Algunas explicaciones de palabras que se usan en este capítulo:
-kuuyou: sacerdotes sintoístas.
-chihaya: vestido tradicional de las sacerdotisas sintoísta (si habéis visto Inuyasha, es el traje que usa Kikyo)
-hakama: parte del chihaya, es la falda partida en dos de color escarlata.
-tabi: calcetín tradicional japonés.
-miko: sirvientes de los templos shinto.
-shutsushi: aprendiz de sacerdote.
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A Shugo le encantaba salir a pasear a las afueras de Kizuna, lejos de todo el ajetreo de la ciudad y poder perderse entre la naturaleza. Por suerte aún quedaba un lugar lleno de pinares y donde él podía observar a los pequeño animalillos que por allí habitaban, como los pájaros.
Ese pequeño bosque se decía que pertenecía a los monjes sintoístas que allí tenían su templo, un lugar maravilloso lleno de armonía, al menos esa era la sensación que tuvo Shugo cuando se acercó al templo Tsukishiro.
Los kuujou del templo le recibieron amablemente y le invitaron a pasear por él y a participar en las plegarias. Desde entonces ese lugar se había convertido en uno de los favoritos de Shugo, quizás allí podría encontrar esa paz que tanto anhelaba, quizás allí podría calmar esos impulsos violentos que a veces parecían dominarle.
Lo que sorprendió a Shugo fue descubrir que ese templo era frecuentado por una chica joven, una futura sacerdotisa de la que se decía que tenía un don especial para ayudar a las personas ¿sería capaz esa chica de ayudarle a él?
Nadie nunca le preguntaba nada a Shugo, no se interesaban en saber cómo se encontraba, el porqué de esos impulsos violentos y él, reservado como era, tampoco intentaba nunca contárselo a nadie.
El mejor amigo que había tenido Shugo en su vida había sido Kisuke, ese chico enfermizo pero que creía firmemente en él y en su fuerza de voluntad.
Juntos se unieron al grupo de Shishio y juntos, como tantos otros, probaron lo que no debían. Se suponía que eran medicamentos experimentales, a Kimisuke le ayudarían con su problema de bronquios y su debilidad y a él con sus arrebatos violentos.
Pero no fue así, todo no hizo más que complicarse. Por suerte alguien puso en alerta a las autoridades de todo aquello y cerraron el supuesto "centro para jóvenes con problemas" que había fundado Shishio y todo parecía ir volviendo poco a poco a la normalidad.
Shugo apreciaba a Kamui, tenía que hacerlo porque en los peores momentos este sabía, al igual que Kimisuke, como conseguir calmarle pero ahora Kamui parecía cada vez más alejado.
Perdido, sin saber muy bien como guiar su vida, encontrar ese templo fue para él como hallar una brújula.
Pero lo que más le sorprendió, sin duda, fue cuando por fin conoció a esa chica de la que se hablaba. Estaba barriendo la entrada vestida la clásica chihaya, con su hakama de color escarlata, la camisa blanca con hombros sueltos y su tabi.
Cuando se acercó a ella estaba de espaldas, era alta y tenía el pelo negro que se había sujetado en una coleta.
- Buenas tardes – saludó algo dudoso.
- Pues es raro que no hayamos coincidido antes.
- ¿Eres tú la "miko" de este templo?
- En realidad solo soy una "shitsushi", una aprendiz, pero alguna vez si que me gustaría serlo.
- No sabía yo eso de ti, quiero decir que no sabía que las chicas jóvenes tuviesen esas aspiraciones.
- Ten entiendo, parece que estoy más interesada en otras cosas ¿verdad? Pero somos chicas bastante normales, salvo porque me gusta venir aquí. Se está bien ¿verdad?
- Se respira una paz tremenda.
- ¿Y tú como es que vienes por aquí?
- Me gusta pasear por sitios tranquilos.
- Supongo que hay muchas cosas que no conocemos de los demás – reflexionó Jisei.
- A veces juzgamos a las personas demasiado por su aspecto exterior.
- O por lo que creemos que han hecho.
- Cierto. Tú eres amiga de Kimisuke...
Jisei se quedó esperando a que completase su frase, pero por lo visto no había continuación o quizás prefería no hacerlo.
- Dicen que eres buena como miko.
- Gracias pero no soy una miko.
- Estoy confundido, creí que las miko tenían que ser vírgenes toda su vida.
- Oh, no, no te ofendas por favor, no me refiero a que tu no... lo que pasa es que pienso que hoy en día pues eso de querer ser virgen toda la vida pues...
- Tranquilo, no te sofoques tanto. Eso era antes, no hacemos ningún voto de castidad. Algunas hasta se casan ¿no lo sabías? Lo que ocurre es que pues dejan sus obligaciones para ocuparse de sus familias.
- Entiendo. Perdona si te he molestado.
- No, no lo has hecho pero me ha sorprendido. Es que tú y yo nunca habíamos hablado y ha resultado... curioso.
- No suelo hablar mucho... con nadie.
- Pero eres amigo de Setsu, sois una pareja curiosa.
- No, no me refiero a que seáis pareja, sino que vais juntos, como amigos y es curioso porque sois muy distintos.
- Ah, ya. Bueno, nos hemos acostumbrado a estar juntos.
- Bueno pues... no te molesto más, puedes seguir con tu paseo.
- Gracias – comenzó a caminar pero se detuvo – Oye, Nagashiyama.
- Dicen que eres buena dando consejos ¿Puedes darme uno a mí?
- Sí, claro, para eso estoy aquí ¿Qué te parece si damos un paseo?
- ¿No tenemos que ir a hacer algún ritual o algo?
- No, yo no hago rituales para escuchar a alguien, solo... escucho. Hago rituales de purificación ¿Quieres que te haga un ritual de purificación?
- Ya decía yo. Venga, vamos a dar un paseo y me preguntas sobre lo que quieras que te aconseje.
- Es sobre Hikari y Setsu.
- Si, son un poco pesados. Se pasan el día discutiendo o más bien insultándose y me gustaría que dejasen de hacerlo. Se que son amigos, somos un equipo aunque no lo parezca, todos los preocupamos por todos. Se que Setsu se preocupa por Hikari y Hikari por él pero siempre están discutiendo.
- Ya lo se, me he dado cuenta. Pero es cierto que son amigos y se tienen cariño, aunque Hikari grita bastante a Setsu en realidad no están enfadada con él, no hay cambios en su aura y Setsu solo se siente frustrado, se mete tanto con ella porque cree que para ella él no vale nada.
- Lo veo en sus auras. Yo veo muchas cosas en las auras, a lo mejor no me crees pero es cierto. Setsu solo tiene un montón de impotencia y celos que no sabe cómo manejar.
- Él piensa que a Hikari aún le gusta Kamui.
- Y que no tiene oportunidades con Kamui de rival ¿Por qué es eso?
- Pues es hora de que se olvide de eso. Debe atreverse a hablar claro con Hikari. Descubrirá muchas cosas curiosas.
- Hikari ha cambiado mucho.
- Eso es lo que yo digo ¿Y qué crees que deberíamos hacer?... Me refiero a Fatora y a mí.
Jisei sonrió amablemente.
- Obligar a Setsu a enfrentarse a lo que siente.
- Quizás... si piensa que le van a quitar a Hikari...
Habían pasado unos días desde aquella conversación con Jisei, después de aquello se le ocurrió que la más indicada era alguien que estaba al igual que él, harta de sus directas y sus indirectas, Fatora.
Parecía que entre ellas dos había surgido cierta amistad. Seguramente es que Hikari necesitaba también tener amigas y Fatora era evidente que tenía cierta necesidad de encontrar una amiga de verdad, no alguien a quien servirle de criada.
Fue difícil para Shugo hablar con Fatora, hablar no era su especialidad, ni tampoco parecía que Fatora fuese demasiado extrovertida, pero de alguna forma los dos comenzaron a sentirse cómodos el uno con el otro y Shugo terminó explicándole lo que sucedía con Setsu y Hikari y después de varias ideas se les ocurrió que lo mejor era que el mismo Shugo le dijese a Setsu que estaba interesado en Hikari, a ver si eso era cierto y hacía reaccionar al chico.
Pero Fatora era mujer y como mujer que era no iba a dejar la cosa solo así, no, ella tenía que rizar el rizo e ir más allá. No solo se limitarían a que Shugo pusiese celoso a Setsu, sino que ella haría lo mismo con Hikari.
Y ahora se encontraban en esa extraña situación. Todo sucedió cuando Setsu y Hikari se encontraron.
- ¡Tú, pececito! ¿De qué vas? – dijo Hikari nada más verle.
- ¿Cuál es tu problema conmigo?
- ¿Qué le has dado a Fatora?
- ¿Yo? ¿Qué le he dado yo?
- Mira, no te hagas el inocente ahora que mucho decir que yo soy una pervertida pero tú también tienes lo tuyo.
- Mira no te entiendo, ni quiero entenderte, pasa de mí.
- Desde luego que eres un chulo.
- Si, yo también te aprecio a ti un montón.
- ¿Por qué me quieres quitar a mi amiga?
- ¿Qué? ¿El qué? Tía estás loca, dices cosas sin sentido. Tú sí que eres una tramposa, éramos amigos y mira que puñalada me has metido.
- ¿Qué yo te he metido una puñalada a ti?
- Creí que estabas enamorada de Kamui.
- ¿Ahora a que viene Kamui?
- Pero bien que como Kamui ya no te hace caso ninguno vas y le pones ojitos a Shugo.
- ¿Qué yo hago qué? – grito enfurecida.
- Ahora te toca salir con Shugo, no está bien que le digas que no porque Shugo es un gran tipo y además muy sensible, si le rechazas lo mismo se le cruzan los cables.
- ¿Qué yo voy a salir con Shugo?
- El mismo me dijo que iba a pedirte salir.
- Si, así que ya sabes, apechuga.
- Pues lo mismo te digo a ti. Fatora es una chica muy sensible y si la rechazas se deprimirá, así que más vale que salgas con ella y te comportes como de forma encantadora.
- Yo siempre soy encantador, no como tú.
- Pues a ver si es verdad.
- Pues claro... Espera ¿Qué yo voy a salir con Fatora?
- Ella me dijo que te lo va a pedir, así que ni se te ocurra rechazarla.
Setsu y Hikari se quedaron mirándose, ahí había algo que no parecía muy lógico.
- ¿De veras te ha dicho Shugo que va a pedirme salir?
- De veras que si ¿Y a ti Fatora que me va a pedir salir a mí?
- Que raro, yo pensaba que a Shugo le empezaba a gustar Fatora.
- Si, a mí también me daba esa sensación. Shugo nunca ha demostrado que yo le gustase.
- Y Fatora apenas si habla conmigo. Esto es muy raro.
Hikari y Setsu estaban convencidos de que Shugo y Fatora se traían algo entre manos y la mejor forma de averiguarlo era acceder a las citas. Claro que dijeron que si pero ya que todos eran amigos propusieron una cita doble, Shugo con Hikari y Setsu con Fatora y a ver qué pasaba entonces.
Era una forma muy rara de conseguir que ambos se pusiesen celosos pero a Fatora le resultaba de lo más divertida, solo esperaba que el sábado no terminase aquello en batalla.
Cuando Shugo de nuevo vio a Jisei le contó el extraño plan y Jisei no pudo por menos que pensar en que la gente era muy complicada, siempre tenían la manía de fingir que salían con una persona con el fin de darle celos a una tercera... a saber que saldría de aquel plan tan enrevesado.
Nowaki entró en la cocina de su casa donde ya estaban sus padres y su hermana desayunando.
- Nowaki, el domingo vamos a ir a comer a casa de los Senju – dijo Minako nada más verle.
- ¿A que casa? – preguntó Nowaki.
- A casa de Hiroshi Senju – respondió su padre.
- ¿No te suena el apellido Senju? – gruñó Sonomi.
- Pues no ¿son importantes?
- Son muy importantes, tanto como los Kaguya.
- Porque nos han invitado – contestó Sonomi - Venga, siéntate y desayuna de una vez.
- ¿Y por qué nos invitan a nosotros? Yo no conozco a esa gente de nada ¿Los conocemos?
- No te enteras de nada, hermano – rió Minako – Ese señor tan importante es el padre de Fatora Senju, una de las que antes siempre iba con la americana esa, Stella ¿Te suena ya?
- ¿Fatora? Claro que me acuerdo de ella, la veo todos los días pero no sabía que su padre era importante ¡Claro! ¡Por eso se juntaba con Stella y Kikyo! ¿Pero eso que tiene que ver con nosotros?
- Ya te dije que los Ibiki somos muy importantes. Este domingo estamos invitados a una comida importante, así que quiero que luego vayas a la peluquería a recortarte un poco el pelo.
- ¡Ni peros, ni peras! ¡Tenemos que dar una buena imagen!
- No discutas Nowaki, sabes que no vas a ganar – le aconsejó su padre,
- ¿Sabéis que? – dijo de pronto Sonomi – Que estaba pensando en Yuri y en la cita que tiene el sábado con el pequeño Kaguya.
- Por eso Nowaki también está también nervioso – refunfuñó Minako – Y por eso últimamente no hay quien le aguante.
- Minako no empecemos... – se dirigió a ella su padre.
- Y estaba pensando – continuaba Sonomi – Que si lo que esa niña quiere es sentirse como una princesa con todo eso de la cita, porque no quiere ir a la cita por otra razón, eso está más que claro...
- No Sonomi – la cortó su marido – No sigas por ese camino que te estoy viendo venir.
- Las intenciones y ya te digo que no.
- ¿Y por qué no? Nowaki es tan guapo como Kamui y mírale, es simpático y muy buena persona ¿Qué no vale tanto como el Kaguya? Si los padres de Yuri quieren un novio "aparente" para su hija pues Nowaki es muy aparente.
- No Sonomi – repitió Minato – Esa es una mala idea, quítatela de la cabeza.
- Meter a tu hijo en esta tontería de las citas matrimoniales.
- ¿Y qué tienen de malo? Serviría para que Yuri conociese a Nowaki y viese lo buen partido de es.
- No vas a llevar a tu hijo a un casamentero de esos.
- ¿Eso lo podemos hacer? – se interesó Nowaki.
- No Nowaki – le contestó su padre – No se puede hacer.
- ¿Y yo tampoco? – preguntó Minako – Es que me está empezando a resultar curioso.
- ¡Tu menos! ¿Lo entendiste?
Durante la comida Jisei miraba preocupada a Ryuko, sentada a su lado y alejada de Kyojin. Desde el incidente aquel las cosas no eran como siempre entre ellos. No es que hubiesen roto, no que nadie supiese pero todo era muy distante y frio. Ya no se sentaban juntos, al contrario, Ryuko parecía evitarle. No caminaban cogidos de la mano, a veces Kyojin se la cogía a Ryuko pero ella en cuanto podía la retiraba... por un lado Jisei sentía como si Ryuko hubiera vuelto a su lado, estaba siempre con ella pero se daba cuenta de que aquello era lo peor que podía pasarle a su amiga.
Jisei estaba convencida de que Ryuko tenía que perdonar a Kyojin, a fin de cuentas el chico no era una mala persona, al contrario, eso le pasaba por ser demasiado bueno pero ahora era Ryuko la que parecía una cabezota que no entraba en razón, era como si se estuviese convirtiendo en otra Akane.
Jisei recordaba lo cabezota que Akane podía haber llegado a ser y como el año anterior se había negado a hablar con Akira y a escuchar sus argumentos... ahora por fin se daba cuenta del error que había cometido y fíjate todo lo que le había costado... y Ryuko estaba cometiendo el mismo error.
No le gustaba pensar que Ryuko iba transformarse en otra especie de Akane, que iba a comportarse cada vez de manera más intransigente, que terminaría por hacer daño a Kyojin y hacerse daño a si misma.
- Tranquila – le susurró Sumire en voz baja sentada a su lado – Ya verás como Ryuko entra en razón.
- ¿Tú crees? – preguntó extrañada Jisei. Como siempre Sumire tenía esos arranques que tanto la sorprendían.
- Claro, ella no es tan cabezota como Akane, ni tiene ese maldito orgullo. Ahora solo está dolida pero créeme, le duele más haberse comportado como lo hizo.
- ¿Cómo sabes que estaba pensando en eso?
- Porque mirabas a Ryuko y te mordías el labio inferior, siempre lo haces cuando estás preocupada.
Debería haberse acostumbrado ya a Sumire y sus acertadas suposiciones. Cada vez la asombraba más esa chica, con lo despistada que parecía y era la que más se fijaba en todos los detalles.
- Me da mucha pena verla así y también a Kyojin.
- Anda y a mí también, tendremos que pensar algo para que hablen o lo que sea, vamos, que no lleguen al extremo de los otros dos, hablando se entiende la gente, eso dicen.
Kyojin intentaba disimular y fingir una alegría que no sentía, lo hacía por sus amigos, por no preocuparles, todos estaban muy nerviosos aún con lo que había pasado con Akane y con tendencia a exagerar las cosas y por eso, cuando llamaba a Akira para preguntar por Akane y éste a su vez le preguntaba por Ryuko, él le mentía diciéndole que todo estaba bien. Ahora comprendía a Akira y por qué no le contó lo que había pasado con Akane. Durante un tiempo le pareció que Akira se había comportado de una forma egoísta o que no confiaba en él pero ahora lo comprendía todo... había cosas muy importantes, más que el dolor que sentía por dentro cuando miraba a Ryuko y no le respondía con su sonrisa habitual.
Tenía que hablar con Yuri, tenía que hablar con ella sin falta y decirle que no iba a ir a su casa a merendar con sus padres fingiendo que era su novio, no, no y no, él ya tenía novia y era Ryuko y tenía que demostrarle a Ryuko que ella era lo más importante.
- Mañana es la ginkana – hablaba Xu-Xu – Vais a participar todos ¿verdad?
- Por supuesto – respondía Sumire – Va a ser muy divertido, yo estoy súper emocionada.
- Chica, tú te emocionas con cualquier cosa – comentó Kimisuke.
- Eso es bueno – añadió Karasu – Así cualquier cosa la emocionará ¿verdad Sumire?
- Claro, a mi cualquier cosa me emociona.
- Lo que yo digo – continuaba Karasu – Lo bueno es no tener muchas expectativas, así nada te defrauda.
- Espero que no hables de lo que creo que hablas – se quejó Kimisuke.
- ¡Vaya que si! – rió Kenshi - ¿A que si, Karasu?
Jisei se levantó de su asiento y sin decir nada se acercó a Karasu y Kenshi dándoles a ambos un sonoro capón.
- Par de pervertidos – regresó refunfuñando a su asiento.
Después de comer, Jisei fue a uno de los aseos a lavarse las manos, al salir se encontró de frente con Inari y el profesor Sigure.
- Mira que casualidad – dijo Sigure – Precisamente hablábamos de ti.
- ¿De mí? – miró confusa a Inari.
- ¿Qué tal la semana de los deportes? – preguntó haciéndose el despistado Inari.
- Pues aparte de lo que ocurrió con Akane, como siempre.
- Pues no lo se – suspiró – Ayer hablé con ella y parece que está bien, contenta, algo resfriada pero no se, creo que le va a costar superar lo que pasó.
- ¿Ha dicho quien le dio las pastillas? – interrogó Sigure.
- Alguien debería decirle que no le va a pasar nada, que errores como el suyo los comete mucha gente, que nadie la va a castigar o a denunciar o a saber qué es lo que piensa que le va a pasar, pero que es importante que diga quien le dio esas pastillas.
Jisei miró a Sigure, claro, esa era la "versión oficial", que Akane, deprimida por su situación familiar, estresada y nerviosa, había comprado unas pastillas para la ansiedad que resultaron ser un tipo de droga... eso es lo que los propios profesores habían dicho para acallar la curiosidad de todos. Claro que Jisei sabía que Sigure sabía más de Akane de lo que demostraba... pero esa era la "versión oficial".
- Supongo que sería lo más conveniente – contestó Jisei en voz baja.
- Bueno, Inari, díselo – sonrió Sigure.
- Déjalo, además Jisei debe ir ahora a alguna actividad, no la entretengamos.
- No, no, díselo, venga, quiero saber la respuesta.
- ¿Qué pasa? – preguntó asustada Jisei.
- Veras Jisei – comenzó a hablar Inari – Es que Sigure... él...
- Se lo de vuestra relación – concluyó la frase Sigure en voz baja. Jisei se puso repentinamente nerviosa y avergonzada – No te preocupes, no voy a decir nada pero Inari tiene que hacerme un favor.
- Siempre te estoy haciendo favores, Sigure. Lo siento Jisei, no he tenido más remedio que reconocerlo.
Jisei no sabía que contestar, ya sabía que Sigure lo sabría pero enfrentarse a eso delante de él la alteraba demasiado.
- No te preocupes – habló Sigure – No voy a decir nada, Inari es mi amigo pero sinceramente, quiero saber hasta qué punto merece la pena que ponga en riesgo su trabajo.
- B-bueno... yo no quiero causarle problemas.
- Sigure, ya hemos hablado de ese tema.
- Necesito que me hagáis un favor – le ignoró – Es que tengo unos amigos que se casan dentro de poco y yo voy a ser el padrino.
- ¿Y eso que tiene que ver con nosotros?
- Es que este sábado van a hacer una pequeña fiesta para los amigos y nos han invitado a Inari y a mí.
- Pero es que yo he dicho que Inari y yo vamos a ir con compañía y no puedo ahora quedar mal porque ellos han reservado la comida y les ha costado bastante. Si Inari se presenta sin pareja, va a ser un desconsiderado.
Jisei miró confusa a Inari.
- Lo ha dicho él porque le ha dado la gana.
- ¿Verdad que no quieres que Inari quede mal delante de sus amigos?
- Y... podría ir con otra persona.
- Pero está saliendo contigo ¿no? Tenéis hasta permiso de su padre. La cosa es que vaya con su pareja ¿O te da igual que vaya con cualquier otra?
Jisei miró a Inari y de nuevo a Sigure, estaba claro que era una encerrona de Sigure y ella empezaba a entender, quería verlos juntos, les estaba examinando. Bien, pues si ella llevaba a Inari con sus amigos, lo justo era que ella fuera con los amigos de Inari.
- Jisei no hace falta – intervino Inari – Puedo buscar una excusa y no ir.
- ¿Vas a ser tan maleducado? – inquirió Sigure.
- No importa Inari, son tus amigos y yo voy.
Sigure sonrió, desde luego la chica era valiente.
Akane, sentada en uno de los sillones de la casa de los Shikamoto, arropada con una manta, miraba aburrida la televisión aunque no veía gran cosa porque se había quitado las gafas, la molestaban demasiado.
Sacaba una de las manos de debajo de la manta y cogía uno de los pañuelos de papel de la caja que tenía al lado para sonarse enérgicamente.
- ¡Maldito constipado! – gruñía con ojos llorosos.
Ya era mala suerte haberse resfriado, con lo bien que podía estar pasándoselo ayudando a Akira y haciendo cosas interesantes y allí estaba, casi encadenada a ese sillón, porque con lo insistentes que eran las abuelas de Akira a ver quién era la valiente que se atrevía a levantarse.
Para que no se le hiciera tan aburrida su estancia, la abuela Harumi se había empeñado en enseñar a Akane a hacer una manualidad que ella encontraba entretenida y relajante, hacer punto. Y la verdad es que a Akane le interesó pero quizás era porque los ojos no dejaban de llorarle o porque se le caía el moquillo continuamente, el caso es que no conseguía concentrarse ni que le saliera bien.
Impaciente como era para todo, Akane terminaba por dejarlo a un lado, estaba claro que no se encontraba en situación de hacer punto y era una lástima porque los colores de las lanas eran bien bonitos.
- ¿Cómo se encuentra nuestra invitada? – dijo Haruko, la tía de Akira entrando en el comedor llevando una bandeja con un tazón en ella.
- Bien, bien, estoy muy bien, yo creo que ya no tengo fiebre ni nada.
- Pues tienes una cara que no dice lo mismo.
- Es que yo creo que tengo alergia a algo, debe ser eso.
- ¿En esta época? Anda y deja de inventar excusas tontas, no te voy a dejar salir de la casa, ahí fuera hace frio, aquí en el pueblo hace más frio que en la ciudad, estamos a más altura y en las montañas está empezando a nevar.
- Pues vaya – se quejó la chica.
- Tú lo que tienes que hacer es dejarte mimar por todos nosotros. Toma, te he traído un poco de caldo, verás que rico.
- Me siento una inútil sin hacer nada, solo dando trabajo.
- ¿Cómo que das trabajo? Si ni siquiera nos enteramos de que estás aquí.
- De verdad que me siento muy incómoda, yo quiero ayudar y hacer algo. Es que yo no estoy hecha para estar tanto tiempo parada, necesito sentirme útil.
- Pues si empeoras será cuando nos des más trabajo y encima preocuparás a Akira.
- Esto es desesperante – gruñó.
- ¡Pero que mala enferma eres! ¿Siempre te has portado así de quejica?
- Yo nunca he estado enferma.
- ¿Qué nunca has estado enferma?
- No, bueno quiero decir que nunca he guardado reposo por un simple resfriado.
- Un simple resfriado que si no se cura bien puede convertirse en una neumonía.
- ¿Sabes de qué murió mi padre, el abuelo de Akira?
- ¿De una neumonía? – preguntó asustada – Ah, lo siento, lo siento, no lo sabía.
- No pasa nada pero para que veas que en esta casa nos tomamos muy enserio los resfriados. Venga, tómate el caldo antes de que se enfríe, verás que bien te va a sentar.
Akane se incorporó en el sillón y cogió el tazón que le ofrecía.
- ¿De veras nunca has estado enferma?
- Bueno a veces me he constipado, cogido la gripe y cosas así, lo típico.
- ¿Y tu madre no te obligaba a guardar reposo?
Akane bajó la mirada tristemente y aspiró con la nariz.
- Yo siempre he tenido que cuidar de mis hermanos.
- Mi madre tenía muchas cosas que hacer y mis hermanos eran pequeños, así que no tenía tiempo de guardar reposo – respondió llevándose una mano a los ojos para limpiarse unas pequeñas lágrimas.
- Bueno pues aquí las cosas funcionan de otra forma, así somos los Shikamoto y tú tienes que guardar reposo.
Todo era tan distinto a lo que ella conocía... aquella familia parecía haberla aceptado sin ningún problema, la hacían sentirse parte de ella y eso que apenas la conocían y ella se sentía tan cuidada, tan mimada, tan protegida... como nunca se había sentido en su vida, casi le entraban ganas de olvidarse de todo, cerrar los ojos y simplemente dejarse querer... ¿Por qué su familia no era así? Daba igual, no era cosa de estar siempre lamentándose, lamentarse no cambiaría nada, lo que tenía que hacer era disfrutar de esos momentos.
Después de tomarse el caldo la tía de Akira recogió el tazón y se marchó dejando a Akane de nuevo sola en el comedor.
Le estaba empezando a entrar sueño, a decir verdad estaba empezando a gustarle la sensación de estar calentita y confortable, sintiendo el calor del sol que entraba por la ventana y daba de lleno en el sillón.
La puerta del comedor se abrió sobresaltándola.
- Akane – saludó sonriente Akira - ¿Cómo te encuentras?
Akira entró llevando una caja cuadrada, no era una caja de zapatos, era más grande.
- Estoy malita – se quejó.
- ¿Por fin te has dado cuenta? Anda dame un besito.
- No, que no quiero contagiarte.
- ¿Estás siendo una buena chica?
- Que remedio, tus abuelas y tu tía no me dejan moverme de aquí ni hacer nada.
- Pero yo quiero hacer cosas y quiero ir al refugio ese del que me has hablado.
- Pues si, como para ir al refugio estás tú. Te traigo un regalo.
- ¿Ah sí? – dijo mirando curiosa a la caja - ¿Y qué es?
- Pero solo te lo daré si me prometes que vas a ser buena.
- Mira – Akira abrió la tapa de la caja y metió una mano dentro para sacarla al momento llevando en ella algo grisáceo y peludo.
- Toma, cógelo, pero con cuidado, no vayas a lastimarlo.
Akira se lo acercó y Akane necesitó limpiarse los llorosos ojos para poder enfocar bien ¿Qué era?
- ¡Ah! – exclamó emocionada - ¡Es adorable!
- ¿Puedo? – preguntó impaciente.
Era un pequeño y asustado conejito que apenas si se movía seguramente presa del miedo que estaba pasando.
Akane lo cogió con mucho cuidado y lo llevó hacia su pecho.
- Pero Akira es... es... ¡Es un conejo!
- Es una cría, un gazapillo ¿Te gusta?
- Se ha metido en los laboratorios, seguramente se ha perdido, será un conejito aventurero, no se, algo les habrá asustado y él ha terminado en el laboratorio.
- Pobrecito – decía acariciándole – Que miedo debe haber pasado.
- Si, sobretodo porque le hemos perseguido varios por toda la nave, es muy escurridizo, no veas como corre y como salta el asqueroso.
- ¿Y que vas a hacer con él?
- Pensaba regalártelo. Dicen que los animales ayudan a... las personas con problemas ¿No lo quieres?
- ¿Estás de broma? Claro que lo quiero pero me da un poco de pena, su madre le estará buscando.
- No lo creo, además si lo soltamos ahora, aunque lo hagamos cerca de la nave, seguramente seguirá igual de perdido, vete tú a saber desde donde vino, es muy chiquitito, estará desorientado, seguro que terminará siendo comida de algún zorrillo, gato o perro.
- ¿Tú crees? Estos animalitos son muy listos, seguro que su instinto le dice como ocultarse.
- Bueno, si no lo quieres me lo llevo – extendió la mano para cogerlo.
- ¡Quita! Claro que lo quiero. Que bonito que es, es precioso.
- Mañana te conseguiré una jaula para él.
- ¿De veras me lo puedo quedar?
- Pues claro. Es un conejito con suerte, ha encontrado una nueva mamá.
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