domingo, 4 de diciembre de 2011

117. Pequeños cambios, grandes esperanzas

El jueves Akira había avisado a todos los que iban a ir a su pueblo que al día siguiente, solo una hora después de salir del instituto debían estar en la estación de tren ya que si perdían ese pasarían cuatro horas hasta que llegase el siguiente y él quería llegar cuanto antes, así que, estuviese quien estuviese y faltase quien faltase él se marcharía.

Y así, al terminar las actividades se apresuraron a ir a sus casas a por las maletas que ya tenían preparadas. El que más corrió fue sin duda Akira que debía pasar por casa del padre de Akane para recoger a sus hermanos, pero solo recogió a Yusuke, por lo visto el padre e Akane consideraba que Hideki era demasiado pequeño para que se ocupasen de él unos críos que además tenían que ocuparse de más niños.

Pues mejor para Akira, un niño menos era un problema menos y ya iban demasiados a su juicio.

Tampoco Ginta quiso ir, él tenía otros planes para ese fin de semana y le fastidiaba bastante porque apetecerle si le apetecía pero como su hermana se suponía que era la novia de Akira no había problema en acompañarla otro día.

Se decidió que Chiharu y Minako irían con los padres de Akira en su coche y el resto en tren porque además ir en tren era toda una aventura para los bellotas... bueno, para ellos casi todo era una aventura.

Así que allí estaban, subiendo al tren y Akane organizándolo todo, como era habitual en ella. Yusuke se sentaría con Hotaru, Takato con Masaru y Kotoko con Sumomo y ella con Akira muy cerquita de ellos para controlarlos.

Sumire y Kimisuke tampoco se sentaron muy lejos. El chico, antes de sentarse se acercó a los bellotas con gesto grave y serio.

- Os quiero advertir algo: no tengo paciencia ninguna con los niños, así que no traméis nada raro, vosotros no me conocéis enfadado.

Kotoko parecía esconderse en su asiento.

- Para ser tan guapo tiene muy mal carácter - susurró en voz baja.

- Si que es guapo - decía Sumomo brillándole los ojos y con cierto rubor en su cara - ¡Que guapo!

- A mi ya me conocéis - añadió Shibi - Y después de lo que pasó estas vacaciones no os voy a consentir ni una tontería ¿comprendido?

- Que si, pesado, que si - gruñó Hotaru.

- No seas tan duro con ellos - le dijo Hana.

- Tu no les conoces, a estos hay que darles collejas continuamente, hagan algo o no y el día que dejas de hacerlo, te lo agradecen.

- ¡Chicos! - exclamaba Genki de improviso provocando que se alarmasen todos - Nos lo vamos a pasar genial ¿A que si?

- ¡Si hermanito, nos lo pasaremos genial! - contestaba igualmente entusiasmada Sumomo.

- Vaya dos - suspiraba Masaru.

Ginta se sentó con Shiho, por supuesto que no iba a dejarla sola, Shibi con Hana, Misaki con Suo y a Akane no le quedó mas remedio que sentarse con Akira.

Hana se preguntaba porqué había aceptado ir con Shibi a ese sitio. No tenía que haber aceptado, era algo ridículo ¿que hacía ella con ese grupo de chicos? se sentía fuera de lugar completamente. Sentada al lado de Shibi, de repente sintió la mano de este cogiendo la suya y apretándola. Le miró, Shibi no mostraba ningún gesto, es mas, miraba al frente, si no fuera porque le pareció ver que sus labios se curvaban formando una débil sonrisa pensaría que ese apretón había sido totalmente casual.

Que extraño era Shibi, que misterioso y que... raro. Pero ella le conocía, ya hacía años que le conocía así que sabía que era un chico inteligente, tranquilo, calmado y... ya estaba otra vez, ya estaba pensando en él y tratando de justificar la razón por la cual estaba con él. Y es que ni ella misma se comprendía, Shibi llegó a su casa y la invitó a pasar el fin de semana viendo ciervos, en el bosque y le apeteció muchísimo ir y además que se lo propuso delante de su madre y esta se entusiasmó, vamos que casi la obligó, decía que Hana estudiaba demasiado y el tiempo libre que tenía lo gastaba en la clínica veterinaria y que eso no podía ser, que tenía que salir y en realidad tenía razón, a penas si salía, su vida trascurría prácticamente entre los estudios y la clínica y también se merecía un descanso, que estaba bien eso de tomarse en serio sus estudios pero es que estaba empezando a no tener vida social.

Hana no era la única que se preguntaba que hacia allí con toda esa gente, Shiho estaba en la misma situación. Ella no era una chica tímida pero no era de las más extrovertidas, era difícil de explicar como era porque no era de las que hablan con cualquiera o se meten en conversaciones y son espontáneas, mas bien estaba siempre en silencio pero eso no quería decir que fuera introvertida, simplemente que no le apetecía unirse a los grupos habituales de su clase. Ella tenía sus propias prioridades, su imaginación, sus libros, sus aficiones, las cuales le daba la impresión de que no eran compartidas por los demás, por eso no las mencionaba nunca. Pero ella era feliz con su vida interior, si algo le molestaba es que desde siempre los profesores, cuando hablaban con sus padres, siempre les preguntaban si era feliz, pues claro que era feliz, que no fuera parte habitual de un grupo no quería decir que se sintiera infeliz, si ella era feliz a su manera. También una cosa que sorprendía siempre a los profesores era que la consideraban tímida porque no hablaba pero no, ella no era tímida, para nada, solo había tenido algunos momentos en su vida de timidez y era cuando Akira la hablaba y eso era porque le admiraba muchísimo, era el chico imbatible en torneos de ajedrez, se decía que tenía un I.Q. superior a la media ¿cómo no le iba a admirar?

- Nos lo vamos a pasar muy bien - decía entusiasmado Genki a su lado - ¡Ya lo verás!

- No se.

- ¿Cómo que no sabes?

- Es que no si si encajo muy bien por aquí.

- Tonterías, claro que si, a todos les caes muy bien y Akira me ha dicho que por la noche se ven muy bien las estrellas.

- Si, tienes razón, va a ser estupendo, me gustan las excursiones al aire libre.

Genki sonreía feliz a Shiho, cada vez le gustaba mas esa chica y mira que no se podía decir que fuera la chica mas guapa del mundo, siempre iba peinada con esa coleta hecha sin cuidado y llevaba esas gafas algo pasadas de moda; tampoco se arreglaba nunca, parecía como que no le angustiaba mucho su aspecto exterior, vestía a su modo y a Genki le encantaba su estilo porque era como muy hippie y a él le parecía fantástico que tuviese el valor de ir como le diera la gana le dijesen los demás lo que le dijesen.

Además era una chica estupenda que sabía muchísimo de muchas cosas y eso era porque tenía curiosidad por todo, por saber el porqué de todo y Genki se sentía muy bien a su lado y de paso aprendiendo cosas.

Era una lástima que siempre lo primero que nos atrae de una persona es su físico, por eso nunca hizo demasiado caso a esa curiosa chica, parecía que iba a ser un bicho raro o algo así y sin embargo ahora solo quería estar con ella y participar en sus estudios. En el recuerdo había quedado el enamoramiento que sintió por Momoka, le gustó nada más verla porque era muy mona y se la veía decidida... cuanto tiempo había perdido yendo detrás de ella, esforzándose porque se diera cuenta de que existía aún a sabiendas de que ella estaba enamorada de Kamui.

Ahora agradecía que aquella noche de Tanabata él se viera solo y sin nadie con quien subir a la noria, gracias a eso conoció a Shiho y también gracias a las palabras de Karasu, cuando le recordó que el mar estaba lleno de peces, ahora podía decir que su desengaño no fue tan doloroso como pensaba, a lo mejor es que no estaba tan enamorado como creía, a lo mejor solo era una especie de espejismo.

Sumire se movía continuamente para vigilar a su hermano y a Suo.

- ¿Por qué no te estás un poco quieta? - le decía Kimisuke.

- Es que son tan monos ¿Verdad que hacen una bonita pareja?

- ¿Estás hablando de tu hermano y Suo? - dijo casi riendo.

- Si - contestó muy seria - ¿Que pasa? A mi me gusta Suo, vamos no es que me guste de gustarme para mi, es que me gusta para mi hermano, o sea que me gusta como cuñado.

- ¿Tu sabes lo que has dicho?

- ¿Que pasa, Kirin? ¿Eres homofóbico o algo así?

- ¿Pero tu estás segura de que Suo sea...?

- Claro que si. Bueno no es cuestión de ser nada, es cuestión de enamorarte de una persona. Además, lo que a él le pasa es que aún no se ha dado cuenta, claro, le cuesta un poco.

Kimisuke sonreía, desde luego que Sumire era la chica mas divertida que había conocido en su vida y también tenía que reconocer que si a él le gustasen los chicos le gustaría Misaki porque era... como Sumire, bueno, bastante menos desastroso.

Akira miraba a Akane sonriendo tontamente.

- ¿Se puede saber que miras tanto, bambi?

- Estoy pensando en mi premio.

- ¿Qué premio?

- Este premio - dijo sacando de uno de sus bolsillos traseros unas cuantas hojas de una pequeña libreta grapadas.

- Serás tonto.

- Si, muy tonto pero este tonto tiene aquí el resguardo de toooooodos los besos que me vas a dar. No se como ir pidiéndotelos, uno a uno o quizás todos de golpe ¿A ti que te apetece?

- ¿De veras vas a seguir con esa tontería?

- Ah, un trato es un trato. Creo que iré pidiéndotelos poco a poco, según me apetezcan.

- ¿A ver? - hizo un gesto para coger la especie de talonario que Akira había hecho pero este lo apartó de ella.

- No, que eres capaz de rompérmelos. Aunque eso no te serviría de nada, tengo fotocopias.

- Y habrás sido capaz y todo.

- Toma claro, es mi inversión, tengo que cuidarla.

-¿Quien iba a imaginar que tanta gente querría retarte al ajedrez? Que panolis.

- Encima del dinero que les has sacado vas y les llamas panolis, que mala que eres.

- Si es que lo digo porque... bah, que mas da. El experimento ha salido bien, la próxima vez subastaré a Kamui o a Kohaku, esos tienen aún mas éxito que tu. Ah, y digo yo, ciervito, que ahí no habrás puesto ni el de Xu-Xu, ni el de Kyojin.

- Uy que no. Han sido partidas ganadas, como las demás.

- Pero a ellos no les hemos cobrado, eran solo una simulación.

- No me pongas ahora excusas baratas. Y mira, tengo un beso doble, la de la partida que le gané a tu querido Kamui.

- ¿Por qué doble? ¿Que te costó ganarle más que a los demás o que?

- Porque me produjo el doble de satisfacción ganarle, por prepotente, llegó ahí todo chulo y presumiendo de que si me ganaba tu la besarías. Mira, ese si que es un panoli.

- Pero era solo un decir.

- Si, claro, claro.

- Yo creo que todo se lo debemos a Shiho porque al principio nadie se atrevía a retarte, hasta que lo hizo ella.

"...

Shiho y Akira se estrechaban la mano después de la partida.

- Ha sido un placer jugar contigo, Akira, como siempre - sonreía Shiho.

- Como siempre soy yo quien lo ha disfrutado. Antes de marcharte ¿Puedes firmarme aquí, en este papelito?

- ¿Para qué?

- Es para cobrar. Yo cobro por partida ganada.

- No sabía yo que te habías vendido al dinero - decía mientras firmaba.

- Ah, no es dinero lo que me van a dar. Gracias.

Shiho se acercó al grupo donde estaba Chiharu con Minako y su nueva amiga, Grazara.

- ¿Por qué has retado a mi hermano? Tu más que nadie sabes como es.

- Así le observo. Para vencer a tu enemigo no hay nada como observarle en batalla, algún día descubriré sus puntos débiles.

Grazara se quedó pensativa unos instantes y de pronto habló.

- Creo que yo también voy a retarle. Esta chica tiene razón, hay que conocer a tu enemigo y lo mejor es conocer su estilo.

Y allá que se fue.

Parecía una tontería pero después de ver a esa chica jugando contra Akira algunos más decidieron probar suerte también.

- Por lo visto - comentaba Minako - Por cada partida que le ganes puedes pedir un beso de quien quieras de su clase.

- Eso no es lo mejor - continuaba un chico que se unió a ellas - Lo bueno es que quien gane se lleva el bote que se está acumulando. Yo voy a esperar a ver si van más y después iré a intentar ganarlo.

- No sueñas tu ni nada - reía Chiharu.

- Pues yo he oído - decía Grazara - Que el papelito que nos hace firmar al terminar es para que Akane le de luego un beso.

Todas rieron.

- Desde luego que mi hermano es patético.

Esa conversación era escuchada por dos chicas, las mismas con las que el día anterior Akira no hacía más que chocarse.

-¿Has oído, Reira?

- Es muy romántico. Seguro que le gusta esa chica y ella no quiere besarle.

- ¿Qué te parece si le echamos una mano?

- ¿Y cómo lo hacemos, Nana-chan?

- Vamos a ser sus hadas madrinas. Anda ven, vamos a jugar unas partidas contra él.

- Pero si es que a mi no se me da muy bien, voy a perder.

- De eso se trata, Reira, de eso se trata.

- Ah - rió nerviosa - Ya te entiendo, Nana, ya te te entiendo. Venga, vamos.

Y esas dos chicas, después de las partidas mas cortas que Akira había jugado, quizás porque ni interés en ganar tenían, se encargaron de correr el rumor entre mas chicas que, por alguna razón ensoñadora, consideraron aquello muy romántico y así se convirtieron en cómplices de Akira sin que él lo supiera.

"

Misaki miraba disimuladamente a través de la ventana del tren.

- ¿Estás incómodo conmigo? - le preguntó Suo que parecía entretenido dibujando en un pequeño cuaderno.

- No, que va, para nada, no digas esas cosas.

- A lo mejor debí sentarme con Akira.

- ¿Te molesta ir conmigo?

- No, pero parece que a ti te incomoda estar a mi lado.

- No es eso, por supuesto de no, es que no quiero molestarte.

- Ya ves tu, menuda molestia. Eres una persona con una conversación muy interesante, lo que me molesta es que no hables nada.

- ¿Conversación interesante?

- No se que ves de raro en lo que digo.

- No, nada ¿Qué dibujas?

- Miralo tu mismo - Misaki se inclinó y miró el dibujo para luego mirar asombrado a Suo - ¿Qué te parece?

- ¿Soy yo?

- Eso pretendía.

- ¿Por qué me dibujas a mi?

- Me gusta dibujarte - contestó sonriendo.

Misaki pensó que quizás Suo no se daba cuenta de que con esas cosas que decía alimentaba demasiado su imaginación y sus esperanzas, esperanzas que por otro lado él sabía que eran inútiles.

...

Kamui, sentado frente a su escritorio, con una carpeta de colo marrón encima de él, dudaba si abrirla o no. Se sentía mal, bastante mal. Al llegar a su casa se encontró con la sorpresa de que su padre había anulado la cita matrimonial del día siguiente y eso le produjo cierto alivio pero poco le duró porque le había dado aquella carpeta con las mejores candidatas para ser su esposa para que él eligiese. Podía seleccionar a todas las que desease y con todas concertarían una cita pero debía escoger a una y que no se quejase que le daban la opción de ser él quien la escogiese.

Sentía como si le estuviesen metiendo en una jaula, una jaula grande si, y llena de lujos, pero una jaula. Tenía que elegir esposa, por el bien de la familia debía hacerlo y sabía que era lo mejor, porque la familia estaba ante todo lo demás pero es que era imposible no sentirse encarcelado. Algo tenía que hacer, convencer a su madre o algo, algo, lo que fuera para que su padre comprendiera que a lo mejor estaba enamorado de una chica normal y corriente, a lo mejor lo entendía, a lo mejor le parecía bien, a fin de cuentas era su padre y querría su felicidad.

Pero mientras tanto tenía que escoger para que su padre no se enfadase y le obligase a tener citas con cualquiera.

Bien, pues habría que ver que clase de chicas son las que había seleccionado su padre. Tampoco era tan terrible, lo haría y así se ganaría un poco la confianza de su padre... a fin de cuentas lo importante es la familia y necesitaba tener contento a su padre para cuando le dijese que quizás estaba enamorado de una chica sin apellido ilustre.

Abrió la carpeta. Estaba seguro de encontrar alguna Girei entre ellas y esperaba que no fuera Himeko.

De momento las chicas se veían guapas, vestidas elegantemente y con anotaciones sobre su nombre, edad, estatura, familia, costumbres, aficiones e incluso sus notas, por lo que se veía su padre era bastante exigente.

Antes de empezar a leer sus fichas decidió dar una primera ojeada, a lo mejor había alguna que le llamaba más la atención.

Y la hubo.

Kamui se quedó mirándola realmente asombrado. De todas las chicas que conocía desde luego que no esperaba encontrarla a ella.

Hanakiri Yuri.

¿Yuri era parte de una ilustre familia? Y era ella, no había duda, ella misma, con su pelo rubio, vestida con un elegante kimono de color celeste que hacía juego con sus ojos... si, era ella.

¿Pero los Hanakiri no tenían una floristería?

Si, cierto, tenían una floristería y ese dato hacía que se diera por echo que su linaje era humilde pero es que su padre era oficial de las fuerzas de autodefensa terrestres y parece ser que tenía un alto cargo.

Vaya, quien lo diría.

Y por lo que se veía ella aceptaba eso de buscar novio de esa manera, por claro, se suponía que todo era aceptado por esas chicas, que sabían lo que hacían.

Pues mira por donde ya tenía a la primera candidata, aunque solo fuera por curiosidad.

Otra que le llamó la atención fue una chica que iba a la clase de 3-1, Fatora Senju... anda, así que ese era su apellido, pues si que pertenecía a una familia importante, nadie lo diría, ella parecía una chica de lo más normal, bueno, podría ser otra candidata, se la veía una chica bastante sumisa, siempre iba detrás de Stella o de Takumi... bueno, que más daba una que otra.

...

Karasu se había decidido a ir a buscar de nuevo a Ringo. No era una decisión tan fácil como parecía porque después de lo que había sucedido el día anterior sentía un poco de apuro ¿Qué pensaría Ringo de él? Lo mismo pensaba que quería aprovecharse de ella, de que se sentía triste o algo así. Bueno pues iría a hablar con ella, porque si pensaba algo mal de él lo mejor era que lo aclarasen.

Si, la besó, cierto pero ella no se opuso, es más, se dejó besar e incluso le pidió otro, eso debía ser que no le molestaba tanto... o a lo mejor que ni sabía lo que hacía. Daba igual, el tema había que aclararlo, no quería que la chica pensase de él cualquier barbaridad.

¿Había metido la pata besándola? Pues a lo mejor. A lo mejor era muy pronto y ella vivía con el padre de su hija aunque no parecía que le quisiese demasiado, ni que se sintiera feliz a su lado... Todo era de lo más difícil para Karasu pero Ringo era su responsabilidad, él había evitado que se suicidase y según la psicóloga era el culpable de continuar con su sufrimiento, bueno, pues tendría que cumplir con su responsabilidad ¿o no?

Luego estaba el tema de la madre de Ringo, eso también tenía tela porque mira que la madre de Ringo era una persona compleja, tan pronto estaba súper preocupada por su hija y la alentaba a salir con él como que se le insinuaba... quizás era solo su imaginación calenturienta pero aún así había momentos en los que le hacía sentirse incómodo.

Pero daba igual, iría a llamar a Ringo para que saliese un poco a dar una vuelta.

Y así lo hizo. Fue a casa de su madre a buscarla, más que nada porque no sabía donde vivía ella, solo sabía localizarla allí. Esperaba no encontrar a Hitomi y por suerte así fue.

- No puedo salir - le respondió nerviosa Ringo después de saludarle e invitarle a entrar en la casa - Lo siento mucho.

- ¿Por qué? ¿Tienes algo que hacer?

- Es que mi madre ha salido con un tipo y no tengo con quien dejar a Aiko.

- ¿Es eso? - preguntó con cierto alivio, ya pensaba que su "novio" o lo que fuera que fuese había regresado o algo así - Si es por eso no te preocupes, nos la llevamos.

- Pero es que va a ser una molestia.

- Nunca digas que tu hija es una molestia - pareció reprenderla acercando su cara a la de Ringo - Nunca.

- No, no digo que sea una molestia, digo que a lo mejor a ti me molesta.

- ¿Por qué me iba a molestar?

- Es que no se, es una niña pequeña y tu supongo que querrás divertirte.

- Pues claro, por eso te he venido a buscar. Ya se que es una niña pequeña y que a lo mejor le tienes que dar el biberón y cambiarla y eso pero bueno, el pecho lo llevas siempre puesto ¿no? y si es un biberón lo que tienes que darle pues siempre podemos pedir en cualquier cafetería que nos calienten el agua ¿es que no se hace con polvos? Pues mételos en un bote o algo y ya está ¿Dónde está la complicación?

- ¿Y no prefieres salir con una chica que no cargue con un bebé?

- No - respondió rotundo - Quiero salir contigo, si tienes una hija pues tendrás que llevártela. Venga, prepara lo que necesites que yo cojo a la niña.

- Es que tengo que vestirla y todo.

- Pues venga ¿A que esperas?

Ringo le miraba llena de admiración, desde luego que Karasu era el mejor chico que había conocido nunca ¿Por qué no le conocería hace unos años? Ojalá Isamu fuera así, como él, que distinto sería todo si tuviese su apoyo en lugar de sus críticas.

...

Fuma Kaguya encendía un cigarro mientras se recostaba en el sillón de su nuevo despacho.

Un nuevo despacho. Lo observó con detenimiento, no podía negar que estaba decorado de forma sobria pero con un gusto impecable, los muebles eran todos de madera de roble, modernos y elegantes y su sillón realmente cómodo. Bien, ese era su nuevo despacho, ahora trabajaba para su tío, Madara Kaguya y eso quería decir más prestigio y un mejor sueldo... y también casi le convertía en algo como su prisionero o su rehén, no sabía muy bien. Lo que si sabía es que se acabó su libertad, la libertad de elegir él mismo... le daba la impresión de haber hipotecado su profesión.

Odiaba a su familia, odiaba esas normas tan estrictas, odiaba que su padre tratase a sus hijos como mercancía a la que utilizar según su capricho. Ya tuvo sus discrepancias con él cuando quiso obligarle a casarse por compromiso lo que le convirtió en la oveja negra de la familia y sin embargo ahora había llegado a un acuerdo con su tío, el cabeza de familia de los Kaguya, al que nadie se atrevía a discutir sus propuestas... se había vendido ¿Y todo por qué? Pues solo por darle un poco de libertad a su hermano pequeño.

Cuando se rebeló ante su padre lo hizo porque estaba harto de que le utilizase para conseguir sus propósitos y que negociase con él como si fuese algo de su propiedad, no pudo evitarlo, además estaba en esa edad de rebeldía y todo eso pero ahora... no es que ya le pareciese bien es que no tenía ganas de rebelarse más y todo por ella.

Sabía que ella no lo amaba, lo sentía.

Lo sentía cuando la besaba y ella respondía de forma instintiva, si, de forma apasionada pero faltaba algo en esos besos.

Lo sentía cuando la abrazaba porque no sentía los abrazos de ella, ni que su cuerpo reaccionase a sus tiernas caricias.

Lo sentía cuando le decía que la amaba y no obtenía respuesta.

Lo sentía de muchas formas. Ella no le amaba como lo hacía él. Si le hubiese amado cuando le pidió que se mudase a vivir con él no se habría negado ¿Había algo que se lo impedía? Tenía ya 19 años, los suficientes para tomar esa decisión ¿A que tenía miedo? ¿A dejar solos a sus hermanos? No, eso era ridículo, sus hermanos no eran unos niños pequeños que la necesitasen. Tampoco tenía que tener miedo al compromiso, no le exigía que se comprometiera ni nada, solo se trataba de vivir juntos, se suponía que entre ellos había algo, una especie de atracción, siempre que se veían terminaban igual y eso sería por algo, no por casualidad. El sabía porqué tenía miedo: porque no le quería.

Estaba claro que no. Se sentía atraída por él, de eso no había duda, pero no le amaba y él no iba a obligarla a que le amase.

...

- ¡Que bonito! - exclamaba entusiasmada Sumire al bajar del tren en la estación del pueblo de Akira.

- A esta muchacha todo le parece bonito - comentaba Suo - Ya quiero ver yo el día en el que algo le parezca feo.

- ¿Van a venir a recogernos, Aki? - preguntaba Akane.

- Si, si van a venir - contestaba este mientras se estiraba - ¿Estamos todos? ¿No se habrá quedado nadie en el tren, verdad?

- Estamos todos, yo los he contado - indicaba Sumomo.

- ¿Va a venir tu primo? - decía Akane - Ya veréis, es muy guapo.

- ¿Y dónde están los ciervos? - añadía Sumire mirando alrededor inquieta.

- En el bosque, Sumire, en el bosque - respondía Akira.

- ¿Y cuando los vamos a ver? - insistía Sumire.

- Pues mañana, ahora se va a hacer pronto de noche y no veríamos nada si nos metiéramos en el bosque - contestó Akira - Mañana iremos a verlos. Mirad, ahí está mi primo - señaló una furgoneta que aparcaba cerca de ellos - Vamos.

El primo de Akira, Akihito bajó de la misma casi al mismo tiempo que dos chicos más de la edad de los bellotas, castaños y con los rasgos muy parecidos a los de Akira.

- ¿Y esos niños? - preguntó Shibi.

- Son los hijos de una de nuestras primas - respondió Akira - Habrán venido a pasar unos días, en esta época solemos juntarnos muchos Shikamoto.

- Hombre primo - sonrió Akihito - ¿A cuanta gente te has traído?

- Hola Akihito ¿Cómo estás? - le saludó Akira - ¿Pues y tu? ¿Qué haces con este par de dos?

- Les dije que venían chicos de su edad y querían conocerlos. Pero se van a portar bien ¿A que si? - dijo cogiendo a uno de la nuca - Esta noche les vamos a poner una tienda al lado de la casa, así no se aburrirán.

- ¿Vamos a acampar? - preguntó entusiasmado Yusuke.

- Si, pero os estaremos vigilando, os lo advierto.

- Se parece bastante a Akira cuando tenía el pelo largo - murmuró Sumire a Akane mientras Akira presentaba a su primo.

- Si, ya me he dado cuenta - se echaron a reír sin poderlo evitar.

- ¿A que os ha hecho gracia mi coleta? - se dirigió a ellas Akihito sonriendo.

- Ah - Sumire se puso de improviso bastante colorada - Es que... te pareces mucho a Akira, cuando tenía el pelo largo.

- Anda que, primo, menudo corte que te has hecho, ya verás cuando te vean las abuelas la que te va a caer.

- No es para tanto, además así tardo menos en lavármelo.

- Claro y todo lo que sea comodidad es bueno para ti - dio una enorme carcajada - ¿Cabremos todos en la furgoneta?

- Si, bueno, tu lleva las maletas que yo los llevo andando.

- ¿Andando? ¿Estás seguro de lo que dices?

- Si hombre, si.

- Ah pues yo quiero ir en la furgoneta - dijo Sumire - Nosotras como somos unas damas vamos en la furgoneta ¿vale Akane? ¿Shiho? ¿Hana?

- Si, si, nosotras vamos en la furgoneta con Akihito - la secundó Akane - Vamos chicas, subid, subid, dejad a los machotes que vayan andando.

Las chicas subieron a la furgoneta mientras reían continuamente y los chicos las miraban con caras de que no se fiaban de ellas.

- Que morro tienen las chicas - comentó Suo.

- Déjalo - habló alegre Genki - Ellas se lo pierden, seguro que el camino es muy bonito.

- Estas lo que querían era ir con el primo de Akira - dijo Shibi.

- Si, yo también pienso lo mismo - afirmó Kimisuke.

...

Momoka se había vestido con esmero aunque de forma sencilla, quería estar presentable pero tampoco quería llamar demasiado la atención, así que se puso una minifalda de color verde musgo y un bonito jersey de punto blanco que le quedaba como un guante, para rematar sus preciosas sandalias negras de tacón. Se había maquillado un poco, solo un poco, lo suficiente para resaltar sus pestañas y dar un poco de color a sus labios; se había secado el pelo con el difusor por lo que su pelo lucía ondulado y con volumen. Ella se miró al espejo y se encontró bastante bien, estaba nerviosa, respiró profundamente, cogió su bolso y se dispuso a ir a esa fiesta, a divertirse y a olvidarse de Kamui.

Por el contrario, Yuri había decidido lucir espectacular. Estaba muy nerviosa y excitada, era tan emocionante eso de ir a una fiesta en el club de tenis y es que no era un lugar corriente, era un sitio donde no entraba cualquiera, todos sus miembros eran, como ella decía, lo mas VIP de Kizuna, abogados, empresarios, médicos... y sus hijos y todos importantes y de buena posición social. Así que Yuri sacó de su armario el vestido que tenía guardado desde hacía meses, el precioso vestido rosa y diminuto que se compró porque era para ella, cada vez que lo veía en el escaparate era como si la llamase. Le costó gastar bastante de sus ahorros y sobretodo le había costado meses de dieta y ejercicio para conseguir bajar peso y poder ponérselo.

Tenía mucho miedo al ponérselo ¿Le vendría ya? Se lo compró más pequeño que su talla porque a pesar de lo bonito que era cuando se lo vio puesto le pareció que su feo cuerpo lo estropeaba y ahora venía la prueba definitiva... que bonito que era.

Resopló y se lo puso sin querer mirarse al espejo, de momento abrochar le abrochaba, le quedaba como un guante, ahora había que ver el efecto en el espejo.

Perfecto.

Tanto sacrificio había valido la pena.

Ahora soltaría su pelo, se lo alisaría y se maquillaría para estar más que perfecta.

Miró el resultado en el espejo. Aunque en un principio le había parecido que el vestido le quedaba perfecto ahora se daba cuenta de que si adelgazaba otro poquito le quedaría mejor, pero bueno, hoy no iba a deprimirse, ya había demostrado que podía, adelgazar un poquito mas no sería muy difícil, seguro y la verdad es que se veía bastante bonita, a lo mejor esa chaquetita de encaje que tenía ayudaba a disimular un poco.

Miró su reloj, ya era tarde, tendría que darse prisa porque seguro que Momoka estaría esperándola con cara de bruja, como siempre que se retrasaba.

Y así era. Pero Yuri se disculpó como siempre con un "soy una chica, es normal que llegue tarde, tengo que arreglarme y estar perfecta y a la perfección no se la puede poner tiempo" y luego le dijo lo monísima que estaba, le repasó un poco los labios y le echó de su colonia... ya estaba perfecta para triunfar.

Entraron nerviosas y sin parar de hablar y reír en el club de tenis, con sus entradas en las manos. Unos guardas de seguridad se las cogieron.

- ¿Habéis venido solas? - les dijo uno de ellos mostrando una radiante sonrisa.

- Pues si - respondió Yuri con seguridad y sonriendo radiante - Nosotras solitas.

- Bueno, en realidad venimos la una con la otra, para acompañarnos - recalcó Momoka

- Es ahí, en la cafetería, por donde entra tanta gente, aunque podéis estar por todo el club sin problemas - selló las entradas y se las devolvió.

- Vale, gracias - respondió Momoka.

- Que os divirtáis y a ver si luego nos vemos.

- Ya veremos - dijo sonriendo Yuri.

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