sábado, 3 de diciembre de 2011

103. Confesiones

- Kamui, por favor - le dijo su padre con voz grave levantándose del sillón donde esta sentado - ¿Puedes venir conmigo? Tengo algo que comunicarte.

- Iba a salir - contestó Kamui - ¿Es muy importante?

- Bastante.

- De acuerdo.

La madre de Kamui miró a su hijo con algo de pena y después a Fuma, sentado en el otro sillón del salón de la casa.

- Díselo delante de todos padre - habló Fuma - No es ningún secreto y quizás a su madre le gustaría estar delante.

Fugaku Kaguya dirigió una fría mirada a su hijo mayor.

- Fuma, no empecemos.

- No pasa nada - terció la madre viendo que aquello iba a comenzar una nueva discusión - Haz lo que creas oportuno.

Fugaku miró a su mujer y volvió a sentarse.

- De acuerdo, siéntate Kamui, lo que tengo que decirte no es ningún secreto para tu madre.

Kamui se sentó algo preocupado en el sofá, su madre lo hizo a su lado.

- Tu sabes que los Kaguya somos una familia con una reputación importante. Nuestro status nos obliga a actuar de forma adecuada en todo momento.

Kamui le miraba cada vez más extrañado, no comprendía a que venía ahora esa charla que su padre comenzaba a echarle sobre el status familiar y lo importante que era no perder su posición en la sociedad. Miraba a Fuma que, muy serio, seguía toda la conversación con una sonrisa amarga en los labios.

- Hijo - interrumpió su madre toda aquella charla - ¿Estás enamorado de alguien?

- ¿Que si estoy "qué"? ¿A que viene esto?

- Hijo, ante todo nosotros somos tus padres y queremos que seas feliz.

- No... no entiendo.

- Si estás enamorado debes decírnoslo, es importante.

- ¿Me estáis echando toda esta charla solo para preguntar si me gusta alguna chica?

- No Kamui - habló su padre - No se trata solo de eso, se trata de que eres un Kaguya y como debes comportarte como tal.

- Sigo sin entender.

- Te hemos concertado una entrevista.

- ¿Una entrevista?

- Tenemos contratado un nakodo y ha concertado una entrevista con una futura esposa.

- ¿Qué? - Kamui se levantó como movido por un resorte.

- Tu matrimonio con una joven de buena posición social y apellido ilustre sería muy conveniente para la familia.

- ¿Qué? - repitió - Padre ¿De que hablas? Tengo 18 años.

- Por supuesto no os casaríais de inmediato, primero terminaríais vuestros estudios pero nos gustaría anunciar vuestro compromiso cuanto antes.

Kamui miró incrédulo a su padre, luego a su madre que parecía estar a punto de llorar y después a su hermano.

- No me lo puedo creer - respondió simplemente con su habitual frialdad.

- No tienes que creértelo - dijo su padre levantándose - La semana que viene tendréis la primera cita.

- Pero...

El padre se dio la vuelta y se marchó ignorando la protesta que parecía querer pronunciar su hijo. Kamui no sabía como reaccionar, aquello era lo más absurdo que le había pasado nunca, aun no lo asimilaba y menos aún lo aceptaba. De todas formas le quedaba su madre, seguro que ella haría razonar a su padre con aquel capricho que tenía. Miró a su madre que, con gesto compungido, salía detrás de su padre.

- Por fin ha pasado - habló de forma sinuosa Fuma.

- ¿Tú que tienes que ver con esto?

- ¿Yo? - se levantó y cogió su chaqueta que reposaba sobre el respaldo del sofá procediendo a ponérsela - Yo no tengo nada que ver con esto... o a lo mejor si, quizás sea todo culpa mía.

- Es una broma ¿verdad?

Fuma se acercó a su hermano y dio con su dedo corazón en la frente de este, gesto que Kamui odiaba a más no poder.

- Estúpido hermano pequeño ¿Por qué crees que tu padre y yo nos llevamos tan mal? Ya intentó hacerlo conmigo.

- ¿Contigo?

- Tu padre quiere dedicarse a la política ¿No lo sabías? Le vendría muy bien emparentar con alguna que otra familia ilustre.

- Eso que dices son tonterías.

- Piensa lo que quieras. Ya te advertí que tu amiga con pelo de zanahoria no era apropiada para ser una Kaguya y no lo digo por mi, a mi me da igual.

Fuma se marchó dejando a Kamui lleno de una impotencia y una incredulidad tremendas. Subió a buscar a su madre, seguro que ella le explicaba de qué iba todo ese tema.

Fuma caminó los metros que le separaban de una finca cercana mientras se encendía un cigarro. Tampoco le gustaba esa situación, ni lo que había escuchado y mira que sabía que iba a pasar pero no le gustaba. En realidad, pese a lo que en principio parecía, Fuma quería a su hermano pequeño, le quería mucho y siempre había esperado que las discusiones con su padre, la situación tan tensa que vivían y todo eso hubiese servido para cambiar algo, para que su hermano no tuviese que pasar lo mismo que él, pero estaba claro que se había equivocado.

En la puerta de la finca a donde había llegado tiró el cigarro al suelo y lo pisó. Pulsó el botón del timbre. No tardaron en abrirle. Entró caminando despacio, como si le costase mucho, como si el camino fuese una gran pendiente. Entró en la casa, comunicó al mayordomo que había abierto a quien deseaba ver y esperó pacientemente.

Nunca quiso creer que terminaría así, aún no se lo podía creer pero ¿y que hacía? Era su hermano, tenía que ayudarle, a pesar de la antipatía que le demostraba él no iba a permitir que quisiesen manipular su vida. El había fallado a sus padres al negarse a obedecer, él ahora era una vergüenza de hijo, repudiado por prácticamente toda la familia, la vergüenza de los Kaguya... y no iba a dejar que a Kamui le pasase lo mismo.

- Primo Fuma - oyó decir alegremente a Taro - ¿Que haces por aquí?

- Hola Taro ¿Está tu padre?

- ¿Vienes a hablar con mi padre? Uy, algo malo debe pasar.

- Eso a ti no te importa - contestó secamente.

- Está bien, está bien, Taro entiende, Taro no se meterá donde no le importa, Taro es un buen chico.

- Déjanos, Taro - habló una voz grave y misteriosa.

Madara Kaguya, el dueño de esa voz era uno de los Kaguya mas respetados, se podía decir que ejercía como "cabeza de familia". Taro se marchó rápidamente de allí, desde luego no hacía falta que se lo repitieran.

- Hola - le saludó escuetamente Fuma.

- Es extraño verte por aquí ¿Has cambiado de opinión?

- Digamos que quiero llegar a un acuerdo contigo.

Madara sonrió maliciosamente.

- Me lo imaginaba, sabía que tarde o temprano vendrías. Ven, vamos a sentarnos y hablaremos de todo.

- ¿A que se está bien aquí? - preguntó Akane sentada al lado de un Akira recostado que miraba fijamente a ningún sitio en concreto.

- ¿Perdona? ¿Decías algo?

- Estas en otro mundo.

- Estaba pensando ¿Que me decías?

- Nada, solo que se está bien aquí.

- Si, muy bien pero se podría mejorar.

- Si, supongo.

- Se te tumbas a mi lado estaré mejor, venga, túmbate, me siento raro contigo ahí sentada.

- ¿Vamos a mirar juntos el cielo? - dijo mientras se recostaba a su lado.

- Miraremos lo que tú quieras.

- En esta posición es difícil mirar otra cosa. Akira...

- ¿Humh?

- ¿Puedo apoyarme en ti?

- Por supuesto, es más, si no lo haces me molestaré.

Akane se movió para apoyar su cabeza en el pecho del chico, este acarició su pelo repetidamente.

- Se está bien así - dijo la chica.

- Muy bien - respondió suspirando.

Se estaba tan bien, todo parecía en calma y armonioso, realmente deseaba que el tiempo pudiera pararse en esos momentos pero por desgracia segundo a segundo seguía su avance.

Akira cerró los ojos, quizás lo mejor era simplemente no pensar y relajarse. Como había dicho Akane ese era un día para olvidarse de todos los problemas, para pensar en ellos estaba el resto de los días.

Cuando los abrió se encontró a Akane mirándole fijamente.

- ¿Me he quedado dormido?

- Un poco.

- Lo siento ¿Que hora es?

- Tranquilo, todavía es pronto ¿Quieres beber algo? He traído refrescos.

- Si pero ya los cojo yo, no te preocupes.

Cuando regresó con los refrescos se tumbó de lado, apoyándose sobre su antebrazo, mirando a Akane.

- Akane yo quería decirte algo.

La chica, que estaba tumbada boca arriba se giró quedando de lado, frente a él, mirándole con curiosidad.

- Si, dime.

- He estado pensando que... creo que deberíamos salir juntos.

- ¿A que te refieres?

- A que me gustaría que saliésemos juntos y no de vez en cuando, si no a que... ya sabes, saliésemos.

Akane también se incorporó apoyándose en su antebrazo.

- ¿A que se debe eso?

- Se debe a que creo que estamos listos para ir un paso más allá en nuestra relación. Se que ahora no es el momento adecuado pero... ¡Ahhhhhh! ¡Que difícil es esto! - exclamó mientras se dejaba caer boca arriba.

- ¿Quieres que seamos más que amigos?

- Pues si, se podría decir así.

- ¿Algo así como novios? - se acercó a él hasta quedar sus caras una enfrente de la otra.

- Ya se que eso suena muy fuerte... una especie de amigos... amigos...

- ¿Muy íntimos?

- Si, supongo - Tener a Akane tan cerca le estaba empezando a poner bastante nervioso.

- ¿Cómo de íntimos?

- Bueno pues...

- Los amigos se besan en la mejilla ¿verdad?

- Bueno, a veces - sintió los labios de Akane besarle de manera casi imperceptible.

- Por que son amigos y hacen eso ¿no? ¿Y los amigos íntimos que hacen? ¿También se besan en la mejilla? - puso un nuevo beso en la otra mejilla del chico.

En un segundo, con un rápido movimiento Akira había logrado intercambiar las posiciones, ahora era Akane la que estaba contra el suelo y él la miraba con la cara pegada a la suya.

- Supongo que si - afirmó sonriendo - ¿Y aquí? - besó la frente de la chica - ¿Y aquí? - besó uno de sus párpados.

- No, no creo.

- Eso quizás lo hagan los amigos muy íntimos ¿no?

- A lo mejor.

- ¿Y aquí? - besó suavemente el cuello, Akane negó con la cabeza - ¿No? Quizás aquí - besó debajo del mentón, Akane volvió a negar con la cabeza al mismo tiempo que intentó hacer un movimiento con una mano que Akira impidió sujetándosela - ¿Y... aquí?

Akira se acercaba lenta pero peligrosamente y Akane levantó la mano que tenía libre y la puso en los labios de Akira.

- Tranquila - habló el chico suavemente - Nunca haré nada que pueda molestarte.

- No es eso, es que... tus labios son muy suaves. Akira ¿Te acuerdas de lo que te conté el día que me llevaste a ver los ciervos?

- Claro que me acuerdo y no tienes que tener miedo de mí.

- No, no es eso es que, bueno... Jaakuro tenía unos labios secos y agrietados, los tuyos son tan suaves que me da miedo que me llegue a gustar.

- ¿Tienes miedo de que yo te guste? ¿Sabes lo que a mi me vuelve loco? Tu piel.

- Deja de decir tonterías, no te tomas nada en serio, eres un payaso.

- Akane, ese tipo, Jaakuro, no solo te besaba, también te tocaba.

- ¿Por qué dices eso? - preguntó llena de sorpresa y notando como se empezaba a poner roja.

- Porque siempre pones las manos de escudo delante de tu pecho, en cuanto alguien se acerca demasiado lo haces, es algo que no te das cuenta, como un acto reflejo que tienes, lo haces disimuladamente pero lo haces, además no te gusta que te toquen, ni siquiera tus amigas, te pones muy tensa.

- Serán imaginaciones tuyas - dijo desviando la mirada.

- ¿Quieres contarme algo más?

Quizás había llegado el momento en el que Akane empezaba a confiar en él, era lo que deseaba, que por fin se atreviese a enfrentarse a sus fantasmas y sobretodo que tuviese esa confianza.

- Yo se que tú eres un chico muy listo y que te das cuenta de todo así que se que hay cosas que...

Parecía que no le vendría mal un poco de ayuda.

- ¿Te refieres a esas cosas que la "señora" aquella dijo de ti? Es la madre de quien te hizo daño ¿verdad?

Akane asintió con miedo mientras cerraba los ojos. Akira aprovechó para acercarse a besarla en la mejilla.

- Tranquila, eso ya pasó.

- Pero tú no sabes, no sabes...

- Sea lo que sea ya no te volverá a hacer daño.

- Si me lo hace porque lo tengo aquí - se llevó una mano a la frente - lo tengo aquí y no lo puedo borrar.

- Es que no tienes que borrarlo, solo saber aceptarlo y no dejar que te influya.

- No lo entiendes, no lo entiendes.

- Si lo entiendo. Entiendo que te está haciendo daño y que te hace sentir vergüenza.

- Es que yo no... - se mordió el labio inferior dudando si hablar o no.

- Akane, sea lo que sea puedes confiar en mí.

- Nunca se lo he contado a nadie. Bueno, Jisei, Ryuko y Shibi lo saben y a Sumire le conté algo el otro día.

Akira acarició el pelo de su compañera.

- Pues ya es hora de que lo cuentes ¿no crees? Esos secretos no está bien guardarlos porque pudren el alma.

- Es que tengo miedo.

- ¿A que?

- A que... a que me des la espalda.

- No hay nada que me puedas contar que vaya a hacer que te de la espalda, a no ser que me confieses ser una asesina psicópata y sanguinaria.

Akane hizo un gesto que indicó que quería sentarse, Akira se apartó sentándose él también.

Fue muy doloroso para Akane hablar de lo que había sucedido cuando era pequeña, sobretodo porque nunca había hablado de ese tema, sabía que sus amigos no lo ignoraban pero nunca había hablado de lo que ella sentía, de su vergüenza, de su miedo, del asco y el rechazo a si misma.

Akira la escuchó lleno de pena, confesando cosas que ya sabía y otras que solo suponía y tal y como imaginaba había cosas que ni Jisei, Ryuko y Shibi conocían porque se avergonzaba, cosas que había ocultado a todo el mundo porque la hacían sentirse sucia, cosas que creía que si no contaba las olvidaría pero no, al contrario, continuaban allí haciéndose cada vez más dolorosas precisamente porque su silencio las había alimentado. La vio hablar temblorosa pero sin llorar, sin querer mirarle, como si la vergüenza que sentía se lo impidiese, como si ella hubiese sido la culpable de todo lo que le pasó; pero también sentía satisfacción al oírla porque podía ver como confiaba en él. Las palabras de Akane, llenas de miedo, dolor y vergüenza se clavaban dentro de él como agujas, sentía crecer en él una enorme impotencia y como subía por su pecho hasta juntarse en su garganta pujando por salir.

- Te quiero - fue lo único capaz de articular cuando ella guardó silencio - No sabes cuanto te quiero.

- No te burles de mí, por favor - se lamentó la chica.

- No lo hago.

- Solo lo dices porque te doy pena.

- No me das pena porque lo que deseo es ver como lo olvidas todo. Se que te dolió que te utilizasen, que te sientes asqueada y yo también odio a ese hombre pero ahora hay que pensar que todo eso ya pasó, cuanto mas lo recuerdes más vencerá ese monstruo y tu tienes que estar orgullosa de ti misma y no dejar que te atormente.

- Pero yo es que... no puedo Akira, no puedo - se llevó las dos manos a la cara enterrándola en ellas - Me huelen las manos aún, puedo olerlas, ese olor no se quita nunca, nunca. Están sucias, yo estoy sucia, esa mujer lo dijo, estas cosas le pasas a las niñas sucias y malas.

Akira veía como Akane empezaba de nuevo lentamente a balancearse, iba a bloquearse de un momento a otro, la niña pequeña y asustada estaba a punto de aparecer. Lentamente cogió una de sus manos y la separó de su cara para llevarla hasta él. Acercó los labios a la muñeca y los puso de forma suave en ella, besándola, permaneciendo con los labios allí, sintiendo su pulso.

- Quisiera desterrar tanto sufrimiento de tu corazón - susurró.

- Es que, no puedo... no puedo pensar en... Akira, no es solo que me den asco los besos, no, es... es... todo... me da miedo, me da asco.

Akira continuó besando suavemente su mano, despacio, recorriéndola con pequeños besos hasta la punta de los dedos mientras Akane le miraba entre sorprendida y aturdida.

- ¿Sabes una cosa? Tus manos no huelen mal.

- ¿Por qué lo haces?

- ¿El qué?

- Ser amable conmigo.

- Ya te lo he dicho, porque te quiero.

- No es cierto.

- Te quiero - la atrajo hacia su pecho abrazándola protector.

- No sabes lo que dices.

- Si lo se - levantó la cara de la chica por la barbilla y le dio un pequeño beso en los labios.

- Me estás tomando el pelo.

- Desconfiada - sonrió y volvió a besarla - En realidad soy amable para que tengas algo que deberme, me tendrás que compensar.

- ¿El qué? - Akane puso su mano en la boca para impedirle que volviera a besarla.

- Me das muchos quebraderos de cabeza, sin duda eres la chica mas complicada que conozco así que es culpa tuya y me tienes que compensar ¿Qué vas a hacer para compensarme, chica complicada? - Akira retiró de su cara la mano de Akane y de nuevo puso un pequeño beso en sus labios.

- En realidad me odias.

- Si tú lo dices... - de nuevo volvió a repetir el beso.

- Solo te doy problemas.

- Puede que sea cierto - se acercó de nuevo a besarla.

- Bueno, vale ya… no me dejas hablar.

- ¿Crees que quiero que hables? Este es mi sueño, debe ser un sueño, sin duda, porque ahora voy a besarte y no me vas a rechazar y dentro de unas horas se romperá este sueño y volveremos a la realidad y tu actuarás como siempre, te pondrás histérica y nerviosa y me gritarás y todo eso pero ahora esta es mi cita, ahora… es mi sueño.

Si había alguien que se lo estaba pasando bien era Sumire, como siempre ella era capaz de ver lo divertido de cualquier situación y estar allí, ayudando en la pequeña granja para ella era muy divertido. Se divertía dando de comer a los animales y hasta limpiándoles, se divertía preparando con la abuela la comida en aquella cocina de leña y sobretodo se divirtió haciendo el pan aunque no se le diera nada bien porque si había otra característica de Sumire era su tremendo despiste.

- Eres muy buena chica - decía la abuela Mito mientras Sumire la ayudaba a lavar los platos - Un poco despistada pero muy buena chica.

- ¿Lo dices por que se me ha olvidado poner la levadura?

- Eso fue la primera vez, luego se te olvidó la harina, eso es un poco peor.

- Claro, sin harina es difícil hacer pan... ay esto es muy difícil, hay que acordarse de muchas cosas. Está descartado, no seré panadera.

- Eso es bueno, el mundo no necesita un panadero como tu ¿Tu conoces a mi nieto? Va al instituto de Kizuna, se llama Tamaki, Tamaki Akasuna.

- ¡Claro! Tamaki, es bien guapo, pequeñito pero muy guapo aunque con mal carácter... ay lo siento, lo siento no quería decir eso.

- Ah, no te preocupes, se que tiene mal genio, en parte es por mi culpa.

- Na... eso no puede ser.

- ¿Que tal se porta?

Sumire parecía pensar la respuesta que debía dar.

- No te esfuerces - sonrió la abuela - Ya se como es.

- ¿Y vivís solos en esta casita el abuelo Ebizo y tu, abuela?

- Pues si, nosotros solos.

- Me encantan los abuelitos, sois tan tiernos que me dan ganas de abrazaros, sobretodo los que tienen barba así blanquita

La abuela Mito se reía con ganas

- Ay, hacía mucho tiempo que no me reía tanto, eres un caso ¿Eres la novia de Karasu?

- No, que va, solo somos amigos.

- Quizás Karasu es el novio de Ringo.

- No, vamos que yo sepa, claro que no lo se todo y no se desde cuando se conocen, que digo yo que serán muy amigos porque la ha invitado a venir aquí pero yo no la conocía, bueno él sale con la pandilla y todo eso y no sabía que tenía otros...

- Vale, vale, déjalo ya, mi cerebro ya no es el de antes y no puedo asimilar tantos datos.

- ¿Por qué preguntas si es su novio? ¿No pensarás que es el padre de la pequeña, verdad?

- No, no es eso, solo me lo parecía por como la mira.

- ¿Cómo la mira?

- Nada, olvídalo, son cosas de vieja chocha. Anda deja ya esto y ve con tus amigos.

- Pero tengo que ayudarte a recoger.

- Yo puedo recoger sola, vamos, vamos, vete.

Por fin Kohaku había conseguido quedarse a solas con Himeko. A penas en todo el día pudo acercarse a ella sin tener a Mitsuki pegada a él y él deseaba hablar con ella, preguntarle si se lo estaba pasando bien o por el contrario se aburría y se cansaba de estar allí. La encontró intentando sacar agua del pozo, tirando de la cuerda pero aquello parecía bastante trabajoso para ella.

- ¿Te ayudo?

- Seria de agradecer.

- Mira tus manos, te las estás destrozando, anda siéntate.

-¿Por qué esto es tan difícil? No entiendo porqué hemos de sacar agua del pozo ¿Es que no tiene agua corriente?

- Cada vez que venimos aquí a la abuela le gusta que apreciemos las comodidades que tenemos, por eso nos hace sacar agua del pozo y cortar leña ¿Estás molesta?

- No, no estoy molesta.

- ¿Lo estás pasando muy mal?

- No, de veras, es muy divertido, los animales, la comida... me he divertido mucho.

- Eres un poco mentirosa ¿lo sabías? - Kohaku terminó de subir el cubo y lo dejó en el suelo - Espera aquí.

No tardó en regresar con un vaso en la mano y una especie de cazo, lo metió en el cubo y sacó lleno de agua que echó en el vaso.

- Toma, prueba.

Himeko se acercó a coger el vaso y sin dejar de mirar a Kohaku lo llevó a sus labios para beber.

- Que fresquita y rica está.

- Es solo agua, no sabe a nada pero te has esforzado por sacarla, por eso te sabe tan rica.

- Entiendo.

- Las cosas que te esfuerzas en conseguir siempre son las que mejor saben.

Kohaku y Himeko volvieron a quedarse mirando como hipnotizados.

- Yo... debería decirte algo, Himeko.

- ¿Si?

- No... creo que mejor aún no es el momento.

Poco a poco, sin darse cuenta, de nuevo la distancia entre ambos se iba acortando.

- ¿Por qué, Kohaku?

- Me da miedo.

- ¿El qué?

Y de nuevo estaban a milímetros uno del otro cuando un chasquido les hizo sobresaltarse y separarse bruscamente.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento! - dijo Sumire muy apurada y visiblemente colorada - Seguir con lo vuestro, esto, bueno no quiero decir que... esto, lo siento.

- ¿Te pasa algo, Sumire?

- ¿A mi? No que va, que va, bueno que me he equivocado de camino yo...

Himeko y Kohaku también estaban bastante colorados.

- ¿Buscabas algo? - balbuceó Himeko.

- No, digo si, bueno yo buscaba a todo el mundo pero a vosotros no, yo es que o sea buscaba a mas gente, no es que no quisiera veros a vosotros es que buscaba a mas de dos personas juntas.

- Karasu está con Mitsuki y Kimisuke en el granero.

- Bien, vale, pues me voy a buscarles.

Sumire salió corriendo de allí.

- Esto ha sido un poco violento - declaró Kohaku - Bueno es que no se lo que ha pasado, bueno si lo se. Himeko yo...

- No digas nada, por favor, ahora mismo no estoy preparada para... escuchar lo que sea.

- Pero no sabes lo que te quiero decir.

- Ya pero... voy a buscar a mi primo.

Y Kohaku se quedó solo pensando en lo asustada que se encontraba Himeko y lo difícil que debía ser esa situación para ella, después del rechazo de Nowaki y de la sorpresa de verle con Xu-Xu seguramente se encontraba demasiado confundida como para aceptar cualquier otro sentimiento. Pero no importaba porque él sabía tener paciencia y esperaría a que ella se encontrase preparada para escuchar su declaración.

Sumire llegó al granero bastante alterada. Allí Karasu parecía tener una absurda discusión con Mitsuki y al verla entrar se callaron y los tres se quedaron mirándola.

- ¡Menos mal que os encuentro! - exclamó Sumire.

- ¿Pasa algo? - se interesó Karasu.

- No, nada ¿Qué va a pasar? ¿Tenía que pasar algo?

- Estas como... alterada.

- Es que he venido corriendo. Estaba deseando encontraros.

- Bueno, sabes lo que te digo - habló con tono enojado Mitsuki - Que yo me voy de aquí, contigo es imposible, eres un mandón insoportable.

- ¿Mandón?

- Me voy a ayudar a Kohaku.

- Yo voy a ayudar a Ringo ¿Sabes donde está? - preguntó Karasu a Sumire.

- Si, está en la casa con la niña, dándole otro biberón, hay que ver lo que comen los bebés.

- Voy a ayudarla.

- ¿Qué pasa? - gruñó Mitsuki - ¿Que estás enamorado de mi o algo así que siempre vienes detrás de mi?

- Si claro, es lo que más me pone, ir detrás de ti. Eres una niña muy creída.

- ¿Niña?

Los dos se marcharon discutiendo entre si, Sumire suspiró resignada.

- Pues nada, será lo que dios quiera.

- ¿Lo que quiera de qué?

- ¿Que les pasa a esos dos? Parece que a Mitsuki no le gusta nada Karasu y es porque no lo conoce y luego es muy pegajosa con Kohaku, todo el día haciéndole ojitos y poniéndole sonrisitas.

- No te preocupes por él - comentó Kimisuke.

- ¡Pero va a ir donde está Kohaku!

- Supongo que va derechita a buscarle.

- ¡Pero esto es un drama!

- ¿Por qué? Por lo que he visto Kohaku sabe como manejarla... bueno, más o menos.

- No, si lo digo porque antes he pillado a Kohaku y Himeko a punto de darse un "bum".

- ¿Un... "bum"?

- Si, ay yo le interrumpí, ha sido un momento muy vergonzoso.

- ¿Que iba a hacer Kohaku con Himeko?

- Darle un "bum".

- A pesar de que quizás me llames ignorante te lo tengo que preguntar ¿Que es un "bum"?

- Algo que yo no se lo que es. Mecachis, debo ser el bicho más raro del mundo.

Sumire, con gesto de fastidio se sentó en el suelo apoyándose en una de las paredes.

- ¿Y por qué eres un bicho raro? - dijo Kimisuke sentándose a su lado.

- Porque nunca he probado un "bum". Debo ser la única chica del mundo que no lo ha probado, seguro, ay que rabia.

- Espero que eso del "bum" no sea algo contagioso porque entonces seguro que yo lo cogía.

- ¿Cómo va a ser contagioso? Jo, si es que soy la chica mas desgraciada del mundo mundial.

- ¿Pero que demonios es un "bum"? Porque mira, estoy empezando a pensar en algo pornográfico e imaginarme a la dulce Himeko en plan pornográfico no es muy agradable.

- ¿No sabes lo que es un "bum"?

- Te juro que no.

- ¿Te burlas de mi?

- Bueno, a lo mejor si lo se pero debe ser que lo llamo de otra forma.

- Puede ser.

- ¿Que es lo que estaban a punto de hacer Kohaku y Himeko?

- Pues darse un beso ¡Que va a ser si no!

- Ah claro, un "bum" es un beso... lógico, no se como he podido pensar otra cosa.

- Si, estaban así, juntitos, juntitos y yo lo estropeé.

- Carai con Kohaku.

- Que rabia me da.

- ¿El qué?

- Yo también quiero saber que se siente cuando te besan. Yo digo que el corazón debe hacer "bum" por eso lo llamo "bum".

Kimisuke se echó a reír.

- ¿De que te ríes?

- Es que eres muy graciosa.

- ¡No te burles de mi!

- Si no me burlo ¿De veras nunca has besado a un chico?

- Jo, no me mires así, me da vergüenza.

Kimisuke seguía sonriendo.

- ¡Que no te burles más! Eres tonto, todos los chicos sois tontos - Sumire intentó levantarse pero Kimisuke la sujetó.

- Espera, si no me burlo de ti, es que te pones muy graciosa con ese gesto enfurruñado.

- ¡Suéltame! - Sumire consiguió zafarse del chico y levantarse - Vamos, levántate, tenemos que ayudar a cortar leña.

- Ya voy, ya voy.

- Oye, es la primera vez que te veo reír ¿Te encuentras bien?

- Si, mejor que nunca.

- Pues yo pensaba que tú no sabías reír, fíjate tú.

ESPECIAL POR SUPERAR LOS 100 CAPITULOS

Akane no podía creer lo que hacía, pero tampoco podía dejar de hacerlo y a Akira no parecía que le molestase. Ni sabía como había llegado a esa situación, estaba tumbada en la hierba y sentía el calor de Akira sobre ella pero sin llegar a aplastarla, giró la cabeza y vio sus gafas en el suelo.

¿Qué había pasado? No recordaba nada, solo que Akira la volvió a besar y ella le dejó que lo hiciera porque los labios de Akira eran suaves y le hacían cosquillas, aquella sensación era...no quería apartarse de los labios de su amigo, le atraían tanto como el chocolate. Si, aquellos besos la estaban volviendo loca, ya no quería pensar, estaba harta de pensar que era lo correcto y que no. Se sintió mareada, sintió algo como una palpitación y dejarse arrastrar por una sensación maravillosa que la invadía y... no recordaba nada más. Ahora había abierto los ojos y estaba debajo de Akira que la miraba con ojos brillantes y la sonreía.

- ¿Akane? ¿Estás bien?

- ¿Que...? - a ver como le decía ahora que no recordaba porqué estaba tumbada en la hierba, sin gafas, con la ropa descolocada y con él encima en esa posición tan comprometedora.

- Perdóname - dijo quitándose de encima y sentándose a su lado - Creo que se nos ha ido un poco la cabeza a los dos.

- Y tanto - respondió sentándose a su lado.

- No se lo que me ha pasado.

- No - añadió aturdida - Yo... tampoco.

- ¿Te encuentras bien? Estás muy pálida.

- Es que creo que me he mareado o algo así.

- A lo mejor es por el calor, hoy hace mucho calor, se avecinan tormentas.

- Si, debe ser por eso... que cosa tan rara.

Akira sonrió y volvió a tumbarse cerrando los ojos. El si recordaba lo que había pasado.

"Volvió a besar a Akane, no parecía enfadada, no le rechazaba, y cuando, temblando, de pronto, entre besos ella entreabrió sus labios incitándole a profundizar el beso se sintió enloquecer. No se hizo de rogar, tampoco lo pensó, porque cualquier pensamiento se había quedado bloqueado por la fuerza de lo que su cuerpo ordenaba.

- ¿Quieres que pierda la cabeza?

- Yo que tú me aprovechaba, yo ya la perdí - sonrió de forma pícara la chica.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que ya no besaba a Akane.

Ayesa le empujó con su propio cuerpo hasta tirarle al suelo y se colocó encima de él moviéndose de forma sinuosa.

- Ayesa, no empieces - se quejó al ver como se quitaba las gafas y las dejaba a un lado.

- Si tuviéramos miel podríamos hacer eso que digo Yuri que hacías con la miel.

- ¿Con la miel? ¿Se puede saber que hago yo con la miel?

- Pues lo que Yuri ha contado... ya sabes.

- No, no lo se, a mi no me gusta la miel, solo la tomo cuando estoy acatarrado y porque mi madre me obliga.

- Ah pues no es eso lo que han contado.

- ¿Y que demonios han contado?

Ayesa se movió hasta acercar su boca al oído de Akira y así, susurrando fue contando lo que había oído que él era especialista en hacer.

Aquellas frases descaradas penetraron como agujas envueltas en el aliento denso y caliente de Ayesa produciéndole asombro, curiosidad y una especie de morbosidad recorriendo su cuerpo.

Pudo revolverse y conseguir que fuera la chica la que quedase en el suelo y él encima. Entrelazó sus manos a las de Ayesa y la miró sonriendo maliciosamente, ahora él dominaba la situación y quizás era el momento de tomarse la revancha por lo que esa chica le había hecho.

- Humh... cielo, que rudo te pones - casi ronroneó.

- ¿Te gusta que me ponga rudo?

Ayesa sonrió de una forma totalmente insinuante mientras le regalaba una mirada que adelantaba demasiadas cosas y eso no era justo, porque a esa edad las hormonas vienen incluidas de serie. Akira trataba de mantener la mente en blanco pero un chip en ella parecía haber estallado.

Volvió a besarla, esta vez de una forma más pasional, casi lujuriosa. Ayesa gimió y Akira sintió una sensación intensa recorrerle todo el cuerpo y de forma violenta pasó a besar su cuello con una pasión que ni él mismo conocía. Ayesa suspiraba y a cada suspiro Akira se sentía más y más enloquecido. Aquello no parecía tener ya marcha atrás.

Fueron unos momentos intensos en los que la mente de Akira había bloqueado cualquier otro pensamiento, cualquier otra sensación que no fuera el calor del cuerpo de Akane, porque sería Ayesa pero el cuerpo era el de Akane; nada importaba en el mundo, nada existía, solo aquellas sensaciones, ya no había ni pasado ni futuro, solo aquel momento y un deseo tremendo de fundirse con ella, no sabía lo que hacía, solo se dejaba llevar, de alguna manera su cuerpo sabía que hacer.

- Cielo - murmuró en su oído Ayesa - ¿Verdad que no hay nadie en tu casa? Podíamos ir.

- ¿Por que ir hasta allí? Aquí tampoco hay nadie.

- ¿Aquí? ¿Te atreverás a tanto?

Lo pequeños dedos de Ayesa volvieron a colarse por debajo de la camiseta de Akira y arañó su espalda, Akira gruñó y ella rió con esa maldita risa que no hacía más que provocar a Akira.

Consiguió coger ambas manos de la chica y aprisionándolas las puso contra el suelo. Ayesa arqueaba el cuerpo y se mordía el labio inferior, era indescriptible la sensación que producía en Akira, verla retorcerse de esa forma y sentir que ahora era él quien dominaba aunque fuese solo por un instante y la maldita ropa estorbase más que nunca, sentía su cuerpo arder y un deseo incontrolable de volver a besar esa piel cremosa, suave y que olía a jazmines, era como una locura que le dominaba… eso no podía ser bueno.

- Hazlo - susurró exigente Ayesa.

Fue cuando Akira recuperó la cordura. Esa no era Akane, era su cuerpo pero no su mente. Sonrió de nuevo con malicia.

- ¿Quieres que lo haga?

- Hazlo - exigió la chica - ¡Ya!

- Vaya, alguien está muy impaciente…

Akira llevó su mano hasta la pierna de Ayesa, acariciándola mientras subía hasta la cintura, desabrochó el botón y lentamente bajó la cremallera, esa lentitud parecía torturarla y entonces, disfrutando de ese momento se separó de ella y se sentó.

- No - respondió con tranquilidad.

- ¿Qué?

- Que no lo voy a hacer.

- Vamos hombre, lo estás deseando tanto como yo.

- Si, puede, pero no lo voy a hacer.

Lo primero que pensó fue que Ayesa se enfurecería pero no, esta dejó salir una risa divertida mientras se sentaba.

- Que listo eres... bien que me has engañado ¿eh? ¿Es esta tu venganza por lo del otro día?

No había ni una pizca de reproche o enfado en el tono de su voz.

- Puede que si o puede que no merezca la pena vengarme.

- Ya. O sea que te reservas para tu Akane.

- No es por ti, Ayesa, no te ofendas.

- No, si no me ofendo, este cuerpo es el de Akane, es imposible que no lo desees ¿Quieres que ella sea la primera?

- Quiero que... no lo entenderás.

- Oh si, si lo entiendo, para ti es como violar su cuerpo. Eres un romántico, cielo, quizás por eso me gustas tanto pero te aseguro que caerás, no estoy dispuesta a quedarme sin lo que quiero.

Ayesa se tumbó y cerró los ojos y Akira se recostó con cuidado encima de ella para besarla por última vez, porque algo le decía que cuando abriese los ojos sería su Akane, a fin de cuentas, aunque perversa, Ayesa no era tan malvada."

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