jueves, 20 de mayo de 2010

24. La mitad de un corazón confuso

El viernes amaneció lloviendo. Akane detestaba los días de lluvia y más si eran viernes, los viernes nunca traían nada bueno, todo lo desagradable que le había pasado había comenzando un viernes, una enfermedad, una riña, una mala noticia… siempre pasaban cosas raras los viernes, le traían mala suerte y más si llovía, ese ambiente triste y melancólico que se formaba era odioso. Para empezar bien un viernes lluvioso, Hizashi le había dicho:
"- Hoy llevarás tú los deberes al Kaguya.
- ¿Yo? ¿Por qué yo?
- Tú eres la subdelegada ¿no?
- Pero yo se los llevo a Shibi y tú a Kamui, en eso quedamos. A ti te coge más cerca su casa.
- Ayer me pidió que se los llevaras tú, dice que quiere hablar contigo. Mira, no sé que historia os traéis entre manos pero resolverla pronto y no me metáis a mi, yo no quiero saber nada.
- Está bien, se los llevaré"
Y es que Hizashi Giréis era una persona a la que era imposible no hacer caso, te miraba con esos ojos y ese gesto tan serio y formal que cuando te decía "tírate por un puente" tu contestabas "¿por qué lado?" Por eso era ideal para ser el delegado, porque nadie cuestionaba sus "proposiciones".
"Desde luego que ya podía Kamui haberme dicho ayer lo que quería" pensó Akane "Ayer vino al ensayo… está tonto este chico" Shibi y él estaban cumpliendo la sanción impuesta por la directora por amenazas a otro alumno, tres días de expulsión, pero habían venido al ensayo, eso era extraescolar "ya ves, ganas de tocar las narices que tiene el Kaguya, menuda tontería, ya podría valer con decirle los deberes y lo que tuviera que estudiar por teléfono, pero no… ganas de tocar las narices con tanta formalidad que tiene el Giréis también"
Al salir de clase decidió ir directamente a casa de Kamui, sería más sencillo que ir hasta su casa. Le había pedido a Momota que le indicase como ir, ésta le había dibujado, con toda su buena intención, un plano que Akane comprendía a duras penas "No, si me perderé, fijo" pensaba. También le había dicho que podía coger un autobús que le dejaría muy cerca de su casa. Pensando que debería hacer, si vivir la aventura de perderse o coger el autobús, llegó a la parada, en la que parecía esperar el autobús un chico de 3-1 llamado Taro. Taro no era un estudiante cualquiera, no, era otro Kaguya, concretamente era primo de Kamui y tenía muchos rasgos común de la familia como el pelo y los ojos negros y profundos. Como que era el primo de Kamui seguro que le ayudaría y le indicaría si allí se cogía ese condenado autobús.
- Perdona Taro.
- ¡Señorita Akane hola! - contestó alegremente.
Bien sabía Akane que debía evitar relacionarse con los alumnos de 3-1 pero es que Taro era Taro, él no era como los demás, por lo menos no lo parecía. Taro era un chico alegre que parecía pasar por la vida a su aire. El daba la impresión de ser amigo de todo el mundo e intentaba caer bien. No parecía que iba a dar problemas y Akane no sabía porqué exactamente estaba en la clase de 3-1, sería porque era amigo de Deisuke, un niño de papá malcriado que el año pasado molestó bastante con sus impertinencias porque por otra cosa no parecía.
- Perdona Taro, pero es que tengo un problema.
- Taro te ayuda, dime.
- ¿Para aquí el autobús para ir a casa de Kamui?
- ¿Akane quiere ir a casa de mi primo?
- Tengo que llevarle los trabajos de hoy.
- ¡Ah, Taro recuerda! Kamui está sancionado ¿se los vas a llevar tú?
- Si, me ha tocado.
- Pues si, aquí para el autobús. Taro también lo va a coger ¿vamos juntos, verdad?
- Pues te lo agradezco porque no tengo ni idea de cómo ir.
Taro era todo un personaje, siempre se le veía alegre y tenía esa manía de hablar de él mismo en tercera persona. Parecía algo simplón e inocente, incapaz de matar una mosca, claro que vete tú a saber, a lo mejor era el peor de todos.
- ¿Cómo es que no le lleva los deberes la señorita Momoka?
- Eso me pregunto yo, tenía que habérselos dado a ella ¿Cómo no se me ocurrió?
- Akane-chan ¿No fue por defenderte a ti que han expulsado a mi primo?
- Si, supongo que es parte de mi responsabilidad… puff.
- Taro no entiende.
- No, ni yo, no sé ni lo que digo, odio esta lluvia, me pone de mal humor.
- ¿Por qué mi primo se puso así?
- ¿Así, como?
- Tan violento solo por lo que Zenko te dijo.
- ¡Y yo que sé! Se cree caballero andante o algo así.
- ¿No será que a mi primo le gusta la señorita Akane?
- No, que va, es que él es así.
- Taro comprende por qué a Kamui le gusta Akane, tiene una buena parte trasera.
- ¿Me estás mirando el culo?
- Taro se disculpa… ¡lo siento!
- Desde luego… no me esperaba algo así de ti. Pues te voy a decir una cosa: tu parte trasera tampoco está mal.
- ¿Akane-chan le ha mirado el trasero a Taro? ¿A Akane le gusta el trasero de Taro?
Akane se echó a reír cuando vio la cara de sorpresa que había puesto el chico,
- Ya viene el autobús.
Subieron y se sentaron en dos asientos que había libres.
- Akane no se parece a la señorita Momoka
- No, Momoka te habría puesto un ojo morado.
- Taro no se refiere solo al carácter, es en todo. Es raro que a Kamui le gusten dos chicas tan distintas.
- Ah, pero eso es porque yo no le gusto.
- Taro no cree eso, Taro sabe muchas cosas.
La expresión del rostro de Taro cambió radicalmente, de gesto algo bobalicón y alegre pasó a tener un rictus sarcástico en los labios y mirada entre perversa y mal intencionada. A Akane le produjo una mala sensación.
- Ayer vi como mi primo le pedía a su madre que hoy preparara un pastel, un pastel de chocolate - también el tono de su voz había cambiado, ya no parecía infantil.
- ¿Y?
- Kamui no es de los que piden cosas así, a no ser que hoy esperase a alguien especial. No creo que sea al Girei y puesto que vas tú, supongo que es a ti a quien espera.
- Quizás espere a otra persona, quizás él no sabe que soy yo quien le lleva los deberes, quizás haya invitado a alguien.
- No, no. Kamui nunca invita a nadie.
- Pues quizás ahora sí, a lo mejor ha cambiado, las personas tenemos esa mala costumbre.
De nuevo el chico volvió a poner su cara de simpleza.
- Taro sabe muchas cosas, pero Taro es un buen chico y no hablará de Kamui.
La casa de los Kaguya era una mansión grandiosa, o al menos para Akane, que solo había visto casas como esa en la televisión.
- ¡Bendita chavola! - exclamó - Ya sabía que nos Kaguya estabais bien servidos pero esto es exagerado.
Un pitido indicó que la puerta se iba a abrir. Lentamente una de las puertas de la veja comenzó a abrirse. Akane siguió a Taro, la entrada en la casa era un bonito jardín.
- Carai… esto es increíble… igualito que mi terraza.
Una señorita vestida de doncella les abrió la puerta principal.
- Buenas tardes señorito Madara - dijo al ver a Taro.
- Buenas tardes ¿está mi primo, verdad?
- Si, ahora le aviso.
- No deja, ya lo hago yo.
- Madara, cielo - dijo una señora acercándose a él y besándole la mejilla - ¡Cómo me alegro de verte!
- Hola tía Makoto, he venido a acompañar a esta señorita, trae los deberes de Kamui.
- Buenas tardes, señora Kaguya - saludó respetuosamente Akane.
La madre de Kamui era una señora muy elegante y guapa, se veía que tenía mucho estilo, nada más verla Akane se quedó deslumbrada por la clase que se veía que tenía, era una señora, señora, a parte, tenía ese gesto dulce y amable tan encantador.
- Encantada ¿Eres compañera de Kamui?
- Si señora.
- Pasad por aquí… deja allí el paraguas, voy a decir que le llamen, está en su cuarto.
- Yo le aviso, tía.
Taro se adelantó. Ahora Akane caía en que le habían llamado Madara, claro, ese era su nombre, pero siempre le llamaban Taro, decía que Madara era el nombre de su padre, estaba tan acostumbrada a llamarle Taro que ahora le resultaba de lo más extraño que le llamaran Madara, no le pegaba.
Siguió a la madre de Kamui hasta un gran salón. Sentado en un sillón se encontraba un hombre vestido con un kimono, leyendo el periódico, por su físico, Akane pensó que sería el padre de su compañero.
- Pasa y siéntate bonita - dijo la madre.
- Con permiso.
- Buenas tardes. El padre levantó la vista y la miró.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó la madre.
- Kumoyuki, Akane Kumoyuki, señora.
- Pues encantada, siéntate, siéntate.
Akane, algo intimidada se sentó en el sofá, un gran sofá franqueado por dos sillones, en uno de los cuales estaba el señor Kaguya.
- ¿Le traes tú los deberes? - preguntó el padre.
- Si, si señor, yo se los traigo, quizás he venido muy pronto ¿les he molestado?
- No, por supuesto que no pero ¿cómo es que no has venido el chico Girei?
- ¿Hizashi? Ah, es que tenía cosas que hacer esta tarde y no iba a poder. Me ha pedido que los trajera yo.
- ¿Tú eres la subdelegada de la clase?
- Pues si, soy yo.
- Debe ser duro ser la subdelegada de un Girei.
- Pues no crea, es tan eficiente que él solo se vale para todo.
- Enseguida baja - dijo Taro regresando - Es que va a ponerse guapete.
- Por supuesto - repuso el padre - Siempre ha que recibir a las visitas correctamente.
- ¿Quieres tomar algo? - le preguntó ahora la madre, intrigada como estaba, pues era la primera vez que una chica que no fuera Momoka, entraba en su casa.
- No, gracias señora, estoy bien.
- Akane es la jefa de redacción del periódico - explicó Taro - Mañana irás al partido ¿no?
- Claro, allí estaré, no me lo puedo perder.
- ¿Escribes artículos? - interrogó el padre.
- Pues alguno, si.
- ¿Y estás especializada en algo?
- Pues yo escribo sobre cualquier cosa, soy el comodín del periódico.
- Tendré que decirle a Kamui que me enseñe alguno de vuestros periódicos.
Mientras Akane pensaba que por qué no se la tragaba la tierra, un hombre que parecía la versión adulta de Kamui entró en el comedor.
- Hola - dijo sin mucho entusiasmo.
Llevaba la chaqueta colgada de un hombro y la soltó sobre el otro sillón.
- Hola primo - saludó Taro.
El padre de Kamui se limitó a mirarle de soslayo, la madre le saludó con un beso.
- Hola Fuma ¿Qué tal todo?
Fuma se fijó en Akane y se sentó a su lado.
- Buenas tardes, Fuma-san.
- Hombre Kumoyuki ¿Cómo tú por aquí?
- He venido a traer los deberes de Kamui.
- ¿Conoces a la compañera de Kamui?
- Es difícil no conocer a Kumoyuki, está metida en todas partes… pertenece al consejo de clubs, como yo.
Los padres de Kamui se miraron disimuladamente, ambos pensaron lo mismo "¿Era esa la chica por la que Kamui había agredido a otro compañero?"
- ¿Te gusta participar en el instituto? - dijo después de un rato el padre.
- Pues es una forma de mantenerme ocupada.
- Bueno, yo me voy a marchar - dijo Tobi
- Pasa por la cocina y que te den un trozo del pastel que hecho.
- Gracias tía… Akane ya no veremos…
Akane estaba realmente incómoda y lo que más le incomodaba era la presencia de Fuma y de este, su mirada, era una mirada vacía, en la que no se podía ver ningún tipo de sentimientos, no era una mirada fría, que eso ya sería algo, no era totalmente vacía.
- ¿A que se dedican tus padres? - preguntó de nuevo el señor Kaguya.
- ¿Mis padres? ¿Cuál de ellos?
- ¿Tu madre trabaja? - añadió la señora Kaguya.
- No, ya tiene bastante con cuidar de mis hermanos.
- Pues entonces ¿a que se dedica tu padres? - repitió Fugaku Kaguya.
- Pues ahora mismo es conductor de autobuses, pero supongo que usted se refiere al marido de mi madre, tiene un pequeño negocio, algo así como un restaurante casero.
- ¿Tu madre se ha casado dos veces?
- Pues si… ojala tuviera una familia normal.
- ¿Te avergüenzas de tu familia? - preguntó Fuma.
- No, solo que me gustaría que fuera más… simple.
- La familia tradicional no es siempre lo mejor, te lo digo yo - repuso Fuma.
- ¿Tu padre también se ha vuelta a casar? - volvió a preguntar el padre de Kamui.
¿Pero por qué demonios le preguntaban tantas cosas sobre sus padres?
- Pues si, también.
- ¿Tienes hermanos?
- Unos cuantos, mi familia es algo complicada.
- Pero seguro que eso lo hace muy divertido - comentó la madre.
- No cuando eres la mayor de una tropa de enanos caprichosos.
La madre de Kamui sonrió, le encantaba la forma tan natural de expresarse de aquella chica.
- Kumoyuki tiene una vida muy estresada - habló Fuma - Necesita un novio que la relaje.
Fuma se había acercado a Akane para clavar su mirada oscura y vacía en sus ojos.
- ¡Aléjate de ella! - se oyó en voz alta a Kamui.
Fuma le miró con pesadez y dando un suspiro se levantó. Kamui se había acercado hasta quedar delante de la chica y frente a él. Fuma le miró y golpeó la frente de su hermano con el dedo corazón.
- Estúpido hermano pequeño - musitó.
Eso era algo que Kamui no soportaba, apretó con fuerza los puños, Fuma se alejó lentamente.
- Por cierto - dijo volviéndose - No tengas miedo, nunca intentaría ligarme a una niña, no te la voy a quitar y deberíais saber, padres, que ella es la razón por la que vuestro hijo amenazó e hirió a otro alumno - Y sin más, se marchó.
- ¡No le hagáis caso! Ella no tuvo nada de culpa.
Ahora ya si que, Akane, quería que cayese un rayo sobre la casa.
- ¿Fuiste tu la chica a la que defendió?
- Hubiera defendido a cualquiera, no está bien amenazar como él lo hizo a una chica.
- Claro Kamui - habló dulcemente la madre - Tú hiciste lo que te indicó su conciencia.
Akane se levantó.
- Esto, Kamui, yo, si quieres te digo…
- Vamos a mi cuarto - Kamui agarró la cartera de Akane - Mamá ¿quieres subirnos un trozo del pastel que has hecho?
- Por supuesto ¿Qué queréis beber?
- ¿Refresco? ¿Zumo? ¿Batido? - interrogó Kamui.
- Yo es que no quería molestar…
- No digas tonterías, no es molestia alguna - dijo amablemente la madre - mira, te voy a dar un zumo de varias frutas que he hecho yo misma, si te gusta lo llamaré el "zumo especial Kaguya"
- Anda, ven por aquí.
- Hasta luego señor Kaguya.
Akane miraba todo con gran admiración.
- Vaya casa que tienes - susurró - Debe costar una barbaridad mantenerla limpia.
- ¿Cómo es tu casa?
- Creo que tu salón es más grande que mi casa.
- Anda, pasa Cenicienta, este es mi cuarto de estudio.
....
Seguía lloviendo. No solamente no llovía menos, si no que encima se había levantado viento. Y allí estaba Sumire, plantada en medio de la calle, con sus muletas y un chubasquero enorme aguantando el chapuzón. Caminaba un poquito y se paraba a descansar otro poquito.
- Vamos Sumire, esto no es nada - se animaba a si misma - Y queda poco.
¿Qué hacía que se encontrase en aquella situación? La maldita fotocopiadora y su enorme bocaza. Su hermana la había llamado pidiéndole que imprimiese un trabajo que había hecho en el ordenador y que necesitaba para mañana a primera hora, vale, eso era fácil, podía hacerlo, solo había que imprimirlo, pero no, la fotocopiadora se había quedado bloqueada y no le daba la gana de imprimir nada. Lo había intentado de todas las formas que sabía, apagando, reiniciando y hasta desinstalando la fotocopiadora… nada, no había forma. Y encima estaba sola en casa, el pánico se adueñó de ella ¿cómo podía pasarle todo lo malo? Además le había dicho a su hermana que lo dejara todo en sus manos, que ella la ayudaría… ¡qué rabia la daba! Tuvo una idea: pasaría el documento al pen-drive, iría a un local de esos que tienen ordenadores y te imprimen lo que sea. Cogió una mochila y se puso el primer chubasquero que encontró, evidentemente era de su padre, bueno, daba igual, bastante difícil era moverse con la muletas como para buscar y se dispuso a la gran hazaña del día.
Caminó otro poquito. Pasó un coche salpicándola. Unos nichos corrían huyendo de la lluvia, uno de ellos tropezó con una de sus muletas haciéndola perder el equilibrio.
- ¡Lo siento! - decía mientras seguía corriendo.
Cayó de rodillas de lleno en un charco.
- ¡Mierda! - gritó tirando las muletas - y se sentó frustrada sobre sus piernas - ¡Mierda!
Los ojos se le llenaron de lágrimas ¿es que todo le tenía que pasar a ella?
- ¿Qué haces en el suelo, criatura?
Se pasó las manos por los ojos, en lugar de secarse las lágrimas de los mojó aún más. Parpadeó, delante de ella había un par de piernas.
- Sumire ¿te encuentras bien?
El dueño de aquellas piernas se acuclilló delante de ella.
- Te estás empapando.
- ¡Akira! - exclamó llorosa al reconocer a su compañero.
- Anda, venga que te ayudo ¿qué te ha pasado?
Akira llevaba un paraguas, pero ayudar a Sumire a levantarse con una sola mano era complicado.
- ¿Qué haces tú por aquí? - le preguntó.
- Mi madre me ha mandado a comprar. Es muy problemática, como este paraguas.
Akira cerró el paraguas y lo dejó en el suelo.
- ¡Pero te vas a mojas!
- Me estorba.
Por fin Sumire se vio otra vez en pié.
- ¿Y tu? ¿Dónde vas con la que está cayendo y esas pintas?
- Necesito imprimir una cosa, es muy importante para mi hermana, ella cuenta conmigo.
- ¡Ah… no me seas pesada! - Akira recogió su paraguas del suelo - Anda, vamos a mi casa.
- Pero yo necesito imprimirlo.
- Vale, vale, en mi casa tenemos impresora.
- Pero no hace falta, yo se donde me lo imprimirán.
- Pues con las muletas vas a tardar un montón. Anda, sube a mi espalda que te llevo… venga, en mi casa podrás secarte un poco.
- No, no, no quiero ir a tu casa, quiero imprimir…
- ¡Pero que complicadas sois las mujeres! Vamos ¿No ves que me estoy empapando?
- Pues abre el paraguas.
- No, no puedo llevarte a ti y al paraguas y las muletas, vamos, sube de una vez o te cojo como a un saco. Trae las muletas ¿No ves que estamos perdiendo el tiempo?
Llena de vergüenza Sumire se subió a su espalda.
- Agárrate fuerte que yo no puedo sujetarte.
- ¿Está muy lejos tu casa?
Akira no contestó. Sumire se encontraba incómoda, la lluvia caía de lleno sobre Akira empapando su ropa y haciendo que fuese pegándose a su cuerpo y su pelo, recogido en una coleta parecía ir rizándose y adquiriendo un aspecto extraño. Akira no hablaba, caminaba todo lo deprisa que el peso y el estorbo de esas muletas que iban chocando con todo le dejaban.
....
La madre de Kamui subió llevando una bandeja con dos trozos de pastel y una jarra lleva de un líquido anaranjado.
- ¡Que buena pinta tiene esto! - dijo Akane cuando se hubo marchado mirando el pastel de chocolate con ojos brillantes.
- Mi madre es muy buena cocinera - decía Kamui mientras servía el zumo
- ¿Tu madre cocina?
- Pues claro ¿Qué creías?
- Vista tu casa, que tendríais un chef particular.
- Pues no, mi madre es la que cocina.
- ¡Ahhhhhh! ¡Que bueno está!
- Sabía que te gustaría.
- Eres malo, esto no se le hace a una golosa como yo. Por cierto ¿Qué querías decirme? Hizashi dijo que querías hablar conmigo ¿No podías habérmelo dicho ayer?
- No - abrió uno de los cajones y sacó un sobre - Sería para mí un honor que aceptaras esta carta.
Akane le miró dubitativa. Kamui se levantó y volvió a ofrecerle la carta, esta vez sin atreverse a mirarla a los ojos.
- Por favor, acéptala.
- ¿Me has escrito una carta?
- Es la mejor forma que se para decirte lo que pienso y que nada me interrumpa.
Mientras pensaba que ya podía habérsela dado el lunes en el instituto, Akane cogió el sobre.
- Gracias. Si quieres puedes leerla ahora pero no hace falta que me respondas de inmediato.
¿Qué hacia? ¿La leía ahora o esperaba a estar en su casa? Vaya dilema… si la leía de inmediato Kamui la observaría y eso la iba a poner nerviosa, pero la curiosidad que sentía era tremenda y a lo mejor en su caso no podía leerla tranquilamente… de todas formas tendría que darle una respuesta. La leería en ese momento.
Al ver que Akane abría el sobre, Kamui se alejó, acercándose a uno de los ventanales de la habitación y miró al exterior, no quería incomodarla.
Akane leyó la carta con mucha atención. No era una carta muy larga, tampoco es que hubiera mucho en que extenderse para decir lo que decía, era la carta típica de un chico poco hablador aunque de sentimientos intensos. La leyó dos veces, tenía que asegurarse de no malinterpretar nada. De vez en cuando Kamui giraba la cabeza y la miraba tratando de averiguar que decían sus gestos.
Cuando terminó de leerla, la dobló de nuevo e introdujo en el sobre.
- Kamui - dijo levantándose, éste te giró - Me siento muy halagada pe…
- Ya - interrumpió el chico mostrando bastante un gesto de decepción - Imagino lo que vas a decir.
- Vamos a hacer una cosa - Akane se acercó a él y le agarró la mano - Primero aclara tus sentimientos hacia Momoka, después, cuando estés seguro, sobretodo de ti mismo, vuelve a dármela, si es que sigues pensando igual.
Levantó la mano de Kamui y puso el sobre en ella.
- Mi carta es sincera.
- Y yo no lo dudo, pero no puedo aceptar la carta escrita con medio corazón y encima lleno de confusión.
- Crees que soy un crío caprichoso ¿verdad?
- ¡No! Creo que los sentimiento son complicados ¿Por qué no empezamos por ser amigos?
- ¿Querrías ser mi amiga?
- ¿Por qué no iba a querer ser tu amiga? ¿No crees que antes de nada deberíamos conocernos?
- Eso es lo que más deseo: conocerte. Pero ¿tú amigos me aceptarían?
- ¡Eh, que nosotros no somos una secta o algo así! Mis amigos son mis amigos y ellos me aprecian o eso creo, a lo mejor tú les caes mal o no, cualquiera puede venir con nosotros ¡que no somos un grupo secreto cerrado a nuevos integrantes! Eso sí, sin secretos, Momoka, Nowaki y los demás deberían saberlo, no creo que fuera normal que salieses con nosotros y se lo ocultaras a ellos.
- Claro, sin secretos, yo tengo derecho a ir con quien quiera. Y tú también ¿no? También alguna vez podrías venir con nosotros.
Akane le sonrió y Kamui sintió como si algo dentro de él lo celebrase.
"Uff, parece que voy capeando el temporal" pensó Akane.
- Antes de hablar con Momoka había pensado hacerlo primero con Nowaki, no sé, pero creo que se lo debo.
- Si, te vendrá bien hablar con tu amigo.
Kamui estaba satisfecho, no había sido tan horrible, esperaba una reacción peor por parte de Akane, quizás que se enfadase u ofendiese, pero no, Akane no era así, ella era tan… distinta.
- Por cierto - habló de pronto la chica - allí hay dos trozos de pastel que se están deprimiendo y yo me muero por ese chocolate ¿Cuándo has pensado hablar con Nowaki?
- Cuando pase el campeonato de futbol, ahora está demasiado excitado, mejor no darle más que pensar.
- Mañana voy a ir a verte jugar, espero que ganéis, tengo que hacer un buen artículo.
- Si meto algún gol te lo dedicaré.
Kamui no se sentía mal, al contrario, quizás ahora podría conocerla mejor y también hacer que ella le conociese, quizás ella era la persona capaz de romper esa concha que le recubría.

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