lunes, 31 de mayo de 2010

26. Secretos, amigos y apuestas

Después de terminar todo lo que tenía pendiente, Kamui acompañó a Akane hasta la salida. Por el camino se cruzaron con su madre.
- ¿Te vas ya?
- Si señora, ya he puesto a Kamui al día.
- ¿Te ha gustado el pastel?
- Muchísimo, estaba delicioso ¿sería muy impertinente por mi parte pedirle la receta?
- ¡No, por dios! Se la daré a Kamui para que te la entregue. Espera un momento, no te vayas, por favor.
La madre de Kamui se marchó bastante deprisa, cruzándose por el camino con el padre.
- ¿Ya te marchas? Tenias que haberme avisado Kamui para poder despedirla.
- No se moleste señor, por favor.
- ¿Vives muy lejos?
- Bueno pues no se, vine en autobús con su sobrino, la verdad, no se si sabré volver. Momoka me ha hecho un plano pero no entiendo nada ¿Me podrías decir donde cojo el autobús, Kamui?
- Kamui, acompáñala, no podemos permitir que se pierda.
- Oh, no hace falta, solo…
- Insisto. Además hace muy mala tarde, mi hijo no sería un caballero si te dejara ir sola ¿verdad?
- Si padre. No es molestia Akane, yo te acompaño.
- Coge mi paraguas, es más grande y os cubrirá mejor.
- Pero yo ya tengo…
- Señorita Akane, no me haga insistir, los Kaguya somos muy soberbios.
- Ya vuelvo - decía la madre - Toma querida, ponte esto.
La señora Kaguya llevaba una gabardina en las manos.
- Pero…
- Póntela, está lloviendo a mares.
- Señora Kaguya, gracias por su amabilidad - Akane se puso la gabardina.
- Te queda perfecta. Espero verte más veces por aquí, Akane.
- Muchas gracias por todo, señores Kaguya.
- Cuídala Kamui.
- El gusto ha sido nuestro, jovencita.
Decidieron ir andando. Kamui llevaba la cartera y el paraguas.
- Déjame llevar a mí el paraguas hombre, me siento como una inútil.
- Cuando me canse te lo doy ¿vale?
- Peor para ti, a veces hay que saber compartir las cargas, aunque puedas tu solo con todo.
- ¿Eso ha sido una metáfora?
- Ha sido algo ¿A que me ha quedado bien?
- A mis padres les has caído bien.
- ¿Tu crees? Deben pensar que soy un ser raro, seguro.
- Y a todo esto ¿Dónde vives?
- Tengo que ir primero a casa de Jisei, he quedado con ella para hacer los deberes, si no los hago hoy tengo el presentimiento de que no los haré.
- ¿Y eso?
- Mañana voy a tener un día movidito.
- ¿Si ganamos vendrás a celebrarlo con nosotros?
- No creas, si me gustaría, pero va a ser imposible.
Así, paseando y charlando llegaron hasta la esquina donde se habían citado el domingo anterior.
- Bueno Kamui, ya no me acompañes más, no hace falta. La casa está allí, has sido todo un caballero, tu padre puede estar orgulloso.
- Bueno no insistiré, mañana nos vemos.
- Ajá - Akane abrió su paraguas - Tengo un permiso y puedo ir en el autobús, así que formo casi parte del equipo.
- Nos traerás suerte. Toma tu cartera.
- Gracias por todo Kamui ¡Hasta mañana!
- Espera Akane… quería decirte que… sé que te han hecho daño, que tu corazón está resentido pero yo… quisiera que me dejaras demostrarte que no todo es malo, quisiera que volvieras a confiar.
Akane no contestó, se limitó a ofrecer una amable sonrisa y se alejó por el mismo camino que hacía a penas cinco días la había visto acercarse. Kamui se dispuso a girarse cuando alguien chocó con él.
- Lo siento, yo… ¿Kamui?
- ¿Inari-sensei? ¿Estás bien?
- Si, es que no veía por donde iba con esta lluvia. ¿Qué haces por aquí en una tarde tan mala?
- Kumoyuki me ha llevado los deberes y yo la he acompañado, ella no sabía volver.
- Vaya, muy amable de tu parte… y típico de ella. Yo he venido a ver a unos amigos ¿Listo para el gran partido?
- Esperamos hacerlo bien.
- Estupendo. Bueno, que tengáis suerte y paséis a la final.

- ¿Y esta gabardina tan chula? - preguntaba Jisei mientras la examinaba.
- Es de la madre de Kamui, me la ha dejado.
- Uy, uy, uy ¿Así que tu suegra te presta ya la ropa, eh?
- ¿Quieres que le cuente lo que has dicho a Momoka?
- Creo que no ¿Y como es su madre?
- Es una señora guapa, elegante, con mucha clase.
- Parece que te ha gustado.
- Si, es amable y dulce y tiene una casa… con un jardín… y un salón…. Y…
- ¿Y su padre?
- Serio, muy formal, así como Kamui.
Sonó el timbre de la casa.
- Ya voy yo - se oyó decir a Kisuke.
- Huele bien - decía Jisei llevándose la gabardina a la cara - ¿Y que te han dicho?
- Me han preguntado por mis padres.
- Claro, seguro que querían saber que clase de familia es la tuya, hay que saber con quien se emparenta uno.
- Hoy estás algo tontita ¿no?
- Hola, buenas tardes - saludó Inari entrando.
- Inari-sensei, buenas tardes - habló Jisei.
Inari se acercó a ella, pegando casi la nariz a la de la chica.
- I-na-ri - dijo lentamente - Te he dicho que me llames solo Inari.
- Vale, Inari - respondió Jisei algo nerviosa.
- Es que no sabe separar su vida privada del instituto - dijo Akane.
- ¿Y tú si, listilla? - refunfuñó Jisei.
- Claro, cuando le veo en el instituto le odio, pero ahora solo le tengo manía, es que me recuerda a uno de mis profesores, no es nada personal.
- Vale, me acabas de golear - dijo Inari.
- Tú a la pulga no la hagas ni caso - intervino Kisuke.
Kisuke era alto, moreno, con el pelo muy corto y los mismos ojos negros que Jisei.
- Ya está el listo que todo lo sabe abriendo la boca - comentó Akane.
- ¿Qué hacéis? ¿Los deberes? - preguntó Inari.
- Si - respondió Akane - Los que mi odioso profesor de Biología, que se cree que es el único del instituto, nos ha puesto.
- Ese débe ser un negrero - afirmó Inari.
- ¡Ya te digo!
- Bueno, no venía a invitaros a comer mañana, es que el martes es mi cumpleaños.
- ¿Cuántos cumples? - interrogó Kisuke.
- 26
- Jo, que viejo eres - habló Akane - ya tienes más de un cuarto de siglo, profe.
- Los profesores de Biología son muy rencorosos ¿lo sabías?
- Tú a la pulga ignórala, te lo tengo dicho - repitió Kisuke
- Bueno ¿vendréis a comer?
- ¿A la pulga también la invitas?
- Jisei - habló Akane - Abre la ventana que tenéis un moscardón en casa.
- Si ella quiere, está invitada.
- Gracias Inari, te lo agradezco como si fuera.
- Lo digo en serio.
- Mañana tengo que ir al partido y luego haré de niñera con mi hermano pequeño, imposible.
- Oye, antes me he encontrado con Kamui en la calle ¿Te ha acompañado y todo?
- Han venido los dos juntitos, los dos bajo el paraguas - se burló Jisei - ¿No es bonito?
Akane le lanzó una mirada asesina.
- ¿La pulga y un Kaguya están saliendo?
- ¿Conoces a Kamui?
- Todo el mundo conoce a los Kaguya.
- ¿Estás saliendo con Kamui?
- He ido a llevarle los deberes, los mismos que intentamos hacer.

Sonó el timbre en casa de Akira.
- Debe ser Yuri, le he pedido que viniera.
- ¿Por qué? - se asombró Sumire.
- Para no hacer nada de lo que nos arrepentiríamos. Voy a abrir.
Yuri entró como siempre, triunfante y llenándolo todo con su carisma.
- ¡Ya estoy aquí! ¿Qué tal Sumire?
- Yuri ¿Qué tal?
- ¿Cómo te has visto en esta situación?
- Me caí y…
- Ya, ya. Ya estoy yo aquí ¿te lo ha hecho pasar mal este zoquete?
- No, si ha sido un encanto.
- Pues eso no es lo que me ha dicho a mí, por eso estoy aquí, temía por tu integridad.
- Pero si he sido yo la que le ha puesto en un apuro.
- ¿Y eso?
- Le he pedido un beso.
- ¿Y?
- Vamos a dejarlo Yuri - intervino Akira.
- ¿Y no se lo has dado? ¿Por qué no se lo has dado? ¿Tú eres tonto o que te pasa?
¿Y por qué se lo has pedido a este inútil?
- Tú me lo dijiste ¿No te acuerdas?
- ¿Yo? Hummmh…. Puede ser.
El timbre volvió a sonar.
- ¿Has llamado a más gente? - volvió a preguntar Sumire.
- No. Voy a ver.
Al abrir la puerta Akira se encontró con una sonriente Xu-Xu y Kenshi apoyado en la pared.
- ¡Hola figura! - saludó Kenshi.
- ¿Está Sumire?
- Si pero ¿Qué hacéis aquí?
- Sumire me ha llamado, me ha dicho algo de que estaba… tonta o algo así.
- Pasad, pasad, está en la cocina.
Linda, la perrita de Kenshi ladró a los pies de Akira.
- ¿Has traido a tu perra?
- Estaba paseándola cuando me encontré a Xu-Xu.
La gatita naranja se acercó a la puerta, al ver a la perrilla se quedó quieta, Linda volvió a labrar y entró corriendo en la casa, la gata le siguió.
- ¡No, no! - exclamaba Akira - Linda… Kumiko…
- ¡Eh, Linda, ven! - la llamó Kenshi.
Pero ni el gato, ni el perro hacían caso, parecían muy contentos de verse y correteaban uno detrás de otro por toda la casa.
- ¡Kenshi controla a tu perro! ¡No, Linda, no, baja del sofá!
- ¡Linda, ven te digo!
Akira corrió a abrir la puerta que daba al jardín trasero.
- ¡Eh, Linda, vamos, salir fuera a jugar!
Los dos animalillos salieron dando saltos.
- ¿Los vas a dejar ahí fuera con lo que está cayendo? - preguntó Xu-Xu.
- ¿Sabes la que me puede caer a mí si les dejo corretear a su libre albedrío? Además Linda debe estar acostumbrad, Kenshi la saca caiga lo que caiga ¿Has visto como han puesto el sofá?…. Ah…Ahora tengo que limpiarlo todo.
Yuri y Sumire entraban en el salón.
- ¡Xu-Xu, has venido! - gritó alegre Sumire.
- Me dijiste que viniera ¿no?
- Hola Sumire, yo también he venido. Hola Yuri.
- Ya veo que vino ayuda - dijo Xu-Xu mirando a Yuri.
- ¿Ayuda? - casi gritó Kenshi - Aki tu no… espero que no…
- Ahhh - se quejó el aludido mientras limpiaba el sofá.
- ¿Y por qué has venido tú Yuri? - preguntó Xu-Xu.
- Por lo mismo que tú, creí que Sumire necesitaba ayuda.
- ¡Pero si a ti te he llamado yo! - gruñó Akira.
- ¿No será que querías hacer un trío? - se burló Kenshi.
- Kenshi, deja tu imaginación descansar un rato, anda - habló Akira.
- Sumire le ha pedido a Aki que se enrollaran - explicó a su manera Yuri.
- No Yuri, no ha sido así - explicó Sumire.
- Esto si que es bueno - rió Kenshi - ¿Lo has hecho?
- ¡Kenshi! - gritó Xu-Xu.
- ¡Y has llamado a Yuri para hacer un trío! - insistió Kenshi.
Akira le miró de forma aburrida.
- Solo le pedí un besito, solo eso.
- ¿Y te lo ha dado? - preguntó angustiada Xu-Xu.
- No.
- ¿Ves Yuri? - la recriminó la castaña - Todo es culpa tuya, tú le dijiste que se lo pidiese.
- ¡Ay, chica, que exagerada eres! Pero si solo era un beso y el panoli éste no ha querido.
- ¿Cómo que no has querido? - Kenshi se acercó a él peligrosamente - Pero… ¡estás dejando en ridículo a todos los hombres del mundo!
- Pues dáselo tú - le dio la réplica Akira - Ella solo quiere saber lo que se siente, machote.
- Es que… te lo ha pedido a ti.
- Ya… pues entonces, tema cerrado.
- ¡Ya sé! ¡Ya sé! - gritó Yuri - Podemos jugar a la botella ¿eh?
- ¡No! - cortó Xu-Xu - Aquí nadie va a jugar a nada.
- Yo quiero jugar - habló Kenshi entusiasmado - Yuri también ¿Y tú Sumire? Si ¿no?… Vale, tres de cinco, ganamos.
La mirada asesina de Xu-Xu le hizo callarse.
- Bueno a lo mejor no es buena idea, vamos… que es horrible.
- ¿Tanto te cuesta dar un besito a la chica, Aki? - dejó caer con malicia Yuri.
- Quizás los está reservando para otra persona ¿no Aki? - añadió también malicioso Kenshi.
- ¡Dejadme en paz! ¡Vaya aburrimiento!
- No - continuaba Kenshi - No puede ser eso porque el otro día besó a Yuri, claro, a lo mejor solo quiere besar a Yuri.
Akira sentía todos los ojos clavados en él, eso era muy incómodo.
- ¡Pensar lo que queráis!
- ¿Y no hay manera de hacerte cambiar de idea? - Yuri se pegó prácticamente a Akira - El primer beso debe ser especial y tú sabes como hacerlo especial.
- ¿Es cosa mía o el ambiente te está calentando? - murmuró Xu-Xu.
- Si molestamos nos vamos - añadió Sumire.
- ¡Esta bien! ¡Está bien! Como veo que no os vais a callar vamos a hacer una apuesta ¿de acuerdo?
- ¿Qué apuesta? ¿No será una partida de ajedrez? - se quejó Kenshi - eso sería trampa.
- ¿Creéis que soy el único que se niega a un beso? Vale, si conseguís que Akane me de un beso yo besaré a quien queráis.
- ¿Akane? - gritó Sumire - ¿Quieres un beso de Akane?
La sonrisa de Kenshi se hizo tremenda.
- Pero si Akane dij… - empezó a decir Xu-Xu pero se cayó al ver que Akira le hacía un gesto con los ojos.
- Quiero que Akane me de un beso a mí, voluntariamente y no yo a ella, si no ella a mí.
- ¿Solo eso? - preguntó Yuri.
- A ver si lo consigues.
- Yo consigo lo que quiero.
- Y no vale que la engañes, las tretas extrañas no sirven.
- Trato hecho - Yuri le ofreció la mano a Akira, este la estrechó.
En un descuido de las chicas que parecía muy emocionadas con esaºapuesta, Kenshi se acercó a Akira.
- ¿No es muy arriesgado lo que has hecho? - le murmuró - ¿Y si no lo consigue?
- Kenshi… no lo va a conseguir.
Ahora si que Kenshi estaba perplejo del todo.

Kamui no regresó directamente a su casa, antes pasó por la cafetería donde por las tardes trabajaba Hikari ayudando a sus padres. Allí, sentados en una mesa, aburridos, sin hablarse, estaban Shugo y Setsu.
- ¡Kamui-kun! - se acercó melosa a él Hikari, una chica de pelo largo y rizado, de color castaño cobrizo y ojos marrones, en cuanto le vio entrar - ¿Cómo es que has venido?
- Quería tomar un café ¿Puede ser? - respondió secamente.
- Claro, siéntate, ahora mismo te lo llevo.
Kamui se acercó a la mesa de sus amigos, el rubio Setsu de llamativos ojos color malva y Shugo, alto y corpulento.
- ¿Cómo es que te han dejado salir? - preguntó Setsu.
- Tenía que acompañar a alguien.
No tardó en aparecer Hikari con una taza de café, por supuesto, al gusto de Kamui. Se sentó a su lado y se quitó las gafas de pasta negra que llevaba para mirar de Kamui de una manera sugerente.
- ¿Qué haces? - inquirió Setsu - ¿Y tu trabajo?
- Hay poca gente, mi padre me deja tomarme un descanso para estar al lado de mi Kamui.
- ¡Petarda!
- ¿Tienes algo que decir, inútil?
- Ya, ya… todos sabemos lo que quieres tú de Kamui ¿A que sí?
- ¿Te parto la boca? - amenazó levantando un puño.
-¡No empecéis! - gruñó Shugo tensando todos los músculos de la cara.
Los dos le miraron casi con miedo. Shugo era un chico tranquilo, hablaba poco y no solía meterse con nadie, pero a veces, cuando algo le molestaba, solía mostrar una faceta totalmente distinta, violenta y bastante agresiva.
- Déjalo Shugo - habló Kamui.
Shugo le miró y pareció tranquilizarse, relajando el rostro. No se sabía muy bien por qué pero Kamui parecía tener el don de apaciguarle. En realidad es que él necesitaba creer que así era, siempre se había sentido muy solo e incomprendido, ese carácter suyo no era bien recibido, él único amigo que había tenido en su vida era Kimisuke, pero ahora sus caminos se había separado, no es que ya no fueran amigos, no, seguían siéndolo, muy buenos amigos, solo era que no coincidían tanto.
- Hay una chica en mi clase que me interesa - continuó hablando Kamui.
- ¿No será la pavisosa de las narices? - habló molesta Hikari.
- No me refiero a Momoka.
- ¿Entonces te gusta otra? - preguntó sarcástico Setsu - ¡Chúpate esa, Hikari!
- ¿Qué tienes que decir tú desgraciado? ¿Quieres que te recuerde las calabazas que te dio la rubia?
- ¿Eso a que viene ahora?
- ¿No será la rubia, Kamui?
- ¿Quién? ¿Te refieres a Yuri? No, no es ella.
- Lástima, me hubiera gustado que se la restregaras por los morros al cantamañanas éste.
- ¿A ti te gusta Yuri, Setsu?
- La verdad es que está muy bien…
- Cada vez que la ve se pone como una moto - añadió Hikari.
- ¿Igual que tú cuando ves a Kamui?
- ¡Cierra esa boca si no quieres que te la parta! Pero le dio unas calabazas como catedrales ¡Cómo me reí!
- El caso es que quiero que algún día venga con nosotros - les ignoró Kamui - Quiero que me conozca, que sepa como soy.
- Pues claro Kamui - habló Shugo - Si es amiga tuya…
- Eso es lo que quiero, que sea mi amiga.
Hikari guardó silencio. No le gustaba aquello, no le gustaba nada, pero no diría nada, conocía bien a Kamui y sabía que los celos y sentimientos de posesión no eran bien recibidos por él, a Kamui no le gustaba sentirse atado emocionalmente a nadie y menos que le agobiasen ¿Quién sería esa chica?
- Kamui - dijo al fin - ¿La conocemos?
- Supongo. Es una compañera de clase.
- ¿No será por la que amenazaste a Zenko? - se aventuró Setsu - Me lo imaginaba. No está mal, a mi me gustan las rubias pero no le haría ascos.
- Ten cuidado con lo que dices - habló bastante serio Kamui.
¿Así que era esa cabeza de calabaza? Bueno, no era demasiado especial, sería cualquier capricho de Kamui, cavilaba Hikari, no había problema, ella era una chica paciente, sabía esperar, dejaría que Kamui se divirtiese todo lo que quisiera, que probase cosas nuevas, al final, se cansaría y ella estaría allí, esperándole. Pero el que fuese paciente no quería decir que fuese tonta o que no lo sintiese.
Hikari sentía por Kamui una atracción que no era capaz de controlar ni de explicar, era algo que la dominaba y la impedía razonar, para ella Kamui era más que cualquier chico normal y era consciente de lo que le pasaba y también era consciente de que esa atracción podía llegar a dominarla si no conseguía controlarla, por eso le daba toda la libertad que él quisiera, porque si se dejase llevar por sus impulsos puede que Kamui la apartase de él.
De cualquier forma lo que peor llevaba Hikari era el tema de Momoka, por ahí no podía, no la soportaba ¿Quién se creía que era esa niña? Siempre se comportaba como si ella fuese la única amiga de Kamui, la única con derecho a conocerle ¿Qué se pensaba? ¿Qué Kamui no tenía más amigos que ella y el rubito? Es que no podía con ella, le molestaba todo, su pelo liso perfecto, sus ojos verdes, su cara de niña buena, su manera de hablar, sus lagrimitas… no, no la soportaba, cada vez que la veía pegada a Kamui le entraban ganas de tirarla del pelo y…
Respiró hondo, tenía que tranquilizarse, se alteraba demasiado con ese tema ¿Pero que se había creído la niñata esa? Kamui iba a ser suyo, ya podían ir olvidándose todas esas tontas de él.
- ¿Sabes que te pareces a ella? - comentó burlón Setsu.
- ¿Qué dices? ¿Qué yo me parezco a esa? - gritó enfurecida - ¡Ni en el blanco de los ojos, fíjate lo que te digo!
- Pero las dos tenéis gafas y el pelo así…
- ¡No compares! ¡Yo no tengo el pelo color calabaza!
- ¿Estáis listos para el partido de mañana? - preguntó Kamui.
- Listos y en forma - contestó Setsu.
- He invitado a Momoka y a Yuri, espero que si nos juntamos seáis amables con ellas.
Hikari se sintió más que molesta ¿Por qué las invitaba a ellas? ¿Qué se traía Kamui entre manos?
- Eso díselo a ésta.
- ¡Tú te callas! Yo haré lo que Kamui me pida, y si quiere que sea amable, lo seré.

Karura había puesto una enorme cartulina en el suelo. Delante de ella, con unas tijeras en la mano, iba recortando fotos de varias revistas y luego cuidadosamente pegándolas, lo había con mucho detenimiento, pensado el lugar exácto donde debían ir.
Cualquiera que la viera pensaría que estaba realizando algún trabajo del institutto pero no, no era así, se trataba de un ejercicio que solía hacer cuando se encontraba intranquila o sentía que la ansiedad comenzaba a rondarle, porque sí, Karura era humana, no era ninguna supermujer con nervios de acero, ella en ocasiones también se sentía intranquila e insegura y esta era una forma de ayudarse a si misma, buscaba imágenes que reflejaban su estado de ánimo actual, las recortaba y formaba un collage con ellas y de esta manera, mientras se concentraba en buscarlas y en analizar como se sentía comenzaba a ordenar sus pensamientos y de alguna forma conseguía entenderse a sí misma.
Karasu entró en la habitación y se quedó mirándola pensativo.
- ¿Algún problema? - le preguntó después de analizar las imágenes pegadas en la cartulina.
Karura dio un profundo suspiro.
- Estoy como intranquila.
- Eso ya lo veo ¿Por algo en particular?
- Si… bueno… son cosas.
- ¿Te serviría hablar con tu hermano?
- No creo, a lo mejor me pongo más intranquila. Pero no te preocupes, no es nada, ideas extrañas que de pronto se instalan en mi mente.
- Te preocupas demasiado, sea lo que sea seguro que tiene arreglo.
- Si… seguro. Tienes razón, si es un tontería.
Karura miró a su hermano, quizás le vendría bien hablar con alguien, estaba segura de que era una obsesión suya pero era algo que llevaba por dentro y parecía desquiciarla pero ¿Cómo se lo díría? Estaba segura de que Karasu no lo comprendería, es más, se enfadaría, sus hermanos son muy exagerados para estas cosas, el haber crecido prácticamente solos, sin su madre y con aquel padre esquizofrénico les había vuelto muy suspicaces.

Pero debería hablar con alguien, estas tonterías se disipan cuando hablas con alguien que te ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista. El problema que ella tenía es que, como no hablaba, como se lo guardaba dentro, no hacía más que darle vueltas y vueltas y lo magnificaba todo… si, debería hablar con alguien pero ¿Con quien? ¿Himeko? Tenía confianza con ella pero ¿llegaría a tanto? ¿qué pensaría de ella? ¿Xu-Xu? Era una chica muy amigable y siempre parecía dispuesta a ayudar pero ¿tenía tanta confianza? ¿Akira? Era un chico y además ya sabía lo que le iba a decir… ¿Hizashi? Imposible, era su amigo pero… no, imposible. ¿Y con Fuma?… ni pensarlo, eso solo la causaría más stress.

¿Por qué de pronto se sentía tan sola?

martes, 25 de mayo de 2010

25. Conociéndote un poco más

A Sumire el camino se le estaba haciendo larguísimo. Por fin, Akira se paró frente a una casa y tocó el timbre.
- ¿Vives aquí?
Akira pensaba que aquella había sido una pregunta bastante tonta; a él, sus piernas parecían no querer obedecerle más.
Un chica algo menor que Akira, parecida a él, solo que con rasgos más femeninos, ojos más grandes y el pelo muy largo y suelto, abrió la puerta.
- ¡Mamá! - gritó al verle allí, cargando con esa chica a la espalda - ¡Aki se ha encontrado algo!
- ¡Déjame pasar! - gruñó Akira.
- ¡Vas a mojarlo todo, inútil!
- ¡Qué me dejes, pelmaza!
La chica se apartó y Akira entró. Sumire bajó de su espalda y el chico se estiró.
- Gracias Akira.
- ¡Mamá! - volvió a gritar - ¡Tu hijo ha secuestrado a una chica!
- ¿Qué pasa? - dijo un hombre que era como el clon de Akira pero mayor y con una pequeña perilla, asomándose - ¡Por dios! ¿Qué te ha pasado?
- ¿A qué vienen esos…? - su madre, que curiosamente se parecía a la muchacha, se acercó - ¿Dónde te has metido?
- Ella es Sumire - dijo Akira tranquilamente - Es una compañera de clase, me la he encontrado en este lamentable estado.
- Buenas tardes, siento la molestia, su hijo ha sido muy amable y me ha ayudado.
- Pero hija ¿Qué te ha pasado? - añadió la madre alarmada - Pasa, pasa bonita, quítate ese chubasquero ¡pero si estás empapada!
- No, no mucho. Akira se ha mojado más.
- Akira ¡Tráele uno chándal tuyo!
- Señora yo no…
- O mejor, uno de Chiharu.
- ¡No! - gritó la hermana - ¡Que éste no entre en mi cuarto! Yo lo traigo.
- No, mejor no, que suba arriba, vamos.
Akira se estaba quitando las zapatillas.
- Chiharu lleva el chándal al aseo de arriba, ¡vamos Aki, espabila, que es para hoy!
- Pero señora…
- Nada, nada, ahora mismo Akira te sube arriba, te quitas esa ropa y te lavas un poco. Y tú - dijo dirigiéndose a su hijo - Por una lavadora con su ropa y luego la secadora ¿entiendes?
- Si… vale.
- ¿Cómo has dicho que te llamas, bonita?
- Sumire Sawanaguchi, señora.
- ¿Y que hacías en la calle con éste tiempo?
- Es que tengo que imprimir unas cosas.
- Akira te las imprimirá ¿me escuchas Akira?
- Siiiii - contestó pesadamente.
- Que le prepares algo calentito ¿me oyes? Y no la dejes marcharse hasta que deje de llover o mejor, la acompañas ¿Y mis huevos? ¿Has traído los huevos?
- No me ha dado tiempo.
- ¿Cómo que no te ha dado tiempo?
Akira optó por no contestar.
- Ya está - dijo Chiharu regresando - Te he dejado un chándal en el servicio.
- Pero es que yo…
- No te olvides de los huevos y date prisita que regalan unos flanes.
- Que si… ¡que pesada!
- Y dale toallas limpias a esta chica.
Un gato de color naranja se acercó a Akira y empezó a olisquear sus piernas. Chiharu le cogió en brazos.
- No te acerques a este, que te va a mojar.
- ¿Te has enterado de lo que tienes que hacer?
- Siiii. Toalla, lavadora, secadora, imprimir, huevos, flanes, algo calentito, acompañar…
- Y pórtate bien - añadió el padre - Venga, nosotros nos vamos.
- Y también te duchas - habló la hermana - que hueles a ciervo mojado.
- Bueno pues ¿nos vamos o qué? - preguntó el padre.
- Si, ya vamos - respondió la madre - Tú tranquila y descasa bonita y tú, ven y dame un beso.
- ¡Pero si ya nos hemos despedido! - se quejó el chico.
- ¡Que vengas! ¡Soy tu madre y si quiero un beso de mi niño me lo das! - pero fue ella la que plantó un sonoro beso en la mejilla de Akira - Estás empapado, quítate esa ropa o cogerás un pulmonía ¡Ay, mi niño pero que…!
- Mamá, por favor…
- ¡Y no te olvides de los huevos! ¿Eh?
- Ni de dar de comer a Kumiko - agregó la hermana dejando al gato en el suelo - ¡Y ni se te ocurra entrar en mi cuarto!
- Que sí, que vale, ala… largaos.
- Y limpia todo esto hermanito, que mira como lo estás poniendo.
Akira abrió la puerta de la calle.
- Largaos de una vez
- ¿Sabes lo que tienes que hacer, no?
- ¿Otra vez? Que siiiii.
- Y no te olvides de los huevos.
- Que nooooo.
- Volveremos el domingo por la tarde.
- Pasarlo bien.
- ¡Y no toques mis cosas!
La madre volvió a darle otro sonoro beso.
- Adiós asqueroso - se despidió la hermana.
- Si, yo también te echaré de menos.
- Y da de comer a Kumiko.
- Vamos, no te quedes ahí, sube a esta chica arriba.
- ¿Os vais o no?
Sumire estaba alucinada, no había podido decir ni una frase completa.
- Adiós Yo soy Chiharu, la hermana de éste inútil, encantada ¿eh?
- ¡Vamos! - dijo finalmente el padre - O no llegaremos nunca. Que pesadas sois las mujeres ¡por dios!
Por fin todos salieron y Akira cerró la puerta.
- Mi familia - dijo con tono de suplicio - Bueno, sube a mi espalda otra vez.
- No, no, mejor me marcho.
- ¡No digas tonterías! ¿Y lo que tienes que imprimir? Venga, la impresora está arriba.
- Yo no quería molestarte.
- No es molestia, además tengo que lavar tu ropa.
- No hace falta, yo imprimo eso y me voy.
- Ah no, mi madre lo descubriría.
- ¿Cómo lo va a descubrir?
- Mi madre lo descubre todo, venga, arriba.
Sumire volvió a apoyarse en la espalda de su compañero, esta vez la notó húmeda y fría.
- Estás helado, te noto tiritar.
- No es nada, enseguida entraré en calor.
Akira la dejó en la puerta del servicio.
- Pasa, voy a darte una toalla limpia - abrió un armario sacando una cesta y una toalla - Lávate un poco.
Sumire miraba su venda manchada de barro.
- Luego te la cambio, no te preocupes, mira, el chándal de mi hermana, hecha tu ropa en esta cesta y déjala en la puerta ¿vale?
- Akira, estoy pasando mucho apuro.
- No te apures, dame tu mochila, la voy a dejar en mi cuarto es… - se alejó para abrir una de las puertas - Es ese. ¡Ah! Te voy a subir las muletas ¿De acuerdo?
- Gracias Aki.
Akira pasó por su cuarto y encendió su ordenador, un pequeño portátil, luego salió y se dirigió a otra habitación, parecía un despacho y allí encendió la impresora. Bajó a por las muletas y las subió, Sumire ya había dejado la cesta con su ropa en la puerta. Tocó esta con los nudillos.
- ¿Sumire?
- Si, dime.
- Mira, voy a salir a por los huevos de mi madre, te dejo sola un rato.
- Bueno, no importa.
- En mi habitación hay un ordenador, te lo dejo encendido, la impresora está en la habitación del fondo, la última del pasillo, tenemos red inalámbrica así que puedes pedir la impresión sin problemas, tiene papel pero no se si tienes que imprimir mucho.
- No te preocupes. Muchas gracias por todo.
- Te dejo las muletas aquí fuera.
- Vale, gracias.
- No creo que tarde demasiado.
- No te preocupes por mí Aki, estoy bien.
Akira analizó si cambiarse o no de ropa, no, mejor lo haría al regresar, después de una ducha calentita. Se puso las zapatillas, estaban heladas y asquerosamente húmedas. En fin, pondría la lavadora cuando volviese, así metería también su ropa. Salió fuera, el aire golpeando su ropa mojada le hizo sentir un frío intenso, casi doloroso "¡Menuda tarcedita estoy pasando! "Pensó.
Sumire terminó de ponerse el chándal que le habían preparado y abrió la puerta.
- ¿Akira? ¿Te has ido ya?
La habitación de Akira era un cuarto amplio y a juicio de Sumire extrañamente vacío, un armario, un sinfonier, la cama, un escritorio con una silla de apariencia comodísima y ya está. Encima de la cama reposaba una guitarra y su mochila, en el escritorio estaba el ordenador, varios papeles y cuadernos, una carpeta, lápices. En las paredes no había cuadros, ni fotos, solo un corcho en un rincón, eso si, plagado de fotos pinchadas en él. Era lo que se decía una habitación estoica. Sumire cogió su mochila y sacó el pen-drive, se sentó frente al ordenador, en él, un fondo de pantalla de un cielo con blancas nubes le daba la bienvenida. Introdujo el pen-drive y esperó a que el ordenador lo reconociese mirando las papeles que había encima del escritorio "El sueño de una noche de verano" se podía leer en uno de ellos y el nombre de cada uno de la clase, "Vaya, Akira está haciendo sus deberes".
Abrió la carpeta, había un dibujo, era como el dibujo de su foto que había hecho Suo, si, era como ese pero más pequeño ¿le había hecho uno a Akira? No, no era igual, el que ella había visto los protagonistas estabas a escasos milímetros el uno del otro, a punto de besarse, pero en ese si se estaban besando, y por el gesto dibujado, muy apasionadamente.
- ¡Ala! - exclamó Sumire - ¡Menudo beso!
Sintiéndose como si estuviera espiando a esa pareja, cerró de golpe la carpeta, mejor no seguir mirando.
El ordenador dio un pitido. Ya había reconocido el pen-drive. Abrió los archivos y pidió la impresión.
Ahora abrió el cuaderno, en el había partituras de canciones, algunas con la letra escrita debajo de los signos, hojas sueltas con lo que parecían poesías escritas atropelladamente. Miró la guitarra.
- Akira escribe canciones… increíble - Cogió una de las hojas y leyó - ¡Que bonita! ¡Ay, que bonita!
Arrancó una hoja en blanco el cuaderno y copió lo escrito en una de las hojas. Rápidamente la guardó en la mochila. Luego dirigió su interés al ordenador ¿Qué tendría este muchacho? Buscó la carpeta de "mis documentos", estaba protegida por contraseña.
- Ummmh… a ver como piensa esta chico… probemos con "cielo".
Acceso denegado.
- "Nubes".
Acceso denegado.
- ¿Pero que le gusta? Ver el cielo, las nubes, el cielo, vaguear… mirar el cielo… el cielo… "sora", "aoi", "kumo"… ¡Ya está! - Triunfante tecleo su idea y dio al enter. La carpeta de abrió - Desde luego, que panolis sois los hombres.
Tenía muchas subcarpetas, canciones, fotos, pero la que llamó la atención de Sumire fue una llamada "Cartas que nunca entregaré" Sumire no pudo evitar echar un vistazo, había bastantes documentos de texto, todos nombrados con una fecha, abrió uno al azar y le echó un vistazo, aquello parecía una carta dirigida a nadie en particular, casi era una diario. Lo cerró asustada.
- ¡Increíble! - murmuró.
Abrió el último de ellos y leyó ¿sería parte de una novela? Decidió mandarlo a la cola de impresión. Cerró todos los documentos y cogió su mochila.
- ¡Serás idiota, Akira! ¿Pues no me he emocionado? Vale Sumire, ya, tranquila, ve a recoger las hojas, no vaya a ser que se atasque la impresora.
La impresora estaba a punto de terminar su trabajo. Cuando lo hizo, Sumire guardó todos los papeles en su mochila y se dispuso a regresar a la habitación de su amigo.
Akira regresó. Sin parar de quejarse metió el paraguas en el paragüero, de poco le había servido, aún venía mas empapado y eso que parecía imposible. Se quitó las zapatillas y tiró de su coletero enganchándoselo en la muñeca. Estaba deseando darse una ducha y entrar en calor.
Al oír que entraba, Sumire se acercó a la escalera. Akira subía rápidamente.
- ¡Ahhhhhh! - chilló Sumire.
- ¡Por dios! - exclamó Akira parándose en seco - ¿Qué te pasa?
- ¿Quién eres tú? - volvió a gritar.
- ¿Sumire, estás tonta? Soy yo.
Sumire abrió mucho los ojos ¿Quién era ese yo?
- ¡Que soy yo! - Akira se cogió el pelo con las manos.
- ¿Akira? ¿Eres tú? ¡Pero si no te conocía!
- ¿Tanto cambio?
- Te juro que me habías asustado.
Akira terminó de subir las escaleras.
- Vengo muerto de frío, voy a darme una ducha, si no te importa.
- No, no, claro.
Sumire le miraba atónita ¿ese era Akira? Pues ella pensaba que su pelo era liso y mas corto, pero no, el pero de Akira caía haciendo unas graciosas ondas ¿Ese era Akira? Carai, con el pelo suelto y así, todo mojado, con la ropa pegada a su cuerpo, estaba de lo más sexy ¿Pero que estaba pensando? "¡Por dios, Sumire, que es Akira! Tú ya estás flipando".
Le vio meterse en el servicio y ella regresó a su cuarto. Iba a seguir cotilleando. Estuvo mirando las fotos del corcho. Después de varios minutos decidió que sería mejor bajar abajo, ella sola, despacito, así no le daría más trabajo.
Entre lo que había visto y lo que había leído se encontraba como atontada. Se imaginaba a aquel chico que había visto meterse en el baño diciendo aquellas frases que había leído, realmente te sentía atontada. Dejó una de sus muletas apoyada en la pared y se sujetó a la barandilla para disponerse a bajar, bajó un escalón pero como no estaba a lo que tenía que estar, el segundo escalón lo superó dando con su trasero en él y cayéndose la muleta.
- ¡Auh! - se quejó.
El golpe hizo salir a Akira del baño.
- ¿Qué ha pasa…? ¡Sumire! ¿Otra vez en el suelo?
El chico iba envuelto en un albornoz blando. Sumire le miró y le hizo un gesto con los ojos de arriba abajo.
- ¿Qué? - se miró a si mismo - Perdona, voy a ponerme algo, tú no te muevas, ahí quieta, no te muevas, por favor.
Entró en su cuarto cerrando la puerta.
"Jo, ¿Cómo puedo ser tan patosa? Si es que no me sale nada bien".
Akira no tardó en regresar ya vestido.
- A ver ¿Dónde ibas?
- Abajo.
- ¿Y por qué ibas abajo?
- No sé, quería demostrar que puedo bajar sola.
- Ya, ya veo, anda vamos.
Le ofreció su mano para levantarse y en cuanto esta estuvo de pie pasó uno de sus brazos por debajo de sus rodillas y otro por la cintura, levantándola. Sumire, sorprendida, se agarró a su cuello.
- Mira que sois problemáticas las mujeres.
Empezó a bajar lentamente las escaleras. Sumire le miraba, tenía el pelo mojado, cayéndole por los hombros, inconscientemente apoyó la cabeza en su hombro.
- Hueles a coco - dijo.
- Es el champú.
- Ahora no hueles a ciervo mojado, hueles a limpito.
- Es un alivio saber eso.
Akira la llevó hasta el comedor y la depositó en el sofá.
- Y ahora estate quietecita, voy a terminar de adecentarme, sobretodo no te muevas, pon la tele si quieres, toma el mando.
- Aki ¿Desde cuando tienes unos brazos tan fuertes?
- Desde que te traje a caballito.
- ¡No te rías de mí!
- Te diré un secreto, pero no lo cuentes, mi padre me obliga a hacer ejercicio físico, es un pesado - Le guiñó un ojo y se marchó.
- ¡Ay! - suspiró viéndole marchar. De pronto se dio una torta a sí misma - ¡Sumire, espabila!
Encendió el televisor, una pareja se besaba en él, el recuerdo del dibujo de Suo apareció en su mente. Apagó el televisor.
- ¡Pues estamos buenos! - se quejó.
El gatito naranja llegó y se sentó delante de ella. Si no fuera porque era un gato, Sumire juraría que la estaba examinando.
- ¿Tu eres Kumiko?
La gatita de un salto se subió a las piernas de Sumire.
- No, baja, baja, que no sé como trataros.
Pero la gatita tenía sus propios planes y se acurrucó cómodamente.
Akira regresó llevando la cesta, las muletas y la mochila de Sumire. Su pelo ya estaba seco.
- Ya parezco una persona - dijo - Toma tu mochila y las muletas y ahora vamos a cambiar esa venda.
- ¿Vas a cambiar la venda?
- Claro - Akira se quitó algo de la muñeca.
¿Qué era eso? Sumire centró su atención en aquello… era un coletero "¡El enemigo! ¡Se va a volver a hacer la coleta!" Akira se lo puso entre los labios y llevó sus manos al pelo empezando a recogerlo.
- ¡No! - gritó de improviso Sumire, el chico se detuvo desconcertado - ¡No, no, no! - decía mientras negaba rápidamente con la cabeza - ¡No, no!
Akira frunció el ceño, los ojos de Sumire casi parecían suplicar. Sonrió, soltó sus manos del pelo y volvió a enganchar el coletero en su muñeca.
- Bueno - dijo.
Se arrodilló delante de Sumire. Encima de la ropa había unas vendas, esparadrapo y unas tijeras. Levantó la pierna de Sumire apoyándola en las suyas.
- Kumiko, baja de ahí - le dio una palmadita suave, el animalillo maulló y bajó al suelo, comenzando a restregarse por la espalda de Akira - Estate quieta - La gatita trepó por encima de la pierna de Sumire y el pecho del chico hasta poner su cabecita delante de Akira - Vale, vale, me estás clavando la uñas.
Akira le dedicó unas caricias y subvente la separó de él.
- Ale, ya… a trabajar.
Y la depositó en el suelo, Sumire miraba la escena como hipnotizada.
- Es muy mimosa - dijo Akira algo incómodo por el protagonismo que había cogido aquella escena.
- No sabía que tenías el pelo rizado. Estás mejor con el pelo suelto ¿Por qué te lo recoges?
- No lo sé, supongo que es la costumbre… es más cómodo, de todas formas es que con la humedad se me riza. Las chicas nos sois las únicas a las que es os encrespa el pelo.
Con la ayuda de las tijeras comenzó a retirar la venda hasta que no se veía rastro del barro.
- ¿Sabes lo que haces?
- Me vendado muchas patitas de ciervos, supongo que se le parecerá.
Sumire seguía observándose hipnotizada, si que era atento aquel chico. Definitivamente Akane estaba tonta cuando decía que era un antipático.
- ¿Dónde han ido tus padres?
- Tenemos unos terrenillos, nada importante, pero siempre hay que ir a echar un vistazo. Ya está… como nueva. Voy a poner la lavadora y preparar un té ¿Vienes conmigo a la cocina? Lo digo para que no estés sola.
- Ahora voy, ahora voy, es que tengo que llamar a alguien.
- Vale, la cocina está allí, pero procura no caerte.
Sumire quería llamar a Xu-Xu.
- ¿Hola? - la alegre voz de Xu-Xu sonó a través del aparato.
- Xu-Xu, soy yo, necesito que me ayudes - Sumire hablaba bastante bajito.
- ¿Te pasa algo?
- Estoy en casa de Akira.
- ¿Y que haces allí?
- Es muy largo de contar, salí, me caí y él me trajo a su casa.
- ¿Y cual es el problema?
- Que tienes que venir a ayudarme.
- ¿Por qué? ¿Es que ha intentado algo?
- No, no es eso, es que… tienes que venir.
- Pero ¿Qué pasa?
- Que si no vienes estoy viendo que…
- ¿Qué? ¿Y sus padres?
- Estamos solos y se ha soltado el pelo y me ha cambiado la venda y me está lavando la ropa y he visto su dibujo y leído algunas cosas y…. ¡tienes que venir!
- De verdad que no te entiendo.
- ¡Que como no vengas estoy viendo que me enamoro de él!
- ¿Qué? - gritó Xu-Xu, tanto que se oyó por el salón - ¿Tú estás bien?
- ¡Qué vengas! Que mi cabeza está muy tonta.
- Mira, déjate de tonterías, no me voy a creer eso, que estamos hablando de Akira, el chico más perezoso de la ciudad ¿Recuerdas? Ese que se queja por todo y que dice que las mujeres somos muy retorcidas.
- No, si razón tienes razón pero… creo que lo he exagerado todo, me he dejado llevar un poco por mi imaginación-
- De todas formas yo vivo lejos de su casa ¿Por qué no avisas a Yuri? ¿O a Kyojin? Ellos viven cera, incluso Kenshi.
- ¡Cómo voy a avisar a Kenshi!
- ¿Y por qué no te vas de su casa?
- Porque mi ropa está en su lavadora.
- ¿Estás desnuda?
- Llevo un chándal de su hermana, so tonta.
- Pues no te preocupes. Akira es tan vago que no intentará ni acercarse a ti, no te preocupes que con él estás a salvo, cualquier acto en tu contra le causaría muchos perjuicios posteriores y eso es mucho esfuerzo. Es un pedazo de pan.
- Bueno, vale, pues ala, ya no quiero hablar contigo, me voy a tomar un té con él.
- Vale, ya me contarás - y colgó.
- Esta Xu-Xu no se ha enterado de nada, no me da miedo él, me doy miedo yo.
La cocina era bastante amplia y una de las zonas estaba habilitada como comedor con una gran mesa y sillas a su alrededor.
- Siéntate - habló Akira al ver entrar a Sumire - Enseguida está listo el té. Bueno, he hecho té pero a lo mejor te apetece otra cosa.
- Té está bien. Pero te estás tomando muchas molestias por mí.
- No, a mi también me apetece algo caliente ¿Quieres unas pastas?
- Bueno ¿Qué vamos a hacer mientras se lava la ropa?
- No se ¿Juegas al shogi?
- Me temo que soy nula.
- ¿Al go?
- Tampoco se me da muy bien.
- Vaya pues… ¿al parchís? O podemos ver la tele. Toma tu té, cuidado que quema.
- Akira ¿Tú escribes canciones?
Akira arqueó una ceja.
- ¿Has estado cotilleando mis cosas?
- Ssssi, lo siento.
- Eres una chica mala ¿eh?
Sumire se puso roja como un tomate.
- No te preocupes, si me importara que lo vieras lo habría guardado, tampoco es un secreto.
- Pero yo no sabía que tú…
- Tampoco ha salido nunca el tema.
Se sentó enfrente de ella, al otro lado de la mesa.
- ¿Y compones la música?
- No. Soy negado para la música, suelo copiar las melodías, ya ves que penoso.
- Pero tocas la guitarra.
- Más bien la aporreo.
- ¿Y las letras?
- A veces, algunas de las que hay son traducciones de canciones que encuentro por ahí. Si has visto alguna algo subida de tono te diré que no es mía, son del hermano de Yuri.
- ¿El también compone?
- Bueno, quiere hacerse el chulito delante de las niñas y viene por aquí a que le ayude, ya ves que cosa. El es el que suele componer la música y yo le ayudo "arreglándola" un poco como buenamente puedo, es un poco pesado, no se porqué piensa que se me da bien.
- ¿Te gusta tocar?
- A veces quiero expresar sentimientos y no puedo hacerlo de otra forma. La música es bella, que a mi no se me de bien no quiere decir que no la aprecie. Me gusta tocar, si, podría decirse que cuando me sale bien me gusta tocar.
- ¿Por qué no me cantas algo, Aki?
- ¿Quieres que llueva más todavía?
- También he visto el dibujo de Suo, porque es el de Suo ¿verdad?
- Me lo regaló él, de pronto llegó y me lo dio.
- ¿No se lo pediste tú?
- No, me lo dio él, es raro porque no suele dar sus dibujos, ni dibujar para nadie, pero es que Suo es algo raro ya de por sí.
- Pues a mi me dio un dibujo mío.
- Eso será porque le gustas, pero yo no creo que le guste. Será por alguna razón extraña que haya leído vete tú a saber donde.
- ¿No será porque os ha visto besándoos?
- ¿A Akane y a mi? Imposible.
- Pues parece muy realista ¿Te ha visto besarte con otra chica?
Akira pareció dudar un momento.
- Puede.
- Me… me… me han dicho que tu besas muy bien - No podía creer lo que acababa de decir.
- ¿Quién te ha dicho semejante cosa?
- Yuri y Momoka.
- ¿Momoka?
- Me dijo que la besaste.
- ¡Anda, es verdad! Pero no creo que ella haya besado a tantos chicos como para comparar razonablemente.
- ¿Te había olvidado de que habías besado a Momoka?
- Será porque eso pertenece a un periodo de mi vida que quiero olvidar.
- ¿Y por qué la besaste?
- Ella me lo pidió.
- ¿Te gusta Momoka?
- No especialmente. Quiero decir que es mona y está bien y es simpática y todo eso pero… no.
- Y… Akira… esto… ¿Tú me darías un beso a mi?
Akira, que acababa de llevarse el vaso de ti a la boca, se quedó congelado tal cual. Sumire le miraba con los ojos muy abiertos. Akira frunció el ceño tratando de analizar la pregunta ¿era retórica? La miró de reojo, la chica estaba a punto de estallar de lo roja que se había puesto.
- Te voy a dar un consejo - dijo después de lo que a Sumire le parecieron horas - No le digas eso nunca a un chico estando a solas con él en su casa.
- ¿Por qué?
- Tu solo hazme caso.
De pronto recordó que Sumire siempre andaba en su mundo y nunca caía en nada, le costaba comprender las indirectas y las directas.
- Bueno Aki, te he pedido un beso ¿Me lo vas a dar?
- ¿Dónde?
- ¿Dónde? Pues aquí mismo.
- No, digo que dónde te beso ¿En la mano? ¿En la mejilla? ¿En la frente?
- No, no, me refiero a un beso como el del dibujo.
- Ah… ¿Y por qué quieres que te bese?
- Para saber que se siente, Yuri me ha dicho que eres increíble.
- ¿Tú has besado antes a alguien?
- No, por eso quiero saber que se siente.
- Pues entonces deberías pedírselo a alguien que te guste, será más bonito.
- Esto no tiene nada que ver con el amor. Oye ¿Tan horrible sería besarme?
- No es eso, pero no puedes ir pidiendo a cualquier chico que te bese.
- ¡No se lo he pedido a cualquiera! Solo a ti. ¿Por qué no te imaginas que soy otra persona? Una chica que te guste, por ejemplo.
- ¿Eso te parecería bien?
- ¡Vaya excusa más tonta para rechazar a una chica! No eres muy caballeroso, claro, yo no soy Momoka.
- ¡Ahhhhh! ¡Que tendrá que ver eso!
- ¿Qué tengo yo de malo? ¿Soy muy desagradable? ¿Doy asco? ¿Me huele el aliento?
- ¿No entiendes que yo no puedo ser tan cerdo contigo? Eres mi amiga, eres…
- Un bicho raro, es lo que soy. Si yo solo quiero saber que se siente, si no te voy a pedir más.
- Pero a lo mejor, después de darte un beso, yo quiero otro.
- ¿Y?
- Eres imposible. - Akira se levantó y salió.
Sumire se enfurruñó y se cruzó de brazos "Desde luego, para que te fíes de los chicos, cuando no quieres te acosan y cuando quieres, huyen. Tendrá razón Akane y este chico es tonto".
Después de un rato, Akira se asomó por la puerta. Ya se había recogido su pelo en una coleta baja.
- ¿Te has tranquilizado ya?
- Supongo que te pareceré patética.
- No - volvió a sentarse, llevaba un paquete de tabaco y un mechero que dejó en la mesa - No me interpretes mal, me ha gustado que me lo pidieras, a cualquier chico le gustaría, pero…
- Ya, ya, que se lo pida a otro.
- Dicho así suena fatal.
- Entonces me quedo con las ganas.
Akira sacó un cigarrillo. Sumire le observaba mientras lo encendía. Toda su atención se centraba ahora en aquel cigarrillo, como Akira aspiraba y luego, suavemente dejaba salir el humo en aquellas hondas que parecía querer rodearle.
- Perdona… a lo mejor te molesta, no me he dado cuenta ¿Lo apago?
- No. Me encanta verte fumar.
- Pues debes ser la única.
- ¿Por qué fumas?
- No sé, ahora porque me he puesto nervioso.
- ¿Tú te pones nervioso?
- A veces soy humano. A cualquiera le pone nervioso que una chica guapa te pida un beso, sobretodo si estás con ella en tu casa, a solas.
- ¿Yo te he puesto nervioso?
- Pues claro, y necesito mucha fuerza de voluntad para negarme, no creas. No es por ti, Sumire, no es porque tengas nada malo es solo que… no besaré nunca a ninguna chica más si no… es igual.
- Pero besaste a Yuri el otro día.
- Eso fue distinto, lo hice solo por distraerlas, no pensé que fuera un beso - dio una larga calada - ¿Sabes por qué fumo? Cuando fumo pienso en que lo que me preocupa y es como si se fuese quemando y convirtiendo en humo con el cigarrillo.
- Pero no te tragas el humo.
Sonrió y aspiró de nuevo.
- Pero puedo hacerlo - y unos segundos después dejó salir el humo con un leve soplido - Pero me parece asqueroso meter humo en los pulmones.
- Eres un chico curioso, con teorías curiosas.
- Y besarme debe ser como lamer un cenicero ¿No lo habías pensado?
.................................................................................

Va de explicaciones:
Sobre la clave en el ordenador de Akira: sora = cielo, aoi = azul, kumo = nube, a Akira le gusta mirar el cielo, el celeste y el blanco son sus colores favoritos. La clave es "kumoyuki", el apellido de Akane, que se suele traducir por "aspecto de cielo" Podéis imaginar que el apellido de Akane lo decidí pensando en Akira (quizás en realidad por eso mira el cielo)… me pareció un detalle simpático.
El apellido Shikamoto, significa "junto a los ciervos", bien, los "ciervos shika" son los ciervos propios de Japón, son más pequeños de los europeos, suelen aparearse en otoño y las crías nacen en primavera. A lo que iba, tanto Akira como su padre, Akito, tienen la palabra "aki" en su nombre, esta significa "otoño". La hermana de Akira se llama Chiharu, que significa "mil primaveras" ¿Os dais cuenta del detalle?
Akane significa "niña enojada" (le va bien por lo que discute con Akira) además es el nombre de una flor oriental que da un tinte rojo anaranjado (de ahí el color de pelo que le puse). Akira significa "inteligente, brillante", recordad que él tiene más de 150 de IQ (es un chico listo).
Me pareció curioso explicar estos detalles, los pensé mucho, no creáis y me apetece contarlo. Y tengo más.

jueves, 20 de mayo de 2010

24. La mitad de un corazón confuso

El viernes amaneció lloviendo. Akane detestaba los días de lluvia y más si eran viernes, los viernes nunca traían nada bueno, todo lo desagradable que le había pasado había comenzando un viernes, una enfermedad, una riña, una mala noticia… siempre pasaban cosas raras los viernes, le traían mala suerte y más si llovía, ese ambiente triste y melancólico que se formaba era odioso. Para empezar bien un viernes lluvioso, Hizashi le había dicho:
"- Hoy llevarás tú los deberes al Kaguya.
- ¿Yo? ¿Por qué yo?
- Tú eres la subdelegada ¿no?
- Pero yo se los llevo a Shibi y tú a Kamui, en eso quedamos. A ti te coge más cerca su casa.
- Ayer me pidió que se los llevaras tú, dice que quiere hablar contigo. Mira, no sé que historia os traéis entre manos pero resolverla pronto y no me metáis a mi, yo no quiero saber nada.
- Está bien, se los llevaré"
Y es que Hizashi Giréis era una persona a la que era imposible no hacer caso, te miraba con esos ojos y ese gesto tan serio y formal que cuando te decía "tírate por un puente" tu contestabas "¿por qué lado?" Por eso era ideal para ser el delegado, porque nadie cuestionaba sus "proposiciones".
"Desde luego que ya podía Kamui haberme dicho ayer lo que quería" pensó Akane "Ayer vino al ensayo… está tonto este chico" Shibi y él estaban cumpliendo la sanción impuesta por la directora por amenazas a otro alumno, tres días de expulsión, pero habían venido al ensayo, eso era extraescolar "ya ves, ganas de tocar las narices que tiene el Kaguya, menuda tontería, ya podría valer con decirle los deberes y lo que tuviera que estudiar por teléfono, pero no… ganas de tocar las narices con tanta formalidad que tiene el Giréis también"
Al salir de clase decidió ir directamente a casa de Kamui, sería más sencillo que ir hasta su casa. Le había pedido a Momota que le indicase como ir, ésta le había dibujado, con toda su buena intención, un plano que Akane comprendía a duras penas "No, si me perderé, fijo" pensaba. También le había dicho que podía coger un autobús que le dejaría muy cerca de su casa. Pensando que debería hacer, si vivir la aventura de perderse o coger el autobús, llegó a la parada, en la que parecía esperar el autobús un chico de 3-1 llamado Taro. Taro no era un estudiante cualquiera, no, era otro Kaguya, concretamente era primo de Kamui y tenía muchos rasgos común de la familia como el pelo y los ojos negros y profundos. Como que era el primo de Kamui seguro que le ayudaría y le indicaría si allí se cogía ese condenado autobús.
- Perdona Taro.
- ¡Señorita Akane hola! - contestó alegremente.
Bien sabía Akane que debía evitar relacionarse con los alumnos de 3-1 pero es que Taro era Taro, él no era como los demás, por lo menos no lo parecía. Taro era un chico alegre que parecía pasar por la vida a su aire. El daba la impresión de ser amigo de todo el mundo e intentaba caer bien. No parecía que iba a dar problemas y Akane no sabía porqué exactamente estaba en la clase de 3-1, sería porque era amigo de Deisuke, un niño de papá malcriado que el año pasado molestó bastante con sus impertinencias porque por otra cosa no parecía.
- Perdona Taro, pero es que tengo un problema.
- Taro te ayuda, dime.
- ¿Para aquí el autobús para ir a casa de Kamui?
- ¿Akane quiere ir a casa de mi primo?
- Tengo que llevarle los trabajos de hoy.
- ¡Ah, Taro recuerda! Kamui está sancionado ¿se los vas a llevar tú?
- Si, me ha tocado.
- Pues si, aquí para el autobús. Taro también lo va a coger ¿vamos juntos, verdad?
- Pues te lo agradezco porque no tengo ni idea de cómo ir.
Taro era todo un personaje, siempre se le veía alegre y tenía esa manía de hablar de él mismo en tercera persona. Parecía algo simplón e inocente, incapaz de matar una mosca, claro que vete tú a saber, a lo mejor era el peor de todos.
- ¿Cómo es que no le lleva los deberes la señorita Momoka?
- Eso me pregunto yo, tenía que habérselos dado a ella ¿Cómo no se me ocurrió?
- Akane-chan ¿No fue por defenderte a ti que han expulsado a mi primo?
- Si, supongo que es parte de mi responsabilidad… puff.
- Taro no entiende.
- No, ni yo, no sé ni lo que digo, odio esta lluvia, me pone de mal humor.
- ¿Por qué mi primo se puso así?
- ¿Así, como?
- Tan violento solo por lo que Zenko te dijo.
- ¡Y yo que sé! Se cree caballero andante o algo así.
- ¿No será que a mi primo le gusta la señorita Akane?
- No, que va, es que él es así.
- Taro comprende por qué a Kamui le gusta Akane, tiene una buena parte trasera.
- ¿Me estás mirando el culo?
- Taro se disculpa… ¡lo siento!
- Desde luego… no me esperaba algo así de ti. Pues te voy a decir una cosa: tu parte trasera tampoco está mal.
- ¿Akane-chan le ha mirado el trasero a Taro? ¿A Akane le gusta el trasero de Taro?
Akane se echó a reír cuando vio la cara de sorpresa que había puesto el chico,
- Ya viene el autobús.
Subieron y se sentaron en dos asientos que había libres.
- Akane no se parece a la señorita Momoka
- No, Momoka te habría puesto un ojo morado.
- Taro no se refiere solo al carácter, es en todo. Es raro que a Kamui le gusten dos chicas tan distintas.
- Ah, pero eso es porque yo no le gusto.
- Taro no cree eso, Taro sabe muchas cosas.
La expresión del rostro de Taro cambió radicalmente, de gesto algo bobalicón y alegre pasó a tener un rictus sarcástico en los labios y mirada entre perversa y mal intencionada. A Akane le produjo una mala sensación.
- Ayer vi como mi primo le pedía a su madre que hoy preparara un pastel, un pastel de chocolate - también el tono de su voz había cambiado, ya no parecía infantil.
- ¿Y?
- Kamui no es de los que piden cosas así, a no ser que hoy esperase a alguien especial. No creo que sea al Girei y puesto que vas tú, supongo que es a ti a quien espera.
- Quizás espere a otra persona, quizás él no sabe que soy yo quien le lleva los deberes, quizás haya invitado a alguien.
- No, no. Kamui nunca invita a nadie.
- Pues quizás ahora sí, a lo mejor ha cambiado, las personas tenemos esa mala costumbre.
De nuevo el chico volvió a poner su cara de simpleza.
- Taro sabe muchas cosas, pero Taro es un buen chico y no hablará de Kamui.
La casa de los Kaguya era una mansión grandiosa, o al menos para Akane, que solo había visto casas como esa en la televisión.
- ¡Bendita chavola! - exclamó - Ya sabía que nos Kaguya estabais bien servidos pero esto es exagerado.
Un pitido indicó que la puerta se iba a abrir. Lentamente una de las puertas de la veja comenzó a abrirse. Akane siguió a Taro, la entrada en la casa era un bonito jardín.
- Carai… esto es increíble… igualito que mi terraza.
Una señorita vestida de doncella les abrió la puerta principal.
- Buenas tardes señorito Madara - dijo al ver a Taro.
- Buenas tardes ¿está mi primo, verdad?
- Si, ahora le aviso.
- No deja, ya lo hago yo.
- Madara, cielo - dijo una señora acercándose a él y besándole la mejilla - ¡Cómo me alegro de verte!
- Hola tía Makoto, he venido a acompañar a esta señorita, trae los deberes de Kamui.
- Buenas tardes, señora Kaguya - saludó respetuosamente Akane.
La madre de Kamui era una señora muy elegante y guapa, se veía que tenía mucho estilo, nada más verla Akane se quedó deslumbrada por la clase que se veía que tenía, era una señora, señora, a parte, tenía ese gesto dulce y amable tan encantador.
- Encantada ¿Eres compañera de Kamui?
- Si señora.
- Pasad por aquí… deja allí el paraguas, voy a decir que le llamen, está en su cuarto.
- Yo le aviso, tía.
Taro se adelantó. Ahora Akane caía en que le habían llamado Madara, claro, ese era su nombre, pero siempre le llamaban Taro, decía que Madara era el nombre de su padre, estaba tan acostumbrada a llamarle Taro que ahora le resultaba de lo más extraño que le llamaran Madara, no le pegaba.
Siguió a la madre de Kamui hasta un gran salón. Sentado en un sillón se encontraba un hombre vestido con un kimono, leyendo el periódico, por su físico, Akane pensó que sería el padre de su compañero.
- Pasa y siéntate bonita - dijo la madre.
- Con permiso.
- Buenas tardes. El padre levantó la vista y la miró.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó la madre.
- Kumoyuki, Akane Kumoyuki, señora.
- Pues encantada, siéntate, siéntate.
Akane, algo intimidada se sentó en el sofá, un gran sofá franqueado por dos sillones, en uno de los cuales estaba el señor Kaguya.
- ¿Le traes tú los deberes? - preguntó el padre.
- Si, si señor, yo se los traigo, quizás he venido muy pronto ¿les he molestado?
- No, por supuesto que no pero ¿cómo es que no has venido el chico Girei?
- ¿Hizashi? Ah, es que tenía cosas que hacer esta tarde y no iba a poder. Me ha pedido que los trajera yo.
- ¿Tú eres la subdelegada de la clase?
- Pues si, soy yo.
- Debe ser duro ser la subdelegada de un Girei.
- Pues no crea, es tan eficiente que él solo se vale para todo.
- Enseguida baja - dijo Taro regresando - Es que va a ponerse guapete.
- Por supuesto - repuso el padre - Siempre ha que recibir a las visitas correctamente.
- ¿Quieres tomar algo? - le preguntó ahora la madre, intrigada como estaba, pues era la primera vez que una chica que no fuera Momoka, entraba en su casa.
- No, gracias señora, estoy bien.
- Akane es la jefa de redacción del periódico - explicó Taro - Mañana irás al partido ¿no?
- Claro, allí estaré, no me lo puedo perder.
- ¿Escribes artículos? - interrogó el padre.
- Pues alguno, si.
- ¿Y estás especializada en algo?
- Pues yo escribo sobre cualquier cosa, soy el comodín del periódico.
- Tendré que decirle a Kamui que me enseñe alguno de vuestros periódicos.
Mientras Akane pensaba que por qué no se la tragaba la tierra, un hombre que parecía la versión adulta de Kamui entró en el comedor.
- Hola - dijo sin mucho entusiasmo.
Llevaba la chaqueta colgada de un hombro y la soltó sobre el otro sillón.
- Hola primo - saludó Taro.
El padre de Kamui se limitó a mirarle de soslayo, la madre le saludó con un beso.
- Hola Fuma ¿Qué tal todo?
Fuma se fijó en Akane y se sentó a su lado.
- Buenas tardes, Fuma-san.
- Hombre Kumoyuki ¿Cómo tú por aquí?
- He venido a traer los deberes de Kamui.
- ¿Conoces a la compañera de Kamui?
- Es difícil no conocer a Kumoyuki, está metida en todas partes… pertenece al consejo de clubs, como yo.
Los padres de Kamui se miraron disimuladamente, ambos pensaron lo mismo "¿Era esa la chica por la que Kamui había agredido a otro compañero?"
- ¿Te gusta participar en el instituto? - dijo después de un rato el padre.
- Pues es una forma de mantenerme ocupada.
- Bueno, yo me voy a marchar - dijo Tobi
- Pasa por la cocina y que te den un trozo del pastel que hecho.
- Gracias tía… Akane ya no veremos…
Akane estaba realmente incómoda y lo que más le incomodaba era la presencia de Fuma y de este, su mirada, era una mirada vacía, en la que no se podía ver ningún tipo de sentimientos, no era una mirada fría, que eso ya sería algo, no era totalmente vacía.
- ¿A que se dedican tus padres? - preguntó de nuevo el señor Kaguya.
- ¿Mis padres? ¿Cuál de ellos?
- ¿Tu madre trabaja? - añadió la señora Kaguya.
- No, ya tiene bastante con cuidar de mis hermanos.
- Pues entonces ¿a que se dedica tu padres? - repitió Fugaku Kaguya.
- Pues ahora mismo es conductor de autobuses, pero supongo que usted se refiere al marido de mi madre, tiene un pequeño negocio, algo así como un restaurante casero.
- ¿Tu madre se ha casado dos veces?
- Pues si… ojala tuviera una familia normal.
- ¿Te avergüenzas de tu familia? - preguntó Fuma.
- No, solo que me gustaría que fuera más… simple.
- La familia tradicional no es siempre lo mejor, te lo digo yo - repuso Fuma.
- ¿Tu padre también se ha vuelta a casar? - volvió a preguntar el padre de Kamui.
¿Pero por qué demonios le preguntaban tantas cosas sobre sus padres?
- Pues si, también.
- ¿Tienes hermanos?
- Unos cuantos, mi familia es algo complicada.
- Pero seguro que eso lo hace muy divertido - comentó la madre.
- No cuando eres la mayor de una tropa de enanos caprichosos.
La madre de Kamui sonrió, le encantaba la forma tan natural de expresarse de aquella chica.
- Kumoyuki tiene una vida muy estresada - habló Fuma - Necesita un novio que la relaje.
Fuma se había acercado a Akane para clavar su mirada oscura y vacía en sus ojos.
- ¡Aléjate de ella! - se oyó en voz alta a Kamui.
Fuma le miró con pesadez y dando un suspiro se levantó. Kamui se había acercado hasta quedar delante de la chica y frente a él. Fuma le miró y golpeó la frente de su hermano con el dedo corazón.
- Estúpido hermano pequeño - musitó.
Eso era algo que Kamui no soportaba, apretó con fuerza los puños, Fuma se alejó lentamente.
- Por cierto - dijo volviéndose - No tengas miedo, nunca intentaría ligarme a una niña, no te la voy a quitar y deberíais saber, padres, que ella es la razón por la que vuestro hijo amenazó e hirió a otro alumno - Y sin más, se marchó.
- ¡No le hagáis caso! Ella no tuvo nada de culpa.
Ahora ya si que, Akane, quería que cayese un rayo sobre la casa.
- ¿Fuiste tu la chica a la que defendió?
- Hubiera defendido a cualquiera, no está bien amenazar como él lo hizo a una chica.
- Claro Kamui - habló dulcemente la madre - Tú hiciste lo que te indicó su conciencia.
Akane se levantó.
- Esto, Kamui, yo, si quieres te digo…
- Vamos a mi cuarto - Kamui agarró la cartera de Akane - Mamá ¿quieres subirnos un trozo del pastel que has hecho?
- Por supuesto ¿Qué queréis beber?
- ¿Refresco? ¿Zumo? ¿Batido? - interrogó Kamui.
- Yo es que no quería molestar…
- No digas tonterías, no es molestia alguna - dijo amablemente la madre - mira, te voy a dar un zumo de varias frutas que he hecho yo misma, si te gusta lo llamaré el "zumo especial Kaguya"
- Anda, ven por aquí.
- Hasta luego señor Kaguya.
Akane miraba todo con gran admiración.
- Vaya casa que tienes - susurró - Debe costar una barbaridad mantenerla limpia.
- ¿Cómo es tu casa?
- Creo que tu salón es más grande que mi casa.
- Anda, pasa Cenicienta, este es mi cuarto de estudio.
....
Seguía lloviendo. No solamente no llovía menos, si no que encima se había levantado viento. Y allí estaba Sumire, plantada en medio de la calle, con sus muletas y un chubasquero enorme aguantando el chapuzón. Caminaba un poquito y se paraba a descansar otro poquito.
- Vamos Sumire, esto no es nada - se animaba a si misma - Y queda poco.
¿Qué hacía que se encontrase en aquella situación? La maldita fotocopiadora y su enorme bocaza. Su hermana la había llamado pidiéndole que imprimiese un trabajo que había hecho en el ordenador y que necesitaba para mañana a primera hora, vale, eso era fácil, podía hacerlo, solo había que imprimirlo, pero no, la fotocopiadora se había quedado bloqueada y no le daba la gana de imprimir nada. Lo había intentado de todas las formas que sabía, apagando, reiniciando y hasta desinstalando la fotocopiadora… nada, no había forma. Y encima estaba sola en casa, el pánico se adueñó de ella ¿cómo podía pasarle todo lo malo? Además le había dicho a su hermana que lo dejara todo en sus manos, que ella la ayudaría… ¡qué rabia la daba! Tuvo una idea: pasaría el documento al pen-drive, iría a un local de esos que tienen ordenadores y te imprimen lo que sea. Cogió una mochila y se puso el primer chubasquero que encontró, evidentemente era de su padre, bueno, daba igual, bastante difícil era moverse con la muletas como para buscar y se dispuso a la gran hazaña del día.
Caminó otro poquito. Pasó un coche salpicándola. Unos nichos corrían huyendo de la lluvia, uno de ellos tropezó con una de sus muletas haciéndola perder el equilibrio.
- ¡Lo siento! - decía mientras seguía corriendo.
Cayó de rodillas de lleno en un charco.
- ¡Mierda! - gritó tirando las muletas - y se sentó frustrada sobre sus piernas - ¡Mierda!
Los ojos se le llenaron de lágrimas ¿es que todo le tenía que pasar a ella?
- ¿Qué haces en el suelo, criatura?
Se pasó las manos por los ojos, en lugar de secarse las lágrimas de los mojó aún más. Parpadeó, delante de ella había un par de piernas.
- Sumire ¿te encuentras bien?
El dueño de aquellas piernas se acuclilló delante de ella.
- Te estás empapando.
- ¡Akira! - exclamó llorosa al reconocer a su compañero.
- Anda, venga que te ayudo ¿qué te ha pasado?
Akira llevaba un paraguas, pero ayudar a Sumire a levantarse con una sola mano era complicado.
- ¿Qué haces tú por aquí? - le preguntó.
- Mi madre me ha mandado a comprar. Es muy problemática, como este paraguas.
Akira cerró el paraguas y lo dejó en el suelo.
- ¡Pero te vas a mojas!
- Me estorba.
Por fin Sumire se vio otra vez en pié.
- ¿Y tu? ¿Dónde vas con la que está cayendo y esas pintas?
- Necesito imprimir una cosa, es muy importante para mi hermana, ella cuenta conmigo.
- ¡Ah… no me seas pesada! - Akira recogió su paraguas del suelo - Anda, vamos a mi casa.
- Pero yo necesito imprimirlo.
- Vale, vale, en mi casa tenemos impresora.
- Pero no hace falta, yo se donde me lo imprimirán.
- Pues con las muletas vas a tardar un montón. Anda, sube a mi espalda que te llevo… venga, en mi casa podrás secarte un poco.
- No, no, no quiero ir a tu casa, quiero imprimir…
- ¡Pero que complicadas sois las mujeres! Vamos ¿No ves que me estoy empapando?
- Pues abre el paraguas.
- No, no puedo llevarte a ti y al paraguas y las muletas, vamos, sube de una vez o te cojo como a un saco. Trae las muletas ¿No ves que estamos perdiendo el tiempo?
Llena de vergüenza Sumire se subió a su espalda.
- Agárrate fuerte que yo no puedo sujetarte.
- ¿Está muy lejos tu casa?
Akira no contestó. Sumire se encontraba incómoda, la lluvia caía de lleno sobre Akira empapando su ropa y haciendo que fuese pegándose a su cuerpo y su pelo, recogido en una coleta parecía ir rizándose y adquiriendo un aspecto extraño. Akira no hablaba, caminaba todo lo deprisa que el peso y el estorbo de esas muletas que iban chocando con todo le dejaban.
....
La madre de Kamui subió llevando una bandeja con dos trozos de pastel y una jarra lleva de un líquido anaranjado.
- ¡Que buena pinta tiene esto! - dijo Akane cuando se hubo marchado mirando el pastel de chocolate con ojos brillantes.
- Mi madre es muy buena cocinera - decía Kamui mientras servía el zumo
- ¿Tu madre cocina?
- Pues claro ¿Qué creías?
- Vista tu casa, que tendríais un chef particular.
- Pues no, mi madre es la que cocina.
- ¡Ahhhhhh! ¡Que bueno está!
- Sabía que te gustaría.
- Eres malo, esto no se le hace a una golosa como yo. Por cierto ¿Qué querías decirme? Hizashi dijo que querías hablar conmigo ¿No podías habérmelo dicho ayer?
- No - abrió uno de los cajones y sacó un sobre - Sería para mí un honor que aceptaras esta carta.
Akane le miró dubitativa. Kamui se levantó y volvió a ofrecerle la carta, esta vez sin atreverse a mirarla a los ojos.
- Por favor, acéptala.
- ¿Me has escrito una carta?
- Es la mejor forma que se para decirte lo que pienso y que nada me interrumpa.
Mientras pensaba que ya podía habérsela dado el lunes en el instituto, Akane cogió el sobre.
- Gracias. Si quieres puedes leerla ahora pero no hace falta que me respondas de inmediato.
¿Qué hacia? ¿La leía ahora o esperaba a estar en su casa? Vaya dilema… si la leía de inmediato Kamui la observaría y eso la iba a poner nerviosa, pero la curiosidad que sentía era tremenda y a lo mejor en su caso no podía leerla tranquilamente… de todas formas tendría que darle una respuesta. La leería en ese momento.
Al ver que Akane abría el sobre, Kamui se alejó, acercándose a uno de los ventanales de la habitación y miró al exterior, no quería incomodarla.
Akane leyó la carta con mucha atención. No era una carta muy larga, tampoco es que hubiera mucho en que extenderse para decir lo que decía, era la carta típica de un chico poco hablador aunque de sentimientos intensos. La leyó dos veces, tenía que asegurarse de no malinterpretar nada. De vez en cuando Kamui giraba la cabeza y la miraba tratando de averiguar que decían sus gestos.
Cuando terminó de leerla, la dobló de nuevo e introdujo en el sobre.
- Kamui - dijo levantándose, éste te giró - Me siento muy halagada pe…
- Ya - interrumpió el chico mostrando bastante un gesto de decepción - Imagino lo que vas a decir.
- Vamos a hacer una cosa - Akane se acercó a él y le agarró la mano - Primero aclara tus sentimientos hacia Momoka, después, cuando estés seguro, sobretodo de ti mismo, vuelve a dármela, si es que sigues pensando igual.
Levantó la mano de Kamui y puso el sobre en ella.
- Mi carta es sincera.
- Y yo no lo dudo, pero no puedo aceptar la carta escrita con medio corazón y encima lleno de confusión.
- Crees que soy un crío caprichoso ¿verdad?
- ¡No! Creo que los sentimiento son complicados ¿Por qué no empezamos por ser amigos?
- ¿Querrías ser mi amiga?
- ¿Por qué no iba a querer ser tu amiga? ¿No crees que antes de nada deberíamos conocernos?
- Eso es lo que más deseo: conocerte. Pero ¿tú amigos me aceptarían?
- ¡Eh, que nosotros no somos una secta o algo así! Mis amigos son mis amigos y ellos me aprecian o eso creo, a lo mejor tú les caes mal o no, cualquiera puede venir con nosotros ¡que no somos un grupo secreto cerrado a nuevos integrantes! Eso sí, sin secretos, Momoka, Nowaki y los demás deberían saberlo, no creo que fuera normal que salieses con nosotros y se lo ocultaras a ellos.
- Claro, sin secretos, yo tengo derecho a ir con quien quiera. Y tú también ¿no? También alguna vez podrías venir con nosotros.
Akane le sonrió y Kamui sintió como si algo dentro de él lo celebrase.
"Uff, parece que voy capeando el temporal" pensó Akane.
- Antes de hablar con Momoka había pensado hacerlo primero con Nowaki, no sé, pero creo que se lo debo.
- Si, te vendrá bien hablar con tu amigo.
Kamui estaba satisfecho, no había sido tan horrible, esperaba una reacción peor por parte de Akane, quizás que se enfadase u ofendiese, pero no, Akane no era así, ella era tan… distinta.
- Por cierto - habló de pronto la chica - allí hay dos trozos de pastel que se están deprimiendo y yo me muero por ese chocolate ¿Cuándo has pensado hablar con Nowaki?
- Cuando pase el campeonato de futbol, ahora está demasiado excitado, mejor no darle más que pensar.
- Mañana voy a ir a verte jugar, espero que ganéis, tengo que hacer un buen artículo.
- Si meto algún gol te lo dedicaré.
Kamui no se sentía mal, al contrario, quizás ahora podría conocerla mejor y también hacer que ella le conociese, quizás ella era la persona capaz de romper esa concha que le recubría.

domingo, 9 de mayo de 2010

23. El sentimiento oculto en el corazón

Akane y Akira habían estado analizando que obra sería la más adecuada para representar, entre las que proponían sus compañeros había de todo, la más popular era "Romeo y Julieta" pero a ninguno de los dos parecía atraerle demasiado. Sin embargo, cuando estuvieron en el trastero buscando el baúl que la directora les había prestado, lleno de trajes y accesorios, encontraron los libretos de otras obras representadas años atrás en el instituto, entre ellas les llamó la atención "El sueño de una noche de verano", sobretodo después de comprobar que la propia Chikara y el profesor Masashi también la habían representado.
A primera vista la obra resultaba perfecta, era un clásico, nada menos que de William Shakespeare, así que ese requisito lo cumplía; luego tenía la suficiente cantidad de personajes como para que participara toda la clase y era una comedia, para unos novatos que iban a actuar para un público mayoritariamente adolescente, parecía mucho más apropiada que un drama; era fantasiosa, llena de elementos de magia, tenía humor y amor… una buena alternativa a tener en cuenta.
Esos eran los pros, los contras: el lenguaje utilizado, palabras demasiado rebuscadas y diálogos largos difíciles de memorizar para la mayoría. Estaba claro que aún a riesgo de ofender a las personas cultas y arder en el infierno por asesinato lingüístico, habría que adaptarla de alguna forma ¿Sería eso factible? Bien, es lo que deberían plantear al profesor que esperaban para el ensayo. De cualquier forma había que escoger una obra, si era factible más valía no buscar más, cuanto antes se empezase mejor.
- Kyojin - haciendo acopio de todo el valor que pudo Ryuko se sentó al lado del chico.
- ¿Quieres patatas?
- No. Yo quería preguntarte algo.
- Dime, dime.
- ¿Te acuerdas de lo que me dijiste el domingo al despedirnos?
- Creo que si.
- ¿Solo lo crees?
- No, quiero decir que creo que se a lo que te refieres - Kyojin empezó a sentir la sangre acumulándose en sus orejas - ¿Y lo has pensado?
- Yo también me lo pasé muy bien y me gustaría repetir la experiencia.
Ryuko miraba al suelo así que no pudo ver la enorme sonrisa que se dibujaba en el rostro de Kyojin.
- ¡Vaya! - fue lo único capaz de decir.
- ¡Hola chicos! Ya estoy aquí - la voz de Inari entrando en el gimnasio les sacó de su ensimismamiento - ¿Estamos todos?
No fueron los únicos en sobresaltarse, Jisei, que se encontraba de espaldas a la puerta, sintió al oír aquella voz un hormigueo corriendo por su estómago, el corazón se le aceleró, cerró los ojos y respiró profundamente antes de girarse hacia donde oía la voz.
Para Jisei solo había una persona en el mundo capaz de producirle esa sensación, y allí estaba, sonriendo, era Inari, el único ser humano del que no podía percibir el aura. Y es que, para Jisei, el profesor Inari era todo un problema.
Jisei nunca mentía cuando decía que no le interesaban los chicos, era verdad, nunca se había sentido atraído por ninguno, lo más que sentía por alguno era la misma calidez que por sus amigas o su familia. Pero Inari era distinto, él no era un adolescente lleno de hormonas bailando por su cuerpo, era un hombre tranquilo y dulce, con una sonrisa amable siempre en los labios, solamente la hiperactividad de Nowaki y Kenshi, el excesivo entusiasmo de Genki o la pereza de Akira conseguían borrar esa sonrisa, claro que hasta enfadado resultaba encantador.
Desde el primer día que le vio, cuando todavía era un profesor en prácticas, sintió esa montaña rusa dentro de ella. No era la única a la que le gustaba, Inari era muy popular entre las alumnas, seguramente porque era de los más jóvenes y también muy atractivo, por lo menos a Jisei se lo parecía, tenía un rostro agradable, unos rasgos delicados, su pelo era castaño y sus ojos marrones oscuros, era alto y muy bien proporcionado, pero su problema era que mientras las demás también sentían cosas por otros chicos, ella no, a ella no le interesaban los chicos.
Pero todo habría quedado en una mera anécdota de adolescente de no ser por los hechos que ocurrieron las últimas vacaciones de invierno.

Había nevado, aquel día había amanecido la ciudad cubierta de nieve. A Jisei le encantaba la nieve así que decidió salir a dar un paseo. Caminó lentamente sin rumbo fijo, observando como la nieve había transformado el paisaje, convirtiéndolo todo en una bonita estampa. Llegó al parque y decidió sentarse en uno de los bancos. No llevaba mucho tiempo cuando una voz familiar la llamó.
- Hola Jisei ¿qué haces por aquí tan sola?
Era Inari, sonriendo amablemente, como siempre.
Después de la sorpresa, Inari se sentó a su lado y estuvieron charlando sobre lo bonita que era la nieve, luego el profesor insistió en invitarla a chocolate caliente y continuaron paseando juntos. Era extraño estar allí, dando un paseo junto con uno de sus profesores, pero él era tan amable que Jisei dejó de verle como al profesor de Biología que solía torturarla con exámenes sorpresa.
Así, hablando casi como amigos, descubrió que Inari no tenía familia, sus padres habían fallecido, prácticamente estaba solo, tenía amigos, eso sí, pero aunque Jisei no podía ver su aura si veía la enorme tristeza que invadía sus ojos al hablar de su familia.
- ¿Vas a pasar esta noche solo, profesor? - le preguntó de repente al recordar que fecha era: 24 de diciembre.
- Pues si, supongo, los padres de Nowaki me han invitado, pero es que todos los años voy a su casa, no sé, quizás alguna Nochebuena la quieren pasar más en familia y luego está Sigure, quiere que vaya a una fiesta pero no tengo muchas ganas.
- Por favor Inari, sería un honor para mí y mi familia que vinieras a cenar a mi casa - dijo sin pensar, de pronto se paró y se inclinó frente a él, así, de sopetón.
- Pero Jisei ¿Cómo voy a ir a tu casa?
- Por favor, por favor, Kumoyuki también va a venir, mis padres estarán encantados, mi madre dice que cuanta más gente en Nochebuena mejor, por favor…
- ¿No deberías hablar antes con tu madre?
Jisei sacó su móvil rápidamente y llamó a su casa. Atropelladamente le pidió a su madre que invitase a su profesor a cenar, sabía que no se iba a negar, luego, en casa, ya se lo explicaría todo con detalle; pasó el teléfono a Inari, efectivamente, su madre estaba encantada e insistió en la invitación, cuando su hija invitaba a alguien por algo sería. Inari también insistió mucho en no querer ser una molestia pero la madre de Jisei era muy persistente, al final accedió.
- Bien - dijo Jisei antes de marcharse - a las 7. Ten te apunto la dirección, no tienes que venir elegante, ni nada, es una cena entre amigos, sin etiquetas, no será un banquete, solo una cena normal, no va a ver exquisiteces, así que no te desilusiones.
A las 7 en punto estaba allí, informal, como le había dicho, pero guapísimo y con un presente. La cena fue muy agradable. Jisei estaba muy nerviosa porque pensó que le había puesto en un compromiso, casi obligándole a ir a una cena en casa de una alumna, con gente que no conocía, pero durante la cena se relajó, Inari se ganó la simpatía de los padres de Jisei, pero sobretodo congenió con su hermano, claro, prácticamente eran de la misma edad, se entendieron perfectamente.
Después de la cena, jugaron a unos juegos de mesa, contaron chistes y anécdotas y hasta cantaron. Los padres de Jisei insistieron en que se quedara a dormir para al día siguiente ir todos juntos a esquiar. Eran muy insistentes y al final Inari tuvo que ceder, le dieron un pijama de Kisuke, el hermano de Jisei, y le prepararon una cama en su habitación. Akane, como era lógico, durmió en la de Jisei, bueno, durmieron poco y hablaron mucho. Akane, que por diversas razones familiares, pasaba sola esos días, era siempre muy bien recibida en casa de su amiga y tenía una teoría: si Jisei no podía ver el aura de Inari era porque se sentía enamorada de él y esos sentimientos anulaban la percepción de Jisei, la bloqueaban, según ella era lo más lógico porque claro, no sería justo que Jisei contase con esa ventaja, no, tenia que tener las mismas dificultades que el resto de los humanos.
Al día siguiente se te despertaron muy temprano, Akane se empeñó en que Jisei tenía que preparar el desayuno para Inari, pero al llegar a la cocina se encontraron que el propio Inari ayudaba a su madre con los desayunos, con lo cual al final fue Jisei la que tomó el desayuno preparado por Inari.
Fue un día estupendo, fueron a esquiar, se cayeron, se rieron, hicieron una guerra de bolas de nieve y, para regocijo de Akane, hasta hubo la "clásica caída chica encima de chico durante la que, por unos segundos, sus miradas se encuentran" y es que aquel día Inari no era su profesor, era un amigo más.
Desde entonces Inari visita con frecuencia su casa, sus padres parecen apreciarle y es que comparte muchas aficiones con su hermano.
Para evitar problemas a Inari y malentendidos esta amistad Jisei la mantiene en secreto, solo Akane la conoce y solo Akane está al tanto de los sentimientos tan especiales que Jisei tiene acerca de su profesor.
La madre de Jisei conoce los sentimientos de su hija, el día en el que cumplió 18 años e Inari, amable como siempre, le llevó un obsequio, le dijo:
- Ten cuidado, mucho cuidado, siempre ten presente dos cosas: primero, tiene 8 años más que tú, que no es mucho, pero tú eres aún una niña y él un adulto, podéis haceros mucho daño, aún cuando se enamorara de ti, tú siempre sufrirás más, porque aún eres muy inmadura, siempre perderás más. Segundo, aléjate de él todo lo que puedas hasta que te gradúes, recuerda que eres su alumna, sin quererlo puedes arruinar su vida.
Aquella noche, presa de una gran confusión, Jisei lloró, necesitaba llorar para desahogarse, porque no era capaz de entender lo que le pasaba, lo que si sabía era que fuese lo que fuese lo iba a guardar dentro de ella mientras ponía en claro su cabeza y sus sentimientos. Esperaría, esperaría porque el tiempo se encarga de poner cada cosa en su lugar, ella creía realmente en el destino , si Inari era el suyo, él la esperaría a ella, si no era así… pues entonces todo pasaría formando solamente parte del recuerdo. Lo que si tenía muy claro es que por nada del mundo perjudicaría a Inari, así, en el instituto él solo sería su profesor, bueno, un profesor guapo del que hablar con otras chicas, pero solo su profesor y fuera de allí una amigo de su hermano… el problema era como evitar esa maldita montaña rusa.

- ¿Te pasa algo, Jisei? - Inari se había acercado a ella.
- No, nada.
- Te veo como abstraída, el mundo está aquí ¿lo sabías?
- ¡Ah! Pues es que me he distraído. Lo siento.
- Bueno, sigamos con lo que estábamos ¿Por dónde íbamos?
- ¡Por el baile del pollo! - gritó Genki.
- Es verdad, pues venga, a lo que vamos.
Después de la sesión para perder la vergüenza, Akane pidió permiso para poder hablar, antes de que al sensei se le ocurriera cualquier experimento extraño como improvisaciones y cosas así.
- Queríamos deciros un par de cosas. La primera es que ¿recordáis el préstamo de la directora? Pues Sumire ha tenido una idea y creo que podríamos discutirla.
- La verdad - dijo la aludida - Es que la idea me la dieron Momota y Yuri.
- Como os habréis dando cuenta - continuó Akane - Sumire ha estado haciendo fotos de nosotros, en los ensayos.
- ¡Y menudas fotos! - recalcó Momoka.
- Sumire, ¿las has traído? - preguntó Akira, Sumire asintió con la cabeza - ¿Puedes pasarlas para que las vean?
- ¿Queréis vender las fotos de Sumire? ¿Fotos con nuestras caras? - interrogó Genki.
- Al principio lo pensamos - contestó Akane - Pero Akira y yo nos hemos planteado otra cosa, habla tú hombre, que solo hablo yo.
El chico frunció el ceño, no le hacía ninguna tener que dar explicaciones.
- ¡Parecéis un matrimonio de viejos! - dijo burlón Nowaki.
- Dios que pesada eres… Hemos hablado de hacer una exposición durante la semana cultural para promocionar un futuro club de fotografía y… mira, sigue tú que te explicas muy bien.
- ¡Tú si que eres pesado!
- ¿Veis? Un matrimonio de viejos…
- Habíamos pensado que, a parte de las fotos que quisiese la artista hacer, se podrían poner unas a modo de golosina, me explico, la idea es hacer dos exposiciones, una, la que ya hemos dicho y otra con fotos más "sugerentes", por las que cobraríamos una entrada.
- ¿Cuándo dices "sugerente" a que te refieres exactamente? - preguntó Karura.
- Principalmente a los chicos, sobretodo algunos chicos.
- No ten entiendo Akane ¿Qué tenemos que hacer los chicos? - interrogó Nowaki,
- Nada, dejar que Sumire os fotografíe… bien guapos.
- ¿Desnudos? - casi gritó Genki.
- ¡No! Solo que se os vea atractivos.
- ¿Quieres utilizarnos como objetos? - intervino Hizashi.
- Espera que no piense… si.
- Akira ¿cómo permites esto? - chilló Nowaki.
- Las chicas mandan, solo seguimos las ley de la demanda.
- ¿Qué demanda?
- ¡Eh, so listo! - gruñó Momota - ¿Durante cuanto tiempo hemos sido objeto las mujeres? ¡No me vengáis ahora haciéndoos las víctimas!
- Eso, eso - añadió Yuri - Nosotras también queremos recrearnos la vista.
- ¿Y fotos de las chicas no habrá? - preguntó ahora Kenshi.
- Claro - añadió Karasu - También debería haber fotos vuestras ¿no queréis igualdad? Pues la igualdad es eso.
- Yo no he dicho que no haya fotos de las chicas - contestó Akane - solo que principalmente, digamos el plato fuerte, el cebo, seréis…
- Yo puede hacer fotos de quien sea - interrumpió Sumire.
- Un momento - intervino Inari - Vale, vamos a tranquilizarnos un poco. Sumire ¿Qué entiendes tú por fotos artísticas?
- Yo no voy a fotografiar desnudos, lo prometo, ni tampoco fotos guarras.
- Solo serían fotos - habló Akane - en las que se vieran lo atractivos que pueden ser algunos… En fin, todos sabemos que se ha puesto de moda perseguir a algunos chicos para hacerles fotos con el móvil, fotos que luego son horrendas, por cierto, nosotros pues, por ejemplo Kohaku, que es bastante popular, pues Sumire le retrata para que las locas le vieran bien y se lo dijeran a otras locas que fuesen capaz de pagar por verla…
- Pero no hay que desnudarse ¿no? - insistió Genki.
- No, no hay que desnudarse, prometo que Sumire no fotografiará nada que no queráis enseñar.
- Perdonad que interrumpa - dijo Kohaku - Creo que el tema de la exposición está bien, puede tener gancho pero el de las chicas me preocupa. N me gustaría ver a los babosos viendo ciertas fotos de mi hermana.
- Eso lo discutiremos en privado - habló Karura.
- De cualquier manera - habló Inari - Deberíais comentárselo a la directora.
- ¿Te parece normal que nos exhiban, profesor? - replicó Kenshi.
- Ayudareis a Sumire a promocionar el club de fotografía y podréis devolver un poco del préstamo, no veo nada malo siempre y cuando se respeten unas normas éticas.
- Bueno, de momento solo es una idea - aclaró Akira - Nosotros lo planteamos y solo os pedimos que lo penséis. Además Suo tiene otra sugerencia, Suo, cuéntalo tú.
Suo se acercó a ellos llevando una gran carpeta de dibujo.
- Veréis, cuando vi las fotos de Sumire se me ocurrió. Le pedí esta foto - mostró la foto de Akane y Akira en plena representación de su escena amorosa improvisada para que me dejara dibujarla, el resultado es… este.
Suo sacó un papel grande, tamaño A3 con un dibujo al carboncillo. En él había dibujada una escena parecida a la de la fotografía, salvo por varias diferencias, entre ellas, los dos protagonistas, con los ojos cerrados tenían los labios a escasos milímetros uno del otro.
- ¡Que bonita te ha quedado! - exclamó entusiasmada Sumire.
- Como veis me he copiado en casi todo de la foto, les he puesto un fondo, he imaginado como sería Akira con el pelo suelto, he cambiado los trajes por otros de aire más romántico, también he "peinado" a Akane de otra forma, le he quitado las gafas, les he cerrado los ojos con lo cual la imagen ha perdido algo de intensidad pero creo que al relajar la expresión, sobretodo de Akane y los músculos del cuello de Akira, que estaban muy tensados, bueno, creo que he podido representar algo de ternura.
- Ternura no Suo - habló Jisei - es magia.
- ¿Cómo has hecho algo tan increíble? - exclamó Yuri.
- La foto era buena.
- Tío, es fantástica - hablaba Karasu - ¿Y puedes hacer esto con cualquier foto?
- Bueno yo, traté de volver a dibujarla, esta vez cambiando a los protagonistas… Sumire espero que no te enfades.
Sacó un folio con la misma escena pero cambiando a los protagonistas con Sumire y él mismo.
- Es lo único que se me ocurrió.
- ¡Ya estamos! - gruñó Karasu - ¡Mira que gracioso! ¡Menudo morro te gastas, listo!
- O sea - añadió Kamui - Que puedes hacerlo con cualquiera.
Suo sonrió.
- Entonces - habló Hizashi - Si no entiendo mal lo que queréis decir es que Suo podría pasar las fotos de Sumire a dibujo cambiando las caras y variando algo la escena no?
- Si, básicamente - contestó Akane.
- No me gustaría que me pusieran en un dibujo con una desconocida - comentó Kamui.
- No, no sería eso… es una actividad que ha propuesto Suo también para la semana cultural, se ofrece a hacer dibujos de fotografías y creemos que podría funcionar.
- ¡Ah, que susto! - respiró aliviado Nowaki.
- Como sea, a él se le ha ocurrido algo… deberíais vosotros también pensar que habilidades tenéis y si se pueden aprovechar.
Inari decidió dejarles unos minutos para que comentaran entre ellos todas esas propuestas.

De vuelta a casa, Kyojin y Akira se separaron del grupo, Kyojin tenía que hablar con Akira, le debía una explicación y no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Se sentaron en un banco del parque, Akira dirigió su mirada al cielo.
- ¿No me lo vas a preguntar, Kyojin? - dijo con cierta dejadez.
- Debería estar muy molesto contigo.
- No seas exagerado.
- Somos amigos Akira, amigos de toda la vida, tú sabes todo de mí ¿Por qué no confías en mí?
- Yo si confío en ti.
- Entonces ¿Por qué no sabía que habían salido con una chica desconocida?
- No es una desconocida… era Akane y ya te lo imaginabas ¿A que sí?
- Me lo imaginaba pero no por lo que tú me hayas dicho… Akira ¿desde cuando tienes secretos conmigo?
- Pareces una mujer ¿lo sabías?
- Me resulta raro descubrir que tienes una vida "secreta"
- Peor aún… pareces mi novia… chico, relájate. Hay poco que contar: yo no le interesaba, punto, supongo que era un soso.
- ¿Cómo es que te gustaba Akane y no me dijiste nada?
- Porque… - sacó el paquete de cigarrillos - Porque no fue así como a ti, que viste a Ryuko y sentiste un flechazo, yo… yo no se como fue… fue algo lento, ni yo me daba cuenta… nos hicimos amigos de ellas y… no se… fuimos conociéndolas, haciéndonos sus amigos y poco a poco… cuando me quise dar cuenta estaba llenando todo mi pensamiento, descubrí que me gustaba estar a su lado, como me miraba, hasta me gustaba que discutiera conmigo, es más, me encantaba verla cuando no sabía como contestarme o se picaba porque yo me metía con las mujeres - lentamente se llevó un cigarro a los labios - De veras que no me di cuenta Kyojin, no lo hice por no tener confianza en ti, es que no me dí cuenta. Además estaba Shibi, yo sabía que a él le gustaba y eran tan amigos… todo el mundo daba por hecho que terminarían saliendo juntos, así que ni me planteé el que ella me gustase - encendió el cigarro y aspiró fuertemente.
- Pero te gustaba ¿no? Al final, tuviste que reconocerlo.
- Un día ella vino y me dijo que yo le gustaba - un débil sonrisa amarga se formó en sus labios - Entonces caí como un tonto… me dejé llevar por esa dulce sensación… empecé a esperarla cuando iba al periódico y la acompañaba a casa… ella venía al club de ajedrez y luego regresábamos juntos dando un paseo largo y lento… yo me comportaba como un verdadero tonto… un tonto enamorado. La verdad, pasamos muchos ratos juntos y… descubrimos muchas cosas, al menos yo, para mí todo era nuevo y maravilloso, estaba muy ilusionado. Un día le dije que no podía seguir así, que necesitaba que el mundo lo supiese y le pedí que saliese conmigo… y ella dijo que si… el resto, ya lo conoces.
- Pero no lo entiendo Akira, no lo entiendo ¿Le pediste salir a Akane y luego aceptaste una cita con Karura? Eso no es normal en ti.
- Déjalo Kyojin, no puedo justificarme… no quiero hablar de ese tema. Ahora solo siento el daño que la hice… tanto tiempo preguntándome por qué me odiaba tanto… siempre pensé que al final decidió que Shibi le interesaba más que yo y no era eso…
- ¿Por qué no me lo contaste?
- Porque se lo que te gusta Ryuko y yo no quería que por mi culpa… pensé que seguramente os afectaría, que a lo mejor discutíais… no lo sé, no lo pensé… no podía pensar con claridad, pero ya que ella actuaba como si no hubiese pasado nada pues… pensé que podría comportarme como ella y fingir que nunca pasó… pero no pude… lo intenté pero… Entonces decidí hacerlo a mi manera, decidí que nuestra amistad era muy importante y que la recuperaría… fue mi mayor error, porque empecé de nuevo desde cero, nuestra amistad debía empezar desde cero y empezando desde cero…
- Te volviste a enamorar.
- No… es otra cosa, un sentimiento íntimo y profundo… no es lo mismo, es… otra cosa ¿sabes lo más gracioso? Que no puedo evitar meterme con ella y enfadarla porque al menos así no me ignora, mientras me grita y me lanza cosas he conseguido que no me ignore ¿no es patético?
Akira miró a Kyojin y éste casi se asustó al ver a su amigo mirarle con los ojos enrojecidos y llenos de desesperación.
- Tranquilo Akira, no voy a discutir con Ryuko por vosotros, ya nos conocemos lo suficiente como para que no nos influyan esas cosas. Tú eres mi amigo y ella lo sabe, Akane es su amiga y yo lo sé pero es vuestra vida, eso sí, deberías ser más sincero conmigo porque eres mi amigo, mi mejor amigo y me duele verte sufrir.
- La hice daño Kyojin, la hice daño ¿Por qué fui tan… imbécil? ¿Por qué no me di cuenta de nada? Ella me odia y yo… necesito que me perdone, necesito ganarme otra vez su confianza, se que su amor no lo tendré nunca pero necesito su amistad, si tan solo me quisiera escuchar pero es tan… testaruda.
Kyojin sintió pena por su amigo, no recordaba haberle visto nunca tan abatido ni con aquella expresión tan triste, debía ser que todo lo sucedido le importaba más de lo que decía. De acuerdo, lo tenía decidido, Akira siempre estaba a su lado, apoyándole, gracias a él nunca se había sentido solo y soportaba las burlas y los menosprecios, ahora le tocaba a él estar al lado de su amigo, apoyarle y ayudarle, no sabía como pero él no le ayudaría.

martes, 4 de mayo de 2010

22. Una de tantas discusiones

De todos eran conocidas las discusiones entre Akira y Akane, solían comenzar con cualquier tontería, normalmente era la poca actividad de Akira que solía hacer hervir la sangre de Akane. Daba igual, no eran cosas importantes y todos estaban acostumbrados a verlos así, Akane lanzándole miradas asesinas y cualquier cosa que encontrase a mano y Akira capeando el temporal con su habitual tranquilidad. Pero aquel día todo iba a salirse de la rutina.
Y todo empezó a primera hora de la mañana. Akane había visto a Akira abrazando a Yuri, no es que le importara demasiado, lo que le molestaba era que lo hiciese delante de las puertas del instituto, para que todo el mundo les viera… o eso al menos era lo que ella se decía. Al llegar al aula, Shibi le había insinuado que Akira era mejor persona que ella, ya que ella era rencorosa y vengativa y por lo visto él era muchísimo más noble… lo que le faltaba por oír. Se marchó al servicio a ver si se refrescaba un poco, toda esa tontería la había acalorado bastante.
Akira aprovechaba esos minutos previos a la llegada del profesor para dormitar apoyando la cabeza en sus brazos, recostado sobre la mesa. Akane entró como una exhalación y se colocó delante de Akira, dando un golpe seco apoyó las palmas de las manos en la mesa haciendo que el chico se sobresaltara. Lentamente, como casi todo lo que hacía él, fue levantando la mirada y desperezándose, miró los ojos de Akane brillando de rabia, se incorporó del todo, cruzó sus brazos y esperó a que estallara.
- ¿Sabes lo que he oído en el servicio? - el tono de Akane era bastante agitado, continuaba apoyada en la mesa, mirándole fijamente.
Akira esbozó una leve sonrisa, Akane había recogido su pelo en una coleta, dejando su cuello al descubierto, a Akira le hacía gracia porque podía ver aquella vena que se le hinchaba cuando se enfadaba.
- ¿Lo has oído? - repitió.
- ¿El qué? - preguntó con desgana.
- Dicen que tú y yo nos hemos enrollado ¿Por qué dicen que nos hemos enrollado?
- ¡Y yo que sé! No es la primera vez que dicen algo así, será que todavía están con eso de que nos quedamos encerrados en el ascensor.
- A mi no me hace gracia.
- Ni a mi, pero ya sabes lo que dicen: a palabras necias, oídos sordos.
- Tus novietas me miran mal y dicen cosas desagradables.
- ¿Y que quieres que haga yo? Solo es un rumor, ya pasará y no resoples, pareces un buey.
- ¡Pero que manía te estoy cogiendo!
Akane no parecía dispuesta a marcharse así por las buenas, para ella debía ser una tragedia sin límites eso de que la emparejaran con él. Akira cerró los ojos, sentía la amenaza de otra gran amiga suya: la migraña. Se llevó los dedos índice y pulgar al puente de la nariz y se presionó fuertemente. Al abrir de nuevo los ojos lo primero que vio fue el escote de Akane, vaya, se notaba que llegaba el buen tiempo y las chicas empezaban a desabrocharse botones. Guió su vista de nuevo hasta el cuello de su compañera.
- No te enfades tanto por una tontería así ¿Por qué lo haces todo tan difícil?
- ¿Se puede saber por qué le hablas a mis tetas?
- Son más agradables que tu cara enfada y además se te ha desabrochado un botón.
- Y tu te creerás muy gracioso, pervertido.
- Si me las pones delante tengo que verlas aunque no quiera. Por cierto, lo que te estaba mirando era el cuello.
- ¿Tengo algo en el cuello?
- No, es muy… sensual., no me extraña que Kamui te lo mordiese. Lo que no sé es si me entran ganas de besarlo o de estrangularte.
- ¿Sabes que se te da genial eso de fastidiarme?
- Si, me estoy especializando.
- ¡Vete a la…!
- Cuida tu boquita, señorita.
Akane se fue hacia su asiento bastante molesta.
Así las cosas, el mal humor de Akane fue en aumento al igual que el dolor de cabeza de Akira.
En la hora de educación física, Akira y Akane fueron a la biblioteca y allí comenzaron de nuevo una discusión. El reparto de los principales personajes protagonistas de la obra era todo un escollo que no les permitía avanzar. Akira argumentaba que, para conseguir atraer al mayor número posible de espectadores, había que poner a personas populares en papeles importantes, pero Akane estaba más por la labor de dar protagonismo a quien demostrara más talento, fuera popular o no.
Para la hora de la comida, Akira podía decir, sin lugar a dudas, que sentía que la cabeza le iba a estallar. Decidió quedarse en el aula a comer, no soportaba la luz del sol. En el aula también se quedaron Suo, Kyojin y el grupo ya habitual de chicas: Akane, Ryuko, Jisei y Sumire.
La conversación terminó girando en torno a la obra de teatro que Akira y Akane habían decidido que representarían. Y de nuevo se reanudó la discusión entre ambos. Y es que para los dos aquello era una cuestión de orgullo. Akira no quería que siempre hubiese que hacer lo que las mujeres quisiesen, y aunque era muy molesto discutir, tampoco iba a dejar que Akane se saliese con la suya. Y Akane no podía permitir que aquel gandul, que nunca tenía interés por nada, ahora, precisamente ahora, se pusiese tan gallito.
Akira se levantó de golpe.
- ¿Dónde vas? - preguntó Sumire.
- A la enfermería, a ver si me dan algo para este dolor de cabeza, me está matando.
Cuando Akira volvió al aula se encontró con que no había nadie, mejor, quizás la soledad le ayudase a calmar esa maldita migraña. En cuanto la enfermera le había visto supo lo que le ocurría, no era la primera vez que le pasaba, solo le preguntó cuanto tiempo llevaba con ese dolor y le recriminó no acudir antes. Akira sufría migrañas de vez en cuando, con más frecuencia de las que deseaba, era una herencia de familia, su padre solía decir que era la forma en que la naturaleza equilibraba el mundo, era el pago que tenía que soportar por tener un I.Q. superior a la media.
Pero los dolores de cabeza le ponían de muy mal humor. Akira era un chico normalmente amable, pocas veces discutía con nadie, simplemente discutir era demasiado trabajo. La única persona con la que se le solía ver enfrascado en alguna discusión era Akane y por lo general era a ella a la que se la veía enfadada, casi podía decirse que en realidad le gustaba discutir con ella. A Akira le daba igual que los demás se empeñasen en tener la razón pero con Akane no podía evitarlo, le encantaría oír a esa condenada cabezota, decir aunque solo fuera por una vez, que él tenía razón.
De vuelta al aula, Kyojin no necesitó más que echar un vistazo a Akira, sentado, con el ceño fruncido y la mirada clavada en el suelo, para comprender lo que le pasaba. También era conocido por todos como le cambiaba el carácter cuando sufría alguna migraña. En esos momentos, el Akira amable y tranquilo que todos conocían solía convertirse en una persona bastante borde y malhumorada, a la que era mejor no dirigir la palabra si no querías una mala contestación. Jisei siempre comentaba que parecía transformarse en Mr. Hyde.
Algo le decía a Jisei que allí se iba a producir una tormenta, lo estaba viendo, las auras de ninguno de los dos presagiaban nada bueno.
La profesora de Literatura, Akemi, entró en el aula. Después de los habituales saludos, la profesora empezó con su clase.
- Hoy vamos a tratar un nuevo genero literario: el romanticismo.
- Suena muy…. - comenzó a decir Yuri.
- ¿Romántico? - agregó burlona Karura.
- Si, muy romántico - dijo Akemi - ¿alguien sabe decir que es el romanticismo exactamente?
Nadie contestó, aunque se produjeron ciertos murmullos.
- Estoy hablando de una forma de vida, de unos ideales.
- El Romanticismo - habló de improviso y forma inhabitual en él, Akira - Fue un movimiento que surgió en toda Europa durante la primera mitad del siglo XIX, creo.
- No era a lo que me refería, pero tienes razón ¿Te interesa el romanticismo?
- Lord Byron, Goethe, Becquer, Víctor Hugo, Walter Scott, son algunos de sus representantes. Me gustan sus obras.
- ¿Tú lees? - preguntó Kenshi,
- ¿Algún problema?
- Entonces - continuó la profesora ignorando el último comentario - Sabrás que caracteriza al romanticismo ¿no?
- Los románticos se caracterizan por ser todos unos "emos", unos moñas. Vivían siempre insatisfechos ante la vida y la sociedad, eran tristes, tenían una tristeza que no tenía explicación, sin motivo, deseaban algo distinto sin saber exactamente que es lo que querían.
- ¿Y cómo sabes tanto? - preguntó esta vez Sumire.
- Yo no sé nada, es lo que he leído.
- Pero lo has explicado bastante bien - continuó Akemi - Los románticos no solo eran soñadores y ausentes que suspiraban y carecían de fuerzas para cualquier cosa. No. El corazón del romántico estaba lleno de ideales.
Akemi siguió hablando sobre los románticos, sobre sus ideales de libertad, justicia, lo incomprendidos que se sentían, lo decepcionados por el mundo, que eran intrépidos y amantes de empresas desmesuradas, pesimistas, pálidos, con aire melancólico pero también unos hombres llenos de atractivo y misterio, orgullosos e indómitos.
Todo esto dio comienzo a un entretenido coloquio sobre los románticos hoy en día y sobre el amor.
- Akira - dijo la profesora - Si has leído a Becquer ¿podrías decir cual es el tema principal de su poesía?
- Celos, traición e indiferencia de su amada.
- ¿Qué opináis vosotros del amor?
- El amor es algo maravilloso que te hace sentir viva - contestó Momoka - Aunque a veces te duela.
- Es un dulce dolor - añadió Yuri - Es lo que te da fuerzas para enfrentarte a todo.
- ¡Vaya montón de mierda! - soltó de pronto Akane, todas las miradas se dirigieron a ella - ¿He dicho mi pensamiento en voz alta? Lo siento, no me he dado cuenta.
- A ver Akane - habló Akemi - Eso que has dicho es muy interesante.
- Ha sido sin querer, se me ha escapado, lo que quería decir es que el amor esta sobrevalorado.
- Ponte en pié y ven aquí, a mi lado - Akemi se apoyó en la mesa del profesor, Akane se acercó - A ver, silencio, ella tiene su opinión, tiene derecho a dar su opinión ¿tú no crees en el amor?
- Pues no, no al menos a nuestra edad.
- ¿Crees que el amor tiene que tener edad?
- Lo que creo es que aún somos muy jóvenes e inmaduros. El amor tiene que ser algo profundo que solo puede nacer desde el conocimiento de uno mismo.
- Muy interesante ¿Alguien más está en contra del amor?… ¿no? Lo siento Akane, estás sola en tu postura ¿Por qué crees que no piensan como tú?
- Porque el enamoramiento es un festival de hormonas que se produce dentro de nosotros, un montón de reacciones químicas en nuestro cerebro y no lo digo yo, lo dicen científicos. A nuestra edad nos gusta un chico y creemos estar enamorados pero es solo el efecto de nuestros sobre estimulados sentidos, el amor tiene que ser algo más, algo… no se como explicarme…
- Tu teoría es curiosa y no creas, no te falta razón ¿Pero sabes lo que le falla? El sentimiento, la chispa, la emoción, pasión… estar enamorada.
- Es normal, no estoy enamorada.
- En esos momentos eres como un bicho raro ¿Eres consciente?
- Si, pero es que no creo en el amor.
- ¿Tenéis algo que decirle? Ahora mismo vosotros representáis a los románticos, con vuestros ideales y vuestras ensoñaciones y ella a los realistas, los pragmáticos… intentad convencerla.
- Yo quiero hacer una pregunta - intervino Kamui - ¿Qué te hizo pensar así?
- Es una buena pregunta ¿Por qué piensas así?
- ¿Cómo que por qué? Porque es lo que creo.
- No - dijo Kamui - Has llegado a esa conclusión por algún motivo ¿Alguien te hizo daño?
- ¿Quieres decir si he tenido una mala experiencia?
- Si, la ilusión es algo latente en nosotros, ahora estamos empezando a conocer la amor y esas nuevas sensaciones, sin embargo tú las niegas ¿Qué te ha hecho daño?
- ¿Quieres saber si algún hecho me ha vuelto así?
- No, se que algún hecho te ha vuelto así, lo que quiero saber es qué te hizo tanto daño.
- A lo mejor - interrumpió Akira con tono sarcástico - Lo que pasa es que simplemente no tiene corazón.
- Eso es asunto mío.
- Quizás si nos lo dijeras - habló Momoka - Podríamos comprenderlo y quizás convencerte de lo contrario.
- ¿Crees que el amor siempre hace daño? - preguntó curioso Suo.
- No, lo que creo es que a nuestra edad no sabemos lo que es el amor y nos hacemos daño nosotros mismos, nos ilusionamos y luego pasa lo que pasa ¿Puedo ir ya a mi asiento?
- ¿Tú sabes lo que es la ilusión? - volvió a interrumpir Akira con su voz sarcástica aunque esta vez también algo amarga - ¿Tú sabes lo que es poner tu ilusión en una relación y que te un bofetón de la arrebaten?
- Yo se lo que es confiar en una persona y de pronto descubrir que te ha estado mintiendo - repuso Akane mirando ferozmente a Akira.
- Bueno, muchos hemos tenido desilusiones - agregó Nowaki.
- Ya, pues yo no lo llevé muy bien ¿sabes?. Yo estaba muy ilusionada y me dolió mucho, por eso, no quiero volver a ilusionarme hasta que no tenga madurez como para soportar otra traición.
- ¿Crees que te van a volver a traicionar? - interrogó esta vez Kohaku.
- Ya no me fío de nadie, ahora mismo no puedo creer en palabras bonitas.
- ¿Qué hiciste Shibi? - gritó Nowaki.
Shibi no contestó, se limitó a girarse hacia Nowaki.
- Shibi no fue, no saques conclusiones antes de tiempo.
- Perdona, es que tampoco se te ha visto con muchos chicos.
- No importa quien fue, era un chico, un chico normal, no tenía nada de especial.
- Entonces ¿Estuviste enamorada? - preguntó Momoka.
- Eso es parte de mi vida privada.
- ¿Te da miedo responder? - de nuevo habló Akira con tono burlón.
- ¡Qué sabrás tú! Si, estaba enamorada - el tono de voz de Akane subió considerablemente - Como una verdadera imbécil, en mi vida he sido tan débil y vulnerable, confiaba en él, tenía mucha ilusión, creía en nuestra relación y en la primera ocasión que tuvo ni siquiera dudó en traicionarme, en tirar mis ilusiones por el suelo y pisotearlas.
- Y por casualidad ¿Le has dejado explicarse? - le replicó Akira - A lo mejor tenía una excusa y tú no le dejaste hablar, que es lo que haces siempre, encabezonarte en tus cosas y no querer escuchar, habría que saber cual es su versión.
- ¿Su versión? ¿Su excusa? ¿Quieres saber cual era su excusa? Que era imbécil, un niñato imbécil, un crío al que yo no le interesaba, lo único que le importaban eran sus hormonas. Me gustaba, me gustaba mucho y no me preguntéis que me gustaba porque no lo sé, solo sé que le creí, que confiaba en él. Llevábamos… llevábamos casi un mes viéndonos y compartiendo sueños y esperanzas en secreto… mis sueños y mis esperanzas, casi un mes en el que me dejé engañar y cuando decidimos compartir eso que teníamos con todo el mundo, en ese momento, me dejó por otra chica, mayor, más guapa e interesante ¿Cuál crees que fue su excusa?
- ¿Esa fue la excusa que te dio? - intervino Kamui - ¿Qué le gustaba otra chica?
- No. Si me hubiera dicho "Akane, es mejor que no lo intentemos, lo nuestro no va a funcionar porque me gustan otras chicas" yo se lo hubiera agradecido, me habría dolido pero al final lo habría comprendido. El no, el siguió adelante como si nada; unos días de la que iba a ser nuestra primera cita "formal" una chica le pidió salir y como él es imbécil, no se atrevió a decirle que ya salía con otra, no querría ofenderla claro, o no querría perderse esa oportunidad, el muy listillo quedó con ella el mismo día que conmigo, también podía haber anulado nuestra cita, pero no, lo único que hizo fue retrasarla, ya veis que listo, primero veía a una y luego a la otra… todo un caballero.
- Sigo diciendo - habó Akira - ¿Le diste una oportunidad de defenderse o le condenaste directamente como hacer siempre? Si no anuló vuestra cita seguramente fuera porque quería salir contigo.
- Si claro, después de estar con la otra ¡Que bonito! A eso se le llaman cuernos Akira. Eso es traicionar la confianza.
- Que el chico fue algo imbécil es innegable - dijo Karura - Pero quizás no supo como negarse, hay chicos demasiado considerados, quizás la culpa no fue suya del todo.
- No. Claro que fue suya. Yo a la chica no le recrimino nada, ella no lo sabía, así que no hacía nada malo en pedirle una cita. La culpa fue de él, él tenía que haber elegido pero prefirió ofendernos a las dos.
- Akane - habló Hinata con un hilillo de voz, casi con miedo - Pe… perdona que te pregunte esto pero… ¿Cómo lo supiste?
- Eso fue lo peor. Supe que había quedado con ella unos cuantos días antes y esperé, esperé a que me dijera algo, incluso le dije que si no estaba seguro que no salíamos, que no pasaba nada, que comprendía que se sintiese asustado… esperé aferrándome a una estúpida esperanza, hasta que… Ya veis, eso es el amor a nuestra edad, me avergüenzo de haber sido tan vulnerable. Así que pienso que el amor es un asco y no voy a volver a sentirme vulnerable frente a un imbécil hasta que no me crea lo suficientemente madura ¿Qué queréis? Pienso que a nuestra edad lo único que hacemos es dejarnos llevar por nuestros impulsos, jugamos a ser mayores pero somos unos críos.
- ¿Sabes una cosa? - Akira se levantó bruscamente - No eres la única a la que han traicionado, no creas que eres tan especial. A muchos nos han hecho daño, a mí me han hecho daño, yo también estuve enamorado, yo también fue débil y vulnerable, yo también tenía ilusiones y esperanzas - Akira la miraba directamente a los ojos - ¡No sabes como me entregué a esa relación! ¿Y que obtuve? Desconfianza. Vale, puede que yo cometiera un error, era un crío, pero no se me dio la oportunidad de justificarme, ni siquiera de pedir perdón ¿Sabes lo que pasó? Acudí a buscarla, estaba deseando verla y decirle lo que había descubierto que sentía mi corazón, pero ella no estaba, la busqué como un desesperado ¿Y como la encontré? En nuestro lugar favorito… abrazando a otro chico. No me hables de cuernos que yo los viví, los vi con mis propios ojos ¿Sabes lo que sentí?
- ¿Y tú le pediste explicaciones a ella? Seguramente también la condenaste sin querer ni oírla.
- Ella no quiso hablarme. Si me hubiese dicho algo yo la habría escuchado, hubiese creído cualquier cosa que me dijese porque yo creía en ella, estaba loco por ella.
- Eso es lo que dices ahora ¡habría que haberte visto en ese momento!
La escena podía calificarse de violenta, violenta para el resto de la clase que los miraba sin atreverse a decir ni una palabra. Ambos se miraban a los ojos casi sin parpadear. El aire parecía haberse helado a su alrededor.
- Las mujeres sois todas iguales, caprichosas y orgullosas, pensáis que sois las únicas capaces de ilusionarse y encima sois rencorosas, no sois capaces de perdonar y olvidar. Yo también podría estar ahora en contra del amor pero no lo estoy, daré al amor una nueva oportunidad.
- No, no somos capaces de olvidar ¿Y sabes por qué? Quiero recordar cada sentimiento que tuve, quiero recordar el dolor que sentí, así, si me vuelvo a enamorar lo recordaré y pondré freno, no volverá a pasarme.
Akane se giró y se dirigió a la puerta.
- ¿Adónde vas? - preguntó la profesora.
- Al pasillo, supongo que después de esto estaré castigada.
Y salió. Akemi miró a Akira, en pié, con la vista fija en el suelo. No estaba enfadad con ellos, solo molesta porque siempre terminaban creando un ambiente rancio en la clase.
- Sal tu también y procurad no seguir discutiendo.
Akira se dirigió a la puerta y salió.
- Bueno - habló la profesora - Después de esta experiencia tan intensa ¿Habéis sacado alguna conclusión?
- Que Akira y Akane nunca se pondrán nunca de acuerdo, si uno dice blanco el otro dirá negro - se quejó Karasu.
- Que son dos formas de reaccionar ante una traición ¿no? - comentó Momoka - Se puede aceptar y tratar de seguir viviendo o dejar que te condicione demasiado.
- Las traiciones es lo peor que hay - afirmó Hizashi - Pones tu confianza en alguien y te falla haciéndote daño, a veces son difíciles de perdonar.
- Supongo que muchos de vosotros también de alguna manera, alguna vez, os habéis sentido traicionados o al menos desilusionados ¿no? Bien, tratar de recordar ese sentimiento, nos ayudará a comprender el tema que estamos tratando.
No era la primera vez que Akane tenía un cambio de opinión con Akira delante de toda la clase, era algo bastante habitual, lo que no era tan habitual era ver a Akira tan molesto. Pero la mayoría de la clase no le dio más importancia, salvo para sus amigos más íntimos y Kamui, el resto pareció olvidarlo rápidamente.
Akane miró a Akira con desdén cuando le vio salir del aula y colocarse a su lado.
- ¿Qué haces?
- También estoy castigado ¿Siempre tenemos que montar estos espectáculos?
- Ah, no sé, tu sabrás, eres tú el que se ha picado.
- Eres tú la que ha empezado.
Hablaban en voz baja, se suponía que estaban castigados. Guardaron unos incómodos minutos de silencio.
- ¿Por qué no me dijiste que sabías lo de Karura?
- ¿Yo? ¿Tenía que decírtelo yo?
- Yo no quería hacerte daño.
- No, solo querías pasártelo bien con las dos ¿no?
- Yo no quería… yo… es inútil, no quieres entenderlo.
- Si no hay nada que entender, una chica estupenda te pide una cita ¿Cómo te vas a negar? No, no hables, no quiero oír tus absurdas explicaciones.
- ¿Y crees que para mí fue fácil verte con Shino? ¿Qué le tenías? ¿En el banquillo esperando a que yo fallara para sacarle al partido?
- Eres un mezquino.
- Ya. Pues recuerda que yo aquel día tuve dos traiciones, la tuya y la de un amigo ¿tú sabes lo que yo sentí? ¿Por qué no me lo dijiste?
- ¿Qué querías? Que te dijera "se que has quedado con Karura" Se supone que tenías que haberte negado, listo, que eres un listo.
- Te lo hubiera explicado, las cosas no fueron como parecen.
- Mira que te calles, que no te quiero oír, no quiero tus patéticas excusas, además, el daño ya está hecho y se acabó, el pasado es el pasado.
- Pues podías dejarlo en el pasado, pero no, tú no, tu no lo olvidarás nunca.
- ¡Que no te quiero oír! ¡Que me dejes! Además ¿De qué te quejas? Yo no te importo, te da igual lo que yo piense, nunca te he importado.
Akira quiso contestarla pero era consciente de que hablar con ella y tratar de razonar era inútil. Se separó, fue a situarse al otro lado de la puerta.
No volvieron a dirigirse la palabra, un gran silencio les aprisionó. Akira sentía como decenas de palabras se agolpaban en su garganta atragantándole. Necesitaba fumar. Daba igual que pasara algún profesor, sacó un paquete de cigarrillos de uno de sus bolsillos. Akane le miraba con desprecio, mira que le asqueaba aquel maldito vicio ¿Cómo podía ponerse a fumar tan tranquilo? Pero lo que peor llevaba Akane era haber confesado en público que una vez los sentimientos le hicieron vulnerable, maldita sea ¡qué bocazas había sido! Akira se había dado cuenta de todo, era como reconocer que había sido débil frente a él… no quería ni recordar lo que había dicho, había hablado sin pensar, llevaba por la rabia y ahora él seguro que sentía su ego hinchado ¡Qué rabia le daba! Desde que sucedieron aquellos acontecimientos, nunca, nunca había hablado con él de ese tema, no quería oír nada de sus labios, no quería darle explicaciones de nada, solo quería actuar como si nunca hubiese sucedido nada, ella decidió que no le daría la satisfacción de verla llorando, ni de reconocer el daño que le había hecho, para ella entre los dos no había pasado nada.
Akira sentía una extraña sensación ambigua dentro de él. Por un lado estaba realmente molesto ¿Por qué demonios era tan rencorosa? ¿Por qué se negaba a hablar del tema? ¿Por qué no podía reconocer lo que una vez tuvieron? Akane era realmente desesperante, no la comprendía, ni quería hacerlo, era irracional, se suponía que las cosas se solucionan hablando y que a las mujeres les gustaba hablarlo todo ¿Por qué era tan imposible hablar con ella? Por otro lado, sentía una gran amargura, podía comprenderla, podía comprender el dolor que debió sentir y sabía que lo había causado él, se sentía mal consigo mismo. Quería consolarla, había algo en sus ojos que le dañaba, ya no estaban ni alegres, ni enfadados, ni furiosos, no soportaba verla así, hubiese pasado entre ellos lo que hubiese pasado, ante todo era su amiga, quería acercarse a consolarla, era un impulso que salía de algún punto de su cuerpo, deseaba rodearla con sus brazos y estrecharla contra él, decirle que siempre estaba allí para lo que necesitase… para ella. ¡Dios que complicado era todo!