lunes, 25 de agosto de 2014

167. Trata de entenderme

Fue un simple parpadeo. Eso es lo que recordaba Akane.
Estaba sentada esperando la comida, hablando con Chiharu sobre su prima, cuando sintió un repentino dolor de cabeza. Fue un instante, un dolor fuerte que la hizo cerrar los ojos fuertemente y cuando los abrió todo había cambiado.
Su plato, que hace unos segundos estaba vacío e impoluto ahora tenía restos de comida. Su vaso, el que acababan de llenarle de zumo de naranja estaba casi vacío, los cubiertos manchados de comida y no solo los suyos, toda la mesa parecía indicar que acababan de terminar de comer... pero ella solo había cerrado los ojos unos instantes, aquello no podía ser.
Oía voces... hablaban pero ella no les oía con claridad ¿Qué estaban diciendo? Miró a Akira que a su vez la miraba con una cara muy seria... no le veía bien, estaba como difuminado, como si una leve niebla le impidiese verle con claridad.
Se oyó a si misma hablar... si, estaba hablando, esa era su voz, ella había hablado pero no podía ser, no era cierto, ella no estaba hablando ¿Por qué parecía sonar su voz y salir de su cuerpo si ella no estaba ni pensando en hablar?
Vio moverse sus manos... no, ella no quería moverlas ¿por qué se movían solas?
Quiso hablar, hablar ella, decir que la ayudasen pero no podía, no conseguía decir lo que quería ¿cómo no podía controlar su cuerpo? Eso comenzó a angustiarla, tenía que hacerlo, tenía que conseguir mover su mano, tenía que hacerlo como fuera.
De repente un dolor agudo, como un pinchazo intenso la hizo gritar.
Bruscamente Akira cogió su mano izquierda y la hizo soltar algo que tenía agarrado, era uno de los cuchillos.
- ¿Te has cortado, hermana? - preguntó alarmada Chiharu - ¡Aggg, cuanta sangre!
- ¿Pero cómo te has cortado? - gruñía Akira - ¡Dios, sangras mucho!
- A ver - dijo Akihito - Eso tiene mala pinta, yo que tú, Akira, la llevaba al puesto de socorro, me parece que la van a tener que dar un punto.
Akira presionaba la herida con una de las servilletas.
- Mira como estamos poniendo las servilletas de Miharu ¿Pero en qué estabas pensando?
La niebla parecía haber desaparecido y Akane por fin podía ver bien a Akira. Fue entonces cuando se miró la mano y vio la cantidad de sangre que salía de la herida.
- ¡Ahhhhh! - se asustó y quiso llevar su mano a la boca - ¡Escuece!
- ¡Quita! - la sujetó Akira - Venga, Akihito tiene razón, tenemos que ir al puesto de socorro a que te curen allí.
- ¡Pero no quiero! ¡No hace falta! Déjame ir al servicio y me lavo la herida, ya verás que pronto se corta la sangre.
- ¿Pero qué dices? - gritó Chiharu - ¡Tienen que ponerte la vacuna antitetánica! Ese cuchillo estaba muy sucio.
- Chiharu tiene razón - habló Akihito - Vamos al puesto de socorro ¿O quieres que Akira y yo te llevemos en brazos?
Akane se miró la mano envuelta en la servilleta llena de sangre y luego miró a sus acompañantes, todos estaban bastante serios ¿estaban enfadados con ella? No sabía que le daba más miedo, sí que la pinchasen una vacuna o esa mirada en Akira. Sintió unas ganas tremendas de salir corriendo de allí.
- Si, vamos al sitio ese - respondió en voz baja.
Akira se levantó y casi la obligó a levantarse a ella. Durante todo el camino hacia el puesto de socorro no la habló, iba serio, demasiado serio y Akane cada vez, sin saber por qué, empezaba a sentirse peor, como más llena de tristeza.
Llegaron al puesto de socorro y después de decir que es lo que les pasaba les pidieron que esperasen un momento en una sala de espera. No había nadie más, solo ellos. Akane se sentó en una de las sillas pero Akira permaneció de pie.
- Pues como tarde demasiado lo mismo te desangras - comentó Akira secamente.
- ¿Por qué estás tan enfadado conmigo?
- ¿Y me lo preguntas?
Akane se sentía cada vez más y más triste, empezaba a sentir algo raro en el pecho que parecía querer obligarla a llorar ¿Pero por qué?
- ¿Lo ves como no te quiere? Es solo un egoísta que solo sabe pensar en sí mismo.
Akane cerró los ojos, no quería oír. Aquella no era una voz que oía en su cabeza, era su voz hablándole.
- No digas eso, Akira nos quiere mucho.
- Mentira, solo es un mentiroso y un falso y te odia Akane, te odia, está harto y cansado de ti.
- No es verdad, Akane, no la escuches, Akira nos quiere, nos quiere mucho.
- ¿No ves como no se preocupa por ti?
- Es por tu culpa, tu eres la que se ha portado mal, por eso se ha enfadado.
- Es porque es un egoísta y un mentiroso y está harto de cuidaros a todas vosotras que solo sois una molestia para él.
- ¡No es verdad! ¡No es verdad! Akira nos quiere porque somos buenas, somos buenas y nos quiere.
- Ridículas y patéticas es lo que sois.
- ¡Callaos de una vez! - gritó de pronto Akane tapándose los oídos - ¡No quiero escucharos más! ¡Dejadme pensar! ¡No puedo pensar si discutís!
Akira miró extrañado a Akane. De pronto pareció comprender todo y rápidamente se acercó y se puso en cuclillas delante de ella.
- Akane...
- ¡Callaos! ¡Callaos! - repetía Akane apretando las manos y cerrando los ojos todo lo fuerte que podía.
- Akane, soy yo... escúchame a mí... por favor... por favor...
Akane abrió lentamente los ojos, miró a Akira y se separó las manos de los oídos.
- ¿Quién te habla? ¿Escuchas voces en tu cabeza?
- No... no escucho voces en mi cabeza... soy yo... somos nosotras.
- ¿Nosotras? ¿Hablas contigo misma? ¿Quién es la que te habla?
Akane no quería contestar, no quería hablar de ese tema, era su secreto, no quería decir que a veces escuchaba a Arashi o a Akari hablar, no quería que Akira pensase que estaba loca, ella sabía que oír voces es un síntoma de esquizofrenia y ella no tenía ese trastorno, no, no, no... se negaba a eso.
- Akane... ¿Quién te habla?
- Nadie... no me habla nadie.
- ¿A quién escuchas, Akane? Akane no seas testaruda, esto es importante y no voy parar de preguntarte hasta que me contestes.
- Yo no oigo voces, no soy una esquizofrénica, no oigo voces, no las oigo.
- ¿Desde cuándo las oyes? Me refiero a ellas... a Akari, Ayesa y Arashi.
- No... a Ayesa no la oigo... solo oigo a Arashi diciéndome que nadie me quiere y que te estoy dando problemas, que solo soy una molestia para ti.
Akira se quedó observándola... claro, todo encajaba perfectamente... era Arashi la que le metía esas ideas en la cabeza y seguramente llevaría mucho tiempo diciéndoselas.
- ¿Desde cuándo te dice esas cosas?
- No sé - contestó Akane evitando mirarle a los ojos - Desde siempre. Siempre me lo ha dicho y yo... yo pensaba que era yo misma o mi conciencia, no sé, algo dentro de mí que se daba cuenta de las cosas, pero para mí era normal, yo decía que era mi "sexto sentido" o mi intuición.
- ¿No sabes que las alucinaciones auditivas no son solo síntoma de esquizofrenia? He leído que es normal que tus personalidades hablen entre sí.
- ¿No piensas que estoy loca?
- ¿Crees que si fueras esquizofrénica iba a dejar de quererte? No. Eso no es algo que me asuste, lo que si me asusta es que ocultes información. Esas cosas debes decírselas a los médicos para que puedan darte el mejor tratamiento.
- Es que tengo mucho miedo y...
- Vamos - se acercó aún más para abrazarla - Estamos juntos y no te voy a abandonar.
- Akira... ¿Por qué te has enfadado conmigo?
- No me he enfadado, me ha molestado que te comportaras de esa forma.
- ¿Cómo me he comportado?
- ¿Es que no te acuerdas?
- No recuerdo nada de la comida. No te enfades conmigo pero hoy no me he tomado la pastilla.
Akira se separó de ella y la miró severamente.
- ¿Por qué has hecho eso? Sabes que tienes que tomártela.
- Porque me hace tener sueño y quería estar bien despierta para el viaje.
- Eres la chica más cabezota que he conocido en mi vida. No, tú no hagas nunca lo que te dicen, tu haz lo que te apetece, como siempre.
- Sí, tengo que reconocer que soy un poco cabezota.
- ¿De veras no te acuerdas de lo que has dicho durante la comida?
- No. Creo que Arashi ha tomado el control de todo.
- ¿Y por qué crees que ha sido Arashi?
- Porque a Ayesa la conoces y no creo que Akari fuera a enfadarte tanto ¿Por qué te has enfadado tanto?
- No has sido muy educada que digamos.
- ¿Qué he hecho? ¿He eructado?
- Has sido muy borde con Miaka y, entre otras cosas, la has llamado "puta".
- ¿Eso he hecho? ¿Y a ti no te ha resultado raro que yo me comportase así? No, si va a tener razón Arashi y no sabes diferenciarme.
- No empieces a darle la vuelta a las cosas, pensé que te habías tomado tu medicación y eso era lo que me preocupaba.
- Claro y pensaste que soy una borde.
- Akane, no empecemos a discutir...
- Y pensar que estaba preocupada por ti y tu cara de palo seco y lo peor de todo que me he clavado un cuchillo por querer recuperar mi identidad... si lo llego a saber dejo que siguiese Arashi.
- No, si sabía que eras Arashi, por eso me he molestado tanto.
- Mentiroso.
- Estaba mosqueado porque sospechaba que eras Arashi y no comprendía como había podido tomar el control ¿Y qué pasa aquí? ¿No nos van a atender o qué?
- Estarán atendiendo a otra persona... mira, ya no sangro ¿nos vamos?
- No calabacita, nos quedamos aquí a que te curen y te pongan la antitetánica.
- Que mala suerte la mía.
- La verdad es que pensé que eras Arashi y que ella te había clavado el cuchillo... por eso estaba enfadado.
- Si, ahora disimula.
- Es cierto. Todo el camino hasta aquí pensé que eras ella y estaba muy enfadado.
- ¿Por insultar a tu preciosa ex?
- No... es que Arashi me da miedo, me da miedo enfadarla y que te haga daño y no sé cómo tratarla. Creo que debería hablar con ella.
- ¿Tú crees?
- Creo que forma parte de ti y también tengo que hablar con ella e intentar comprenderla.
- Ella no quiere comprenderte a ti.
- Pero es parte de ti y me gustaría hablar con ella y explicarle a ella lo que siento.
- Creo que no quiere escucharte.
- Quizás si me escuchara me comprendería.
- Nadie ha querido comprenderla a ella... nunca.
- Y quizás por eso es tan desconfiada.
- Quizás.
- ¿Crees que podré hablar con ella?
- No lo sé... te juro que no lo sé.
Así que Akane "oía" a Arashi... eso era muy interesante y seguro que a los psicólogos también se lo parecería. Ahora lo que Akira necesitaba era hablar con Arashi y tratar de hacerse su amigo, que tuviese confianza con él, si lo lograba todo sería mucho más fácil.
Akane era una persona herida que había separado determinadas emociones y pensamientos de su conciencia. Esas emociones y pensamientos disociados empezaron a unirse entre sí para formar una personalidad altamente agresiva y despreciativa. Ahora, esa personalidad agresiva tenía su propia historia, formada por patrones de respuesta relacionados con la ira y la agresividad y quizás era hora de escuchar su historia.
...
"Urgencias"... Ringo, desde el asiento trasero del coche de su madre, miraba aquellas letras encima de unas puertas automáticas y suspiraba. Había gente por allí, algunos hablando en grupos y otros solitarios, todos con gesto de estar esperando algo. A Ringo ese ambiente de espera le ponía un poco intranquila, siempre que iba a urgencias pensaba que todo el mundo estaba ahí esperando noticias porque algo malo había sucedido y ahora estaba ella allí, a punto de entrar y además cada vez se sentía más incómoda y con más molestias.
Sentada en el asiento del conductor, su madre miraba distraída por la ventanilla. Ringo miró a su derecha, allí estaba Aiko, dormida en el asiento para bebés acoplado en el coche. Sintió ganas de llorar, su niña era tan pequeñita y por culpa de esa depresión no sabía disfrutar de ella, le daba la impresión de que estaba perdiendo su vida de la manera más tonta, dejando pasar momentos que nunca más iban a volver.
Cerró los ojos, de verdad que se encontraba cada vez peor. Se acarició inconscientemente el vientre mientras recordaba cómo, después de la conversación con su madre salió de la habitación para encontrarse con que Karasu ya había preparado la mesa en el comedor.
"...
- ¿Te encuentras mejor? - preguntó sonriéndola.
- ¿Has hecho tú la comida?
- ¿Qué dices? No, he ido a comprarla, cerca de aquí hay un restaurante chino ¿Te gusta la comida china?
La comida fue bastante incómoda a pesar de la conversación relajada que Hitomi intentaba mantener y que evitaba mencionar lo que había sucedido con Isamu. Ringo se sentía más que mal y no solo por la situación si no porque aparte del dolor de riñones que nunca se le quitaba también había comenzado a sentir muchas molestias en el vientre.
- No tienes buena cara - comentó su madre.
- Creo que voy a vomitar.
Ringo movió la silla y se levantó y en el momento de dar un paso se quedó paralizada con una mueca de dolor en el rostro.
- ¿Qué te pasa? - se alarmó Karasu al verla.
- Lo siento es que no me encuentro bien.
- ¿No llegas al servicio para vomitar? - preguntó Hitomi levantándose.
- No, es que me duele mucho.
- ¿El qué? preguntó ahora Karasu.
- Me duele mucho y creo que... estoy... miró asustada a su madre - Es como si me viniese la regla.
- ¿Estás manchando? insistió asustada Hitomi.
- No lo sé, he notado algo húmedo... a lo mejor después de todo no estoy...
- Ringo no digas tonterías - interrumpió Karasu - Sabes de sobra que si estás embarazada ¿Hitomi?
- Voy a sacar el coche, nos vamos al hospital. Karasu ayúdala a preparar a la niña.
- ¡No, no, no! - insistió aterrada Ringo - Si no es nada.
- A lo mejor no es nada o a lo mejor si - habló Hitomi - ¿Te ha dado el dolor ahora de pronto?
- No, lleva doliéndome toda la mañana.
- ¿Y por qué no has dicho nada?
- Pensé que era por los nervios.
..."
Volvió a suspirar y a mirar a través de la ventanilla hacia la entrada del hospital. Las puertas automáticas se abrieron y Karasu salió de allí dirigiéndose directo hacia el coche.
- Que dicen que no es aquí, que tenemos que ir a urgencias de maternidad - explicó mientras entraba en el coche, en el asiento del copiloto - Que están... por allá.
- ¿A urgencias de maternidad? - se extrañó Hitomi.
- Si, eso me han dicho, que estas cosas se tratan también allí.
Hitomi arrancó el coche. La entrada de urgencias de maternidad no estaba demasiado alejada de allí así que llegaron enseguida. Hitomi aparcó el coche en uno de los pocos sitos vacantes que quedaban y bajaron los tres. Karasu, con sumo cuidado soltó el cinturón que sujetaba a la niña a su asiento y la saco del coche mientras Hitomi abría el maletero para sacar el carrito. Una vez abierto Karasu sentó, con el mismo cuidado, a la niña en el carrito.
- ¿Te ayudo? - preguntó a Ringo.
- No, gracias, puedo sola.
- Yo llevo el carrito - dijo Hitomi.
La entrada a urgencias de maternidad era igual que la anterior entrada salvo que las personas que esperaban parecían en su mayoría más alegres. Karasu entró el primero y se dirigió a la ventanilla de información.
- Buenas tardes - le habló una mujer morena de pelo recogido en una coleta y que llevaba una bata blanca y que le miró de forma interrogativa.
- Buenas tardes, esto... - Karasu se rascó la cabeza y miró a su vez a Ringo que se acercaba con paso lento hasta él - Verá es que vengo con una amiga que está embarazada y ha empezado a sangrar.
- Entiendo. Dime su nombre.
- Ringo Hoshigani.
- ¿Y de cuánto tiempo está?
Karasu miró a Ringo que ya estaba a su lado.
- Mejor que contestes tú a estas preguntas, creo yo.
- Hola - habló Ringo - Estoy casi de 8 semanas.
- ¿Y desde cuando llevas sangrando? - preguntó mientras tecleaba el ordenador.
- No sé - miró su reloj - Quizás una hora.
- ¿Mucha cantidad?
- Si, lo noto.
- ¿Cursa con dolor?
- Si, me duele bastante.
La señora continuó tecleando en el ordenador y unos instantes después salían unas etiquetas impresas de una pequeña impresora que tenía cerca de ella. Despegó una de las etiquetas y la pegó en una especie de formulario donde también apuntó algunas cosas, después metió ese formulario en un sobre de color marrón donde pegó otra pegatina y se lo dio a Ringo.
- Toma. Esperad en la sala de ahí al lado, ahora os llamarán.
- Gracias.
La sala de espera era una estancia rectangular, no demasiado grande y con sillas de plástico que bordeaban las cuatro paredes. No había demasiadas personas allí. Un par de mujeres con un avanzado embarazo, una de ellas acompañada por el que parecía su marido y otra por una señora mayor; una mujer joven con aspecto de cansada y que se tocaba continuamente la tripa, algo hinchada.
Nada mas sentarse Ringo buscó en su bolso un paquete de pañuelos de papel, sacó uno y se le llevó a los ojos.
- No llores más Ringo - decía su madre - Lo que sea ya se verá.
- Si es que no sé lo que me pasa, no puedo dejar de llorar. No sé si siento miedo o nervios o rabia o yo que sé.
- Será un poco de todo - comentó Karasu.
- Además siento tanto estropearos el domingo...
- ¿Quieres dejar de decir tonterías? - gruñó su madre - Soy tu madre y tú me necesitas y todo lo demás se puede ir a tomar por saco.
- Ah yo no tenía nada que hacer, no te preocupes por eso - añadía Karasu - Bueno a lo mejor ir a partirle la cara a tu novio, así que creo que es mejor que esté aquí.
Aiko comenzó a rebullirse en su asiento del carrito.
- ¡Pero mira quien se despierta! - exclamó Hitomi - La princesita de la casa.
- Espero que no nos tengan mucho tiempo esperando - comentó llorosa Ringo.
- Eso nunca se sabe. En los hospitales las cosas son así, lo mismo estamos aquí unas cuantas horas.
- Si te cansas te vas - dijo Ringo a Karasu.
- Tú déjame a mí que yo sé lo que tengo que hacer.
Karasu resopló, la verdad es que pasar la tarde en urgencias no era precisamente un plan fantástico pero al menos estaría con Ringo, además estaba preocupado por ella así que ¿dónde iba a estar mejor?
Alguien entraba en la sala de espera. Era un chico acompañado de dos chicas, se les veía bastante jóvenes a los tres. A Karasu le llamaron la atención, el chico se sentó con gesto de resignación, Karasu no pudo evitar fijarse en la extraña coleta puntiaguda con la que estaba peinada, tan puntiaguda que hacía que su cabeza casi pareciese una piña. Una chica rubia, con el pelo recogido en una larguísima coleta menos un mechón que le cubría parte del rostro y otra más bajita, de pelo corto anaranjado y gafas se sentaron a cada uno de sus lados y parecían comentar algo entre ellas.
Sobre todo a Karasu le llamó la atención la chica del pelo naranja, se parecía increíblemente a su compañera Akane, solo que con el pelo corto, además o estaba algo más rellenita o estaba embarazada de poco tiempo, no podría asegurarlo.
El chico se recostó en el asiento apoyando la cabeza en la pared y cerró los ojos.
- Eh, no te vayas a dormir - le regañó la chica rubia - No nos hagas pasar vergüenza.
- Ah, que pesadas que sois, no me voy a dormir.
- Oye Akane - habló en voz baja la rubia aunque Karasu la escuchó, además que su nombre le hizo prestar atención, no solo es que se pareciese a Akane ¡es que también se llamaba igual! ¿sería cierto eso que dicen que todos tenemos un doble en alguna parte? - ¿Crees que tú te vas a poner así de gordita? - la rubia un gesto con los ojos señalando a las dos embarazadas.
- Se va a poner peor - contestó con aburrimiento el chico - ¿No ves que trae dos?
- ¡Madre mía!
- Calla y no me digas eso - gruñó la aludida - Enferma me estoy poniendo de pensarlo ¿Cómo se podrá inflar tanto una tripa?
- ¿Traes gemelos? - se interesó de repente la señora mayor que estaba al lado de una de las embarazadas que esperaban en la sala.
- Trae mellizos - contestó la rubia.
- Eso dice la ecografía - añadió la otra chica.
Y entonces comenzó una de esas conversaciones que tienen lugar entre personas que no se conocen y que seguramente no volverán a encontrarse nunca más. Las dos embarazadas estaban allí porque ya habían empezado con las contracciones, así que comenzaron a contar como eran los dolores que les estaba dando, la señora mayor, madre de una ellas sumó la experiencia de sus partos, la chica con aspecto cansado por lo visto había dado a luz hacía unas semanas y también estaba deseosa de contar su parto, además, había sufrido una infección, razón por la cual estaba allí... los únicos que no hablaban eran Karasu o Ringo, que no tenía ganas de nada.
El tiempo empezó a pasar lentamente. Una enfermera vino con una silla de ruedas y se llevó a una de las embarazadas junto con su marido, después la señora mayor fue a quejarse de que su hija se encontraba muy mal y nadie la hacía caso, entraron nuevas embarazadas... desde luego Karasu confirmaba que esa no era la forma más divertida de pasar la tarde del domingo.
- Mira Akane que bonita es la niña - decía la chica rubia mirando a la pequeña Aiko a la que Karasu acababa de sacar del carrito - Dentro de poco tu tendrás un par así.
Ringo Hoshinagi - se oyó de pronto por el megáfono.
Ringo se levantó.
- Karasu, acompáñala - sugirió Hitomi.
- No, no, ve tú que eres su madre. Ya me ocupo yo de la pequeña Aiko.
Akane Nara - volvió a oírse por el megáfono - Pase a la sala 2.
La chica del pelo naranja y que tanto se parecía a Akane, se levantó rápidamente.
- Venga Shika, acompáñame.
- ¿Tengo que ir yo? - pareció quejarse el chico - ¿Por qué no te acompaña Ino?
- Porque no, porque tienes que venir tú.
- Ahhhhh, mendokuseeeeei.
- Suerte Akane - sonrió la chica rubia.
- ¿Quieres agua? - decía Karasu sacando del bolso que había enganchado en el carrito un pequeño biberón - Vamos a beber un poquito ¿quieres?
- Que bonita - dio la chica rubia mirando embobada como Karasu le daba el biberón de agua a la niña - ¿Cómo se llama?
- Aiko.
- Es un nombre precioso ¿Cuánto tiempo tiene?
- Ya pronto va a hacer el medio añito y es una niña muy buena ¿A que si, Aiko?
...
Parecía que Inari y Jisei no iban a ponerse nunca de acuerdo con la conversación que tenían. Jisei decía, y estaba muy convencida de ello, que si lo que Inari deseaba era ser profesor de primaria y le habían concedido una plaza, tenía que aceptarla, aunque eso supusiese trasladarse a cientos de kilómetros, estaba claro que era lo que él deseaba, por algo llevaba años pidiendo una plaza de esas características.
Pero para Inari lo que decía Jisei parecía no tener lógica ninguna. El deseaba ejercer como profesor de primaria, cierto, pero no a cientos de kilómetros de donde ahora tenía su vida.
Jisei insistía en que eso no tenía importancia e Inari en que era lo más importante.
- ¿Es que te da miedo irte a un lugar donde no conoces a nadie? - preguntó Jisei al fin.
- He estado solo la mitad de mi vida, no tener allí a mis amigos no es lo que me preocupa, sé que haría otros amigos, no soy una persona insociable.
- Pues entonces no sé qué dudas tanto.
- No, si no dudo. No quiero marcharme allí. No sé a qué viene esto, ya lo tenía decidido, tendré que hablar con Sigure, está claro.
- Sigure me lo ha dicho porque está preocupado por ti.
- ¿Y por qué está preocupado por mí? Estoy bien como estoy.
- Pues será porque te conoce desde hace ya unos años, porque es tu amigo y porque sabe que quieres ese puesto y yo lo que no quiero es que...
Jisei no sabía cómo explicarse, como decirle que estaba pensando que Inari renunciaba a ese puesto por ella, porque eso sonaba como muy petulante ¿Y si no era por ella y hacía el ridículo?
- Mira, haz lo que te de la gana, es tu vida - dijo con cierta resignación - Pero yo creo que las personas tenemos que esforzarnos por conseguir lo que deseamos, porque vivir esperando es muy aburrido y estresante ¿Qué garantías hay de que de pronto te llamen y te den una plaza en el lugar preciso que a ti más te interesa? ¿Qué no te gusta Sapporo? Lo entiendo pero... es un paso más hacia lo que te gusta y...
- Parece que quisieras deshacerte de mí - sonrió.
- No digas eso, yo no quiero que te vayas.
- ¿Ves? Lo sabía. Pues entonces no sé qué discutimos.
- Pero yo... tú no puedes basar una decisión tan importante en la opinión de una cría. En la vida hay que avanzar, uno no puede quedarse estancado porque, por si no lo sabes, te arrepentirás.
Jisei no quería que Inari se fuese tan lejos, lo quería cerca de ella, por supuesto que no quería que se marchase pero en todos esos días como ayudante en el templo había aprendido mucho y observado aún más y sabía que, las decisiones tomadas llevado demasiado por el entusiasmo momentáneo, sea a favor o en contra, la mayoría de las veces termina pasando factura. En el caso de Inari debía estar muy seguro de querer renunciar a esa oportunidad.
- Mira Jisei, siempre puedo volver a intentarlo de nuevo.
- Claro, después de renunciar van a darte más oportunidades. Yo no entiendo mucho pero me imagino que habrá más gente que pida una plaza parecida a la tuya y que habrá un orden o algo y que tú, al renunciar a esa plaza, pasarás a ser de los últimos, o algo así.
- Bueno si, algo así. Pero es que, si acepto, tengo que estar mínimo dos años allí.
- ¿Solo?
- ¿Te parece poco?
- ¿Dos años y puedes volver a pedir plaza?
- Sí.
- ¿Y eso te daría alguna ventaja o sería como volver a empezar?
- No, alguna ventaja te da, pero no es fijo y...
- Pero dos años no es mucho tiempo y tenemos internet y las vacaciones y el tiempo pasa enseguida.
Inari no sabía cómo decirle a Jisei que separarse de ella era algo que le disgustaba enormemente, que se había acostumbrado a ella, a su familia, a ir los domingos a comer pero claro, a lo mejor si le decía todo eso agobiaba a la chica, no había que olvidar que era muy joven y quizás la hiciese sentirse atada o algo parecido.
- Jisei, creí que le había pedido permiso a tu padre para salir contigo y que eso significaba, no sé, que había algo entre nosotros. No voy a decir que estuviésemos comprometidos ya para casarnos pero, no sé, algo.
Jisei se sintió avergonzada, quizás por timidez o quizás por sentirse un poco tonta.
- Claro que significa algo, para mí significa más que algo pero no puedo ser tan egoísta de decirte que no te vayas ¿Es que no me entiendes? - comenzó a ponerse nerviosa - Si alguna vez te arrepientes de no haber ido, de no haberlo intentado pues... terminarás por echarme a mí la culpa de tu fracaso, es lo que siempre pasa.
Inari sentía a la vez preocupación y ternura, Jisei siempre se mostraba tan madura pero no podía ocultar sus temores. La cogió suavemente de los hombros y la giró para que le mirase directamente a la cara.
- Jisei mírame... mírame por favor.
- Lo siento es que...
- Ya se lo que te pasa, crees que no te tomo en serio ¿verdad? Crees que para mí esta relación no es importante porque tú eres muy joven ¿A qué es eso? Lo que no sabes es que si tuvieses 25 años para mí sería lo mismo y entonces seguro que no te mostrabas tan temerosa.
- Pero seguiría diciéndote lo mismo. Además, si yo tuviera 25 años a lo mejor no te pensabas tanto lo de irte, porque me verías madura y sin embargo, como me ves tan joven piensas que no te tomo en serio, que es un capricho o que a lo mejor te olvidaré.
Inari sonrió mientras llevaba una de sus manos hasta la mejilla de Jisei y la acariciaba con delicadeza.
- Simplemente no quiero separarme de ti. Tú eres la que no me tomas en serio.
Que difícil era explicarle las cosas a Inari, explicarle que no podía anteponer una relación que acababa de empezar a su sueño, que además ella no era una niña tonta y caprichosa que solo quería tenerle a su lado, que comprendía como era la vida y que aunque se fuera ella sabía que tenían una relación, que no era una relación platónica y que cuando los dos se esfuerzan, se respetan y respetan su relación, la distancia no debe importar... pero era muy difícil explicarle nada a Inari sobre todo cuando la miraba de esa forma.

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