sábado, 23 de agosto de 2014

136. No más vueltas de tuerca

Había algo que le hacía sospechar a Ringo, no sabía decir que, pero algo, de una manera sutil se despertaba en su cerebro.
La verdad es que no tenía ninguna razón para sospechar pero... era ese maldito pero lo que la intranquilizaba. Realmente es como si hubiera algo dentro de ella susurrándola de vez en cuando y sin razón aparente.
Bueno, ahora tenía otras cosas en las que pensar. Volvió a meter a la niña en la cuna.
- Espera un momento, ahora vengo - le dijo, seguramente la niña no la entendería pero había leído en algún sitio que lo importante es el tono con el que se le dice, que trasmita tranquilidad y una sonrisa.
Salió de la habitación deprisa, abrió la puerta de la calle y empujó el carrito. Todo lo rápido que pudo lo bajó al portal, subió de nuevo corriendo y entró en su casa. Se oía a la niña comenzar a llorar. Cogió la bolsa, se la enganchó al hombro y fue a la habitación, sacó a la niña de la cuna y salió de su casa.
Al terminar de sentar a la niña en el carrito e incorporarse notó un molesto dolor en los riñones e hizo un gesto llevándose las manos a ellos.
Iba mal de tiempo, así que intentó ir todo lo deprisa que podía. No tenía más remedio que llevar a la niña a la consulta de la psicóloga, no tenía con quien dejarla y sabía a Sonomi no era lo que más gracia le hacía. Sonomi era muy amable y comprensiva y seguramente no diría nada pero ella no era tonta y sabía que no es lo mismo, tener a un bebé distrae mucho.
Karasu la esperaba en la sala de espera y en cuanto las vio entrar sonrió y Ringo se preguntó, una vez más, que era lo que tenía ese chico que le hacía sentirse tan bien, nunca le había gustado tanto ir a la consulta de la psicóloga.
- Casi no llegas - dijo Karasu.
- Es que mi madre no está y cuando ya sabía de casa he tenido que volver a cambiar a Aiko.
- Vaya, que inoportuna ¿Que pasa Aiko? - dijo quitándole el chupete, la niña echó una risita que sonaba como un cascabel - Eres un bichejo.
- No íbamos a venir con el aroma que llevaba.
- ¿Y tú que tal?
- Bien. Sonomi está ahora mismo con mi hermana.
- ¿Tu hermana Karura?
- Si, mi hermana. Mis hermanos y yo somos pacientes de Sonomi desde hace años ¿No recuerdas haberme visto por aquí alguna vez?
- Pues no, la verdad.
- ¿Entonces por qué creías que Sonomi me conocía?
- Porque venías a acompañar a tu hermano, a Kohaku si recuerdo haberle visto por aquí.
- Seguro que si, mi hermano no pasa desapercibido.
- Es muy guapo... no te molestes, no quiero decir que tu seas más feo que él, no es eso.
Karasu rió.
- No me molesto. Toda la vida todo el mundo ha dicho lo guapo que era Kohaku, el más guapo de todos, más guapo incluso que Karura.
- Hombre Karura es muy guapa.
- O sea que yo soy el más feo de la familia.
- ¡No digas eso! Yo no he dicho eso.
- ¿Entonces soy guapo?
Ringo sonrió nerviosa, le gustaría decirle que tenía la sonrisa más bonita del mundo pero la vergüenza podía con ella.
- Apuesto a que te mueres de ganas de preguntarme porqué vengo al psicólogo.
- No, no, que va - mintió, claro que tenía curiosidad.
- Sonomi dice que tengo exceso de sobreprotección hacia mis hermanos - Ringo le miró sin saber que contestar - Es que mi madre murió cuando yo aún no tenía ni un año, por lo tanto no la conocí, crecí sin el cariño de una madre y eso me ha supuesto muchas carencias afectivas.
- ¿Y tu padre? Perdona, no quería se cotilla.
- No importa, eso ya lo tengo superado. Mi padre nunca se ocupó de mí ni de mis hermanos. Cuando murió mi madre le entró como una depresión y se olvidó que tenía hijos. Nosotros fuimos rodando de pariente en pariente y siempre tuve la sensación de estar solo, de que solo nos teníamos a nosotros. Yo quería tener una madre, era lo que más deseaba, iba al templo a pedir a los dioses que por favor me devolvieran a mi madre, me hice hasta cristiano porque hablaban de la resurrección y yo pensaba que si se lo pedía sucedería ese milagro. Luego cambié y pedí que mi padre se volviese a casar con una buena mujer que nos quisiera mucho... después me conformaba con que la siguiente niñera los quisiera.
Ringo bajó la vista, sentía que iba a llorar, no sabía porqué le había afectado tanto las palabras de ese chico pero es que la pena parecía haber apretado su corazón. Ahora comprendía porqué Karasu se puso con ella tan enfadado porque quisiera suicidarse y dejar a su hija sin madre, claro, para él debía ser lo peor del mundo.
- Es un poco patético ¿verdad? Luego, como mi padre no se preocupaba mucho por nosotros decidí que tendría que "ejercer" de padre y ocuparme de mis hermanos. Yo me creía el mayor y que era mi responsabilidad, Karura era una chica y no se porqué pensé que no iba a poder defenderse sola, ya sabes, ideas extrañas que tenemos los niños y Kohaku... él fue quien peor lo pasó... es muy triste lo suyo... y yo, como era su hermano mayor pues eso, quería dármelas de héroe.
Le miró, Karasu jugueteaba con Aiko haciéndole cosas con las manos y la niña pataleaba y daba grititos nerviosa. Ahora, con su pelo castaño, sus ojos marrones, sus facciones, sus hombros anchos y fuertes donde depositaba todo el peso de sus hermanos, le parecía la persona más bella del mundo.
...
Después de pasar unas horas en el templo, ayudando en lo que podía. Jisei llegó a su casa, iba a abrir la puerta cuando esta se abrió repentinamente.
- Ya era hora, llegas muy tarde, estábamos preocupados por ti - le dijo Kisuke sonriendo al otro lado de la puerta.
- ¿Estabas esperando a que llegase detrás de la puerta?
- No, yo me voy, llego tarde al trabajo y es por tu culpa, si hubieses llegado antes no me pasaría esto.
- ¿Ahora vas a trabajar?
- Dije que iba a sustituir a un compañero y es una pena porque me voy a perder lo mejor. Bueno, hermana, buena suerte.
Jisei se quedó de lo más perpleja pensando porqué su hermano le deseaba buena suerte y porqué se quejaba tanto de que había llegado tarde, además su aura estaba muy extraña.
Oyó voces en el comedor y lo primero que pensó era que su madre estaba viendo la televisión.
- Hola mamá - dijo entrando - Ya estoy en casa.
- Hola Jisei, tenemos visita.
Jisei se había quedado parada mirando al visitante. Era Inari. Como siempre que le veía sin esperarlo sintió como su corazón parecía darse la vuelta y un hormigueo le subía por las piernas hasta el estómago.
- Hola Jisei - dijo el profesor levantándose.
- Hola Inari ¿Cómo tu por aquí?
- Ha venido a merendar conmigo y ha traído una tarta - contestó la madre.
- ¿Contigo?
- Claro. Inari y yo somos muy amigos pero que no se entere tu padre que es capaz de ponerse celoso.
- Voy a dejar esta bolsa en mi cuarto. Ahora vengo.
No tardó en regresar.
- Siéntate Jisei - dijo su madre - También hay tarta para ti ¿Quieres café?
- Si, dame un poco ¿Y a que se debe esta sorpresa? - se sentó al lado de Inari.
- Venía a hablar con tu madre.
- ¿Lo ves? Viene a hablar conmigo pero no ha querido decirme nada hasta que tú no vinieras.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa?
- Verás Jisei es que yo necesito hablar con tu madre y espero que comprendas mi decisión. Yo me siento incómodo con las mentiras, no se mentir y menos a una familia como la tuya que me han acogido casi como a un hijo.
Jisei se asustó, de improviso se puso de lo más nervioso, maldita sea la mala suerte de no poder ver el aura de Inari, si pudiera hacerlo ya estaría al tanto de lo que pasaba pero así lo único que estaba era empezando a ponerse de los nervios.
- Señora Nagashiyama...
- Me llamo Rika, no me vengas ahora con esas formalidades que no nos pegan.
- Claro... Rika... yo...
Todos los nervios que pudiera tener Jisei en esta vida y en una anterior habían decidido manifestarse reuniéndose todos en su vientre.
- Espera Inari ¿Quieres un licor? - le interrumpió la madre.
- No, no, gracias.
- Quizás un poco de sake.
Inari que comenzaba a sentir como sudaba demasiado y la ropa parecía apretarle por todas partes, resopló.
- Bueno, vale. Un poco de sake vendrá bien.
Si, tenía que beber, lo necesitaba, un gran trago.
- Ya lo sabía yo. Voy a por la botella y tu Jisei, venga, come un poco.
¿Pero como iba a comer? El estómago se le había cerrado completamente. Miró asustada a Inari ¿Estaba pensando en hacer lo que ella estaba pensando que iba a hacer? Maldita sea ella y su incapacidad para ver su aura.
Su madre regresó con la botella y sonriendo, se veía que estaba disfrutando con todo eso. Sirvió a Inari que lo bebió sin pensarlo.
- Veras Rika yo... yo creo que no soy mala persona. Tengo un trabajo que pienso respetar, lo valoro mucho y no voy a hacer nada que pueda ponerlo en peligro. Tengo una edad que yo considero buena, no soy un adolescente que se deja llevar por sus hormonas pero tampoco soy demasiado mayor. Creo que soy una persona madura y responsable, no tengo interés en salir con cualquier chica que me encuentro y yo...
Jisei sentía que cada vez se estaba poniendo más mala, de hecho ya se sentía hasta mareada.
- No hace falta que te promociones tanto - dijo la madre - Ni que me enseñes tu curriculum y unas cuantos teléfonos para que pregunte tus referencias, que es lo único que te falta...ve al grano antes de que te desmayes.
- A mi me gusta esta familia. He pasado muchos momentos buenos con todos y no quiero que por culpa de no expresarme bien nuestra relación se estropee. Valoro tu amistad y tu confianza y la de tu marido ante todo.
- Vale pero dilo ya que estamos en ascuas ¿Verdad Jisei?
Jisei miró a su madre suplicante, ella lo que quería era poder desaparecer ¿Por qué no funcionaba eso de desaparecer si se deseaba? ¿O por qué no se callaba Inari y de pronto olvidaba todo momentáneamente?
Inari tomó aire.
- Me gusta Jisei, es más, creo que siento un tipo de sentimiento más allá de la amistad por ella y me gustaría pedir permiso para poder... solicitar formalmente a su padre y a ti salir con ella.
Jisei ya no podía más de los nervios. Abrió su palma izquierda y con la mano derecha comenzó a hacer un signo en ella, lo hizo tres veces y después se la llevó a la boca como si se lo tragase.
- Vamos Jisei - dijo su madre sonriéndola - Toma tu también un poco de sake, es una ocasión especial y creo que lo necesitas.
Sirvió a su hija y sin pensárselo Jisei lo bebió rápidamente.
- Verás Inari - habló la madre - Es que lo has dicho casi todo. Ya te conocemos, sabemos que eres una persona honrada y trabajadora y la diferencia de edad con Jisei a mi me parece apropiada, lo que no entiendo es porqué quieres pedir permiso para salir con ella.
- Es que no quiero que penséis que no os respeto o que pretendo algo que pudiera manchar el honor de la familia.
- ¡Que mono eres Inari! Pero mira, la verdad es que nuestra familia no es demasiado tradicional, entiendo todo eso que dices pero a mi me vale con conocerte y además creo que debería ser Jisei la que te diese permiso para rondarla ¿Que dices Jisei?
- Yo... Es que soy muy joven y soy su alumna.
- Vamos Jisei, Inari sabe de sobra la edad que tienes y que eres su alumna. Eso no importa, es Inari y tú vas a cumplir 19 años dentro de pocos meses y sabes que yo me fío de ti. Lo que me importa saber es si tú quieres que él te pida salir o le digo amablemente que no lo intente.
- No hace falta que le digas nada, mamá. Como tú has dicho somos una familia moderna y no hacemos así las cosas. Si quiero salir con él pues saldré.
- ¿Y vas a hacerlo o no? Me refiero a salir.
- Solo saldré con un hombre que me guste y por el que me sienta atraída.
- Eso es muy lógico. Bueno Inari, ya la has oído, tu me caes muy bien pero la que manda es ella.
- Si voy a salir con él... si me le pide a mí.
- Pero tú eres su alumna.
- Pero no saldremos en el instituto. Allí seré solo su alumna.
- Pero él es mayor que tu.
- Pero a mi no me gustan los chicos de mi edad.
- ¿Sabes una cosa? - dijo levantándose - A pesar de todo creo que Inari sabe lo que hace y aunque no me gusta su forma de ir despacio creo que es la mejor para vuestra relación. A mi me ha gustado que me pidiese permiso, dice mucho de él, pero claro, todo depende de ti. Voy a recoger esto, tú quédate con Inari y hablar del tema.
Cogió las tazas vacías y salió camino a la cocina.
- Jisei... ¿Me perdonas?
- ¿Pero que te ha dado? ¿Por qué has hecho algo así?
- Porque me paso el tiempo pensando en ti, recordándote, quiero... quiero darte la mano y oler tu pelo. Parezco un quinceañero enamorado y me siento mal conmigo mismo, además creo que ocultándoles mis sentimientos a tus padres, ocultando que me gustas, creo que les estoy traicionando. Ellos confían en mí y... ya no soy un crío, soy un hombre Jisei, estas cosas no van conmigo. Cuando vengo a tu casa me pongo nervioso, no se como actuar, pienso que me van a descubrir mirándote o algo así...
Jisei se acercó a él y le cayó con un rápido beso.
- ¿Sabes por qué me gustas? Porque eres tú así de... distinto, eres mi Inari.
- Se que solo quedan unos meses para que te gradúes y ya no serás mi alumna pero necesito... necesito algo más que solo esperar y de verdad que no puedo seguir engañando a tus padres, no puedo, no se lo merecen. Creo que es lo mejor para ir conociéndonos mejor y descubrir si merece la pena esperar o no.
- Es que esto sería una relación muy extraña ¿Y mis amigos?
- No te voy a apartar de ellos. Solo quiero el permiso de tus padres para de vez en cuando salir a pasear contigo, ir al cine, a tomar algo y no tener que dar explicaciones de ningún tipo.
- Pero yo quiero seguir saliendo con mis amigas.
- Me parece perfecto.
- No se Inari, me apetece salir contigo sin tener que esconderme de mis padres pero es que me asusta un poco.
- Míralo como una forma de conocernos mejor.
- Vamos Jisei - habló de pronto su madre - Di que si de una vez que me estáis aburriendo ya. Inari esta noche te quedas a cenar y así se lo cuentas a su padre, a ver él que opina.
...
Sumire levantaba la vista de su cuaderno y sonreía disimuladamente mientras miraba a Misaki explicando las matemáticas a Suo. El caso es que Suo era un chico que siempre sacaba muy buenas notas y Sumire no comprendía porqué quería que Misaki le explicase nada... jeje... Sumire reía por lo bajo, seguro que era una excusa que se había inventado Suo, seguro que le empezaba a gustar su hermano, claro que si, si ella los vio muy juntitos cuando estuvieron en el pueblo de Akira... jeje... volvía a reír.
Estaban en el comedor de la casa de Sumire y Misaki. Misaki era el que había insistido. Su madre les había dicho que fueran a la habitación de Misaki pero este respondió que no, que estarían más cómodos en el comedor... que tímido que era, seguro que no quería que Suo se sintiese incómodo y ella, claro, se quedó también en el comedor porque no podía perderse aquello, aunque ahora se le ocurría que mejor se iba a ir y dejarles solitos porque su madre también se iba a ir y... que emocionante que era todo, claro que ¿A dónde iba ella? Bueno, daba igual, iría a su habitación, al menos tendrían "intimidad".
- Bueno ya he terminado - dijo cerrando el cuaderno - Me voy a ir a mi cuarto, no, mejor no, ya se lo que voy a hacer, voy a meterme en el "chiscón" a revelar unas fotos.
- ¿Chiscón? - preguntó Suo.
- Es un cuarto pequeñito, muy pequeñito que tenemos, como un armario - contestó Misaki.
- Le llamamos así, es una palabra que nos enseñó nuestra abuela española - agregó Sumire.
- Ahí guardamos algunas cosas pero lo más importante - continuó Misaki - Es que Sumire tiene sus cosas y revela las fotos ahí.
- Si, es mi cuarto oscuro - afirmó la chica.
- Ah, ya entiendo.
- Así que me voy a encerrar, voy a revelar unas fotos o sea que no me molestéis.
- Si abrimos y entra luz se estropean las fotos - explicó Misaki.
- Si, he visto eso en algunas películas - sonrió Suo.
- Pues eso, que no me molestéis. Además me voy a poner los cascos y escuchar música así que no os molestéis en llamarme porque no me voy a enterar del mundo. Ala, me voy a aislarme del mundo - dijo levantándose y cogiendo sus cosas.
- Sumire es muy simpática - comentó Suo cuando la chica se marchó.
- Si, enseguida se hace amiga de todo el mundo. Es algo que yo envidio.
- ¿Por qué?
- A mi me cuesta hacer amigos, nunca he tenido su espontaneidad, yo siempre he sido el introvertido y ella la extrovertida.
- No hay nada de malo en ser introvertido.
Se miraron tímidamente y siguieron con los problemas de matemáticas. Sumire tenía razón, Suo no necesitaba clases de ayuda para las matemáticas pero era una buena forma de pasar la tarde.
A los pocos minutos entró la madre de Misaki llevando un plato con varios aperitivos.
- Tomad, para que piquéis algo - dejó el plato sobre la mesa.
- Muchas gracias señora Saewanaguchi - respondió respetuoso mientras se levantaba Suo.
- No hace falta que seas tan formal conmigo, a mi se me olvida siempre y llámame Paloma.
- De acuerdo Pa... Paroma.
- Paloma, es Paloma ¿Dónde está Sumire?
- Se ha metido en el cuarto oscuro, ha dicho que no la molestemos.
- Yo me voy a ir a eso ¿Queréis algo de beber?
- No te preocupes mamá, ya no sirvo yo.
- Pues entonces me voy. No estudiéis demasiado, tampoco es bueno estudiar mucho. Hasta luego.
Suo se volvió a levantar para despedirla.
- Siéntate, no hace falta que seas tan formal - le dijo Misaki levantándose también - ¿Qué quieres beber, limón, naranja, cola?
- Limón está bien, gracias.
No tardó Misaki en regresar con una botella grande de limón y dos vasos.
- Verás Misaki es que mi madre es española y la verdad es que estamos acostumbrados a las costumbres españolas así que no somos demasiado ceremoniosos.
- Sumire siempre lo dice, está muy orgullosa de ser medio-española. Tu madre es muy guapa, vosotros os parecéis un poco a ella, por eso tenéis los ojos tan grandes.
- Pues yo creo que es un poco por eso, si.
- Aunque su nombre es difícil de pronunciar ¿Y cómo es que tu padre se casó con ella?
- Pues porque mi padre es diplomático y mi madre intérprete. Es curioso porque mandaron a mi padre a Alemania a un congreso de algo y él no quería ir, intentó no ir pero no tuvo suerte así que fue y allí conoció a mi madre, que trabajaba de intérprete en ese congreso.
- Que gracia, tu padre japonés, tu madre española y van a conocerse a Alemania.
- Ya ves, las casualidades de la vida.
Suo vio sonreír a Misaki y sonrió él también.
- Es una historia muy bonita - dijo cogiendo su mano y apretándola suavemente lo que hizo que Misaki se ruborizase un poco... era tan tierno ese chico que Suo se sintió conmovido y a punto estuvo de besarle pero se contuvo, no quería que pensase que era un aprovechado o algo.
...
Akane ya se había decidido y cuando Akane tomaba una decisión era muy difícil que se echase para atrás. Tenía que hacerlo y tenía que hacerlo hoy mismo.
Y le costaba reconocerlo, vaya que si le costaba, era demasiado cabezota y orgullosa para dar su brazo a torcer pero también sabía que su actitud no estaba sirviendo para nada. Maldito orgullo el suyo.
Pero había decidido que iba a hacerlo. Tenía que hacerlo porque hasta ella en su cabezonería se daba cuenta de que las cosas que queremos tenemos que cuidarlas y procurar no perderlas y ella no quería perder a Akira. Cierto que cuando se sintió tan traicionada por él se volvió muy resentida y juró que no volvería a pasarle nunca y le mando al saco de los recuerdos, o más bien a la basura; que no quiso saber nada más de él, ni escuchar sus excusas ni sus explicaciones, nada de nada.
Se dijo a si misma que jamás volvería a pasarle algo así, que nunca volvería a confiar en el amor ni a creer en palabras bonitas. Eso se acabó, al menos hasta que fuera lo suficientemente madura como para poder sobrellevarlo. Pero claro uno se propone cosas pero el destino se empeña en hacer lo que le da la gana y ahora sabía que tenía que enfrentarse a la realidad y no esconderse más en tu testarudez.
Tenía que hablar con Akira, tenía que... aún no sabía que tenía que decirle exactamente pero algo tenía que decirle. El chico era... no podía quejarse de él, la cuidaba, la dejaba meterse en su cama con toda su paciencia, la iba a buscar al trabajo todos los días sin una queja... ¿cómo no iba a volver a sentir algo más que amistad por él?
Y no quería perderle, ya se había acostumbrado a sus mimos, a sus detalles, a que estuviera siempre a su lado y ella saberlo. Pero como todo en esta vida si te empeñas en dar muchas vueltas a una tuerca puede suceder que termine por pasarse y ya te quedes sin tuerca. No podía forzar más a Akira, tenía demasiada paciencia con ella, aguantaba su mal humor, sus gruñidos y como se empeñaba en mantenerle alejado y eso no podía ser, Akira era un ser humano a fin de cuentas y terminaría hartándose de ir tras ella sin conseguir nada... no, eso tenía que cambiar.
Tenía que dejar de una vez su cabezonería y avanzar al menos un poco en su relación. Quizás dejarle hablar de sus sentimientos ayudaría a hacerlo todo más fácil. Ella misma le había dicho que no quería oír hablar de sentimientos pero... Akira era una buena persona, era amable y atento con todo el mundo y muy amigo de sus amigos y tanto Karura como Yuri le apreciaban mucho y... se lo iban a quitar, lo estaba viendo y si no eran ellas pues sería otra, alguna que le tratase bien... iba a perderle, seguro y no quería que eso pasase. Ella... ella tenía tanto miedo a quedarse sola, a sentirse sola.
Como siempre que estaba nerviosa, Akane se llevó un dedo a la boca para empezar a morderse la uña mientras, sentada en un banco esperando el tren que la llevaría al trabajo, daba pequeños golpecitos con el pié en el suelo. De pronto sintió algo como un pinchacito en el dedo, se estaría haciendo otra herida, eso le pasaba por morderse las uñas, algunas veces se hacía sangre y todo. Se miró el dedo, era curioso porque justo entre el dedo y la uña vio que tenía como tres puntitos rojos, como tres pinchacitos; se apretó y volvió a sentir ese dolorcillo... que extraño, era como si se hubiese clavado algo entre la uña y la carne pero no recordaba algo así.
Miró la hora que era, aún quedaba bastante para que llegase el tren, hoy estaba tan nerviosa que todo lo había hecho deprisa y corriendo. Le daba tiempo a comprarse un helado, si, un helado de chocolate la daría ánimos, seguro. Se levantó y mientras se dirigía a la cafetería de la estación reflexionaba sobre el calor que hacía y eso que ya estaban a finales de Septiembre y que por lo visto había habido un tifón el fin de semana y todo. Sería cosa del calentamiento global ese del que tanto se habla o a lo mejor que Sumire tenía razón y que era el "veranillo del membrillo" que decía ella... cosas de españoles, a Sumire le encantaba decir dichos populares y refranes.
Había decidido pedir uno de nata y chocolate, la nata también estaba rica y así no tomaría demasiado chocolate, que cuanto más come mas quiere y no es cuestión de ir a trabajar pensando en chocolate. Sin embargo, por alguna extraña razón en su subconsciente, cuando estuvo delante del chico que le tomaba el pedido ella dijo sin pensarlo:
- Uno de chocolate doble, por favor.
¡Chocolate doble! ¿Pero en qué estaba pensando? Desde luego que en chocolate. Pero bueno, ya estaba pedido así que se lo tomaría. Seguro que cuando empezase a trabajar se le iría pasando los efectos.
Akane llegó al trabajo pensando en chocolate, recordando el sabor de ese helado que se había tomado... que bueno que había estado, ojala hubiera alguna máquina de esas que se pueden sacar chocolatinas y cosas así en los laboratorios... lo que daría por un poquito más de chocolate.
Y debía ser su día de suerte, o eso pensó porque precisamente una de sus compañeras, una señora de unos 50 años a la que le gustaba dar consejos de madre a todo el mundo, había llegado con una caja de pastelitos de chocolate... ¡pastelitos de chocolate! Por lo visto acababa de tener un nieto y quería celebrarlo con todos... pastelitos de chocolate... y los dejó sobre una mesa para que cogieran todos los que quisieran... ¡Si, si, si! seguro que ella era una de las favoritas de los dioses, no había otra explicación.
Y comió, claro que comió, todos los que pudo. No se los comía descaradamente, no, ella pasaba de vez en cuando y cogía uno... no lo podía evitar, es que estaban allí y sabía que estaban allí y algo le decía que fuera y comiese uno más, solo uno más, el último... que nunca era el último.
Cuando salió del trabajo Akane llevaba mucho calor, las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Vio a Akira esperándola donde siempre y corrió hacia él.
- Hola ciervito - le dijo abrazándole - ¿Cómo estás?
- Akane ¿Te encuentras bien?
Akane afirmó con la cabeza repetidamente y le sonrió.
- ¿Qué llevas ahí? - preguntó al observar que el chico llevaba una bolsa.
- Es un trozo de tarta del cumpleaños de Yuri. Me la ha dado para ti... es de chocolate - añadió con malicia.
- ¿Chocolate? - los ojos de Akane se abrieron muchísimo, tanto que a Akira le recordó a un lemur - ¿Me das un poquito?
- ¿Ahora? Mejor cuando lleguemos a casa.
- Anda dame un poquito, dame un poquito.
- Bueno, pero solo un poquito.
Akira sacó de la bolsa una fiambrera y la abrió. Los ojos de Akane se abrieron más aún se pudiera ser al ver aquel trozo de tarta cubierta de chocolate. Metió los dedos y cogió un pedacito que se llevó a la boca saboreándolo con verdadero placer mientras Akira la miraba embobado.
- ¡Que bueno que está! - murmuraba mientras se chupaba los dedos con lentitud, saboreando los restos de chocolate.
- Madre mía - resopló Akira.
- Venga, vámonos a casa, estoy deseando comerme esa tarta ¿Que tal ha estado el cumpleaños?
- Pues normal, ya sabes, sus padres, su hermano, Chiharu, Kyojin y Momoka y su hermana que también han venido. No hemos hecho gran cosa, tomar unos refrescos, unos canapés y luego la tarta
- ¿No habéis jugado a nada?
- A Yuri no le gustan mucho los juegos de mesa.
- Me refiero a la botella o algo de eso.
- No. Piensa que las opciones para besar éramos Kyojin o yo, o sea, poco apetecibles.
- Que tontas... yo hoy si hubiera jugado.
Akira se detuvo y la miró de lo más confundido.
- A ti no te gustan esos juegos.
- Pero hoy si, hoy habría hecho trampa para que me tocara besarte ¿Sabes por qué?
- ¿Akane, te encuentras bien?
- Uy si... tengo como un calorcillo por dentro muy rico.
- Akane... ¿Tú has comido chocolate esta tarde?
Akane miró alrededor mordiéndose los labios y luego a Akira, se llevó el dedo índice a la boca y tratando de contener una risita dio dos pequeños saltitos.
- Que va, que va - dijo riendo - Es que me he dado cuenta de que... ay, me da vergüenza decírtelo.
- ¿Es que has bebido? ¿No será que te has tomado algo de Jisei?
- ¡Anda ya! ¡Cómo iba a hacer eso!... Aki... - se agarró mimosa a su brazo.
- ¿No tendrás fiebre o algo?
- ¿Sabes que tienes unos ojos muy bonitos?
Oh, oh, esta chica no estaba "normal", algo que pasaba.
- Y unos labios muy suaves.
- ¿Te duele la cabeza o algo?
- Me duele el corazón y es por tu culpa. Estoy muy cansada - dijo apoyándose en él - ¿Me vas a dejar dormir apoyada en ti?
- ¿Cuándo no lo he hecho?
- Que bien. Me gusta... me siento protegida de todo cuando me cuidas.
Definitivamente a Akane le pasaba algo.
Durante el trayecto Akira no dejaba de mirar a Akane, abrazada a él como nunca lo había hecho, normalmente apoyaba la cabeza en su hombro y ya, era él quien la rodeaba pero hoy se había abrazado a él y hasta con fuerza, tenía la boca entreabierta y cierto color en las mejillas ¿No estaría poniéndose enferma?
Cuando faltaba muy poco para llegar a su destino y la despertó pudo comprobar que su piel estaba más caliente de lo habitual ¿Tendría fiebre?
Akane le sonrió con esos ojos llenos de brillo.
- Tengo que decirte una cosa.
- ¿Qué no te encuentras bien?
Akane acercó la cara a la suya pegando prácticamente sus bocas, podía sentir el roce tibio y suave de sus labios.
- Te quiero - susurró en los suyos antes de besarle.
Se separó de él en el preciso momento en el que el tren se detenía, Akira no sabía si sonreír, mirar si la chica tenía fiebre, alarmarse o pensar que le estaba tomando el pelo.
- Si no bajamos - dijo balbuceando - El tren…
- Es verdad - Akane se levantó de un salto - Vamos, estoy deseando comerme esa tarta y alguna que otra cosa.
Y tiró de él para bajar del tren. Akira estaba de lo más confundido pero tampoco podía evitar que su cuerpo comenzase a pensar por él mismo.

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