cuenta del error tan tremendo que había cometido, ahora se daba cuenta, cuando pensaba como se sentiría si a sus hijos les obligara una extraña a ayudarla... al final Maron parecía la única que razonaba en esa familia.
- Mejor que se vaya, Maron – habló el padre de Akira – Su marido tiene razón, aquí no hacemos nada. Akira va a pasar aquí la noche por si necesita algo, no tiene que preocuparse; es mejor que descanse y mañana venga a hacer el relevo de Akira.
- Pero es que...
- Venga Maron, hazle caso – terció el padre.
- Además – continuó Akito – seguramente esta noche la pase en cuidados intensivos.
A regañadientes Maron accedió a marcharse. Se quedaron Akira y su padre solos en esa pequeña sala de espera.
- ¿No has dicho que tú también te ibas a ir? – preguntó Akira.
- Me iré después de hablar con el doctor.
Y así lo hizo. El médico de guardia estuvo hablando con ellos, explicándoles todos los detalles, el tipo de intoxicación que sufría la chica, la cantidad de componentes que tenía la droga que aún estaba en su sangre además de otras sustancias. Les puso al día de su estado actual.
- Nos hemos encontrado con un caso muy atípico. Por lo general las personas intoxicadas con drogas sintéticas sufren convulsiones e hipertensión y arritmias pero en ella era todo lo contrario, lo que nos hace sospechar, bueno, casi estamos seguros de que tomó o le fue inyectado algún producto para neutralizar los efectos del anterior.
- ¿Eso es posible? – preguntó Akito - ¿Podría ser nalaxona?
- Podría ser. Hoy en día todo es posible ¿Usted sabe de este tipo de medicamentos?
- Soy farmacéutico, puede decirme lo que la han suministrado que lo entenderé.
Akira les miraba de hito en hito mientras el doctor decía un gran número de sustancias que a él le parecían palabras dificilísimas pero que su padre parecía reconocer. Quería preguntar que tipo de drogas eran pero prefirió callar y no interrumpirlos, a fin y al cabo lo único que le importaba era saber que iba a ponerse bien.
- Los análisis revelan un montón de sustancias – continuaba el médico - y como, parece ser que han pasado más de 6 horas desde su ingestión no hemos podido realizar un lavado de estómago, solo podemos esperar a que elimine las drogas de forma natural, para ayudar un poco le hemos proporcionado unos diuréticos. El problema es que es imposible comunicarnos con ella, sea lo que sea que tomó tenía un relajante muscular muy fuerte, se encuentra en estado somnoliento, respira con dificultad, ha comenzado a mover las manos pero la hemos tenido que atar porque no paraba de pellizcarse, son como movimientos involuntarios y además sufre ataques de pánico y parece sufrir alucinaciones así que le hemos suministrado haloperidol.
- ¿Podemos verla? – volvió a preguntar Akito.
- Si mientras no la molesten, ni alteren ¿Alguno de ustedes se va a quedar a pasar la noche aquí?
- A mí me gustaría quedarme – contestó Akira.
- Bien porque ahora está tranquila y si lo desean la podemos pasar a una habitación, pero si no se queda nadie con ella preferimos que se quede en la unidad de observación.
- No, yo me quedo con ella – repitió Akira.
- ¿Estás seguro? – le interrogó su padre.
- No se preocupe, como ya le he dicho le hemos suministrado haloperidol y las enfermeras pasarán a menudo para ver como está pero sería conveniente que hay alguien con ella, por los ataque de pánico sobretodo.
- ¿Vas a ser capaz de ocuparte de ella? – volvió a preguntar Akito a su hijo.
- Por supuesto, además no sería capaz de dormir, tengo que estar con ella, me sentiré más tranquilo si la acompaño.
- Está bien, es justo lo que esperaba de mi hijo. El chico se queda, es su novio.
- De acuerdo, pues voy a pedir que la trasladen a una habitación. Será la 401A, pueden ir yendo si lo desean.
- Muchas gracias.
...
Al llegar a su casa Akito encontró a su mujer sentada en la cama con una caja de cartón abierta encima de ella, unos folios en una mano y un pañuelo de papel en la otra.
En cuanto supo que Akane había desaparecido le contó a Yoshiko todo lo que le ocurría a esa chica, lo de su trastorno de personalidad, en realidad a él no le gustaba ocultar las cosas a su mujer y tenía que entender la gravedad de lo que sucedía. Después, estando en el hospital, mientras esperaba, llamó a su mujer para decirle el estado en el que la habían encontrado.
- Ya he llegado – dijo haciendo que ella se sobresaltara un poco.
- Ya te veo ¿Y tu hijo?
- Se ha quedado en el hospital, va a pasar allí la noche.
- ¿Y eso te parece bonito?
- Pues claro. Yoshiko, tu hijo se ha hecho mayor.
- Eso es lo malo, que se ha hecho mayor... eran tan pequeño y tan bonito ¿Te acuerdas? Siempre se abrazaba a mis piernas y me miraba con esos ojitos tan tiernos y ahora... se ha enamorado, de pronto ella es el centro de su vida y...
- Es ley de vida Yoshiko, no lo vas a tener siempre pegado a ti, tú no lo hiciste ¿O es que te has olvidado?
- Siento que lo pierdo, que pierdo a mi pequeño.
- Hombre, yo mejor pienso que gano una hija – Akito cogió uno de los folios que había en la caja, todos eran dibujos de Akira de cuando iba a la guardería. Aquel era algo así como una enorme cabeza con dos larguísimas piernas, sin cuerpo alguno y uno, dos, tres, cuatro brazos - Creo que Akira de pequeño pensaba que era un pulpo o algo así - comentó mirando el dibujo.
- ¿Y por qué se ha enamorado de una chica con tantos problemas? Es ilógico, con lo listo que es no se como ha podido pasarle ¿No podía haber escogido a una normal y corriente, incluso vulgar?
- Ella no tiene la culpa de lo que le ha pasado.
- Ya lo se pero todos son problemas para Akira.
- Deberías estar orgullosa de tu hijo.
- Y lo estoy, eso es lo malo, que lo estoy. No puedo estar más orgullosa de él y de que no la abandone... ¡Ay, no se qué es lo que me pasa!
- Akane es una buena chica y le quiere.
- ¡Claro que le quiere! ¿Cómo no iba a quererle? Yo no tengo nada en contra de ella, la verdad es que es una chica educada, trabajadora y... ¿Pero por qué demonios no me habíais dicho lo que le pasaba? – gritó de pronto.
- No queríamos preocuparte.
- Mi hijo se enamora de una chica con un trastorno de personalidad y no me decís nada ¿Pero de que vais?
- No queríamos alarmarte.
- ¡Pero vive en mi casa!
- Pero no es peligrosa... solo con ella misma.
- ¡Por eso! ¡Me lo teníais que haber dicho! Yo hubiera tenido más cuidado de no dejarla sola ¿O es que acaso pensabas que me iba a enfadar? Es eso ¿A que si? Pensabas que la iba a echar de casa ¡No se cómo se te ocurren esas cosas!
- Bueno, tranquilízate, ya lo sabes.
- Ya lo sabes, ya lo sabes... desde luego no me puedo creer que me lo ocultases, como si yo fuese una bruja o algo así ¿Y que han dicho sus padres? Creo que su padre era el que debía haberse quedado esta noche.
- Si, es lo que debería haber sido pero no lo es... es muy triste, la única más razonable ha sido su madrastra, su madre ni siquiera ha aparecido por allí y cada vez estoy más convencido de que esa chica ha sido un estorbo para todo el mundo, creo que se acostumbró a callar y obedecer de tal forma que se convirtió en invisible.
- Es horrible eso que dices.
- Yoshiko, tú has educado bien a tu hijo, le has enseñado a ser compasivo y a no abandonar a nadie.
- Pobre chica... Akito tenemos que hacer algo por ella. No me extraña que creara otra personalidad para huir de esa soledad ¿Cuándo le van a dar el alta?
- Supongo que mañana, en cuanto le hagan una analítica y vean que ha expulsado toda la droga.
- Pues entonces mañana mismo tienes que llevarla a ella y a tu hijo al pueblo.
- ¿Mañana? ¿Para qué?
- ¿Para que va a ser? Para que descanse. Es el mejor lugar que se me ocurre, allí cambiará de aires y le sentará muy bien. Pasará en el pueblo unos días, está decidido, además están en plena semana esa de los deportes, Akira no perderá clases y no pasará nada porque no vaya, ya hablaré yo con su tutora. Mañana, cuando le dan el alta que preparen algo de ropa y les llevas, le va a venir genial estar en el campo.
- Pero a lo mejor su madre quiere llevarla a su casa.
- ¿Para qué? ¿Para que la ayude con sus hijos? No, de eso nada, Akane necesita tranquilidad y aquí no la va a conseguir, tiene que estar alejada de su familia para conseguirlo.
Akito sonrió, así era su mujer, si a veces se preguntaba por qué se había enamorado de una mujer tan severa y mandona como ella y ahora tenía la respuesta.
...
La habitación donde habían llevado a Akane era doble pero en esos momentos no había ningún paciente ocupando la cama de al lado. La de Akane era la que más cercana estaba a la ventana y Akira, sentado en un sillón al lado de la cama miraba a través de los cristales mientras acariciaba una de las manos de la chica.
Akane estaba dormida, tumbada boca arriba en aquella cama con sábanas blancas, arropada hasta el pecho con otra de esas sábanas blancas y encima una especie de fina manta. Le habían puesto un camisón blanco y la mitad de la cama estaba un poco inclinada hacia delante. Su pelo, suelto y naranja resaltaba entre toda esa blancura. Le habían oxigeno a través de una fina goma con dos tubitos que se introducían en su nariz. Las dos muñecas de la chica estaban liadas con unas vendas y atadas estas a ambos lados de la cama, dejando sus brazos estirados a cada lado de su cuerpo. En el dorso de la mano izquierda tenía puesta una vía y a través de ella iba entrando gota a gota el suero que decían era para nutrirla.
Daba mucha pena verla así pero en esos momentos Akira lo único que podía era dar gracias porque ya estaba a su lado.
La enfermera entraba a menudo a revisar el suero y ver que tal seguía, le tomaba la tensión y el pulso.
- Si vas a pasar aquí la noche – le dijo a Akira en una de sus visitas – puedes acostarte en esta otra cama, no va a ingresar nadie hasta mañana.
- No, mejor no, gracias.
- Yo no diré nada y te despertaré a tiempo.
- Muchas gracias pero prefiero estar despierto.
- Como quieras, pero te vas a agotar.
- No me importa.
Y fiel a su idea permaneció en vela toda la noche, de todas formas aunque quisiera no hubiera podido dormir, estaba demasiado preocupado por lo que había sucedido, no podía dejar de pensar en lo que Arashi debía odiar a Akane y en de que forma consiguió esas drogas. Y tenía que haber sido Arashi, seguro, Ayesa nunca lo hubiese hecho, ella no pondría en peligro a Akane porque, además de ser la personalidad protectora, no eran tonta y sabía que si dañaba ese cuerpo se dañaba a si misma. Akane tampoco, imposible... solo podía haber sido Arashi ¿Pero cuando? Pues no importaba cuando, lo que estaba claro es que la habían dejado sola, la dejaban sola más veces de lo que suponían.
- Akira...
La voz de Akane sonó baja y temblorosa pero Akira se sobresaltó como si hubiese sido un grito.
- Akane ¿Ya estás despierta? – dijo retirando unos cabellos que tenía en la cara.
- ¿Me han atado? – dijo llorosa.
- Si, tuvieron que hacerlo, es porque no parabas de moverte.
- Que bueno... tenía miedo a no hacerlo aún.
- ¿Cómo te encuentras?
- Cansada, como si me hubieran dado una paliza.
- ¿Sabes lo que ha pasado?
- Si, sí que lo se.
- Pues podías contármelo.
- ¿Tu no lo sabes?
- Yo solo se que desapareciste, que no te encontraba por ningún sitio y me sentí morir.
- ¿Y quién me ha encontrado entonces?
- Alguien avisó al grupo de voluntarios contra las adicciones y enviaron una ambulancia.
- Vaya...
- ¿Quién avisó?
Akane se mordió el labio inferior.
- ¿Sabes que esto me lo he hecho yo sola?
- Se que tenías una gran cantidad de sustancias alucinógenas en la sangre y que alguien debió de dártelas.
- ¿Me vas a hacer un interrogatorio?
- No, si no quieres decírmelo no lo hagas, pero creo que eso habría que denunciarlo o algo.
- Es que fui yo quien las pidió... bueno, Arashi ¿Por qué? – comenzó a llorar - ¿Por qué me odio tanto? – intentó mover las manos atadas tirando hacia arriba.
- Tranquilízate, por favor – cogió una gasa que había encima de la mesa al lado de la cama y la limpió las lágrimas – Ya todo ha pasado.
- No, no ha pasado, volveré a hacerme daño, me odio y no pararé de hacerlo. Akira, esto hay que acabarlo ya, yo no puedo vivir así.
- Me imagino.
- No, no te lo imaginas, es horrible tenerte miedo a ti misma, no fiarse de una misma y luego estar pasándolo mal y saber que ese daño te lo has hecho tú... – Akane comenzó a respirar agitadamente.
- Estas hiperventilándote, por favor, trata de respirar con normalidad.
- Es que...
- ¿Quieres que llame a la enfermera?
- No... deja... ya... ya me tranquilizo... ¿Por qué no me desatas? Ya no creo que sea necesario estar así.
- ¿Tú crees? A mí me pone verte atadita y quietecita, es uno de mis sueños recurrentes – sonrió con picardía.
- ¡Payaso! Venga, suéltame.
- Ahora me da más miedo ¿Y si me pegas a mí?
- Si no dijeras tantas tonterías no te pegaría.
Akira comenzó a desatar los nudos de la venda atada al lado del a cama donde él estaba.
- Pero me tienes que contar que fue lo que pasó... me he pasado toda la noche en vela, cuidándote, creo que me lo debes.
- Gracias Akira, gracias por todo – dijo en un tono de voz que a Akira le resultó de lo más extraño.
- ¿Te encuentras mal aún?
- ¿Tan raro es que te de las gracias? Y además quiero decirte algo, pero cuando me desates.
- Bueno pues esta mano ya está.
- Ah, mi manita, que bien, por fin puedo rascarme, que ganas tenía.
Akira se levantó para ir al otro lado a desatar la otra muñeca de Akane.
- ¡Ah! ¿Y mis gafas?
- Pues la verdad es que no se donde están, ahora que lo dices.
- Yo se donde están, están en... la sala, encima de la mesa.
- Bueno pues entonces las llevaran a conserjería, no te preocupes.
- Pero no veo bien.
- ¿Qué quieres? ¿Qué vaya a por ellas? – dijo quejoso.
- No, claro que no.
- ¿Me vas a decir quien avisó de dónde estabas?
- Déjalo, que más da.
- ¿A que te vuelvo a atar otra vez? ¿Se puede saber por qué no me lo quieres decir?
- ¿Y qué más da? Fui yo quien las pidió.
- Porque se está traficando con drogas y eso es grave.
- Pero no quiero que te metas en un lio, ni que te pase nada. Akira, te conozco, se que te vas a meter en problemas, tú y Shibi.
- Por supuesto que me voy a meter en problemas. Pero da igual que no me lo digas, tengo una idea bastante clara de quien te dio las drogas.
- ¿Y si te digo que esa persona es quien llamó para que me encontraran?
- ¿Me vas a decir que ahora le estás agradecida? – preguntó muy serio.
- Si no hubiese llamado no se qué habría sido de mí.
- ¡Akane por dios! ¡Te drogó! ¡Podía haberte pasado algo muy malo!
- Y yo le pedí las drogas y... no lo vas a entender, pasé mucho miedo, creí que me moría.
- Está claro que aun estás muy afectada. Ya hablaremos de esto más adelante.
- ¿Podrías subirme un poco más la cama?
- Toma – le pasó una especie de mando unido por un cable a la cama – Tu misma.
- ¿Estás enfadado? – dijo mientras pulsaba un botón y cama se movía hasta que ella quedaba casi sentada.
- No, no estoy enfadado... solo estoy algo cansado. He pasado unas horas horribles, no sabes lo que sentí al ver que no aparecías, yo... en mi vida he sentido tanta desesperación, creí que te perdía, no era capaz de pensar, ni de razonar... yo creí que eras importante para mí pero me di cuenta de que eras más que eso... se que no te gustan estas ñoñeces pero tenía que decírtelo.
- Akira, yo también te quiero decir algo, ven, acércate.
- ¿Es un secreto?
- Es que antes quiero que me des un beso, pero un beso bien dado, de esos que dicen que sabes dar.
- Creí que no te gustaban los besos.
- Ya, pero como tú dices, si hay que besar se besa – afirmó quitándose el oxígeno de la nariz.
Akira se acercó sonriendo y se sorprendió al ver que era Akane quien tomaba la iniciativa, primero de forma tímida e insegura pero en seguida el beso comenzó a convertirse en algo exigente. Sintió los dedos de Akane enredarse en su pelo y sujetarle casi con desesperación como si tuviese miedo a que se alejase.
Cuando se separó de ella y la miró vio que tenía las mejillas mojadas por las lágrimas.
- ¿Tan mal beso que te hago llorar?
- No, no es eso ¿Sabes una cosa?
- ¿El qué?
- ¿Yo te gusto?
- Sabes que sí.
- ¿Pero mucho, mucho?
- Veo que te gusta que te regalen los oídos.
- ¿Tu sabes lo que más me gusta a mí?
- El chocolate.
- ¿Te gusta mi horrible pelo naranja?
- No es horrible y si, me gusta.
- ¿Y no te gustaría que fuese más alta?
- ¿Para qué?
- ¿Y más guapa?
- Repito la pregunta ¿Para qué?
- ¿Te parezco simpática?
- Muy simpática.
- ¿Y agradable?
- Eres agradable.
- ¿Crees que tengo mal genio?
- Solo a veces.
- ¿Y que soy muy rencorosa?
- Eres rencorosa, pero es tu forma de ser, no hay modo contigo.
- ¿Y cabezota?
- Muy, muy cabezota.
- ¿Y soy bastante desconfiada?
- Bastante, bastante.
- ¿Tengo alguna cualidad buena?
- Pues alguna tendrás, digo yo ¿Qué es esto? ¿El juego de las 10 preguntas?
- A lo mejor ¿Yo te importo?
- Pues ya sabes que sí.
- ¿Pero mucho?
- Lo suficiente para estar soportando este estúpido juego ¿Me quieres decir lo que sea de una vez?
- Es que no quiero que te rías de mí.
- ¡Ya estamos otra vez! – se quejó - ¿Sabes que eres muy pesada?
- ¿Pero aun así me aguantas?
- Claro que te aguanto ¿No es evidente? A ver, ya te he dicho muchas veces que me gustas, hasta que te quiero, que eres una cabezota pero me da igual, que eres amable cuando quieres y simpática y buena persona y pesada, muy pesada ¿Qué quieres decirme ahora?
- Que te quiero.
Akira abrió los ojos totalmente perplejo.
- ¿Sabes lo que has dicho?
- Si, que te quiero.
- No deberías decirlo.
- ¿Por qué? ¿Crees que no es verdad?
- No, lo digo por... Arashi, creo que no le gusta esa idea.
- Es por eso que te lo digo. No quiero vivir más asustada por su culpa... Akira yo he pasado mucho miedo, me vi sola y no podía moverme, ni controlar mi cuerpo, me sentía fatal, me dolían los brazos y las piernas y no podía respirar, me ahogaba, mi corazón latía muy deprisa, te juro que nunca he pasado tanto miedo, creí que me iba a morir allí sola, que nadie me iba a buscar, que nadie me encontraría a tiempo... fue horrible, tuve muchísimo miedo...
- Ya, ya pasó todo, tranquilízate.
- Akira es que pensé muchas cosas, creí que no iba a volverte a ver nunca más, que no iba a volver a ver a nadie y recordé tantas cosas que quiero hacer en la vida y que pensé que no podría hacer nunca, estudiar, trabajar, tener una vida normal, salir con mis amigos, quizás casarme y tener un hijo, verlo crecer... me sentí tan triste al pensar en todo lo que me iba a perder que me di cuenta de las cosas que me estoy perdiendo por desconfiada, por cabezota y... no quiero perdérmelas más... Akira quiero salir contigo, pero salir de verdad, que todo el mundo lo sepa, presentarte al resto de mi familia y conocer a la tuya, salir a la calle y caminar cogidos de la mano... quiero vivir todo lo que por mi cabezonería me he perdido hasta ahora y quiero que me digas que me quieres muchas veces, muchas.
Akira sonrió y acercó su cabeza hasta pegar su frente a la de la chica.
- Tonta... ¿Pues no me has emocionado? No sabes la de veces que te soñado con oírte decir esas cosas.
- Akira... quiero curarme y ser una persona normal. Quiero hacer lo que sea para curarme y si tengo que tomar más pastillas pues las tomaré. Ya no me va a importar los efectos secundarios, haré lo que sea para curarme, quiero curarme.
- Y te curarás, ya lo verás – habló separándose de ella.
- Y si tienen que ingresarme pues aunque no me guste lo haré... haré lo que sea, lo que sea. No voy a dejar que Arashi limite mi vida y no quiero volver a hacerme daño, tengo que acabar con ella ¿Lo entiendes Akira?
- Claro que lo entiendo, por supuesto que lo entiendo.
- ¿Tú me vas a apoyar?
- En todo lo que sea.
- ¿Vas a estar a mi lado?
- Siempre. Incluso aunque te empeñes en apartarme de ti.
- Esta vez no te voy a apartar, ya no. No se si lo nuestro va a funcionar o no, no se como terminaremos, quizás acabemos odiándonos pero voy a disfrutar de lo que dure.
- ¿Ya estás pensando en cómo vamos a terminar?
- No, solo pienso en el presente... Por cierto ¿Y mis padres? ¿Saben lo que ha pasado?
- Menuda forma de cambiar de tema... Anda, ponte otra vez el oxígeno.
- ¿Lo saben o no?... por tu cara veo que si ¿Qué pasa? ¿Qué no les ha importado?
- ¿Cómo no les iba a importar?
- ¿De verdad? ¿Y por qué no está mi madre aquí? Soy su hija y tengo entendido que en casos como este lo normal es que sea la madre la que cuide de su hija.
- Tu madre tenía que ocuparse de tus hermanos.
- Ya... no, si lo entiendo... lo entiendo perfectamente – dijo con amargura.

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