Por fin Kohaku había conseguido hablar a solas con la abuela Mito. Para él era su prioridad, hablar con ella y que fuera ayudándole a recomponer ese puzle que parecía su nacimiento.
- A ver ¿Qué te pasa, pequeño? Llevas todo el día revoloteando detrás de mí, como cuando eras pequeño y querías que te hiciera caso.
- Abuela, es que tengo que hablar contigo de algo importante.
- ¿Problemas con la joven Girei? Por lo que recuerdo de Ichirou Girei y puede ser bastante arrogante pero también sabe escuchar.
- No, no tengo problemas con Himeko.
- ¿Y que ha dicho su padre de vuestro compromiso?
- ¿Compromiso? No, no, no estamos comprometidos.
- Pues eso a lo mejor no le va a gustar mucho.
- Abuela, lo que tengo que decirte es importante.
- Mira que te pones serio... anda, vamos a sentarnos, mis huesos ya no son los de antes y además me canso fácilmente. Cuéntame que te pasa.
- Hace un mes más o menos vino a verme Baki, ya sabes, mi tutor.
- Ah, el bueno de Baki ¿Cómo se encuentra?
- Bien, está bien, supongo. El caso es que me llevó una caja, era de Noboru, por lo visto él pidió que la guardasen hasta que yo tuviera la edad suficiente.
- Si – contestó suspirando – Ahora recuerdo de la existencia de esa caja. Recuerdo que Noboru guardaba en ella cosas de tu madre y que cuando murió no la encontramos por ningún sitio. La estuvimos buscando, sobre todo tu padre, bueno, estuvo registrando toda la habitación de tu tío, decía que necesitaba encontrar pruebas... ya sabes que tu padre no se encontraba muy bien.
- La caja ha estado guardada en una caja fuerte. Dentro había cosas de mi madre...
La abuela Mito volvió a suspirar.
- Había una carta de mi tío en la que me decía que mi madre me quería, que siempre me quiso. Mi padre siempre me dijo que ella me odiaba porque le quité la salud ya desde que se quedó embarazada y que por mi culpa murió pero no, mi madre me quería. Había un cuaderno en el que ella escribió durante el embarazo, un cuaderno dirigido a mí, a su hijo... creo que sabía que algo no iba bien.
- Era un presentimiento que siempre tuvo. Yo le decía que eran nervios y que estaba asustada pero ella siempre insistía en que algo no iba bien – habló con voz triste Mito.
Kohaku se quedó mirando a la abuela, cada vez estaba más convencido de que esa mujer sabía muchas cosas sobre su madre.
- Mi madre siempre me quiso y quería protegerme.
- Pues claro que sí, siempre te quiso. Yo estuve presente en su parto y recuerdo su alegría cuando te vio... eras tan pequeño e indefenso y ella quería protegerte de todo. Supongo que ya tienes edad para saber algunas cosas.
- Yo quería mucho a tu madre, también estuve presente cuando nacieron tus hermanos. Tu madre os quería mucho a los tres.
- Abuela... – Kohaku se quitó el colgante que llevaba al cuello – En la caja había este colgante, por lo visto se lo regaló mi madre a Noboru.
- A ver... si, lo recuerdo. Para tu madre significaba mucho y se lo dio a tu tío poco antes de morir.
- ¿Era de mi madre? Quiero decir ¿Quién se lo regaló a ella?
Mito guardó silencio mientras miraba el colgante.
- Supongo que tienes edad para saber algunas cosas... – comentó monótonamente - Cuando nacieron Karura y Karasu tu madre se deprimió bastante, es algo normal, suele pasar después del parto y eran dos y ella se sintió agobiada así que se marchó buscando un poco de tranquilidad.
- Si, eso ya lo sé. A casa de sus padres.
- No, no eran sus padres, eran un matrimonio amigo de la familia, unas buenas personas.
- Y allí conoció a alguien ¿verdad?
- Fueron muy amables con tu madre, la ayudaron mucho. Ellos tenían un hijo, un joven amable y preocupado por cosas como el medio ambiente y la ecología, estaba lleno de ideales y tu madre empezó a interesarse por todo aquello y fue recuperándose.
- ¿Mi madre y él se enamoraron?
- ¿Por qué preguntas eso?
- El colgante lleva el kanji "amor".
- Supongo que fue fácil para él enamorarse de tu madre.
- Tu padre fue a visitar a tu madre y se dio cuenta enseguida de que ese chico parecía enamorado de ella. Además tu padre se comportó un poco... bastante violento y amenazó a tu madre y él no dudó en defenderla.
- ¿Mi padre pegó a mi madre?
- No, no, eso no, solo se puso un poco exagerado, son los celos, a veces los celos nos ciegan y el chico también se puso celoso, así que tuvieron una discusión.
- No, pero me lo contó tu madre. Tu padre regresó a vuestra casa, dolido, enfadado y tu madre le siguió al cabo de unas semanas. Estaba embarazada de nuevo.
- Y supongo que sabes el resto, tu padre empezó a decir que estaba embarazada de aquel chico y su vida se convirtió en un verdadero infierno. Siempre he pensado que tu madre murió por culpa del mal embarazo que pasó, no se cuidaba y...
- Abuela, por favor, necesito que me lo digas.
Mito miró con los ojos llenos de lágrimas a Kohaku.
- Creo que ya lo sabes, siempre has sido muy inteligente.
- Pero necesito que me lo digas ¿De quién era este colgante?
- De un joven, el hijo de unas personas buenas que querían a tu madre y la cuidaron como si fuese su hija.
- ¿Quién era ese joven? ¿Cómo se llamaba?
- ¿Realmente eso importa mucho?
- ¿Tu sabes si él puede ser mi padre?
Akihito entraba en el salón de la casa de sus abuelas. Allí, sentada en un sofá de mimbre y mirando el suelo de madera estaba Miaka, la chica castaña que se había denominado a ella misma como "novia" de Akira.
- Sí. Chiharu ha dicho que prefería irse con sus amigos.
- Bueno pues yo ya estoy aseado y limpio ¿Estos todavía no han bajado?
- No, aún no. Oye Akihito ¿Tu novia no duerme en tu casa?
Akihito sonrió y se sentó al lado de la chica.
- No es mi novia, ya te lo he dicho.
- ¿No quieres darte cuenta de nada, verdad?
- ¿Vas a volver a meterte conmigo?
- Yo no me meto contigo, Miaka pero creo que mi primo es demasiado considerado y no se va a atrever a decirte que le dejes en paz.
La chica giró la cabeza bruscamente y le miró de forma feroz.
- ¿No fuiste tú quien dejaste a mi primo? Eso dijiste por todas partes.
- Solo le dije que necesitaba aclarar sus ideas y que le daba tiempo para que lo hiciera.
- Si tú lo dices... - se encogió de hombros.
En la habitación de Akira este era empujado por Ayesa y caía de espaldas encima de la cama. Ayesa se sentó a horcajadas sobre él.
- Ayesa... este no es el momento.
- ¿Ah no? - dijo acercando la cara hasta quedar a centímetros de la del chico.
- Ayesa... que nos están esperando.
- ¿Quién es esa muñeca de ahí abajo?
Ayesa sonrió traviesa y pasó los dedos por los labios de Akira.
- Que tímido eres, amor - se acercó ahora hasta pegar sus labios a una de la orejas del chico - ¿Sabes una cosa? Yo también he besado a otros chicos antes de salir contigo - mordisqueó levemente el lóbulo.
- A.. Ayesa... no hagas eso.
- El problema - se separó rápidamente y le miró sonriendo - es lo que va a decir Akane cuando se entere ¿Qué le vas a decir cuando se entere?
- No sé qué le voy a decir cuando se entere, en estos momentos no me llega suficiente oxígeno al cerebro, haz el favor de levantarte de encima mío, que nos están esperando.
- Está bien, está bien, no hagamos de esperar más a tu "novia".
Entre Akihito y Miaka se había hecho el silencio. La madre de Akira entró en el comedor.
- Hola Miaka, me ha dicho Chiharu que estabas aquí.
- Buenas tardes tía Yoshiko - dijo levantándose - He venido a saludar a Akira.
- Ah, muy bien ¿Qué tal tus padres?
- Bien, gracias, te envían recuerdos.
Los pasos entrando en el comedor de Akira y Ayesa hicieron que todos desviaran su atención hacia donde estaban.
- ¡Eh, prima! - exclamó Akihito - ¡Estás que lo rompes!
- Hombre, una cuando se arregla queda un poco resultona.
- Toma Akira - le ofreció a su hijo unos billetes - Para que invites a las chicas a tomar algo. No lleguéis demasiado tarde y si vais a cenar por allí me llamáis ¿De acuerdo?
- De acuerdo - contestó Akira cogiendo el dinero - Bueno, venga, vámonos ya.
- Hasta luego tía - se despidió Miaka.
Salieron fuera de la casa y en seguida Miaka acaparó a Akira hablándole de todo lo que había pasado últimamente entre el grupo que él frecuentaba. Ayesa se retrasó deliberadamente e hizo que Akihito la acompañase.
- ¿Estás enfadada? - se interesó el chico.
- No, para nada, es que no quiero agobiar a la "parejita" - se enganchó del brazo de Akihito - Cuéntame cosas del "pastelito de miel", anda.
- Pues ella es una chica del pueblo.
- Eso ya lo he supuesto yo.
- Ella formaba parte del grupo de amigos que tenía Akira aquí.
- Ah, es bueno saber que tenía amigos y no era un insocial ¿Tu no eras de ese grupo?
- Humh... a veces. El pueblo no es muy grande, aquí nos conocemos todos y no hay demasiados de nuestra edad.
- Háblame de su noviazgo.
- Yo no diría que fueran novios. Creo que a Miaka siempre le gustó Akira, esa es la impresión que me dio y el año pasado... creo que fue el año pasado... si, debió ser el año pasado... fue en el verano, no sé, estuvieron tonteando un poco pero yo nunca vi nada serio por parte de Akira.
- Ella dice que le dejó porque era muy inmaduro o algo así, vamos, es lo que se decía por ahí, ya sabes, en los pueblos uno se entera de todo. Oye, una cosita ¿No querrás utilizarme a mí para darle celos a mi primo? - dijo al ver a Akira girarse mientras caminaba para mirarles.
- No cielo, yo no necesito usar esas cosas, no soy yo la celosa.
Akira no hacía más que girarse y mirar hacia atrás.
- Entonces Miyu le dijo a Haruo que no podían seguir así y también lo dejaron... – continuaba hablando Miaka - ¿Qué te parece?
- ¿Eh? Lo siento Miaka, no te he escuchado.
- Miaka, tenemos que aclarar ciertas cosas.
- Han pasado varios meses desde que...
- Desde que decidimos hacer una pausa en nuestra relación – le interrumpió la chica.
- No sé yo si a lo nuestro se le podría llamar relación, pero digamos que finalizó nuestra relación.
- Yo no dije que hubiera roto contigo.
- Miaka, en este tiempo han pasado muchas cosas.
- Para mí si han pasado muchas cosas.
- Muchas cosas – repitió mirando atrás de nuevo.
- ¿Esa chica tiene algo que ver con lo que ha pasado?
- Esa chica tiene todo que ver con lo que ha pasado.
- Pues no lo parece, no pone mucho interés en estar contigo.
- Es porque ella tiene una forma de ser... peculiar.
- ¿Y sabes al final con quien está saliendo Miyu? – cambió bruscamente la conversación la chica.
Akira suspiró, estaba visto que aquello iba a ser algo difícil, las mujeres siempre tenían la manía de complicarlo todo, pero esperaba aclararlo todo antes de que Akane apareciese porque esa sí que no iba a andarse con tonterías.
Karasu estaba pasando el fin de semana en su casa en soledad, tanto Karura como Kohaku se habían marchado y no es que le importase, para nada, se sentía muy bien. Al principio le pareció un poco extraño porque ellos se iban y él se quedaba y puede que fuera la primera vez que tenía la casa enteramente para él durante tanto tiempo y era... una sensación nueva. Sus dos hermanos se habían ido a casa de la abuela Mito y además acompañados, bueno, seguro que les iba bien.
Si, era una sensación nueva. Siempre, desde que recordaba, pero sobre todo después del fallecimiento de su padre, había estado pendiente de sus hermanos pero ahora por fin podía simplemente relajarse y pensar solo en sí mismo. Kohaku ya no era el niño emocionalmente inestable por el que siempre se preocupaba y que temía se descontrolase, no, Kohaku era perfectamente capaz de controlarse. De pequeño Kohaku reaccionaba muy violentamente, tanto decirle que era una especie de monstruo y que por su culpa había muerto su madre añadido al aislamiento en el que le mantenía su padre había conseguido llegar a trastornarle hasta el punto de creerse que realmente era un monstruo, pero ahora no, ahora Kohaku era una persona tranquila y equilibrada como había demostrado al recibir aquella caja llena de cosas de su tío, aunque había algo que alertaba a Karasu, no sabía muy bien el qué pero fuera lo que fuese se daba cuenta de que Kohaku ya sabía manejar su vida y él no podía, ni debía, agobiarle con una excesiva sobreprotección.
En cuanto a Karura, esta no parecía tener ningún problema ya. Antes siempre estaba tensa, seguramente por mantener escondida su relación con Fuma Kaguya y luego por salir también con Hizashi, pero ahora parecía otra, además también había dejado de preocuparse por Kohaku, eso también la había ayudado a relajarse. Karasu se daba cuenta de que su papel de hermano protector quedaba un poco exagerado.
Así que estaba solo y sin preocuparse por sus hermanos, seguro que estarían bien ¿Y qué hacía con esa libertad? Si esto le hubiese pasado el año anterior o simplemente hace unos meses seguro que se le habrían ocurrido muchas cosas pero solo le interesaba una cosa, saber cómo estaba Ringo. Estaba muy intranquilo por ella, sobretodo porque la había llamado por la mañana y resultó que esa especie de marido suyo había regresado de uno de sus viajes y estaba en su casa y a él le entró una especie de... ¿Celos? No ¿Para qué? Él solo era el amigo de Ringo, lo que sentía era preocupación, por Ringo y por la pequeña, a él le daba la impresión de que ese tipo no era un buen padre y seguro que la niña lo notaba, dicen que los niños son muy perceptivos.
¿A quién quería engañar? Estaba más que preocupado, tanto que no tuvo ganas de salir en toda la mañana, ni tampoco de hacerse nada de comida, picó un poco de queso y unas bolas de arroz que había de la noche anterior.
Encendió el ordenador, tampoco tenía ganas de ver nada pero quizás se entretuviese un poco. En realidad la idea era mirar el Facebook de Hitomi, la madre de Ringo a ver si podía averiguar algo de la chica... cambió de idea, quizás era mejor llamar directamente a Hitomi.
Después de hablar un poco con ella y comprobar que estaba también muy preocupada por Ringo, quedaron en salir a tomar algo, así hablarían de esa preocupación en común y al menos no se les haría tan larga la tarde.
Kohaku había empezado a andar sin rumbo. Salió de casa de la abuela Mito y, ensimismado en sus pensamientos comenzó a caminar, no sabía dónde iba, en realidad no iba a ningún sitio, solo quería andar, moverse, como si así pudiese alejarse de sí mismo.
Llevaba un mes pensando en ese tema, valorando todas las posibilidades, que su padre tuviera razón en sus celos o no, que su madre se hubiese enamorado de otro hombre o no, que él fuera hijo de su padre o no... creía tenerlo todo controlado, pensó que sucediese lo que sucediese no iba a cambiar su idea de sí mismo... pero se equivocó.
Aunque se lo estaba imaginando, al oír las palabras de la abuela Mito sintió que el suelo parecía abrirse a sus pies y el caía en un profundo abismo.
A pesar de lo preparado que creía estar todo se había descolocado en su vida y no sabía cómo volver a colocarlo en su sitio.
Mito había dicho claramente que su madre había conocido a una persona antes de su muerte y que parecía haberse enamorado de ella, según la abuela nunca lo negó pero eso sí, ella no podía decir si era su padre o no, si su madre y él llegaron a tener relaciones o todo eran sospechas de su padre, por supuesto ella no iba a indagar en algo tan personal.
Andando llegó hasta la orilla del rio. No era un rio muy profundo, ni ancho, sería más bien algún afluente que desembocaría en alguno mayor. Sus aguas eran claras, cristalinas y bajaban con bastante velocidad. Kohaku se agachó, cogió una de las piedras pulidas por las aguas del rio, plana y lisa y la lanzó al rio.
Que complicado que era todo ¿Sería ese chico su padre? ¿No lo sería? ¿Le importaba que lo fuera? ¿No le importaba?
Oyó como alguien se acercaba a él, oía las pisadas, como aplastaban las hojas caídas por el otoño.
- ¿Cómo me has reconocido?
- Cuando una persona te gusta aprendes a reconocerla entre miles, reconoces su perfume, sus pasos... además ¿Quién iba a ser si no? ¿Cómo me has encontrado?
- Cuando una persona te gusta aprendes a buscarla y reconoces los pequeños detalles que deja a su paso.
- Vaya – dijo girándose – Yo quería sorprenderte pero me has sorprendido tú a mí.
- En realidad te he estado siguiendo.
- ¿Y por qué me has seguido?
- Porque sé que habías hablado con la abuela Mito y lo importante que era la conversación, luego te vi salir y...
- Podías haberme acompañado.
- No. Sabía que necesitabas un tiempo a solas pero decidí seguirte por si de pronto necesitabas a un amigo.
Himeko caminó hasta ponerse a su lado.
- Empieza a refrescar – dijo frotándose los brazos.
- Ven – pasó su brazo alrededor de sus hombros y la atrajo hacia si – Vamos a volver.
- ¿Te puedo preguntar una cosa?
- ¿Lo que me ha dicho la abuela?
- Solo si quieres contármelo.
- Claro que quiero. La abuela me ha confirmado que mi madre conoció a alguien y ese alguien le regaló a mi madre el colgante, pero no me ha dicho que sea mi padre. Ella dice que no puede saberlo, esas cosas son algo íntimo y personal.
- Entiendo... Y ¿Ahora qué vas a hacer?
- Pues no lo sé. Por un lado me da igual pero por otro no. La verdad es que si ese hombre hizo feliz a mi madre yo le estoy muy agradecido.
- ¿Te puedo preguntar una cosa?
- ¿Es que tan mal estaban las cosas entre tus padres?
- Es que siempre dices que hizo feliz a tu madre y eso presupone que era infeliz.
- No... no lo sé, pero por lo que he visto en su cuaderno y por lo que mi tío me dice en la carta, ella estaba muy deprimida y se sentía triste e incomprendida y... pues eso, que mi padre no la comprendía, que le decía que eso de estar deprimida era una tontería, se burlaba de ella y ella pues supongo que necesitaba un amigo o algo, quizás alguna actividad que la distrajera... no sé.
- Pero tu padre se puso muy celoso cuando conoció a ese señor ¿no es eso?
- Si, por lo visto así fue. Mi padre era un hombre muy posesivo y también muy... ¿cómo te lo diría? Por lo que dice todo el mundo estaba muy acostumbrado a mandar y que le obedecieran y... supongo que también tendría sus problemas y sus cosas.
- Y seguramente querría a tu madre y le dolería pensar que la perdía.
- Es que por lo visto también era muy celoso, un celoso obsesivo... Mi padre no estaba muy bien Himeko, la prueba es que cuando mi madre murió él... bueno ya sabes lo que pasó.
- Los celos son algo peligroso y hacen mucho daño. Una persona celosa sufre mucho, no solo es el daño que pueden hacer a otros, es que ellos mismos se dañan porque los celos les atormentan, les pudren por dentro.
- Parece que sabes mucho de celos.
Kohaku la observó, claro que Himeko sabía de celos, durante años había sufrido los de Hizashi, eran otro tipo de celos pero igualmente dañinos.
- Tu padre debía sufrir mucho.
- Pero me hizo sufrir a mí y eso no fue justo. No sé cómo puedes ser una persona tan compasiva.
- Es porque intento ponerme en el lado de la otra persona. Yo lo pasé muy mal, no tanto como tú pero me sentía muy inútil, nunca hacía nada lo suficientemente bueno para mi padre, mis notas no eran buenas, mi comportamiento no era bueno, no era lo que se esperaba de la heredera de los Girei. Es porque mi padre quería que yo hubiese sido un varón, pero no, nací yo y se sintió muy decepcionado. No digo que no me quiera, sí que me quiere, solo que se decepcionó y luego tuvo que acoger a Hizashi en nuestra casa y él si era lo que esperaba y yo me sentí desplazada completamente... y Hizashi estaba solo, había perdido a sus padres y... bueno, ya sabes toda la historia. No lo pasé bien hasta que aprendí a ponerme en el lugar de Hizashi.
- Pues yo no puedo ponerme en el lugar de mi padre. Quizás los celos le cegasen, pero yo... sé que hizo que los últimos meses de vida de mi madre fueran una tortura, mi vida fue una tortura, yo no entendía nada de nada, solo era un niño, un niño que no había pedido nacer y al que se lo reprochaba continuamente ¿Por qué vivía yo?... No Himeko, no puedo ponerme en su lugar.
- Todos tenemos envidia de algo que tienen otros y nosotros no, o tenemos miedo de perder algo valioso.
- Yo tengo miedo de perderte a ti, pero nunca te haría daño, nunca, no podría... si un día quieres que lo nuestro termine solo tendrás que decírmelo, me dolerá, sufriré mucho pero no haría daño, eso no lo soportaría. Podría vivir sin tu amor, podría vivir alejado de ti pero no podría vivir sabiendo que me odias o me tienes miedo.
En esos momentos, al mirar a Himeko a los ojos, Kohaku sintió miedo, miedo de perder todo lo que ahora tenía pero era cierto que pensar que esos ojos pudieran mirarle con odio le daba aún más pavor.
- ¿Qué vas a hacer con lo de tu padre? – preguntó Himeko.
- ¿Deseas saber si es tu padre?
- Si resulta que mi padre no es mi padre muchas cosas cambiarían ¿Me verían mis hermanos de la misma forma?
- ¿Por qué no iban a hacerlo?
- No lo sé, la gente a veces cambiamos... todo es muy complicado ¿Y yo? ¿Me sentiría el mismo?
- ¿Y podrás vivir sin saberlo?
- Tampoco lo sé porque le vida es larga y lo mismo dentro de unos años me da la manía de averiguarlo o yo que sé.
- Creo que deberías hablar con él. No hace falta que le preguntes si es tu padre o algo así, solo... hablar con él sobre tu madre, seguro que él puede contarte cosas de ella.
Himeko temblaba de frio, Kohaku lo notaba, la notaba temblar y quiso darle un poco más de calor abrazándola. Himeko escondió la cara en el cuello de Kohaku y aspiró, olía tan bien, una mezcla de frutas y sándalo...
Sumire, Ryuko, Xu-Xu y Kimisuke esperaban impacientes en uno de los bancos del parque, bueno, al menos a Sumire se la veía de lo más impaciente y nerviosa, no paraba de moverse, levantarse y sentarse y hablar continuamente gesticulando sin parar. Ryuko por el contrario no se movía, sentada en el banco, con las manos juntas miraba cada poco hacia un lado esperando que de un momento a otro apareciese por allí Kyojin.
- ¡Que nervios! - decía Sumire - Ay estoy deseando que Kyojin venga y vea lo guapa que está Ryuko ¿A que está muy guapa, Kirin?
- Pero no la mires mucho ¿eh? Que ella es de Kyojin, ah, se siente, ya tiene quien la quiere.
En realidad Sumire no estaba tan nerviosa porque Kyojin viera a Ryuko como por que Ryuko viera a Kyojin y es que menuda sorpresa se iban a llevar los dos cuando se vieran ¡Estaban tan guapos! Mira que también era casualidad que precisamente hoy a los dos se les ocurriera hacerse un cambio de imagen... desde luego ella estaba de lo más deseosa de que se produjera ese encuentro.
- Tranquilízate ya - parecía regañarla Xu-Xu - Pareces un rabo de lagartija, no paras.
- Es que estoy muy nerviosa, mucho ¿Tú no estás nerviosa?
- Me estás poniendo tú nerviosa y a Ryuko. Venga Ryu - dijo poniendo la mano en una de sus rodillas con un gesto cariñoso - Ya verás que no tardará en venir.
- Claro que no - añadió Sumire - Debe estar a puntito de llegar ¡Mira! ¡Por ahí vienen!
Por fin se veía avanzar hacia ellos a Kyojin, Kenshi, Suo y Misaki.
- ¿Estoy bien? - habló nerviosa Ryuko.
- Estás preciosa - contestó Xu-Xu - Ponte de pie para que te vea bien y de una vez.
- Si, si - afirmó Sumire - Mira, yo me pongo de pie contigo.
A Ryuko en la peluquería le habían cortado un poco el pelo haciendo que cogiese un corte más moderno y actual, además se lo habían alisado. También le habían depilado un poco las cejas y maquillado levemente. Además llevaba una falda demasiado cortita para su gusto, tableada, negra y un jersey de punto, de color crema que según sus amigas realzaba el color de sus ojos. Xu-Xu se había empeñado en que se vistiera así, en realidad la falda ni era suya, era de la hermana de Xu-Xu pero según ella esta no la usaba ya. A Ryuko no le gustaba vestir faldas tan cortas, la razón era que no le gustaban sus piernas así que nunca llevaba faldas por encima de sus rodillas pero Xu-Xu podía ser muy cabezota e insistente cuando se lo proponía.
Los chicos se acercaban lentamente. Lo que no sabía Ryuko es que Kyojin estaba tan nervioso o más que ella. Él también había estado de cambio de imagen. Sumire y Misaki le llevaron a la peluquería donde le cortaron el pelo y le peinaron de forma que ahora el cabello jugaba a su favor haciendo que su rostro pareciese más delgado.
Misaki se había dado cuenta de que en realidad Kyojin era más delgado de lo que aparentaba, era la ropa que usaba la que le daba ese aspecto pero Kyojin tenía una buena constitución y más músculos de lo que parecía, según él, solo se trataba de mostrar que su constitución era grande pero no gruesa.
Lo que tenía nervioso a Kyojin era que se sentía un poco incómodo. Kenshi había llegado a su casa a buscarle y casi le había sacado a la fuerza y esos no eran sus planes, para nada, no era lo planeado, se suponía que él tenía que ir a casa de Ryuko y decirle todo eso que había pensado decirle, delante de sus padres, para que viera que no se avergonzaba de nada y que se comprometía con sus palabras, pero Kenshi insistió e insistió en que tenía que acompañarle al parque a ver algo.
- ¿Esa de ahí no es Ryuko? - preguntó con terror al verla.
- Sí, señor - contestó Kenshi - Es ella.
No, no era lo que Kyojin había planeado, eso le descolocaba completamente.
- Chicas, ya estamos aquí - saludó alegre Kenshi.
- ¡Hola guapos! - exclamó Sumire - Mirad que chicos más guapos tenemos aquí.
Ryuko se giró con miedo y esperando que a Kyojin le gustase su cambio de imagen.
- ¿Ryuko? – gritó de pronto Kenshi - ¡Pero mírate! ¡Menudo bombón!
Kyojin se había quedado quieto, mirando a Ryuko y Ryuko mirándole a él.
Fue uno de esos momentos en los que, de ser aquello una película, el resto del mundo habría dejado de existir, no importarían nada y sus voces no se oirían, porque ellos solo se veían al uno al otro.
Kyojin se veía tan atractivo.
Si los demás estaban hablando daba igual porque ellos no escuchaban nada.
Kyojin respiró hondo y sin pensarlo ni un segundo abrió la boca para hablar de forma alta y clara.
- Por favor, escucharme todos, tengo algo importante que decir y quiero decirlo delante de todos.
Todos guardaron silencio y miraron llenos de curiosidad.
- Perdóname Ryuko. Por favor perdóname, yo no quería ofenderte, tú eres la persona que me importa, soy un torpe y no me di cuenta de que te estaba ofendiendo pero no quería hacerte daño, ni menospreciarte. Delante de nuestros amigos reconozco que soy un tonto, que es cierto, no pensé en como tú te estabas sintiendo, di por hecho que tu sabías lo que siento por ti y no tuve en cuenta tu opinión, debí haberte contado lo que pasaba y que juntos buscásemos una solución... Nunca he salido con una chica, nunca ninguna chica me ha hecho caso así que no sé cómo tengo que actuar pero sé que te preocupa que tus padres no me acepten, que piensen que quiero reírme de ti y todo eso, así que he... yo... quiero ir a hablar con tus padres y demostrar que no tengo nada que ocultar, mis intenciones no son malas así que no veo porqué he de esconderme.
0 comentarios:
Publicar un comentario