sábado, 23 de agosto de 2014

127. Entre fantasmas y aguas termales

Durante el camino de vuelta a la casa principal de los Shikamoto el grupo se había detenido a descansar un poco. No es que la casa estuviese muy lejos pero aunque Sumire era más bien delgada, llevar su peso a la espalda al cabo de un rato empezaba a notarse.
Los niños aprovecharon para ir a "explorar" un poco los alrededores.
- ¡No os vayáis muy lejos! - gritó Akane.
- Respira, calabacita - comentó Akira - Respira y relájate porque te agobias demasiado.
- ¿Que me relaje? ¡No puedo relajarme con estos demonios!
- Puedo seguir andando perfectamente, Kirin, no hace falta que me lleves más - decía Sumire.
- Pero vas muy lenta y tardaremos más en llegar - respondía Shibi - Ahora te llevaré yo.
- No hace falta - intervino Kimisuke - Yo puedo llevarla sin problemas, además pesa muy poquito, casi ni se nota, solo quería estirar la espalda un poco…
Nadie dijo nada, sobretodo los chicos que se miraron y sin hablar se entendieron, si Kisimuke quería llevar a Sumire cogida ninguno iba a quitarse ese "privilegio".
- Son cosas de chicos - susurró Shiho a Hana que les miraba intrigada - Ya sabes, cosas de machos que nosotras no entendemos.
- Si, ya te digo, debe ser algún código secreto no escrito - habló también en voz baja y las dos soltaron una ligera risita.
Akane se miraba la rodilla herida, la verdad es que era una herida bien fea, bueno, si es que una herida podía ser bonita esa no lo era.
- Creo que te has clavado algo y te ha hecho una raja bastante profunda - decía Akira que también le miraba la rodilla.
- Si, yo también lo creo, pero ya parece que ha dejado de sangrar.
- A lo mejor habría que darte un punto o algo - puntualizó Genki.
- Anda que no eres exagerado.
- Me da la impresión de que te va a dejar una cicatriz.
- ¿Tu crees?
- Pero no te preocupes, no te estropeará las piernas - añadió Shibi.
- ¿Le estáis todos mirando las piernas o es cosa mía? - habló de pronto Chiharu.
- Chica, no lleva falda, ni pantalón y nosotros tenemos una edad muy mala ¿Qué quieres que miremos?- contestó Akira.
- ¿Por qué no te miras los pies? - gruñó Akane.
- Mis pies no son eróticos. Si fueses una novia como debe ser yo estaría yo tan reprimido.
- Estás reprimido porque eres un... sucio. Tú estás despechugado y yo no ando mirándote.
- Es porque quieres reprimir tus impulsos.
- ¿Que impulsos? El único impulso que tengo ahora es el de partirte las piernas.
- Pues yo si le miro - intervino Sumire - Es que está bastante bien.
- ¿Lo ves? Ella es una chica sana para su edad.
- Ella es otra sucia como tu.
- Ala, lo que me ha dicho - rió Sumire.
- La verdad es que no estas mal - agregó Hana - Para la edad que tienes.
- Es porque va al gimnasio - explicó Sumire - Que yo lo se.
- ¿Vas al gimnasio? - pareció entusiasmarse Genki - Yo también-
- No se porqué de ti no me extraña eso - comentó Suo - Lo digo porque te encanta el deporte.
- El que está mejor de lo que imagináis es Kyojin - habló Chiharu - El si que va al gimnasio, lo hace para ver si adelgaza pero lo suyo debe ser cosa de genética porque no, pero se le están poniendo unos brazos y un...
- ¿Te importaría callarte? - se quejó Akira - No es bonito oír a tu hermana hablar de ciertas cosas, no es agradable.
Akira sonrió mientras sacaba una botella de agua y se dispuso a beber. El caso es que al decir que le iba a quedar una cicatriz se acordó de lo que Takato le había contado que Akane tenía una cicatriz en el hombro porque se clavó unas tijeras. Fue entonces cuando le vino una idea que consideró muy lógica y que a lo mejor despejaba un poco esa duda sobre la cuarta personalidad de Akane, la Akane mala. Era muy simple, solo tenía que preguntarle por su cicatriz y como se la había hecho, si recordaba que se la había hecho ella misma estaba claro que esa Akane mala no era ninguna personalidad más, porque se la habría hecho la propia Akane en un acceso de ira, podía ser, no era tan descabellado que un día harta de todo no pudiese mal y explotase... esas cosas pasan.
- Luego tienes que inventarte una buena historia para esa cicatriz - dijo después de beber un buen trago de agua.
- ¿Que cicatriz?
- La que te quedará en la rodilla.
- No es seguro que me quede.
- Pero si te queda podrás presumir de tenerla. Pero te tienes que inventar una buena historia, contar que te la hiciste cayéndote a una charca huyendo de tu novio no queda muy emocionante.
- Tú estás tonto.
- ¿Tienes alguna otra cicatriz? - se interesó Misaki.
- No, no tengo ninguna.
- Yo tengo una, la de mi operación de apéndice ¿Quieres verla?
- ¡Quita! Si claro, como si yo quisiera verte la cicatriz.
- Pues dicen que es muy sexy.
- ¿Quien te mintió? Alguna de tus novietas, seguro.
- ¡Yo también tengo la cicatriz del apéndice! - exclamó Genki - ¡Ay que ver la de cosas que tenemos en común!
- Casi da miedo - sonrió Shibi.
- Pues yo no - pareció quejarse Sumire - Estuve a punto de que me operaran de apendicitis pero al final no lo hicieron y eso que estuve ingresada y todo.
- Pero eso fue porque lo que tenías eran gases - explicó Misaki - Todos pensaron que era el apéndice pero que va, eran gases.
- Jo, ya tuviese que quietar el romanticismo.
- Yo tengo una en el brazo ¿veis? - habló Hana mientras mostraba su brazo - Me mordió un perro pero casi ni se nota.
- Entonces ¿No tienes ninguna cicatriz? - insistió Akira.
- Que no pesado, que no. Que pesado que eres.
- Quiero saber las marcas que tiene mi novia ¿Es eso malo?
- ¿También vas a contarme los dientes o algo así?
- Mira, yo también tengo esta pequeño tatuaje en el hombro ¿Lo ves? - señaló su hombro izquierdo, allí tenía un pequeño tatuaje que era como un óvalo con unos cuernos de ciervos - Es el símbolo de los Shikamoto, me lo hice cuanto cumplí 15 años en un arranque de rebeldía.
- Uy si, mira tú, el chico rebelde sin causa - ironizó Akane.
- ¿No te gusta? Cuando seas una Shikamoto podrías hacerte uno tú también - añadió alegre Chiharu.
- Y también puedo no hacérmelo ¡Y deja ya de liarme! ¡Yo no soy tu novia!
- No seas mentirosa Akane - habló Shibi - Si tienes una cicatriz y además ese tatuaje te va a venir muy bien para disimularla.
- ¿Que yo...? ¡Ah, si, si, es verdad! Tengo una cicatriz, ya se me había olvidado, será porque no me la veo.
Akane se levantó la manga de la camiseta y se miró el hombro.
- ¿Y a que se debe esa cicatriz? - preguntó Minako.
- Pues si te digo la verdad no me acuerdo, creo que di con una pared o me caí. Debió ser algo muy tonto, solo recuerdo que me salía mucha sangre y que me dieron dos puntos.
Shibi y Akira se miraron.
- ¿Y no recuerdas como te lo hiciste? - insistió Akira.
- Pues no, no se, sería de la forma más tonta, a lo mejor alguien me empujó, fíjate si será poco importante que hasta lo había olvidado.
No se volvió a hablar del tema pero para Akira ya había sido bastante revelador. Ahora solo le quedaba preguntarle a Ayesa, a lo mejor ella si recordaba habérselo hecho, aunque le resultaba raro imaginarse a Ayesa con un ataque de ira.
Al llegar a la casa, en la entrada, encontraron al padre de Akira y a su primo hablando con unos hombres que seguramente serían también Shikamoto o esa era la conclusión que sacaba la mayoría al verles.
Akito se quedó mirando a su hijo, descamisado y con una chica que llevaba puesta su camiseta y sin ropa en las extremidades inferiores, arqueó las cejas, se llevó los dedos pulgar e índice al puente de la nariz y presionó.
- ¿Que os ha pasado? - preguntó extrañado Akihito.
- Un pequeño accidente - respondió Akira - Se calló a la charca y se mojó la ropa y yo...
- Anda, anda - habló Akito - Acompaña a Akane a su habitación y vístete antes de que tu madre os vea y arme alguna de las suyas, ya sabes como se pone de exagerada.
- Esa herida tiene mala pinta - advirtió Akihito.
- Bueno, no tanto - contestó Akane.
- Luego pasas por la enfermería, algo habrá para desinfectártela.
- Ah, vale, gracias.
- Por cierto Hana ¿Vienes conmigo a ver a la cierva?
- ¿Ahora? ¿Puedo?
- Pues claro, ven.
- Yo te espero aquí - afirmó Shibi bastante serio.
- No hace falta, ve a cambiarte, yo voy ahora.
- No - contestó rotundo - Yo te espero aquí.
- ¿Que vamos a cenar? - preguntó Shiho - Tendremos que preparar la cena.
- Por eso no os preocupéis - dijo el padre de Akira - Como el jueves fue el cumpleaños de Akira vamos a hacer una barbacoa para celebrarlo y estáis todos invitados.
Al cabo de un rato Akira bajó ya vestido "decentemente" y encontró a Shibi esperando apoyado en un árbol a unos metros de la enfermería.
- ¿Aún no han salido?
- No, aún no.
- ¿Y Akane no ha aparecido?
- Tampoco.
- ¿Y los demás?
- Todos menos Genki han ido a cambiarse de ropa. Genki se ha empeñado en ir a ayudar a unos de tus tíos con las cosas para la barbacoa y los fuegos artificiales, por lo visto va a haber fuegos artificiales; tu familia celebra tu cumpleaños por todo lo alto.
- Son algo exagerados pero no es por mi cumpleaños. Lo que pasa es que todos los años, durante la época de celo, normalmente al terminar, les gusta hacer una fiesta con fuegos artificiales para celebrar que todo ha ido bien. Este año se han adelantado un poco.
- A lo mejor es porque está aquí Akane.
- No, no creo. Hablando de Akane ¿Que te ha parecido lo de la cicatriz?
- Me imaginé que lo habías mencionado para ver como reaccionaba.
- Pues si, pensé que si Akane se lo había hecho ella misma pues...
- No esperarías que fuera a reconocer que se atacó a si misma.
- No pero... o sea es que realmente parecía que no lo recordaba ¿No te diste cuenta?
- De lo que me doy cuenta es de que tú la observas mucho y la conoces muy bien.
- ¿Y si se lo hizo Ayesa?
- No, eso ya te lo digo yo. Ayesa no es de esas personas que se harían daño... nunca.
- Eso me parecía a mí.
- Además Ayesa me lo hubiese comentando, si se acordase, claro. De haberse hecho daño tiene que haber sido Akane.
- Pero ella no parecía mentir. Bueno, voy a ver si saco a Hana de allí.
Akira fue hasta la enfermería y encontró a Akihito y Hana en la antesala donde estaba la cierva. Akihito le quitaba el chaleco a Hana.
- Ya salimos primo - dijo Akihito.
Colgó el chaleco en el perchero y salieron.
- Un momento Akihito, discúlpame Hana solo es un minuto. Ven conmigo, Akihito que tengo que advertirte de algo.
- Bueno, yo me voy a cambiarme - dijo Hana - Gracias por todo Akihito.
- ¿Te ha gustado?
- Me ha encantado. Es preciosa.
- Cuando quieras puedes volver a verla.
Hana les sonrió y se alejó de ellos hacia donde estaba Shibi.
- ¿Qué quieres advertirme?
- Te he visto las intenciones primo y te quiero advertir.
- ¿De qué?
- Es guapa la chica ¿Verdad?
- Es guapa y quiere a los animales.
- ¿Tu que andas? ¿Buscando con quien casarte?
- Ya te dije que las chicas del pueblo quieren largarse de aquí y tengo que buscarme la vida.
- Ya pero es que hay un inconveniente, mira esa chica... ¿Ves ese chico de ahí? El que la está esperando, el alto con gafas y aspecto misterioso.
- ¿Es su novio? No lo parecía.
- Yo solo te advierto que tiene un gancho que no se olvida fácilmente - dijo tocándose la boca del estómago - Yo solo te lo advierto.
- ¿Es violento?
- No que va, si violento, lo que se dice violento no es pero puede ser muy... impredecible.
- Vale, lo tendré en cuenta. Mira, ahí viene tu novia, te dejo con ella.
Akane se acercaba con un paso lento y sugerente... no, no era Akane, Akira ya las reconocía fácilmente, será porque cuando te gusta alguien lo reconoces entre un millón y esa no era Akane, claro que también ayudaba el que no llevara sus gafas.
- Te has puesto muy guapa, prima - sonrió Akihito - Bueno, tortolitos, os dejo, yo también voy a cambiarme.
Ayesa le sonrió y se acercó a besar en la mejilla a Akira.
- Hola, cielo.
- ¿Qué haces tu por aquí?
- ¿Te molesto?
- No, no me molestas. Estoy empezando a acostumbrarme a ti.
- Eso es porque empiezo a gustarte ¿A que si?
- ¿Habría algo de malo en que me gustases?
- Creí que eras fiel a Akane hasta la muerte.
- Pero es que tú eres Akane. Anda, ven, vamos a curarte esa herida.
Entraron en la antesala y Akira señaló a Ayesa una silla para que se sentase. Abrió un armario y sacó unas gasas, alcohol y otras cosas. Se arrodilló frente a ella.
- ¿No me vas a decir que puedes curarte tu solita?
- No. Eso lo diría Akane. A mi me resulta excitante verte así.
- Procura no provocarme demasiado.
- ¿Por alguna razón?
- Recuerda que es época de celo para los ciervos y ya has visto lo violento que nos ponemos ¿Por qué has venido?
- Me apetecía. Yo también tengo derecho a tener vacaciones ¿no?
- Tú siempre estás de vacaciones.
- Akane estaba nerviosa, con todo eso de los niños que se perdieron y luego lo de la cicatriz.
- ¿Qué tiene que ver lo de la cicatriz? - preguntó Akira mientras comenzaba a curarla.
- Me encanta que me cures.
- Te tengo muy mimada. Dime ¿Que tiene que ver lo de la cicatriz?
- Pues no lo se pero se ha puesto muy nerviosa.
- ¿Tu sabes como se... como os hicisteis esa cicatriz?
- Ni idea.
- Pero tú tienes control de Akane y sus recuerdos ¿No dijiste eso?
- Pues de ese recuerdo no me acuerdo.
- ¿Y Akane? ¿Se acuerda Akane?
- No, pero es algo que le produce mucha angustia y mira, siendo sincera te diré que a mi también.
- ¿Puede ser que Akane se clavase ella misma... algo?
- ¿Akane? No, nunca, le da demasiado miedo el dolor, no sería capaz de autolesionarse, si es lo que piensas.
- ¿Y tu?
Ayesa se echó a reír.
- No seas tonto, tesoro. Yo nunca me haría daño a mi misma ni dañaría este cuerpo que es el que tengo que utilizar ¿Es que has pensado que Akane se autolesiona?
- No... no lo se. Oye ¿Akane ha pegado alguna vez a sus hermanos?
- ¡Pero que dices! Nunca les haría daño, piensa que ellos se lo dirían a su madre y el castigo podría ser demasiado desagradable para ella.
- Eso es cierto.
Ahora si que Akira estaba de lo más confuso.
- Oye tesoro, le dijiste a Akane que aquí había unos baños termales.
- Y los hay. Unos baños termales naturales.
- ¿Y por qué no vamos?
- Bueno... la verdad es que podíamos proponerlo.
- Me refiero a ti y a mis... Solos.
- Pero... lo que pasa es que deberíamos haber ido por la tarde, ahora tenemos que cenar y mañana volver a Kizuna. No nos va a dar tiempo.
- Esta noche. Llévame esta noche.
- Pero es que ya estamos a finales de Septiembre y bueno... en un lago natural pequeño y tendríamos que llevar a los niños y...
- No cielo, no, no hace falta que vayan todos... tu y yo solos. Esta noche podemos escaparnos ¿Está muy lejos?
- No... no mucho... bueno... tenemos que andar un poco pero...
- Me encanta cuando te pones tan nervioso.
- ¿Lo haces para burlarte de mi?
- ¿Me vas a llevar o no?
- Creo que no es muy apropiado.
- Bueno, si tu no me llevas quizás quiera llevarme tu primo ¿Que te parece si se lo propongo a él? ¿Crees que estaría dispuesto a hacer una escapadita conmigo esta noche?
Akira soltó la gasa con la que estaba curando a Ayesa y se levantó.
- Prepara tu bañador. Esta noche lo vas a necesitar.
...
La barbacoa había empezado en la parte trasera de la casa familiar de los Shikamoto. Todos parecían pasárselo muy bien, los niños hacían un corro y cuchicheaban entre ellos, a saber lo que estarían tramando de nuevo... Minako no se despegaba de Akihito y Sumire no paraba de quejarse de lo que le dolía la caída y que casi no podía andar, claro que si se sentaba era peor porque no había forma de levantarse después.
Los fuegos artificiales comenzaron capturando la atención de todo el mundo.
Misaki miraba al cielo y después a Suo.
- ¿Qué miras? - le dijo este.
- Nada, me preguntaba si... o sea, esta noche tenemos que cuidar a los niños.
- Si, en eso hemos quedado.
- A lo mejor te molesta.
- No, no me molesta, me da igual dormir donde sea.
- Quiero decir... dormir conmigo.
- ¿Por qué? Anoche no te oí roncar.
- Ya sabes a lo que me refiero.
- ¿Crees que tengo miedo a que me metas mano mientras duermo o algo así?
Misaki retiró la vista nervioso.
- Yo nunca haría eso.
- Eso ya lo se... perdona si te he ofendido.
- No, no me has ofendido. Akane y Akira iban a dormir con nosotros pero parece que han cambiado de idea.
- Así estaremos más anchos en la tienda.
Misaki empezó a ponerse nervioso, la perspectiva de pasar toda la noche metido en una tienda de campaña a solas con Suo era algo que empezaba a ponerle realmente muy nervioso.
- Son tan preciosos - decía Sumire - Son como flores ¿A que si?
Kimisuke miró a Sumire y sonrió, puede que esa chica fuese la persona más sencilla del mundo y que era feliz con las cosas más sencillas. Oyó carraspear a alguien a su lado.
- ¿Molesto? - preguntó Ayesa poniéndose entre ambos.
- ¡Akane! - exclamó Sumire - Claro que no molestas, ven.
Ayesa miró a Kimisuke y le sonrió.
- Un poco si molesto ¿eh?
- No, no - contestó este - No molestas.
- Mentiroso. Tú y yo tenemos que hablar, casanova - le susurró.
- ¿De qué?
Ayesa le volvió a sonreír e hizo un gesto con la cabeza señalando a Sumire.
- ¿De qué? - repitió Kimisuke.
- Tu a lo mejor no lo sabes porque eres un chico - volvió a susurrar - Pero las chicas nos lo contamos todo, todo.
Ahora si lo comprendió. Miró a Sumire y de nuevo a Ayesa.
- ¿Todo?
- Todo. Sobretodo si es el primer beso... todo... cualquier cosa que le hagas me voy a enterar, yo, Akane, Ryuko y... Jisei.
- ¿Todo?
- ¿Qué cuchicheáis? - interrumpió Sumire.
- Nada - contestó Ayesa - Solo le aviso de ciertas cosas.
- ¿Que cosas?
- El me entiende ¿A que si, machote? - le guiñó un ojo.
"Pues si que es la cosa chunga" pensó Kimisuke.
...
Después de los fuegos artificiales, entre todos, montaron una tienda enorme, de esas que eran casi como una pequeña casa con varias separaciones como si fueran pequeñas habitaciones. Allí dormirían los bellotas y Misaki y Suo.
Shiho, Genki, Sumire, Kimisuke, Shibi y Hana se despidieron de todos y se marcharon a la casa que les habían cedido para dormir y allí prepararon su sacos de dormir. Habían decidido que lo mejor era dormir todos en la misma habitación, si estaban todos juntos sería más divertido.
- ¿Y si contamos historias de miedo? - proponía Genki.
- ¡Si! ¡Si! ¡Si! - exclamaba Sumire - Como si estuviésemos en un campamento ¿Quien empieza? Pero espera... que no sean mucho de miedo, solo un poco.
- ¿Quien se sabe alguna? - preguntó Shiho.
- Yo me se una - dijo Genki - Sucede en una lavandería de una ciudad cualquiera.
- Espera - le interrumpió Sumire - ¿Da mucho miedo? Es que no quiero tener pesadillas esta noche.
- ¿Por qué no la cuentas tu, Sumire? - habló Shibi.
- Porque yo no me se ninguna. A mi las películas de miedo me dan mucho miedo y no soporto verlas. Pero os puedo contar una leyenda urbana que hay en España.
- ¿Da miedo? - preguntó Kimisuke.
- No, bueno no se... es misteriosa. Seguro que también a conocéis porque yo creo que esa leyenda está en todos los países, es la de la chica de la curva.
- ¿Esa que dice que a veces en noches malas los conductores encuentran a una chica haciendo autostop y la recogen y cuando se acercan a una curva ella les dice "ten mucho cuidado que en esa curva morí yo" y que cuando la pasan y miran la chica ha desaparecido? - habló Shiho.
- Bueno... algo parecido. Veréis es que se dice que si vas en automóvil por cierto lugar encuentras a una chica que te pide ayuda... esto solo pasa en invierno porque ella tiene que llevar un abrigo puesto.
- ¿Por qué? - preguntó Genki - ¿Es que tiene guardada un hacha para cortarte la cabeza o algo así?
- Ahora lo sabrás. Pues entonces el conductor la para y ella le pide que la lleve a un pueblo cercano. Sube al coche y se quita el abrigo porque dentro pues se está calentito y eso y al llegar a una curva avisa al conductor de que es una curva peligrosa y que allí ha habido un accidente y murió una chica y bueno pues siguen el viaje hasta que llegan al pueblo. Allí la chica le dice donde vive, se despide y se va. El conductor sigue su camino y entonces se da cuenta de que la chica se ha dejado el abrigo, así que al día siguiente regresa a la casa donde la ha dicho que vive para devolvérselo. Abre la puerta una señora y él le entrega el abrigo y la mujer se pone a llorar... es el abrigo de su hija, si... de su hija muerta... que murió en un accidente de tráfico en una curva cercana hace ya dos años.
- ¡Que fuerte! - gritó Genki - ¡Es el fantasma de la chica!
- ¿A que si? - le dijo satisfecha Sumire.
- ¿Y eso pasa muchas veces o solo fue una? - se interesó Hana.
- No, muchas veces, bastantes veces.
- Que cosas - comentó Shibi - Pero que digo yo que cuando esa madre abriera la puerta y se encontrara al extraño con el abrigo de su hija fallecida pues que lloraría y todo eso, así todo muy emotivo... la primera vez, claro, porque al cabo de quince veces ya tenía que ser muy extraño ¿No os parece? - Yo me imagino a la madre diciendo "ya está bien la niña, ya se ha olvidado otra vez el abrigo, si es que lo va dejando por todas partes" - bromeó Genki.
- Yo se una historia y esta es real - dijo Kimisuke.
- ¿De verdad? - se emocionó Sumire - ¡Cuéntanosla!
- Pues veréis yo siempre he sido un niño bastante enfermizo y he pasado mucho tiempo en el hospital, sobretodo de pequeño, siempre tenía broncolitis o neumonía o cosas así y enseguida me ingresaban. Una vez, cuando tenía yo 10 años me ingresaron en una habitación con otro niño, era raro que me pusiesen con otro niño porque solían aislarme pero esta vez no lo hicieron y fue fantástico. El niño se llamaba Ken y nos hicimos muy amigos, él me animaba mucho y me decía que enseguida me curaría y saldría del hospital. Un día oímos un rumor, se decía que había un fantasma en el hospital, bueno no todos lo creían pero había personas que decían que si, que por las noches se oía el lamento de un niño que salía de unos de los quirófanos y que los que entraban creyendo que era un niño perdido no veían a nadie. Se decía que hacía ya muchos años un niño había muerto cuando le operaban del corazón. Se decía que el llanto no se escuchaba siempre, solo cuando se acercaba el día de su fallecimiento. El caso es que a Ken y a mi, como niños que éramos eso nos pareció toda una aventura y decidimos que una noche saldríamos a escondidas de la habitación e iríamos al quirófano del que hablaban para ver si era cierto. Así que una noche así lo hicimos. Salimos con mucho cuidado de no hacer ruido y corrimos hasta la planta donde estaban los quirófanos, el llanto se oía perfectamente, incluso en el quirófano de donde venía nos parecía ver una pequeña luz. Ken y yo hicimos el juramento de los valientes y entramos...
- ¿Y que pasó? - gritó ya nervioso Genki.
- Íbamos cogidos de la mano, el llanto cada vez era más fuerte, de pronto noté que Ken se separaba de mí, me giré hacia él y... y no estaba a mi lado.
- ¡Se lo había comido el fantasma! - gritó Sumire.
- Yo me asusté pero de pronto vi a un niño sentado en el suelo y me acerqué a él... el niño se giró y...
- ¿Y? - dijeron varios a la vez.
- Era mi amigo Ken. Yo salí corriendo del susto y no paré hasta llegar a la habitación y allí, ya calmado esperé a Ken para que nos riéramos juntos del susto que me había llevado pero Ken no regresó en toda la noche.
- ¡Se lo había comido el fantasma! - volvió a gritar Sumire.
- ¿Pero que obsesión tienes tu con que los fantasmas se coman gente? - gritó nerviosa Shiho.
- Me dormí esperándole y cuando desperté no estaba. Su cama estaba recogida así que pregunté a la enfermera por Ken y me dijo... que nunca había tenido ningún compañero en mi habitación. Yo hablé con todo el mundo que veía, mis padres, los médicos, la limpiadora... todo el mundo me dijo que yo siempre había estado solo en el habitación, que nunca había tenido compañero, yo, muy nervioso les expliqué como era Ken y una de las enfermeras me enseñó una foto, era una foto antigua de un niño que una vez estuvo en esa habitación, yo le reconocí enseguida ¡Era Ken! Pero la enfermera me dijo que era la foto del niño que murió años atrás en el quirófano, el mismo que decían oír llorar cada año cuando se acercaba el aniversario de su muerte.
Todos le miraban asombrados.
- ¡Te hiciste amigo de un fantasma! - gritó de nuevo Sumire.
- ¿Eso es cierto? - preguntó escéptico Shibi.
Kimisuke miró a todos y sonrió.
- Acabo de inventármelo.
Un golpe seco sobresaltó a todo el mundo e hizo que Shiho y Sumire gritaran asustadas.
- ¡Es Ken! - chilló Genki - ¡Está aquí!
...
Akira salió con cuidado de su habitación, se acercó a la de Akane y metió un papelito por debajo de la puerta volviendo de inmediato a la suya. Allí esperó a que llegase Ayesa.
- ¿Estás lista?
- Estoy lista.
- ¿El bañador?
- Lo llevo puesto.
- Tenemos que salir por la ventana.
- ¿Es necesario?
- ¿Qué pasa? ¿No te atreves?
- No, solo pregunto si es necesario ¿Que llevas en esa mochila?
- Toallas para secarnos y un par de mantas, al salir del agua hace frío y podremos arroparnos con ellas.
- Tu siempre pensando en todo ¿Está muy lejos?
- ¿Ahora te preocupa eso?
- He pensado que a lo mejor deberíamos quedarnos a dormir allí.
- Puede ser. Los Shikamoto tenemos varios refugios por el bosque, uno al lado del manantial de aguas termales.
- Me parece que tu eres más pillín de lo que pareces - sonrió.
- Anda, vamos, no está muy lejos pero si hay que andar un poco.
Después de conseguir salir a hurtadillas y caminar a oscuras, solo guiados por la luz de una linterna, durante algún tiempo que Ayesa no suyo calcular cuanto exactamente, por fin llegaron a lo que parecía ser un estanque no muy grande.
- ¿Es aquí?
- Si, aquí es ¿Te decepciona?
- Creí que sería algo más grandioso.
- Te dije que no era muy grande. Lo que esto tiene de bueno es que puedes coger una pala y cavarte tu propio e individual baño termal, es más trabajoso pero también da más satisfacciones. Mira, allí está el refugio. Y ahora - dijo quitándose los pantalones - Vamos a relajarnos un poco.
Ayesa le observó mientras se quitaba la ropa. El chico entró en el agua y se sentó, pero antes había sacado de la mochila unas bolsas y dos pequeñas botellas que dejó en el borde.
- Venga ¿No eres tu tan decidida?
Ayesa sonrió y se quitó la ropa hasta quedar con un pequeño bikini negro... eso no lo esperaba Akira, nunca se lo había visto y tenía que reconocer que le quedaba muy bien. Se levantó para ayudarla y ella acepto su mano y entro lentamente, cuando sintió el agua caliente en su cuerpo lanzó un gemido de satisfacción.
- Vaya, como ha sonado eso - sonrió malicioso.
- Se siente uno divinamente - dijo sumergiéndose para luego sentarse al lado de Akira. Está muy caliente.
- A 40º y si, es delicioso para relajar el cuerpo y si encima estás en buena compañía mejor que mejor ¿Te apetece beber?
- ¿Qué es?
- Creo que licor de limón o algo así. Pensé que te gustaría.
- Eres un encanto, siempre estas en todo ¿Tiene alcohol?
- ¿Te asustaría que así fuera?
- No cielo, sabes que no pero tampoco quiero emborracharme, no me gusta perder el control de mis actos.
- Tranquila, no creo que te vayas a emborrachar, no tenemos tanto y además es muy suave.
- Humh - dijo tras probarlo - Está ácido, me encanta.
- Y también tenemos algo para picar - cogió una de las bolsas.
- En realidad yo pensaba picar otra cosa.
- ¿El qué?
- Adivina - sonrió de forma pícara.
- Que miedo me estás dando.
- ¿No has sido tan valiente de venir hasta aquí, conmigo?
- No, si a ti no te tengo miedo… bueno, un poquito. En realidad de quien tengo miedo es de mí.
Akira cerró los ojos al ver como su rostro se aproximaba a él, sintió la caricia de su aliento en los labios y los entreabrió, era inútil que se resistiese si estaba deseando besarla, si su cuerpo entero se rendía a ella.

0 comentarios: