lunes, 25 de agosto de 2014

166. Simplemente porque se lo merece

- ¡Akira! - le llamaba su abuela - ¿Dónde está Akane?
- Ha subido un momento a la habitación a empezar a hacer las maletas ¿Quieres que la llame?
- Es que le dije que iba a ayudarme a hacer la comida.
- Si, eso me dijo.
- Pues dile que he cambiado de idea. Mejor vais a comer al restaurante de la prima Miharu.
- ¿Y eso?
- Porque Miaka también quiere ayudar y mira, las dos juntas en la cocina me dan un poco de miedo-
- Entiendo - sonrió Akira - Voy a decírselo.
- Así conoce a tu prima. Lo malo es que tendrás que llevar también a Miaka.
- ¿También?
- Pues claro. La he invitado a comer, no vas a irte y dejarla con nosotros, a fin de cuentas ha venido a verte a ti.
- Mira que las mujeres son complicadas - se quejó tocándose el pelo - ¿Y tú sabes por qué ha venido a verme a mí?
- Ha dicho que erais novios o algo así ¿Qué tienes que decir de eso?
- Que no somos novios, ni nada, ni nunca lo fuimos. El año pasado tontee un poco con ella pero... me dijo que yo no le gustaba, que no era lo que esperaba.
- Ya... pues alguna cosa quiere, eso está claro ¿No la dejarías embarazada?
- ¡Abuela, por favor! ¿Cómo dices eso?
- Lo mismo está embarazada y te quiere cargar a ti el mochuelo porque como a veces pareces tonto.
- Menuda pedrada gratuita acabas de darme.
- Ay hijo, yo que sé lo que pienso, pero tú ten cuidado, su madre es una lista, ya intentó una vez que la prestara un dinero que no tenía intención de devolver, claro que tu abuelo era tan tonto como tú, menos mal que yo me di cuenta a tiempo. Bueno, las llevas a comer a las dos, para que no digan que les haces el feo y estate atento.
- Si, vaaaaale. Voy a decírselo a Akane - empezó a caminar hacia las escaleras que llevaban a la primera planta cuando se detuvo y miró a su abuela - Abuela ¿A ti te gusta Akane?
- Hijo - sonrió la abuela - El otro día tuve que pasar a vuestra habitación, no quería pero necesitaba coger unas sábanas de tu armario. Estabais aún dormidos y tú la abrazabas como si tuvieras miedo a que alguien te la quitase... me da mucha pena verte crecer, me gustaría que fueras siempre mi pequeño, me gustaría volver atrás en el tiempo, cuando me mirabas abrazado a mis piernas con esa carita de ilusión y te cogías con esa manita que tenías y nos íbamos a buscar setas ¿te acuerdas? Siempre has sido un niño muy... "enabuelado"... me gustaría que siempre fueses pequeño pero... es ley de vida que crezcas, así es como debe ser y estoy contenta de ver que has encontrado una chica buena y que te quiere.
- ¿Crees que me quiere?
- Su boca no lo dice pero sus ojos hablan mucho... y será una gran Shikamoto, ella no lo sabe aún pero lo será.
Akira subió hacia la habitación meneando la cabeza, desde luego que vaya cosas que tenía su abuela.
- ¿Estás visible? - dijo tocando con los nudillos - Bueno, da igual, estés visible o no voy a entrar.
- Pasa, pasa - contestó Akane aunque Akira ya lo estaba haciendo.
Estaba sentada en la cama con un cuaderno y un bolígrafo en la mano.
- ¿Qué haces?
- Escribo a Arashi. Es que quiero decirle unas cuantas cosas. Sé que no va a leer este cuaderno, por lo que ha dicho la psicóloga no quiero cooperar pero que no se diga que yo no lo intento.
Akane tenía un cuaderno, no era uno de esos cuadernos grandes tamaño folio pero si era bastante gordo. Tenía las pastas duras y de color negro donde Akane había pegado un girasol, era el símbolo que había escogido para que la representase, Akira había pegado una estrella y Ayesa una manzana. Arashi no había puesto nada, tal y como había dicho Akane ella no quería saber nada de esa tontería del cuaderno.
Pero lo más característico de ese cuaderno eran sus hojas. Tenía hojas de varios colores, primero estaban unas de color rosa pálido, luego otras azules, verdes y amarillas. Era un cuaderno que había sido hecho expresamente para Akane y sus "otras" yo.
Cada color era el de una de ellas y allí escribían lo que consideraban importante, sus reflexiones, temores, miedos y esperanzas y en las hojas de los colores de las demás se ponían las notas que creían importante. Por ejemplo, Ayesa, solía escribir en las hojas amarillitas de Akane algunas de las cosas que hacía con Akira o lo que había hablado con sus familiares.
La hojas amarillas eran las de Akane, las rosas las de Akari, las azules las de Ayesa y había dejado las verdes para Arashi, aunque esta pasase de todo ese tema. Ahora Akane estaba escribiendo en las hojas verdes de Arashi, aun sabiendo que no iba a leer pero daba igual porque ella tenía la necesidad de hacerlo, de comunicarse de alguna forma con aquella personalidad suya tan negativa, desconfiada y que la despreciaba tanto.
- ¿Y qué le dices? - se interesó Akira.
- Enumero las razones por las que debería darte una oportunidad y espero que Akari y Ayesa me ayuden y pongan ellas también las suyas.
- Ah ¿Así que es por mí? No quieres que me odie, ya sabía yo que estabas loca por mí.
- Anda y calla un poco, payaso. Lo que hago es porque... porque voy a convivir contigo y más vale que te acepte.
- Claro, claro - dijo sonriendo.
- Eres tonto, te lo juro y tu familia aún no se ha enterado.
- ¿Y qué has puesto?
- Es un secreto entre yo y yo.
- ¿Has puesto que soy increíblemente guapo?
- He puesto que eres tonto y un presumido.
- Y a ti te gustan tontos y presumidos.
- Mira la primera.
"Razón 1. Porque me dice que me quiere mirándome a los ojos". Akira sonrió.
- ¿Y a dónde quieres que te mire, calabacita? Si te miro a las peras me pegas.
- Tonto, definitivamente eres tonto - dijo cerrando el cuaderno - Eres idiota, tonto, mongolo, sucio mono baboso...
- ¡Eh! Deja de insultarme y mírame a los ojos.
- No me da la gana, ciervo del demonio...
Iba a levantarse de la cama pero cuando se dio cuenta estaba tumbada sobre ella con Akira encima, pero sin aplastarla y sujetándole las muñecas.
- ¿Se puede saber qué haces ahora?
- Te quiero, condenada cabezota.
- Quita, tonto - dijo aunque sin mostrar enfado - Tengo que ayudar a tu abuela a preparar la comida.
- Ah, eso es lo que venía a decirte. Que dice que no, que nos vamos a comer al restaurante de una de mis primas.
- ¿Y eso? - preguntó poniéndose en pie.
- No le apetecerá hacer comida, digo yo.
- La entiendo, vaya que si la entiendo. Bueno pues nada, entonces nos vamos, cogeré mi bolso.
- Un momento que quiero decirte una cosa antes.
- sí, dime.
Akira la cogió del cuello y la besó.
"Razón 5. Porque sus labios no son secos, ni agrietados, sino suaves y delicados"
...
El restaurante de la prima de Akira era pequeño pero muy acogedor, decorado de forma rústica tenía un ambiente hogareño, como de una pequeña casita de madera. Según se entraba en él se veía un pequeño bar con solo tres o cuatro mesas pero había unas escaleras que llevaban a lo que era el comedor. Akira, Akane, Chiharu, Akihito y Miaka entraron y Akane se asombró al ver que el bar estaba repleto de gente. Akira la cogió de la mano y la llevó hasta la barra.
- Hola Kenji - llamó la atención de un hombre de mediana edad.
- ¡Akira! - dijo el hombre al verle - ¡Ya era hora que te pasaras por aquí! No salgo a saludarte porque tengo mucho trabajo.
- Tranquilo ¿Dónde está Miharu?
- Está preparando el comedor.
- Voy a pasar a verla.
- Vale, luego nos vemos.
Akira hizo un gesto de despedida y señaló a Akane las escaleras que bajaban.
- El comedor está abajo - dijo - Vamos.
El comedor era más amplio de lo que al ver el bar parecía que iba a ser. Las mesas tenía todas manteles blancos impolutos y algunas mesas ya tenían colocados los cubiertos, una mujer joven, no llegaba a tener los 30 años, alta, delgada, de pelo moreno y muy corto estaba ocupándose de ello, al oír como bajaba alguien levantó la vista y dejó lo que estaba haciendo para acercarse sonriente a Akira.
- ¡Pero mira quien es! ¡El primo desaparecido!
- Anda que no eres tu exagerada.
- Nunca te pasas por aquí a vernos, sinvergüenza, anda, dame un abrazo.
Al verla de cerca Akane pudo comprobar que era una mujer muy guapa, con unos preciosos y vivarachos ojos verdes.
- ¿Es esta tu novia? Me han dicho que habías traído a una chica.
- Debe ser su novia porque van a vivir juntos - habló Chiharu - ¿Qué pasa? Mamá me lo ha dicho y si mamá me lo ha dicho es porque ya está decidido.
- Chiharu no has entendido bien como es la cosa - se quejó Akira algo apurado - Luego te lo explico.
- ¡Ah, pillín! - dijo su prima dándole un sonoro golpe en el trasero - Tu siempre igual.
- Akane te presento a mi prima Miharu. Prima, esta es Akane Kumoyuki.
- Encantada de conocerte - dijo sonriente la mujer ofreciéndole la mano.
- Lo mismo digo - contestó Akane estrechando su mano y comprobando que tenía unas manos suaves y cálidas.
- Es guapa - dijo Miharu a Akira a él - Muy guapa, me gusta.
- Pero es mía.
- ¿Tienes miedo a que te la quite? - rió - Ahora entiendo por qué no vienes ya por el pueblo ¿Y tú, Akihito?
- Yo sigo como siempre - respondió este.
- Perdona Miaka, estoy siendo muy maleducada ¿Cómo éstas? Venid, vamos a sentarnos un poco ¿Vais a comer aquí?
- Esa es la idea.
- Estupendo, le diré a Aoi que se esmere en la cocina
Estuvieron hablando un rato de diversos temas incluso siguieron hablando mientras Miharu terminaba de colocar todas las mesas, hasta que tuvo que marcharse para continuar con los preparativos pero prometiendo que tomaría un café con ellos después de comer.
- Es simpática vuestra prima - comentó Akane - Y muy guapa.
- Sí que es guapa ¿verdad? - respondió Chiharu - Ha ganado varios premios pero no le gusta que se lo digan. Parece que le has caído bien.
- ¿Podemos hablar de eso de que vais a vivir juntos? - interrumpió Miaka.
- Mucho tardabas en saltar - sonrió Akihito.
- ¿Y qué? ¿Es que no puedo interesarme por la vida de mi novio?
- No sois novios - gruñó Chiharu - ¿A qué no, Aki?
- Bueno pero lo hemos sido.
- Yo diría que tampoco - añadió Akihito.
- ¿Y a ti que te pasa conmigo? - se encaró a él Miaka.
- No, a mi nada pero...
- Espera - le cortó Akane - Se lo voy a decir yo. Mira bonita, no sé qué te traes con Akira y toda esa historia de que si sois novios o lo fuisteis y mira, la verdad, me da igual si fuisteis novios o no, si le dejaste, te dejó o lo que fuera, el caso es que ahora no es nada tuyo.
Akira la miró sorprendido, luego a Miaka y sonrió encogiéndose de hombros.
- Soy suyo.
"Razón 7. Porque está acostumbrado a mis tonterías y siempre me sigue la corriente".
...
Después de llegar a casa de su madre, Ringo había comenzado a ponerse cada vez más nerviosa, según iban pasando los minutos e iba contando lo que había sucedido con Isamu, su reacción al decirle que estaba de nuevo embarazada, la decisión de este, la discusión que fue cada vez en aumento, el enfado y como terminó por decirle que se fuera de casa, la chica terminó presa de un ataque de ansiedad.
Por suerte Karasu sabía cómo manejar esa situación, ya lo había vivido con sus hermanos, así que, después de conseguir que Ringo se calmase un poco, entre su madre y él la convencieron para que se echase un poco a descansar.
Al abrir los ojos, Ringo se encontró un poco desorientada. Qué bien le había sentado dormir un poco, ahora parecía que todo lo que había pasado había sido un sueño, si eso, había estado soñando...
Ringo se incorporó de golpe como movida por un resorte, ahora lo recordaba, no era ningún sueño y estaba en casa de su madre.
- ¿Te encuentras mejor? - oyó decir a esta.
Hitomi estaba sentada en la cama leyendo una revista, la dejó a un lado y la miró sonriendo.
- Creo que me he dormido - contestó Ringo levantándose - Lo siento.
- Y has tenido una pesadilla, hablabas y llorabas en sueños.
- ¿Si? - Ringo intentó recordar lo que había soñado - Pues no sé, no recuerdo lo que he soñado ¿Dónde está Aiko?
- Está dormidita. Karasu la ha dado el biberón. Ese chico es un encanto, la verdad.
Ringo se sentó en la cama con gesto abatido.
- Estoy muy avergonzada, mamá.
- No sé por qué dices eso.
- Por Karasu, creo que le he metido en un lio.
- ¿En qué lio? En ningún lio.
- He complicado su vida, no hago nada más que complicar la vida de todo el mundo,
- Creo que le gustas mucho, casi diría que está enamorado de ti.
- No seas exagerada.
- ¿Sabes por qué ha venido conmigo a buscarte?
- ¿Porque le has llamado?
- No, estaba aquí. Ha pasado aquí la noche.
- Ah...
- Ayer salimos a tomar algo. Es un chico muy guapo y ya sabes, a mí me gusta salir con chicos guapos.
- Podría ser tu hijo.
- ¿Y qué quieres? ¿Qué me gusten los viejos?
- Mamá por favor... - Ringo no tenía ganas de las bromas de su madre - Tampoco hace falta que me cuentes detalles.
- Pues salimos y bebimos, vaya que si bebimos.
- Está bien, ya lo entiendo - fijó su vista la cama.
- Y me acompañó a casa porque es todo un caballero.
- Me alegro por ti.
- Y no pasó nada.
- ¿No? - levantó la vista y miró sorprendida a su madre.
- No... creo que "algo" no lo impidió.
- ¿El qué?
- Que eres mi hija y es un poco patético que me lie con el chico que le gusta a mi hija y, lo más importante, que a él le gustas tú.
Ringo guardó silencio mordiéndose el labio inferior.
- ¿Y a ti no te gusta él? Yo diría que sí.
- No es eso es que... no quiero estropear su vida.
- Entiendo... bueno que sepas que si no quieres ese bebé que viene de camino me lo quedaré yo.
- ¿Qué?
- Sé que no te gustaría tenerlo, que eres muy joven y además tienes a Aiko, así que yo...
- ¿Pero qué estás diciendo?
- Que soy tu madre, aunque te empeñes en negarlo. Ya sé que no he sido la mejor madre del mundo, que no podías contar conmigo cuando eras pequeña porque tenía que trabajar, que te dejé con otras personas y que a veces... nunca te saqué al parque, nunca de llevé a ver espectáculos, nunca fui a ninguna de las fiestas de tu colegio y a veces... sé que no he sido una buena madre pero eres mi hija y te quiero y me dolió mucho que no me contaras cuando empezaste a salir con los chicos, bueno, con ese idiota y que no me contaras que estaba embarazada hasta que no fue muy tarde y yo... yo podía haberte ayudado y... quiero ayudarte ahora.
Ringo se abrazó llorando a su madre.
- Mamá lo siento, lo siento mucho, siento no haber tenido confianza contigo, siento... es que tenía miedo de fallarte otra vez.
- Que tonta eres - respondió acariciando su espalda - Tu nunca me fallas, no puedes fallarme en la vida. Anda, deja de llorar y vamos a ayudar a Karasu, el pobre está preparando la comida.
- ¿Le has dicho que prepare la comida?
- No, él ha insistido. Yo quería prepararla pero él ha dicho que tenía que quedarme contigo y que si no lo hacía se iba a enfadar. Es una gran persona.
- Lo siento, lo siento mucho... ¿Qué vamos a hacer ahora?
- No pienses ahora en eso. Venga que es muy tarde, vamos a comer y ya lo pensaremos tranquilamente. Lo importante es que tú y la niña estáis aquí, conmigo.
...
Jisei había sacado de un cajón un pequeño saquito de tela, un pañuelo y una vela pequeña que encendió. Colocó el pañuelo en el suelo con cuidado de que las esquinas señalasen los cuatro puntos cardinales y se sentó en la esquina que señalaba al sur. Abrió el saquito y dejó caer su contenido, eran unas pequeñas piedrecitas de color blanco con unos símbolos grabados, giró las que había caído boca arriba para no ver los símbolos y comenzó a moverlas, mezclándolas entre ellas. Cuando dejó de mezclarlas cerró los ojos y pasó su mano casi sin rozarlas por encima de las piedras, concentrada en lo que quería preguntar, de pronto detuvo la mano y cogió una de esas piedrecitas.
- ¿Jisei? - tocó su madre la puerta con los nudillos.
- Si mamá, pasa.
- Oye nena - dijo asomando la cabeza - Que tu padre y yo nos vamos ¿Os vais a quedar solos en casa Inari y tú?
- ¿Kisuke también se va?
- Kisuke ya se ha marchado.
- ¿No te dije que había invitado a Ryuko a merendar?
- Es verdad, que cabeza la mía. Bueno, que os divirtáis.
- Lo mismo te digo. Hasta luego.
Tenía la piedrecita guardada en su mano y la llevó hasta su pecho suspirando profundamente. Casi con miedo separó la mano de su pecho y la abrió lentamente.
Aún estaba mirando la piedrecita fijamente cuando sonó el timbre. Sería Inari.
Efectivamente era él y llevaba una caja en las manos.
- Ya encontré los pasteles.
- Te dije que daba igual cuales fueran.
- Ah no, dijiste de crema y de crema he traído.
- Inari yo... tenemos que hablar – ahora que estaban solos era el momento indicado para tratar "ese" tema.
- ¿Qué te pasa? - dijo preocupado.
- Ven, vamos a sentarnos... es que... ayer estuve hablando con Sigure.
- ¿Y? ¿Te dijo algo que te preocupara? ¿No me digas que estuvo alarmándote? Tendré que hablar con él, sé que no tiene mala intención pero...
- No, no es eso, no.
- ¿Entonces?
- Es que me dijo que tú has pedido el traslado a otro colegio.
- Ah, es eso - suspiró - Me habías asustado. No te preocupes, todos los años lo hago, no tiene la menor importancia.
- ¿Cómo que no tiene importancia? Cuando lo haces todos los años es porque quieres ese traslado.
- No tiene la menor importancia ¿Es que te has preocupado por eso?
- Dime la verdad, a ti no te gusta dar clase en el instituto.
- Si me gusta Jisei, claro que me gusta, es solo que me gustaría más dar clases a niños de primaria, no sé, me gustan los pequeños y comenzar a... ayudarles a utilizar su cerebro, es como... abonárselo y prepararlo para el futuro.
- Y por eso siempre pides el traslado.
- Si, pero está muy difícil.
- Sin embargo te lo han concedido.
Inari miró sorprendido a Jisei.
- Vaya con Sigure, sí que tiene la boca grande.
- Me lo ha dicho porque está preocupado por ti.
- Me han concedido un nuevo destino pero no es el que me interesa así que lo he rechazado.
- ¿Cómo que no es el que te interesa? Según Sigure era un buen destino, incluso te ofrecían ser jefe de estudios.
- Si pero no es viable.
- ¿Por qué?
- Es en... otra ciudad.
- ¿Qué ciudad?
- En Sapporo.
Jisei se quedó muy seria mirándole, sí que era lejos.
- Pero no pasa nada, Jisei, ya me habrá una plaza por aquí cerca.
- Está... lejos.
- Siempre habrá más oportunidades.
- Pero es lo que a ti te gusta y no se sabe cuándo te van a dar otra plaza. Debes aceptar.
- ¿Sabes lo que estás diciendo? Si acepto me tendré que mudar allí.
- Si... ya lo sé... Así no habrá problemas de que nos pillen - intentó sonreír.
- No, no los pillarán, ni nos veremos. No ve voy a ir Jisei, no me voy a alejar de ti.
- Pero se trata de lo que a ti te gusta, de tu futuro.
- Yo pienso mucho en mi futuro y ¿sabes? Tú estás siempre en mi futuro y si me voy... te perderé, así que no se hable más, además allí no conozco a nadie, aquí tengo a mi familia y aquí me quedo.
...
Yuya, la chica de la clase de 3-3, delgada, no muy alta y de pelo castaño caoba que siempre parecía frecuentar el grupo de amigos de Seishiro, se subió encima de un banco del parque y se sentó en el borde del respaldo. Miró su reloj, esperaba que Kimisuke no tardase demasiado, hoy era domingo y le gustaría salir a dar una vuelta y ver a alguien antes de que se marchasen de juerga. Era domingo y eso significaba que se reunirían en el parque, siempre lo hacían, compraban refrescos y siempre había alguien que podía conseguir alguna bebida, como ron, últimamente les había dado por el ron. Pero ella no podía ir a esas "reuniones", claro, así le pasaba, que ya no era una "enrollada".
- ¿Qué haces aquí? – la sorprendió la voz de Kimisuke susurrándole en el oído.
- Mierda tío ¿Qué haces?
- ¿Por qué estás aquí? – insistió el chico.
- Porque estoy esperándote ¿Es que no le ves?
- Eso es nuevo, no sueles hacerlo.
- Es que hoy quería preguntarte una cosa. Bueno ¿Nos vamos ya?
Yuya bajó del banco.
- ¿Y qué quieres preguntarme?
- ¿Qué mierda hacías hoy con Seishiro?
- ¿Me has visto?
- Pues claro que te visto ¿Cómo eres tan asqueroso?
- No está bien juzgar a la gente sin conocer los hechos.
- Los hechos es que has vuelto a caer, pedazo de capullo.
- Vale, si es lo que quieres pensar.
- ¿Cómo tienes tanto morro? ¿Me hechas a mí la charla y vas tú y vuelves a caer?
- A ti no te importa lo que yo haga.
- ¿Cómo que no me importa? Se supone que tú eres mi padrino o lo que seas.
- Esto no tiene que ver contigo.
- ¡Porque tú digas que no! Por tu culpa voy a mear al sitio ese dos veces en semana para controlar que estoy limpia y tú vas y te metes de nuevo.
- Yo no me estoy metiendo nada.
- Eres un asqueroso y un hipócrita y no sé cómo pudiste convencerme de nada.
- Yuya, yo no me estoy metiendo nada – repitió de forma tranquila.
- ¿Y qué hacías con Seishiro? ¿También querías convencerle de que vaya a la mierda esa donde me metiste?
- Lo que yo hable con Seishiro son cosas mías.
- ¡Y también mías! Se supone que eres mi apoyo, si tú vuelves a caer ¿Qué se supone que tengo que hacer yo?
- Si he hablado con Seishiro, lo reconozco y también le he pedido que vuelva a pasarme.
- Eres un pedazo de mierda – dijo con desprecio.
- Pero no voy a tomarlo, solo... solo quiero ganarme su confianza otra vez.
- Ah, claro y yo voy y me lo creo.
- Esperaba que esto fuera un secreto y que nadie se enterase.
- ¡Vete a la mierda con tus excusas! – dijo cambiando bruscamente de camino.
- ¡Eh! La clínica está por aquí.
- Ve tú a mear si es que te apetece.
- ¡Yuya! – con dos grandes zancadas la alcanzó y la sujetó del brazo.
- ¡Suéltame pedazo de capullo!
- Yuya, escúchame – habló con tranquilidad – Se supone que esto no lo sabe nadie, solo tú.
- Mira tío, si te quieres meter más mierdas métete las que dé la gana pero a mí no me vengas con tus charlas sobre que estoy acabando con mi vida nunca más.
- No estoy tomando nada, yo nunca he tomado nada.
- Ah sí, recuerdo, si lo tuyo eran esas "hierbas medicinales" para tu asma ¿Qué pasa? ¿Las echas de menos o qué?
- Se trata de que quiero saber que trama Seishiro.
- Menuda excusa más tonta ¿Qué va a tramar? Lo de siempre.
Yuya se quedó mirándole fijamente.
- ¿Es por lo de esa chica? ¿Harukaze?
- Entre otras cosas, sí. Lo que sucede es que creemos que Seishiro se trae algo entre manos y quiere distraer la atención de los profesores hacia otro sitio.
- ¿Quiénes creéis?
- Pues... la gente con la que ahora me junto.
- Ah esa panda de ratoncitos ¿Pues qué se va a traer entre manos? Conseguir más imbéciles que prueben la mierda de Shishio y engancharlos, como siempre... Lo que pasa es que a ti te gusta esa chica ¿Qué no?
- Eso ahora no viene a cuento.
- Pero te gusta, vaya que si te gusta ¿Saewanaguchi es como se llama?
- Es una gran amiga mía y la tengo mucho cariño.
- Si y los huevos se te caen cada vez que la ves.
- Esa es tu opinión y además algo que no tiene nada que ver con lo que hablamos.
- ¿Es por lo que pasó con Kumoyuki? ¿Crees que Seishiro tuvo algo que ver?
- ¿Qué sabes tú de lo que pasó?
- No mucho. Se dice que la encontraron drogada en el instituto.
- ¿Y quién dice eso?
- Son solo rumores.
- Pues son solo eso, rumores, pero lo que si es cierto es que Seishiro está pasando droga en el instituto, descaradamente.
- ¿Y crees que Seishiro va a volver a confiar en ti?
- Tengo que intentarlo.
- ¿Y por qué te quieres meter en líos ahora que estabas tan bien?
- Porque Sumire y sus amigos me caen bien.
- Eso es que te gusta alguna de ellas.
- Vaya, parece que los chicos no podemos hacer nada si no hay una chica por medio... ¿Y no puede ser que solo quiera ayudarlos?
- Sí, claro, anda y vete a vacilar a otra.
Llegaron hasta la clínica y entraron. Según se entraba había un mostrador y unas cuantas sillas, se veía un pasillo y varias puertas a ambos lados. Yuya se acercó al mostrador.
- Ya estoy aquí – dijo.
- Buenas tardes – contestó la mujer que estaba sentada al otro lado - ¿Hoy vienes con ganas?
- Sí, creo que sí.
- Pues toma – le pasó una bolsa de plástico donde dentro había un bote del tamaño de un vaso pequeño con una tapa roja – Y deja aquí el bolso.
- Si, si, que pesada te pones.
Yuya abrió una de las puertas y entró. Al cabo de un rato salió con el bote en la mano.
- Toma, aquí lo tienes.
- Muy bien – la señora se puso unos guantes de látex para cogerlo y le puso una pegatina con el nombre de Yuya en ella.
- ¿Tienes los resultados del otro día? - preguntó Yuya.
- Si, aquí están, toma, estabas limpia.
- ¿Ves? – dijo Yuya cogiéndolos y poniéndoselos delante de la cara a Kimisuke – Te lo dije ¿Cuándo me va a volver a ver la asistenta social?
- La semana que viene.
Después de unas cuantas más frases salieron de allí.
- Bueno, tío, me voy, quiero ver si veo a Seiji y los demás.
- Hoy es domingo.
- Ya lo sé, por eso quiero verles ahora.
- Recuerda que tampoco puedes beber alcohol.
- Vale tío, que plasta que eres, que ya lo sé, que no puedo ni echarme colonia, no hace falta que me lo recuerdes tanto.
- Está bien, está bien. Confío en ti. Ya me marcho, no vemos mañana.
Yuya se quedó mirándole mientras se marchaba, había dicho que confiaba en ella, eso sí que era inaudito, era la primera vez que alguien le decía que confiaba en ella.
Kimisuke caminaba ya directo hacía su cita. Miró el reloj, la verdad es que no se había entretenido demasiado, le sobraba tiempo para llegar al lugar donde había quedado.
Lo que Kimisuke no sabía era que unos ojos de color chocolate le habían visto ir hacia el parque y la chica dueña de esos ojos le había llamado aunque, con el ruido de los coches, él no la había oído. Quizás si la hubiese oído todo habría sido más sencillo... o no, porque habría tenido que explicar a Xu-Xu por qué razón había quedado con Yuya, aunque seguramente, si se lo hubiese explicado ella lo habría entendido o al menos habría tenido una posibilidad de explicarse pero resultó que no la oyó y Xu-Xu incluso corrió para alcanzarle aunque al verle pararse a hablar con Yuya, su compañera de clase y la que durante un tiempo también había sido su "compañera" cuando estaba con el grupo de Shishio, Xu-Xu se detuvo ¿Qué hacía con esa chica? ¿Y a dónde iba? ¿Él no había quedado con ella y con Sumire y los demás? ¿Se veía con Yuya en secreto?
Y Xu-Xu, al ver a Kimisuke con Yuya, sintió despertarse en ella una desconfianza que no sabía que tenía. Se dio media vuelta y se marchó, recelosa y hasta un poco molesta... sería que Akane tenía razón y después de todo una no podía fiarse de nada.
...
"Razón 4. Porque cuando estoy enojada me deja desahogarme".
"Razón 3. Porque cuando lloro me abraza."
"Razón 6. Porque cuando me quedo callada mucho tiempo me pregunta en que pienso"
"Razón 15. Simplemente... porque se lo merece".

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