domingo, 24 de agosto de 2014

161. Recuerdos del ayer

Kohaku estaba deseoso de hablar con la abuela Mito y que le confirmase lo que sospechaba, que ella sabía quién era el hombre que su madre conoció cuando se marchó buscando un poco de tranquilidad, el amigo que encontró y que por lo visto había conseguido ayudarla, animarla o simplemente que se sintiera feliz.
Ya solo con ese detalle para Kohaku ese hombre era importante, pero además estaba el tema de si era su padre o no. Según el que él había considerado su padre durante toda su vida y aún seguía considerando como tal, ese hombre fue el que despertó sus celos ¿Serían infundados?... Tenía tantas ganas de hablar con la abuela Mito que sentía una nueva sensación, Kohaku comenzó a sentirse ansioso
Era la primera vez en su vida que tenía prisa por apresurarlo todo, lo cual no era muy lógico que él, sabía de sobra que fuese lo que fuese no iba a variar por ponerse nervioso y que ya que había esperado tanto tiempo para saber las respuestas pues bien podría esperar un poco más.
- Kohaku – llamó su atención la abuela Mito.
- Dime.
- Himeko ha ido a recoger huevos ¿Por qué no vas a ayudarla?
- Claro, por supuesto. Oye, abuela, quisiera hablar contigo de algo importante.
- ¿Muy importante?
- Es sobre mi padre.
- ¿Negocios? No sé si podré ayudarte, hace muchos años que decidí olvidar sumar y restar ¿Y lo que quieres hablar conmigo puede esperar a que haga la comida?
- Si, puede esperar.
- Estupendo. Y ya que vas para el gallinero dile a la novia de mi nieto que venga a ayudarme. Takumi y ella están ayudando a mi hermano en el establo.
- Está bien, se lo diré.
Mito entró en su cocina, ese era un gran día, su nieto Takumi por fin había acudido a ella como lo que era, su nieto e incluso parecía comportarse como un chico de su edad, llevando a su novia para que su abuela la conociera.
Desde que le llamó para decirle que iba a ir a verla no había hecho otra cosa que pensar que aquello debía ser un milagro o algo parecido. Su Takumi, su pequeño y triste Takumi.
Mito sabía que la vida para Takumi no había sido la más alegre del mundo. Sus padres siempre estaban trabajando y él se sentía solo, muy solo ¿Y qué iba a hacer su madre? Ella deseaba quedarse con su niño pero tenían una hipoteca que pagar y el sueldo de su padre no llegaba para cubrir todos los gastos.
Takumi pasaba las tardes con su abuelo, enfrascados los dos en construir cosas de madera. A Takumi le gustaba mucho tallar y sobretodo hacer marionetas, estaba muy unido a su abuelo, con el que compartía esa afición y cuando el abuelo falleció, Takumi, que hasta ese momento había sido un niño obediente, tranquilo y dulce, cambió radicalmente, convirtiéndose en huraño y poco comunicativo.
Mito siempre se sintió un poco responsable por las decisiones que Takumi había tomado en la vida, como las de comenzar a drogarse. Averiguar que su nieto se drogaba fue algo muy doloroso, para ella era lo peor que podía pasar, algo completamente incomprensible e irracional pero fue el momento en el que comprendió que había perdido a Takumi, se había ido alejando de ella poco a poco y ya no le conocía, no podía reconocer en ese chico serio y frio ¿dónde estaba su pequeño?
Mito solo se echó la culpa a si misma por lo sucedido, sin duda tenía que haber sido porque falló en su responsabilidad de educar a su nieto y lo peor de todo era que no sabía cómo ayudarle.
Fueron unos meses horribles para Mito hasta que recibió la llamada de una amiga de Takumi, Kanna, pidiéndole ayuda. Takumi había acudido por su propia voluntad a un programa de desintoxicación pero necesitaba un lugar alejado de los lugares que habitualmente frecuentaba y que pudiera asociar con el consumo o encontrarse con gente que pudiera ofrecerle o incitarle a tomar.
Takumi pasó gran parte del verano allí, en su casa, llevando el tratamiento a rajatabla porque él mismo había decidido que no iba a dejar que esas malditas sustancias tomaran el control de su vida. Al principio la convivencia no fue demasiado buena, el mal genio de Takumi se incrementó y Mito y Ebizo tuvieron que hacer acopio de toda su paciencia y comprensión pero poco a poco todo fue cambiando, el trabajo en la granja ayudó a Takumi a canalizar su ansiedad y retomar el control de su vida.
A pesar de todo tampoco se podía decir que la situación a partir de ese momento fuera la mejor entre abuela y nieto, seguía siendo bastante distante y no supo más de él hasta el día en que la llamó para decir que quería ir a visitarla.
Para Mito el hecho de que llevase a su casa a esa chica a la que había presentado como su novia significaba mucho, quizás que empezaba a recordar que era su abuela.
- ¿Señora? – preguntó Momoka entrando en la cocina.
- Pasa, pasa y no me llames señora, ya sabes que tienes que llamarme abuela.
- De acuerdo ¿Y en que puedo ayudar?
- Vamos a hacer la comida ¿quieres ayudarme?
- Pues claro, solo dígame que tengo que hacer.
- En realidad solo es una excusa para poder hablar contigo a solas, supongo que te habrás dado cuenta. La verdad, pensé que quizás te molestaría hacer la comida, ya sabes, las chicas de ahora sois más modernas.
- Ah, no hay problema, a mí me gusta cocinar ¿Qué vamos a hacer para comer?
- Algo sencillo, un guiso de carne con patatas y una buena ensalada, somos bastantes y es mejor no complicarnos, además no queremos que Takumi se acostumbre a comer exquisiteces, créeme, te lo pediría todos los días. Eso sí, me gusta hacer a mí misma el pan, es capricho de esta vieja chocha.
- ¿Y de postre?
- Fruta, que es muy saludable.
- Estupendo ¿Qué hago yo?
- Ve pelando las patatas. Toma, ponte este delantal, las patatas están en la despensa, es esa puerta de ahí y aquí tienes, elige el cuchillo con el que mejor te apañes.
Momoka se lavó las manos y fue a coger las patatas.
- ¿Cuántas pelo?
- Tu empieza y las vas partiendo y echando aquí y ya veremos cuando nos parece suficiente.
Mito observaba a Momoka de reojo. Era una chica bonita y parecía simpática, desde luego algo especial debería tener para conseguir llamar la atención de un chico como Takumi y no solo eso, había conseguido que se acordase de su vieja abuela.
- ¿Desde cuándo conoces a mi nieto? – preguntó después de unos minutos de silencio.
- Ah pues... conocerle le conozco del instituto... creo. En realidad he empezado a conocerle poco después de las vacaciones.
- Entiendo, vamos, que antes no teníais relación.
- Pues no, la verdad es que no.
- Ya veo, lo que sucedía es que te caía mal.
- No... es que... bueno, no le conocía.
- ¿Y ahora ya le conoces?
- Le voy conociendo.
- ¿Y desde cuando sois novios?
- Bueno... en realidad muy poco tiempo... llevamos saliendo muy poco tiempo.
- ¿Y te trata bien?
- Si, muy bien, es un chico muy educado.
- ¿Has tenido algún tipo de problemas?
- ¿De qué tipo?
- A ver querida, esto es difícil para mí pero Takumi tuvo ciertos problemas con algunas cosas que no debía tomar.
- Ah, eso... No se preocupe, no hemos tenido ningún problema. Él me contó lo que le había pasado y también que usted le ayudó a superarlo.
- No, yo hice poco, quizás fuiste tú quien le dio valor para hacerlo.
- No, no, que va. Yo he empezado a ser amiga suya después de todo eso.
- Supongo que el que ahora se relacione contigo quiere decir que ha cambiado, no me entiendas mal pero es que antes no se relacionaba con mucha gente.
- ¿Puedo preguntarle una cosa, abuela?
- Claro.
- ¿Cómo era Takumi de pequeño?
- ¿No te ha hablado él de su infancia?
- Me ha contado poco, no es algo de lo que le guste hablar demasiado.
- El pasado el pasado y quizás es mejor no removerlo demasiado. Lo que hay que hacer a partir de ahora es mirar hacia delante.
...
Jisei se miraba en el espejo de la habitación de sus padres, donde podía verse de cuerpo entero y respiraba hondo mientras se estiraba el vestido.
- ¡Mamá! – gritó.
- Dime – apareció casi al momento su madre.
- ¿Crees que me queda bien?
- Te queda perfecto.
- ¿No será demasiado... algo?
Jisei se había puesto un vestido de color negro, cuello barca y entallado, sin mangas. En realidad no era suyo, era de su madre, en cuanto supo que iba a ir a la fiesta de compromiso de unos amigos de Inari lo había llevado a la tintorería, sabía que era perfecto para su hija porque era elegante y de esos vestidos que nunca pasan de moda...
- Estoy muy nerviosa, mamá.
- El vestido es precioso y a ti te queda perfecto.
- ¿Parezco mayor? Es que no quiero parecer una cría, no quiero que piensen que Inari está saliendo con una niñata.
- Tranquila, no vas a hacer el ridículo, ni vas a hacer que Inari haga el ridículo.
- Bueno, pues vamos para allá. Inari debe estar a punto de venir.
Salió de la habitación y entró en el comedor. Kisuke la miró sonriendo.
- Vaya, si pareces hasta guapa.
- Está preciosa ¿A que sí, cariño? – llamó la atención de su marido la madre.
- Compórtate como te hemos enseñado – dijo el padre.
- ¿Pero está guapa o no? – insistió la madre.
- Demasiado. Porque es Inari y le conozco que si no...
No tardó Inari en llegar, después de unas cortas frases los dos se despidieron, Jisei cogió una chaqueta de color blanco roto y un pequeño bolso de mano y salieron de la casa hacia donde Inari había aparcado.
- Estás muy guapa, Jisei, de verdad, vas a impresionar a Sigure.
- Tú también estás muy guapo y muy elegante.
- Ah, Sigure y su acompañante nos esperan en el coche.
- ¿No lleva Sigure su coche?
- No, dice que así no tiene que preocuparse por no beber demasiado, como no tiene que conducir, que me lleva a mí de chofer.
- Mira que listo. Pero tú no bebas demasiado.
- No, claro que no, no te preocupes.
Sigure y su acompañante, una mujer de aproximadamente la misma edad que Sigure, con el pelo marrón oscuro y unos ojos igualmente marrones, expresión dulce y vestida con un traje de chaqueta de color burdeos esperaban al lado del coche.
- Hola Jisei, que guapa vienes – habló Sigure al verla.
- Gracias... gracias Sato – Jisei se sintió bastante avergonzada, no sabía cómo llamar a su profesor fuera de las clases, así que optó por utilizar su apellido.
- Llámame Sigure, hay confianza. Te presento a Rin Terada, una vieja amiga mía, ella es Jisei Nagashiyama, la acompañante de Inari.
- Encantada de conocerte – dijo la mujer saludándola – Por favor, llámame Rin, vamos, si no te importa la confianza.
- No, está bien, los formalismos me ponen nerviosa.
- Bueno pues ya que estamos todos... ¡vamos a la fiesta! No quiero llegar tarde.
- Eso es nuevo en ti – comentó Inari abriendo la puerta del acompañante a Jisei.
Después de un tenso trayecto para Jisei en el que no sabía si iniciar alguna conversación o permanecer callada, llegaron a su destino, un lujoso hotel.
- Cuanto lujo – murmuró Jisei a Inari mientras caminaban hacia una de las salas donde les habían informado que era la comida.
- No tengas miedo, los novios son personas muy normales y además lo estás haciendo muy bien, has dejado impresionado a Sigure.
- ¿Pero para bien?
- Para muy bien.
- Esa mujer que va con él ¿Es su novia?
- Que yo sepa no.
- Es muy guapa y tiene un aura muy cálida.
- Ya echaba de menos tus auras – sonrió Inari.
Entraron en la sala, era grande y había bastantes mesas redondas todas ellas con manteles blancos, los platos y cubiertos ya preparados y un centro de flores.
- Esta es la nuestra – señaló Sigure – A nosotros nos toca aquí.
- ¿Estás seguro? – preguntó Rin.
- Si mira, Sigure Sato, mesa 7... esta es nuestra mesa.
Jisei contó las sillas, todas las mesas eran más o menos iguales, para cinco o seis comensales. Miró la invitación de Inari, "Inari Umino y acompañante, mesa 7".
Había ya personas sentadas en sus sitios, también una mesa alargada dispuesta para seis personas en uno de los laterales de la sala, seguramente era la mesa presidencial donde se sentarían los novios.
Una pareja entró en la sala, se les veía llenos de felicidad, cogidos de la mano, varias personas fueron a saludarles.
- Voy a saludarles – dijo Inari – Que sepan que hemos venido. Luego te los presento.
- Yo también – añadió Sigure – Por algo soy su padrino ¿Vienes Rin?
- No, me quedo con Jisei, luego les saludaré.
Jisei miró a la novia, era muy guapa y elegante, con un precioso pelo negro y largo.
- Está realmente radiante – comentó Rin.
- ¿Tú los conoces? – se atrevió a preguntar.
- Si, ellos son amigos nuestros.
En ese momento Jisei fue consciente de que no sabía mucho de la vida de Inari, no conocía lo que hacía cuando no iba al instituto o salía con su hermano y resultaba que también tenía vida, otra vida, otras amistades que ella no conocía, había muchas cosas que aún no sabía de él y de pronto se sintió más que incómoda en aquel sitio.
- ¿Tú conoces hace mucho a Inari? Bueno... perdona la indiscreción.
- No, no pasa nada, yo...
- Creo que Inari te tenía escondida para que no te viese Sigure.
Jisei la miró con una mezcla de no comprender nada y terror.
- No... yo... o sea... es que él es amigo de mi hermano.
- Sigure puede ser un donjuán cuando se lo propone, seguro que tenía miedo a que se fijase en ti.
- Te aseguro que no. Qué curioso esto de celebrar la comida antes de la boda ¿no? – dijo nerviosa tratando de desviar el tema.
- Los novios son así. Lo que pasa es que van a casarse en el pueblo de ella y quieren celebrarlo antes con sus amigos, no todo el mundo puede ir hasta allí ¿Inari y tu vais a ir?
- No... no creo.
Sigure e Inari regresaron a la mesa.
- ¿Qué se cuenta el novio? – preguntó Rin.
- Está muy nervioso – contestó Sigure – Más que ella.
- ¿Así que esta es la mesa de los perdedores? – habló de repente un hombre de la edad de Sigure, moreno, de pelo corto y puntiagudo y ojos negros.
- Llegas tarde, como siempre – se quejó Sigure.
Eso sí que era raro, que Jisei supiese Sigure era el que siempre llegaba tarde a todas partes.
- Estaba ayudando a una ancianita a cruzar la calle – sonrió el recién llegado.
- ¡Subaru, que alegría verte! – dijo Rin levantándose.
- Hola Rin – saludó Subaru a la chica sonriendo – Estas... preciosa, como siempre y tú tampoco has cambiado nada, Sigure.
- ¿Conoces a Inari, Subaru?
- Claro, claro que le conozco, nos vimos el año pasado ¿Te acuerdas de mí? Soy Subaru Kaguya.
- Vaya que si me acuerdo de ti ¿Cómo te ha ido? Creo que te ibas de expedición o algo así.
- Si, me fui pero ya he regresado.
- Ah, te presento a mi acompañante, Jisei Nagashiyama.
- Encantada de conocerle.
- Ah, no, no me trates de usted que me haces muy mayor, yo solo soy Subaru.
- La vergüenza de los Kaguya – añadió sonriendo Sigure.
- ¡Eh! Tampoco te pases.
- Subaru es el Kaguya más raro que puedas encontrar, no se parece en nada a los que conoces – volvió a sonreír Sigure – Todos son abogados, jueces, policías y cosas así y él no, él se hizo paleontólogo.
- Me gusta desenterrar cosas ¿Conoces a los Kaguya?
- Los Kaguya son muy famosos – se apresuró a contestar Inari, estaba claro que a Jisei ese tema le incomodaba, se daba cuenta – Yo tengo a Kamui Kaguya como alumno, bueno yo y Sigure, claro.
- Que lujo, el hijo del Fugaku, debe ser todo un personaje si se parece a su padre – rió Subaru.
Sí que ese era el Kaguya más raro que nunca había visto Jisei, y ella se refería a su aura, normalmente Kamui y Fuma tenían un aura distante y huidiza, como si no quisieran mostrar nada de ellos pero la de este hombre era cálida, alegre, apasionada sobre todo cuando miraba a Rin. También se dio cuenta de que el aura de Rin temblaba cuando se cruzaban sus miradas... qué curioso, eso sin contar con que también se alteraba al estar al lado de Sigure... ¿Qué historias se traería su profesor con esas dos personas? Porque allí había una historia, seguro.
...
Nowaki miraba fijamente a su hermana con los ojos muy abiertos mientras esta comía.
- Nowaki, deja de mirar así a Minako – le reprochó Sonomi – Pareces un mochuelo.
- Es que no me fio de ella, ni un pelo.
- Eres un paranoico, Nowaki – protestó Minako.
- He revisado la bicicleta – comentaba Minato – Creo que podré arreglarla.
- Menos mal que no te pasó nada – decía Sonomi – Me llevé un susto tremendo cuando llamó Kamui y dijo que habías tenido un accidente.
- Kamui-kun es un poco exagerado – afirmó Minako – Pero fue muy amable, me llevó a cuestas y todo.
- No me fio, no me fio, ya te digo que no – continuaba gruñendo Nowaki.
- ¿De que no te fías? – le preguntó su padre.
- De vuestra hija, es una cabra loca, seguro que se tiró contra Kamui.
- ¿Por qué iba a hacer algo así? – Minako puso entonación de ofendida – Seguro que eso es lo que tú harías.
- ¿Te has tirado contra Kamui, Minako? - la interrogó su madre.
- ¡No! Mama tú no hagas caso al celoso de Nowaki que lo que le pasa es que está celoso de mí.
- Si claro, de ti, estoy celoso de ti – refunfuñó Nowaki – Mamá tu hija tiene un problema mental, que lo sepas.
- Estás celoso de mí porque soy una chica y tú no y claro, Kamui me prefiere a mí.
Ante tal afirmación Sonomi rompió a reír de forma escandalosa.
- ¡Mamá, no te rías de sus tonterías! – protestó Nowaki.
- Reconoce que a veces eres un poco pesado con Kamui – afirmó Minato.
- ¡Que a mí no me gusta Kamui! – gritó Nowaki poniéndose colorado.
- Esta bien, está bien, tranquilízate – habló Minato también a punto de reír.
- Yo que vosotros vigilaba a vuestra hija, a ella sí que le gusta Kamui, ya te digo que sí.
Sonomi dejó de reír de golpe.
- ¿Es eso cierto, Minako?
- ¿Qué pasa? Kamui-kun es muy guapo, claro que me gusta, eso ya lo había dicho yo, no es ningún secreto – contestó poniéndose bastante roja.
- ¿Lo veis? ¿Lo veis? Si ya lo decía yo. Esta es capaz de haberse tirado con la bicicleta para llamar su atención, seguro.
- Interesante – musitó Sonomi.
- Sonomi, si estás pensando algo, olvídalo - pareció advertirle su marido.
- ¿Yo? ¿Por qué iba a estar yo pensando en algo?
- Porque te conozco y no me gusta cuando pones ese gesto.
- ¿Qué gesto?
- Ese gesto, el de que de pronto se te ha ocurrido una idea.
- A ver si ahora vas a ser tú un paranoico como tu hijo. Mira, a lo mejor en eso ha salido a ti.
...
- ¿Te ha gustado estar aquí? – preguntaba Akito al terminar de comer.
- Si - contestaba Ayesa - Estoy agotada pero me ha gustado. Ha sido un día muy interesante.
- Se ha portado como una jabata – sonrió Akira.
- ¿No te habrá hecho trabajar demasiado este sinvergüenza? – se interesó uno de los tíos de Akira.
- La he hecho trabajar como a un hombre y reconozco que me ha impresionado - respondía Akira.
- De verdad hijo – gruñó su padre – Es que no sé de dónde sacas esas ideas, a una mujer no se le hace eso, eres un animal.
- Es culpa suya – se defendió Akira – Ella dijo que yo era un machista y un sexista, cree que los Shikamoto somos machistas y sexistas, fíjate tú.
Todos los hombres que había allí rompieron a reír.
- No nos hagas caso – añadió Akihito – Somos todos unos payasos, por eso tienen que mantenerlos a raya.
- ¿Y dónde vais a ir ahora? – se interesó con malicia el padre de Akihito.
- Seguiremos trabajando, a no ser que ella ya se haya arrepentido.
- Me he arrepentido, me he arrepentido - habló Ayesa - Reconozco que he perdido, si tengo que pagar una multa lo haré pero ya no quiero seguir trabajando por hoy.
Todos volvieron a reír de nuevo.
- No me extraña - comentó Akito - La verdad es que habéis trabajado demasiado. Akira se ha pasado un poco, habéis hecho el trabajo de hoy y de mañana.
- Ya me lo estaba sospechando - Ayesa miró de reojo a Akira.
- Lo siento, pero fuiste tú la que querías que te lo pusiera difícil.
- Ah, no importa, ya veré como me vengo de ti - sonrió.
- Lo que me extraña es que te rindas tan fácilmente.
- Bueno, cuando no se puede, no se puede, es un poco inútil seguir solo por orgullo.
Esa era una de las cosas que diferenciaban a Ayesa de Akane, la cabezonería; Ayesa nunca tenía problema en reconocer que sus limitaciones, no como la cabezota de Akane, que seguramente seguiría diciendo que podía continuar trabajando; eso y que para Ayesa tanto trabajar dejaba de ser una actividad divertida.
- Parece que viene alguien - indicó otro de los tíos - Se oyen voces.
- Espero que no sean unos turistas con ganas de buscar a los ciervos - pareció quejarse Akito.
- De vez en cuando aparece un grupo de "simpáticos", normalmente borrachos, que consideran muy divertido disparar a los ciervos - explicó Akira.
- También puede que solo quieran hacer fotos - agregó Akihito - De esos listos que piensan que las indicaciones no cuentan para ellos.
- O una parejita que busca intimidad - rió el padre de Akihito - Yo ya he pillado a varios.
- No puede ser nada de eso puesto que hacemos ruido y vienen derecho hacia nosotros - indicó Akito - O sea que vienen buscándonos.
- Es Chiharu - intervino Akira - Es risa de loca la reconozco donde sea.
- Es cierto - confirmó Akito después de prestar atención - La habrá enviado tu madre a por algo.
- Nosotros vamos a seguir con lo nuestro - dijo el padre de Akihito levantándose.
- Si, será mejor - añadió Akito - ¿Recoges tu Akira, ya que no vas a seguir trabajando?
- Si, yo recojo todo esto.
No tardó en aparecer Chiharu acompañada de una chica alta, de pelo ondulado de color castaño claro que le llegaba por los hombros, ojos almendrados y pardos. Era una chica bastante guapa y con una bonita figura, tendría más o menos la misma edad que ella, que se acercó respetuosa a Akito.
- Encantada de verle señor Shikamoto - le saludó.
- Igualmente Miaka ¿Qué haces por aquí?
- Me dijeron que Akira llevaba varios días por aquí y decidí venir a verle.
- ¡Hola papá! ¡Hola tíos! ¿Qué tal pringadillos? - se dirigió a su hermano y su primo Chiharu - ¿Cómo te han tratado, Akane?
- ¿Tienes algo para nosotros, Chiharu? - preguntó el padre de Akihito.
- No, nada, solo venía a acompañar a Miaka.
- Pues entonces nosotros nos vamos ya. Da saludos a tu padre, Miaka.
- De su parte. Que tengan una buena tarde.
Akira se había levantado, al igual que Akihito para ir recogiendo los platos y demás. Ayesa miraba intrigada Akira que parecía un poco incómodo, sobretodo porque esa chica no dejaba de mirarle.
Solo quedaron allí Ayesa, Akihito, Akira, Chiharu y la chica recién llegada.
- ¿No me saludas, Akira? - preguntó la chica.
- Hola Miaka ¿Cómo estás?
- ¿Cuántos días llevas aquí?
- No sé, no muchos - contestó con desgana.
- Esto... - interrumpió Akihito llamando la atención de la chica - Te presento a Akane Kumoyuki.
- Hola, encantada ¿Eres la nueva novia de Akihito?
Chiharu rompió a reír.
- Más quisiera este tonto.
- Yo soy Miaka Shikamoto, soy la novia de Akira.
Mientras la confusión se veía reflejada en el rostro de Akira, Ayesa sonrió abiertamente.
- Vaya, que interesante - comentó mirando a Akira - Muy interesante.
- Perdona Miaka pero nosotros no...
- No somos novios oficiales pero como si lo fuéramos. Te has cortado el pelo, bueno no importa, pronto te crecerá.
- Miaka ¿Podemos hablar un momento?
Akira no sabía que le daba más miedo, si las afirmaciones de esa loca de Miaka o la sonrisa de Ayesa... aquello no podía significar nada bueno. Separó a la chica unos metros de allí.
- En realidad no es su novia - explicó Chiharu - No tienes que preocuparte.
- No, si no me preocupo.
- Solo salió con ella el año pasado... un poco... no mucho tampoco.
- Miaka es pariente nuestra - añadió Akihito - Una especie de prima lejana.
- Y parece que le gusta bastante Akira - sugirió Ayesa - ¿Es su novia de verdad?
- ¡Que va! - contestó Chiharu - ¿Estás enfadada?
- ¿Enfadada? No, yo no, para nada... pero se de una que lo mismo le parte los huevos a tu hermano.
- Lo que le pasa a mi hermano es que es muy tonto y no sabe manejar a las chicas.
- ¡Akira! - llamó su atención Ayesa - ¿Qué te parece si después de recoger nos vamos los cinco a que me enseñéis el pueblo?
- ¿Los cinco? - se extrañó Chiharu.
- Claro ¿Tú tienes que seguir trabajando, Akihito, cielo? - dijo sonriendo al chico - ¿No me quieres llevar al pueblo?
- Hombre, por mi te llevaría pero...
- Pues entonces hecho. Iremos con la novia de Akira, así nos conoceremos, será divertido.
- ¿Divertido? - preguntó perpleja Chiharu.
- Muy divertido, ya lo verás.
Akira la miró frunciendo el ceño ¿Pero de que iba ahora Ayesa? ¿Qué pretendía? Malo, muy malo, fuese lo que fuese iba a ser malo para él.
- ¿Qué te pasa, Akira? – llamaba su atención la chica – Te noto distante ¿Por qué no has venido a verme?
- Mira Miaka es que tú y yo no... no somos novios.
- Hace mucho tiempo que no nos vemos y ni siquiera pareces alegrarte de verme.
- Miaka... – Akira miraba de reojo a Ayesa – Es que... ya te lo dije, nosotros no...
- Eres demasiado tímido. Bueno, luego hablamos, venga que tu primo y su novia nos esperan, será como una cita doble.
¿Cita doble? ¿Akihito y su novia? ¿Pero por qué le pasaban a él estas cosas? Claro, le pasaba por tonto, por no decir las cosas claramente, por ser demasiado bueno y no querer ofender a la chica... no, si Akane tenía razón, era tonto, pero muy tonto y ahora iba a pagar las consecuencias, vaya que si las iba a pagar.
Lo peor de todo era la incertidumbre. Si fuese Akane la que estuviese allí no habría problema, ya habría estallado y armado un buen jaleo, eso era una pesadez pero al menos conocía su reacción pero... ¿Qué haría Ayesa?
...
En casa de la abuela Mito eran Takumi y Momoka a los que les tocó fregar los platos.
- Hemos comido un poco tarde – decía Takumi – La abuela tiene un horario propio.
- No importa, ha sido una comida muy agradable ¿verdad?
- ¿Te gusta mi abuela?
- Mucho, me ha caído muy bien, es una mujer muy simpática y llena de energía.
- Creo que tú también le has gustado bastante.
- Me ha gustado mucho venir aquí, además todo es precioso.
- Sabía que te iba a gustar. Me alegra que te lleves bien con mi abuela, es la única familia que tengo.
- ¿Y tus otros abuelos?
- No se demasiado de ellos, vivían en otra ciudad y no les veía con frecuencia. De pequeño me enviaban regalos para mi cumpleaños y venían de vez en cuando pero la verdad es que me he distanciado bastante de ellos, ya sabes, son cosas que pasan.
- Es un poco triste.
- Supongo, pero tampoco les echo de menos ¿Y qué has estado hablando con mi abuela?
- De ti.
- Espero que no hablases muy mal de mí.
- ¿Qué crees que le he dicho?
- ¿Lo insoportable que soy?
- Pues sí que se lo he dicho, le he contado lo insoportable que eras.
- Y seguro que no le has dicho que tú eras peor que yo, todo el día detrás de Kamui como un perrillo faldero.
- Fue bastante ridícula ¿verdad?
- Yo diría más bien...
- Patética... lo sé, pero ¿Tú nunca has hecho tonterías por amor?
- No, nunca.
- ¿Nunca te has enamorado?
- Este verano creí haberme enamorado de Kanna. Es que ella era tan buena y amable conmigo, si no hubiese sido por ella no sé si hubiese podido salir de la drogas.
- Ya veo, supongo que es lógico.
- Aunque creo que ahora debo estar enamorado de ti o algo así ¿no crees?
Momoka le miró completamente ruborizada, es que nunca esperaba que Takumi hablase de esas cosas con tal normalidad.
- Solo espero – continuó en chico – Que tú lo estés de mí. Momoka, mira, yo no tengo mucha paciencia, no me gusta esperar, me desespero, así que... pues me gustaría que tu estuvieses segura de lo que sientes, me reventaría que de pronto me dijeras que aún sigues enamorada de Kamui o algo así, no llevo bien los rechazos.
- No sé porqué ahora dices eso. He venido contigo aquí, a ver a tu familia, supongo que eso debe significar algo. Ya no soy la niña tonta e ilusa que era, he cambiado y por otro lado tú no deberías tener dudas de mí, me molesta que pienses que voy a volver a ir detrás de Kamui.
- Tienes razón, ha sido una tontería, supongo que a veces...
- ¿A veces qué?
- Nada. Cuando era pequeño me acostumbré a que las cosas buenas no me pasan a mí, cada vez que me pasaba algo bueno sucedía otra cosa que lo fastidiaba. Momoka ¿Qué te parece que cuando terminemos de fregar te llevo a que veas los alrededores?
Momoka le sonrió y él le devolvió la sonrisa ¿Takumi había sonreído? La sonrisa en si no era lo extraño, lo más sospechoso es que esa sonrisilla parecía esconder alguna otra sugerencia.
Momoka se acercó a él y sin decir una sola palabra le besó.
- Cuanto más te conozco, más me gustas.

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