miércoles, 30 de noviembre de 2011

62. ¿Eres mala, Akane?

Akira esperó a que estuvieran lo suficientemente lejos.
- Creo que los has asustado.
- Ya... bueno ¿vamos a un sitio más escondido, por favor?
- ¿Para qué? ¿No te gusta este?
- No, está demasiado al aire libre.
- Si nos metemos entre los árboles no veremos bien las estrellas.
- Ya. Las estrellas están muy bonitas, ya las he visto, ahora vamos a lo que vamos, no tenemos tanto tiempo.
- ¿Cómo? ¿A lo que vamos?
- Se supone que tengo que enrollarme contigo ¿no?
- Akane ¿A ti te rige bien el cerebro?
- ¿No has hecho todo esto para enseñarles a tus amigos lo bien que te lo montas?
- Aggggg... ¿Así que eso es lo que piensas? Que he hecho todo para tirarme un farol. Mira que eres desconfiada y retorcida. No se porqué pude pensar siquiera en que llegases a entenderlo.
- Es que es muy difícil de entender. Lo que pasó fue hace ya tiempo, el Akira dulce y cariñoso que decía cosas tiernas y la Akane soñadora que lo escuchaba han sido borrados del juego, eran un error de programación, ahora somos tú y yo, un par de amigos con más amigos en común; tú el chico desganado que se queja por todo y yo la chica mal encarada y se acabó.
- ¿Y eso lo dices tú? ¿Tú, la que no deja de reprocharme cosas? ¿Tú, la que no olvida nada de nada? ¿La rencorosa que no deja nada en el pasado? Eres la chica mas extraña que he conocido en mi vida, te juro que me vuelves loco, te pasas la vida odiándome por lo que pasó, que pensándolo bien tampoco es para tanto, soy un adolescente con hormonas revueltas que toman el control de mi cerebro... me di cuenta del error pero fue tarde y hubo alguien que supo aprovechar mi error y perdí mi oportunidad pero el mundo continúa, aprendí de mi error, me arrepiento, lo lamento pero no puedo retroceder en el tiempo así que intento al menos recuperar tu amistad, que veas que me importas, que quiero ser tu amigo, que confíes en mi. No quiero enrollarme contigo, quiero que hagamos las paces y seguir con nuestra vida. Te juro que eres la persona las problemática que conozco, nunca se que decirte, no se si amanecerás con ganas de ser mi amiga o de matarme, si hablo me miras raro, si no hablo, te enfadas... eres cabezota, no quieres escuchar, te gusta agredirme física y dialécticamente... eres insoportable.
- ¿Así que soy insoportable? ¡Mira que bien!
- No, no empieces a malinterpretarlo, quiero decir que...
- Se lo que soy. Soy insoportable, cabezota, egoísta, rencorosa, soberbia, inestable y muchas cosas más.
Akane se sentó en el suelo y dobló las rodillas para abrazarse a ellas. A Akira le hubiese dado pena o compasión de ella en una situación normal, el problema era que se había sentado sin ningún cuidado y la falda del vestido se había quedado arrugada, que se le vieran las piernas no era lo malo, lo malo era que, desde su posición, Akira también podía ver algo que no debería ver. Trató de desviar la mirada pero no podía, las malditas hormonas que a esa edad se tienen circulando son más fuertes de lo que uno se piensa y eso era problemático... muy problemático, porque si le decía a Akane lo que pasaba seguramente ella pensaría que es un maldito pervertido y se enfadará y si no se lo decía se terminaría dando cuenta ella solita y pensará que es un pervertido que no lo ha dicho para mirarla y se enfadará... claro que puede no darse cuenta, cosa muy improbable porque él seguirá mirando y ella le verá mirarla y ya no lo pensará, estará segura de que es un pervertido.
- Akane, esto es muy difícil para mi pero...
- ¿Que me vas a decir? ¿Que soy una molestia?
- No. Que se te va a arrugar el vestido.
- ¿Tanto te molesta?
- Es un poco... bueno si.
- Vale, vale, ya me coloco, mira que eres rarito ¿Y qué? ¿Empezamos o no?
- Desde luego lo tuyo debe ser un trastorno bipolar o algo así. Hemos estado genial toda la tarde ¿Ahora quieres estropearla?
- ¿Enrollarte conmigo la estropearía?
- Ya empezamos... ¡Ah! Que pereza me da todo esto.
- Mis amigas se han molestado bastante, se han acordado de este vestido que parece ser encajaba con tus gustos, lo han buscado, se lo han llevado a la mujer de mi padre que ha estado arreglándolo y yo me lo he puesto y me he hecho esta coleta y se supone que todo esto tiene que ser para algo. Creo que piensan que todo eso que has montado lo has hecho porque... ya sabes, ellas son así, tienen ideas absurdas y se supone que yo debo caer rendida y deshecha ante ti y nos tenemos que enrollas porque es algo romántico y podrán estar hablando durante semanas.
Akira se rascó la cabeza y se sentó a su lado.
- No, si entenderte te entiendo. Todos piensan que lo he hecho porque me gustas un montón y soy un tío raro que monto tal espectáculo para conquistarte, porque claro, en un ambiente normal tu no me harías ni caso y yo tengo que dejar el orgullo de los machos bien alto... pero no era mi intención. Solo quería pasear y mirar las estrellas, ya sabes que todo lo que me suponga un trabajo extra me da mucha pereza, pero mira, si tenía un capricho: que me cantases aquella nana que una vez me susurraste al oído.
- Entonces ¿me rechazas?
- No. No te rechazo es que creo que no deberías hacer nada que no quisieses.
- Vaya, ni para esto sirvo. Creo que tengo que añadir el adjetivo "presuntuosa" a mi lista de calificativos ¿Realmente soy tan difícil de tratar?
- ¿Qué te pasa, Akane?
- Pasa que estoy harta de ser el segundo plato de todo el mundo, la opción que se escoge cuando no hay otro remedio. Quiero hacer las cosas bien, quiero que se me valore, quiero dejar de ser una mediocre.
- ¿Crees que eres mediocre?
- Pensé que tú querrías enrollarte conmigo porque algo te gustaba todavía. No se... aunque fuera por despecho o demostrarme que eres superior a mi. No soy nadie Akira, no soy nada, no se para que sirvo. Ya se lo que vas a decir, que tengo amigos pero a este paso los perderé porque soy difícil de tratar, insoportable y tengo una especie de trastorno bipolar.
Akira pasó a situarse detrás de ella y la puso las manos en los hombros.
- Relájate, estás muy tensa. Supongo que te has sentido presionada. Quería que todo fuera perfecto pero no pensé que te sentirías forzada a que nos enrollásemos.
- Soy un desastre. Es duro ser una secundona. En todas partes hay una secundona y me ha tocado a mí, no es que me moleste demasiado pero a veces me gustaría ser la protagonista. Tener el pelo rubio y un cuerpazo de primera y que todos los chicos se fijasen en mi. O tener los ojos verdes y ser muy lista y unos cuantos chicos detrás de mí porque casi soy la chica perfecta, la combinación de inteligencia, dulzura pero con fuerza. O ser preciosa como una muñeca, que no importa lo tímida que sea, que a penas hable, que casi ni respire pero soy preciosa. Pero no, yo soy bastante vulgar, así que nunca soy la primera opción de nadie.
- ¿De dónde sacarás esas teorías?
- Que no soy tonta Aki, ni sorda o ciega ¡Hasta tú me dejaste por otra!
- Eso no es exactamente correcto, no te dejé. Además te estuve buscando, más bien diría que dejé a otra chica plantada por ti.
- Ya, una pena que tenías que te morías. Yo no tengo nada especial... bueno si, tengo el pelo naranja pero eso no da muy buena imagen, las pelinaranjas tenemos mala fama.
- ¿Mala fama de qué?
- De busca-follones. Parece ser que nos encanta provocar... cualquier cosa... odios, envidias, ganas de pelear... no se. Algunos chicos piensan que por tener el pelo así nos encanta... ya sabes. De pequeña yo me cortaba el pelo, no quería que nadie se metiese conmigo, que se burlasen de mí o me insultasen.
- Si, lo recuerdo, yo pensaba que eras un niño.
- Claro, es que no era muy guapilla que digamos y encima llevaba un uniforme de niño, no me extraña, no eras el único que lo pensaba.
- Pensé que eras un niño hasta que un año te... bueno... te salieron esos sospechosos bultos.
- ¡Serás pervertido!
- Chica es que te crecieron de golpe... ¿Por qué llevabas uniforme de niño? ¿Querías ser un chico?
- Cosas de mi madre. Mis tíos le daban la ropa de mis primos, había que aprovecharla...pero estaba bien ser un chico, podía pegarme y apedrear a quien fuera.
- Eras todo un gamberrillo.
- ¡Eh! Que era el jefe de mi banda. Me desahogaba así, a pedradas. Si al menos yo hubiese sido una niña bonita, dulce, si ahora fuese una chica guapa... toda mi vida me he tenido que conformar con los restos que no quieren los demás... la ropa, los libros, los juguetes... los chicos. Siempre estoy en segundo lugar, cuando los chicos conocen a Jisei van tras ella, si ella los espanta entonces se fijan en mi, que tengo pinta de simpática; si ven a Yuri, babean y si ella les ignora pues... mira la pelinaranja, tiene pinta de viciosa... y así todo.
- Akane... tú eres veneno.
- Lo que me faltaba, ahora soy venenosa.
- Quiero decir que te metes dentro como el veneno, te adueñas de todo.
- Veneno, si... soy veneno - la voz de Akane se entristeció de pronto - Soy una niña mala, egoísta y caprichosa.
Akira notó que la voz de Akane sonaba con mucha amargura, volvió a sentarse a su lado y la miró preocupado pero ella, cabizbaja retiró la vista.
- ¿Eres mala, Akane?
- Soy mala - repitió monótonamente - mala... mala. No sirvo para nada, solo doy trabajo y preocupaciones. Akira comenzó a alarmarse. Akane, abrazada a sus roillas comenzó a balancearse hacia delante y atrás como si estuviese en una mecedora mientras parecía susurrar en voz muy baja algo que no podía entender bien. Akira llevó su mano a ese pelo naranja y se lo acarició.
- ¿Por qué eres mala, Akane?
- Yo era pequeña, tenía 5 años cuando mis padres se separaron - comenzó a hablar de forma mecánica, como si no estuviera allí, como si se hubiese sumergido en sus recuerdos - Ginta tenía 2 y Takato 1. Mi madre se deprimió, lloraba mucho, se pasaba el día llorando... Akane, vigila a los niños, mamá está malita, se una niña buena... Yo tenía 5 años y no sabía que hacer... Akane no seas mala, mamá necesita tranquilidad, no hagáis ruido, no dejes que los niños hagan ruido.
- Akane... - Akira ya estaba demasiado alarmado, Akane tenía la mirada perdida y seguía balanceándose adelante y atrás.
- Takato era pequeño, Ginta era pequeño, cogió las pastillas de mamá y se las metió a Takato en la boca... Takato se puso mal, muy mal, casi se muere... Akane, eres una niña mala, por tu culpa casi se muere Takato ¿que hacías? Eres la mayor, te dije que cuidaras a tus hermanos... yo no quería... mamá, papá, lo siento, lo siento, seré buena, seré una niña buena. Pero Akane no era buena... Akane eres una mentirosa y una egoísta ¿no ves que tienes que ayudar a tu mamá?... Quiero salir a jugar... niña mala, niña egoísta ¿y tus hermanos? ¿quien los va a cuidar?... mamá va a trabajar ¿quien cuida a tus hermanos?... Niña mala, niña egoísta, solo piensas en jugar... Soy mala, soy mala, no tengo amigas porque soy mala, lo quiero todo para mi, me da envidia de Takato porque es mas guapo que yo, yo soy fea y él es más guapo que yo... tengo que cuidarlo, tengo que protegerlo, que no le pase nada, que no toque nada ¿Y Ginta? Ginta es malo y me pega... mentirosa, Ginta es más pequeño que tú, no mientas, no eches la culpa a un niño pequeño...
- ¿Y tu padre, Akane?
- ¿Papá? Tengo que ayudar a papá, el tiene dos hijos más, la otra mamá es buena pero tengo que ayudarla, son muchos niños... Yusuke... deja que Yusuke haga lo que quiera, pobrecito, cree que papá no le quiere y Hideki es tan listo ¿por qué no eres tu tan lista como él?... Cuídalos Akane, son tus hermanos, llévalos a pasear, hazles la comida, se buena Akane, son tus hermanos Akane, tú eres la mayor, deja de ser tan egoísta...
Una lágrima resbaló por la mejilla de Akane, su barbilla se movía a ritmo de un incontrolable temblor que intentaba disimular.
- Nadie quiere ser mi amiga porque soy una niña mala. Ryuko es una princesa, está sola como yo, se ríen de ella... yo la defenderé. Jisei es guapa y lista y buena y dice que yo soy buena y yo... yo no puedo con todo, solo soy una niña y todo lo hago mal ¿Por qué soy tan torpe? Y luego crecí y... ¿que has hecho, Akane?
Se llevó las manos a las sienes cerrando los ojos con fuerza mientras el balanceo se hacía mas pronunciado y comenzaba un sollozo ahogado. Akira no era capaz de hablar, el dolor de Akane llegaba a su corazón, se sentía aterrorizado ¿que era aquello que veía? Nunca en su vida se había sentido tan impotente. Abrazó fuertemente a Akane contra su pecho mientras esta rompía a llorar de forma desgarradora.
- Soy mala Akira, soy mala, solo hago daño a los demás.
- Ya, ya ha pasado... estoy aquí, contigo.
Akane se separó de él aunque seguía abrazándola, le daba tanta pena verla así, tan desvalida; ella que siempre parecía tan fuerte y ahora era como una muñeca rota, allí, con las gafas sucias llenas de lágrimas; con un gesto suave llevó una de sus manos para retirárselas y dejarlas en el suelo, luego pasó su pulgar por una de sus mejillas, recorriendo el camino que las lágrimas habías marcado. Le daba tanta pena y no sabía ni que decir, ni que hacer.
- Hago daño a todo el mundo... a ti te hago daño. Soy egoísta y me meto en la vida de los demás. Son tan... por favor vete, esto es solo una de mis manías... por favor déjame.
- No quiero irme. No me voy a ir. No te voy a abandonar. Me voy a quedar aquí y te voy a abrazar y tú vas a llorar hasta que sientas que te quedaste sin lágrimas y si quieres pegarme puedes hacerlo porque no me voy a ir y si quieres insultarme te escucharé porque no eres una mala persona.
- Déjalo, por favor, no seas amable conmigo. Soy egoísta y solo pienso en mi misma. He crecido, soy una mujer, tengo que entender las cosas, tengo que darme cuenta de que represento un problema y tengo que actuar de forma madura, ya no soy una niña, tengo que dejar de actuar como una niña caprichosa.
Y de nuevo comenzó aquel balanceo adelante y atrás, aquel gesto, quizás reflejo, un tic nervioso que a Akira se le antojaba horrible ¿era esa su forma de intentar calmarse? pues resultaba tétrica.
Volvió a abrazarla contra su pecho porque tenía que conseguir que dejara aquel macabro balanceo.
- Pues a mi me gusta que seas una niña caprichosa, quiero que seas caprichosa y egoísta y que te metas en la vida de los demás, así puedo decirte que eres una pesada.
- No es verdad, me quieres engañar, a los chicos no les gustan las chicas como yo… Tengo las manos sucias, huelen raro, me las he lavado pero siguen oliendo raro... estás sucia Akane ¿que has hecho? Nadie te va a querer nunca, nunca, nunca.
Akira ya no podía más. Akane parecía no estar allí, era como si su mente se hubiese ido a otro lugar, eso no podía ser normal. La sentía temblar en sus brazos y como intentaba reanudar el balanceo, era como si tratase de acunarse a ella misma ¿Pero cuando había pasado eso? ¿Desde cuando llevaba Akane ese dolor dentro? ¿Qué le había pasado de pequeña? Ahora todo encajaba, ahora entendía muchas cosas. Y comenzó a llorar, no lo podía evitar, le dolía saber que pasaban cosas así, sabía que pasaban cosas así pero verlo tan de cerca era doloroso y triste y además eso no podía pasarle a Akane, no a su Akane... ¿y que hacía él? ¿qué podía hacer?
- Yo te quiero - dijo con voz entrecortada, no porque fuera verdad si no porque sentía un tremendo dolor en su garganta que le impedía hablar con claridad - Mucha gente te quiere.
Y sin darse cuenta ahora era él quien había comenzado a acunarla. Akane parecía dejar de temblar.
- ¿No te doy asco?
- Claro que no, te lo aseguro - intentó que su voz sonase lo mas normal posible.
- ¿Te has enfadado?
- Un poco. No estás mirando las estrellas, así no puedo verlas en tus ojos.
- Se está bien entre tus brazos, me siento como protegida ¿te molesto?
- No, yo estoy divinamente.
- ¿Estás pensando algo sucio?
- Eh... si.
- Pervertido.
- La culpa es tuya por preguntar.
- ¿Te caigo mal?
- ¿Esto que es? ¿El juego de las 20 preguntas?
- Si, responde ¿Te caigo mal?
- No, no me caes mal.
- ¿Te caigo bien?
- Evidentemente.
- ¿Te parezco agradable?
- Muy agradable, cuando no me amenazas.
- ¿Soy simpática?
- Si pero no cuando me gritas.
- ¿Somos amigos?
- Muy buenos amigos.
- ¿Y si te pido un favor lo harías?
- Si está en mi mano, si.
- ¿Aunque fuese un poco raro?
- ¿Como de raro?
- ¿De veras somos amigos?
- Pues yo diría que si.
- ¿Cuanto te importo?
- Lo suficiente para aguantar este absurdo juego.
- ¿Dirías una mentira por mi?
- ¿Que clase de mentira?
- Las preguntas las hago yo ¿Mentirías por mi?
Akira suspiró.
- Pues... seguramente.
Akane se separó de él y le miró intensamente.
- ¿Me mentirías a mi?
- Procuraría no hacerlo.
- ¿Aunque yo te lo pidiese?
- Creo que me estoy perdiendo.
- ¿Y si te pido, por favor, que me mientas?
- ¿Por qué ibas a querer que te mintiera?
- Porque quiero, porque lo necesito. Te daré algo a cambio, algo que te gustará.
Pues aquello no le gustó nada a Akira. Después de lo que acababa de pasar seguramente Akane se sentía necesitada de comprensión, de palabras amables y frases que hablaran de que no era su culpa, que hubiese pasado lo que hubiese pasado, no era su culpa, que hubiese pasado lo que hubiese pasado, ella no era una niña mala pero ¿que le iba a dar a cambio? ¿acaso creía que la amabilidad tenía que comprase?
- No será demasiado pesado para ti, te lo prometo.
La mirada de Akane tampoco le gustó, no sabía decir que era pero había algo raro, algo entre malicioso y suplicante. De pronto recordó algo importante.
- ¡Ah! Espera. Tengo algo para ti - sacó de uno de sus bolsillos una pequeña cajita - Cierra los ojos.
Akane así lo hizo. Abrió la caja y sacó su contenido, era el colgante ovalado enganchado a una fina cadena de plata que tenía guardado en un cajón.
- Mira - Akane miró el colgante frente a sus ojos - Lo compré pensando en ti, quería dártelo el año pasado.
- ¿Y lo has guardado tanto tiempo?
- Yo quería dártelo en Tanabata, quería que hubiese sido un día muy especial y pensaba decirme muchas cosas, quería decirte lo que sentía.
- ¡Mira que eres tonto! Anda, pónmelo tú.
Aprovechando que tenían que acercarse para que el chico pudiera abrocharlo, Akane apoyó su cabeza en el hombro Akira, había sido muy amable y atento con ella, de hecho él siempre era atento con todo el mundo, a pesar de su aparente desgana, de lo que se quejaba, siempre estaba cuando alguien le necesitaba, eso había que reconocérselo.
Akira notaba el aliento de Akane en su cuello, era un aliento caliente, denso.
- Miénteme y dime que te gusto.
Las palabras pasaron susurrantes por el cuello de Akira y llegaron a su oído envueltas en aquel aliento e inundaron todo su cerebro. Las manos de Akane había vuelto a su espalda y sus dedos suavemente se deslizaban por ella. Apoyó los brazos en el suelo, dejando caer su peso en ellos.
- Dime que te gusto - repitió suavemente.
Y una ola de calor comenzó a invadir el cuerpo de Akira. Aquel aliento y aquellos dedos no le dejaban pensar con claridad, para hacerlo más difícil la imagen de aquello que no debía haber visto se instaló en su mente.
- Yo... - quería hablar. Claro que quería decírselo pero no así, no quería que ella pensase que era una mentira - Por favor, no me hagas esto.
- ¿El qué?
Y el aliento de Akane se extendía por todo su cuello calentando el aire a su paso y sus dedos habían dejado su espalda para recorrer el estómago de Akira. Eso no era justo, porque a esa edad las hormonas vienen incluidas de serie. Akira trataba de mantener la mente en blanco pero un chip en ella parecía haber estallado, sobretodo cuando de improviso notó que de alguna forma los dedos de Akane estaban por debajo de su camiseta ¿cómo habían llegado allí? No estaba para deducciones, lo único seguro era que se sentía morir, oh si, se moría seguro. Si hubiese estado de pié le hubieran fallado las piernas pero como estaba sentado lo que le fallaron fueron los brazos en los que se sujetaba y cayó hacia atrás... ah, quizás así se libraría de ese maldito aliento...
Nada más lejos de sus teorías, porque Akane aprovechó para sentarse encima mientras él sentía con verdadero pánico como sus pequeñas manos iban directas al botón de su pantalón. Ya si, el chip se fundió del todo y cuando se quiso dar cuenta sus manos sujetaban la cintura de Akane porque su cuerpo había decidido actuar por su cuenta ¿que pretendía? Nunca lo supo. Akane le separó las manos bruscamente.
- ¡No me toques! - le gritó y por su gesto parecía muy molesta. Akira parpadeó confundido - No me toques, ni me beses - repitió ahora mas calmada - Haré lo que quieras pero no me toques.
Un segundo necesitó Akira para rehacer su chip y darse cuenta de todo. Fue rápido y brusco. Se alzó sobre si mismo empujando a Akane y tirándola contra el suelo. Antes de que pudiera reaccionar, Akane se encontraba totalmente inmovilizada, Akira sentado encima de ella presionaba sus piernas enredándolas con las suyas y la sujetaba las muñecas clavándoselas prácticamente contra el suelo.
- ¡Ya está bien Akane! ¡Basta ya! ¿A que quieres jugar?
- ¿Que hago mal? - giró la cabeza bastante molesta. Había visto a Yuri hacerle proposiciones así muchas veces pero nunca había reaccionado tan violento ¿por qué con ella si?
- ¡Akane mírame! - exigió - Si quieres jugar, jugaremos, pero a mi manera ¿Quieres que te diga que me gustas? ¿Quieres que lama tu herida, gatita? Lo haré, te diré lo que quieres oír y más cosas si te atreves a escucharlas por no seguiré este juego, no mientras no te conozca. Quiero decírselas a Akane, a mi Akane, a esa chica malhumorada e insoportable que siempre que puede me trata de tonto e inútil. He salido con mi amiga, no con una desconocida, si hubiese querido una chica que hiciese todo lo que yo lo pidiese a cambio de unas frases bonitas habría salido con Yuri, ella me lo pidió e incluso podría habérselo dicho a Karura o a Yuya, pero no, te lo pedí a ti, a mi amiga Akane. No quiero una gata mimosa, quiero a mi gata salvaje, esa que me araña y me buja nada más verme. Si quieres llorar, llora, todos tenemos derecho a llorar. Si quieres gritarme hazlo pero no me ofrezcas nada que no quieras darme. Si quieres que te diga... ¡Bah! Déjalo - la soltó y se apartó sentándose a su lado - Parece que piensas que lo único que me interesa de las chicas es enrollarme con ellas ¿no? Me estás volviendo loco, te lo juro.
Akane también se sentó.
- Muchas gracias Akira, lo necesitaba. No sé lo que me ha pasado.
- Ven, vamos a hablar de los que me gustas.
- Creo que mejor no.
- ¡Esa es mi chica! Siempre cerrada a mí. Ya te echaba de menos.
- Siento haber estropeado la velada, es que tengo algunos problemas y me han superado.
- Eso te pasa por no contar con nadie. Bueno ¿qué te parece si de una vez vemos las estrellas?
- ¿Te has enfadado?
- Yo no pero te aseguro que esta noche no voy a descansar muy bien.
- ¡Tonto!
- ¡Pesada!
Akira se recostó en la hierba.
- ¿Puedo apoyarme en ti?
- Por supuesto. Es más, si no lo haces me sentiré ofendido.
- ¿Sabes que te pones muy interesante cuando te enfadas?
- ¿Es por eso que discutimos tanto?
- Yo creo que si, que lo hago para verte como "vivo".
- ¿Quieres que hablemos de algo?
- No. Creo que ya he hablado demasiado, no se...
- Akane... ¿sabes que me has metido mano?
- Que exagerado.
- Ahora tienes que casarte conmigo.
- Akira yo quería decirte que...
- ¡Ah no! Ahora no me vengas con excusas, por tu culpa no voy a poder casarme... Vamos Akane, no te preocupes, no hace falta que me digas nada, ya te voy conociendo y a mi lo único que me interesa es saber que te encuentras más tranquila.
- Gracias ¿Te he dicho alguna vez que a veces eres estupendo?
- Nunca... espera... no, nunca... a no ser aquella vez que bebiste un poco y... ah, no, eso fue en un sueño.
- ¡Que tonto eres! ¿Y mis gafas?
- Pues por acá deben andar.
- Espero que no nos hayamos sentado encima.
Sabía que no debía ser fácil hablar de un tema así, además tenía miedo de que volviera a caer en esa especie de "shock mental" y él, a su juicio, no se veía muy preparado para eso. Akane necesitaba la ayuda de alguien profesional porque quizás él lo estropeaba todo más, eso era algo delicado, muy delicado y por supuesto, para ella debía ser tremendamente vergonzoso.
Lo mejor sería relajar el ambiente y hacerla pasar un rato agradable. No era fácil porque a él no se le quitaban aquellas palabras de la cabeza. Ahora comprendía muchas cosas, ahora sabía que la barrera que Akane ponía entre ellos no era para mantenerle alejado de ella, no, más bien era para impedirse a si misma acercarse, era un escudo que se ponía para protegerse, para que nada la dañase, no tenía miedo de él, se tenía miedo a si misma, no le odiaba a él, se odiaba a ella, odiaba ser débil y dejar que alguien la dañase, no le culpaba a él, se echaba la culpa a si misma porque era una niña mala y seguramente pensaba que se lo merecía, era su castigo por ser mala.
Era todo horrible ¿cómo no se había dado cuenta antes? ¿quien lo sabía? Seguro que alguien tenia que saberlo ¿Jisei? ¿Ryuko? ¿Shibi? Aquello era un gran galimatías y él necesitaba concentrarse en ese momento y pensar en todo aquello cuando se sintiese más relajado, cuando pudiese utilizar la lógica, cuando su corazón dejara de enviar señales de alarma a su cerebro y pudiese pensar con claridad.
- ¿Te importa si fumo?
- Claro que me importa. No me gusta que fumes. El tabaco deja un sabor horrible en la boca, no me gustaría besarte y que supieses a tabaco.
- Ah, bueno, entonces no fumaré... por si acaso.
Y a pesar de todo, la noche seguía siendo estupenda.
Todo estaba en calma y un ambiente romántico envolvía la ciudad.
Porque Sumire miraba el cielo y aunque no se veían bien las estrellas daba igual, porque ella era de esas personas que cualquier cosas les ilusiona y Karasu, el que tenía la mente programada para pensar solo en una cosa, se olvidaba de todo porque ella era una chica encantadora y Suo, que nunca se sabia lo que pensaba, que parecía no tener sentimientos, sentía una enorme curiosidad por esa chica y su hermano y algo extraño se producía dentro de él cuando veía la sonrisa de ese chico tan diferente a los que conocía.
Porque Sumire veía a su hermano sonreír como hacía ya tiempo que no lo veía y ella, que nunca se enteraba de nada, resulta que era siempre la primera en darse cuenta de todo.
Porque Karura miró a Hizashi y se olvidó de su mente cuadriculada. Pensó que era muy guapo, con su piel blanca y sus maravillosos ojos grises en los que podía ver que no era tan frío como parecía y que ella, a sus 19 años estaba haciendo el tonto teniendo algo así delante y no aprovecharlo... que ya no era una cría de 14 y que si él no hacía nada pues lo haría ella, que tenía que olvidarse de atracciones extrañas y recuperar su propia vida. Que ella tenía lo que había que tener y valor para eso y mucho más, que había decidido que tenía que arriesgarse y darle una oportunidad y que si lo dejaba todo en manos de ese chico al final se les enfriaría el café.
Porque Hikari miraba a Kamui embobada y Kamui la sonrió y pasó su brazo por los hombros de la chica porque tenía que reconocer que tanto ella como Shugo y Setsu eran sus amigos, que siempre la tenía como abandonada y eso no estaba bien porque ella siempre estaba a su lado y ya era hora de que la tratase como a persona, porque quizás Akane tuviese razón y le importase más de lo que suponía.
Porque Kyojin juntó lleno de temor sus labios con los de Ryuko y le depositó un pequeño beso, era pequeño si, pero para ambos era un gran paso y algo muy importante, era la primera vez que sus labios se rozaban y abría la puerta a algo desconocido y maravilloso, todo un mundo de sensaciones por explorar... pero por hoy ya era suficiente, ellos eran así, tenían que ir a su ritmo, ir poco a poco porque total tampoco tenían tanta prisa.
Porque la noche era preciosa y el ambiente edulcorado parecía emborrachar a las personas.
Porque a veces, guardamos sentimientos desconocidos en una cajita, luego la cerramos con llave y la escondemos muy al fondo de nuestro corazón, tiramos la llave y creemos estar a salvo y poder olvidarlos. Pero resulta que, a veces, esa llave es encontrada por la persona que menos imaginamos.

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