sábado, 3 de diciembre de 2011

115. El confort de un abrazo

La madre de Ringo, Hitomi, empujaba el carrito de la niña unos pasos por delante de Karasu y su hija. Karasu se había empeñado en acompañarlas hasta su casa a pesar de las protestas de Ringo.

- Que digo, chicos - decía dándose la vuelta - ¿Por qué no vais a tomar algo o a dar una vuelta?

- Es que tengo que volver a casa y dar el biberón a la niña.

- Ya me ocupo yo de darle el biberón.

- Pero es que además tengo mucho que hacer.

- ¿El qué? No pasa nada por que no lo hagas un día.

- Pero es que tengo mucho retraso, ya sabes como lo tengo todo.

- ¿Y que más da? No va a ir nadie a hacértelo, seguirá como está hasta que vuelvas.

- Pues por eso, tengo que hacerlo.

- Lo que tienes que hacer es disfrutar un poco que tienes solo 19 años y ya andas amargada de la vida ¿Verdad Karasu? ¿Verdad que tiene que disfrutar un poco?

- Hombre pues... - empezó a decir Karasu algo incómodo por la conversación que madre e hija tenían.

- Nada, ve a dar una vuelta con Karasu y de paso trae algo para cenar, una pizza o algo que no tengo ganas de cocinar, pero trae para las dos que te quedas a dormir conmigo.

- No mamá, tengo que volver a mi casa que además tengo todas las cosas de la niña allí.

- No digas tonterías, tenemos pañales, biberones, ropa... hasta una bañera. Anda Karasu, llévatela a dar una vuelta y luego me la traes.

- Bueno - dijo sonriendo Karasu - Tu madre manda.

Ringo dudó unos segundos pero decidió que si, que iría a dar una vuelta con Karasu, quizás lo único que necesitaba para sacudirse esa tristeza que la atenazaba era romper un poco su rutina habitual, si, debía ser eso porque cuando estaba con Karasu y hacía todas esas cosas distintas a lo habitual siempre se sentía mejor, o quizás era porque eran cosas propias de su edad, no de una vieja amargada que era como se sentía.

Anduvo al lado de Karasu en silencio, sin saber que decirle, sobretodo porque no sabía que era lo que ese chico conocía exactamente de ella o que era lo que había descubierto. Sabía, por su madre que había ido a buscarla pero poco más.

- ¿No quieres preguntarme nada? - le dijo casi con miedo.

- No. Si tu no quieres contarme nada yo no tengo porqué obligarme.

- Es que... no es que yo quisiera mentirte ni nada es que... lo siento.

- ¿Por qué pides perdón? Que yo sepa no has hecho nada malo.

- Pero te he mentido.

- Que yo sepa, no. No pudiste mentirme puesto que no me dijiste nada.

En esa última frase Ringo creyó encontrar un retazo de pena o reproche, no sabía muy bien distinguirlo.

- Podías haberme dicho que vivías con el padre de Aiko, vamos, no es que a mi me tenga que importar pero... o sea, tienes pareja y yo te invité a pasar un fin de semana fuera y podía haberse enfadado o algo.

- No pensé que fuera importante.

- Hombre, es tu pareja, yo creo que es importante.

- Bueno es que él es camionero y pasa mucho tiempo fuera y... - aunque quiso evitarlo las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos.

- Oye, que no se trata de que quiera reprochártelo ni nada. Lo siento si te he ofendido.

- No, si no me has ofendido es que...

- Ven, vamos a sentarnos en ese banco, parece bastante solitario y podrás llorar sin llamar la atención ¿Quieres que te traiga agua o algo?

- No, déjalo, no me hace falta y no voy a llorar, esto se me pasa, es solo una tontería.

- No quiero molestarte, ni meterme en lo que no me llama pero ¿Te puedo preguntar algo?

- ¿El qué?

- ¿Es por culpa de tu novio que querías suicidarte? ¿Es que te pega o te maltrata?

Ringo volvió a llorar aunque intentaba impedirlo, miró nerviosa hacia un lado mientras metía la mano en su bolso para sacar un paquete de pañuelos de papel.

- Isamu no es mala persona es que de pronto le ha venido una hija y se siente muy presionado.

- Ya, si, claro - murmuró en voz baja Karasu.

- ¿Qué decías?

- No te veo muy feliz, la verdad, tienes una hija preciosa y por lo visto un novio que te ayuda con ella, o sea que no estas sola.

- Te equivocas. Si estoy sola, muy sola, Isamu se va de viaje mucho tiempo y yo me quedo sola y no puedo con todo, la niña me agobia, me consume mucho tiempo, a penas termino de darle de comer, cambiarla y consigo que vuelva a dormirse cuando ya está pidiendo otra toma y... no tengo tiempo de hacer nada, no ordeno mi casa, no la limpio, tengo la casa hecha un asco y cuando Isamu vuelve y la ve pues... soy un desastre, no puedo, no puedo con todo esto.

Karasu suspiró mientras veía a la chica comenzar a llorar sin poder evitarlo.

- Lo siento - dijo gravemente - No quería recordarte cosas desagradables.

- Estoy sola, ya no tengo amigas, todas salen por ahí a divertirse y yo no puedo ir con ellas, a veces me invitan pero solo soy una molestia, se que las molesto porque tengo que ir con la niña y no podemos ira a la discoteca, ni nada y si dejo la niña con mi madre pues me quedo preocupada y no me gusta salir hasta muy tarde porque no puedo abusar de mi madre tanto y... no tengo a nadie, no tengo nada.

- Tienes a tu hija.

- Ella estaría mejor con mi madre, yo no soy una buena madre, ni tampoco una buena hija. Fastidié la vida de mi madre, tuvo que renunciar a todo por mi y ahora que aún es joven y puede hacer cosas voy yo y le vengo con este problema... no sirvo para nada y no se que hago en este mundo, solo soy un estorbo.

Karasu giró sus ojos al cielo y parpadeó un par de veces porque veía que iba a terminar llorando él también. Veía a Ringo llorar con tanta impotencia, sintiéndose tan desgraciada, sintiendo que realmente ella estorbaba que consiguió remover sus sentimientos y entonces recordó su infancia, se recordó a si mismo, solo, sin su madre y con un padre que no demostraba cariño hacia él y pensó en esa pequeña niña.

- No digas eso - dijo con voz quedada - Tienes a tu hija y ella te tiene a ti y eso es muy importante. Yo no conocí a mi madre y no se lo que es una madre pero algo siempre me decía que una madre era una cosa muy valiosa... yo la echaba mucho de menos. No puede ser que quieras que tu hija se quede sin madre.

- Tú no lo entiendes, no lo entiendes, ella estará mejor sin mí ¿Para que quiere una madre como yo? MI madre la cuidará bien, mejor que yo.

- Yo no lo creo. Tú eres su madre. Además ¿Y el padre? ¿No has pensando que si tu mueres lo mismo el reclama a la niña y se la quita a tu madre?

- No, que va, para él sería un alivio. Volvería a tener su vida de siempre, si acaso, de vez en cuando pasaría a verla y ya está.

- ¿Es que no quieres a tu hija? - Karasu levantó la voz como si estuviese regañándola - No me puedo creer lo que oigo, no puede ser, no puede ser que quieras dejar a tu hija sola.

- ¿Es que no lo entiendes? Yo no soy una buena madre, no soy una buena madre, soy muy inútil. Todo lo hago mal, no se atenderla bien, no se porqué llora, ni que hacer si se pone malita, no se nada, todo el mundo me dice las cosas que hago mal... tu no lo entiendes.

- Entonces díselo a ella.

Ringo le miró perpleja.

- Mira a tu hija y díselo, dile que no hay cariño para ella, dile que su madre no quiere estar a su lado, díselo, dile que no tienes amor en tu corazón para darle. Dile que su madre no quiere estar a su lado para enseñarla a andar, ni para oír sus primeras palabras, dile que no estarás a su lado el primer día de colegio, que no celebrarás ningún cumpleaños con ella; dile que cuando le rompan el corazón por primera vez tu no vas a estar a su lado, que nunca celebrará el día de la madre... cuando llegues a casa de tu madre la coges en brazos, la miras a los ojos y se lo dices y no olvides decirle también que nunca escuchará los latidos de tu corazón.

Ringo rompió a llorar de forma descontrolada. Se dobló hasta casi tocar las rodillas con su cabeza y me llevó las manos a los oídos como si no quisiese seguir escuchando a Karasu.

Karasu la miró y la dejó llorar, suponía que era lo que la chica necesitaba, llorar.

- ¿Ves como soy mala madre? - se incorporó de golpe y le miró, con esos ojos llenos de lágrimas y esa forma de llorar que le recordó cuando la vio en la estación del tren, a un paso de caer a las vías.

- Lo... lo siento - dijo titubeando. Había hablado sin pensar, dejándose llevar por lo que sentía, quizás por la compasión que le provocaba aquella niña pequeña que no tenía culpa de nada y que fuera lo que fuera lo que angustiaba a Ringo la estaba dejando de sin su madre y eso fue lo que le hizo saltar de esa forma.

Pero él no quería hacerla daño y ahora se sentía mal. Cerró los ojos, al igual que había hablado sin pensar ahora debía actuar sin pensar y así quizás sus actos arreglasen lo que sus palabras habían provocado.

Lo único que se le ocurrió fue abrazarla. Le parecía un gesto un poco descarado, quizás la chica se enfadase con él por esas libertades y era lógico pero es que se acordó de lo que siempre decía su hermano sobre los abrazos y el bien que hacían.

Poco a poco Ringo fue calmándose y dejó de llorar.

- ¿Qué te parece si vamos a tu casa? Bueno, a casa de tu madre, quiero decir - habló Karasu con voz amable.

- Si, será mejor que vayamos ya.

...

Como todos los días desde que le declaró lo que sentía, Kohaku dio un largo paseo por la afueras de Kizuna con Himeko y como esa semana era la semana cultural y no tenían deberes pues los paseos podían ser larguísimos.

Caminaban uno al lado del otro, sin tocarse por supuesto, la educación de Himeko no se lo permitía, ella era una Girei, una familia antigua y llena de tradiciones y además muy conocida, así que no, no era su prometido formal, por lo tanto no podía arriesgarse a que alguien los viera cogidos de la mano. Su padre era muy estricto con ella y con su comportamiento y ya bastante sentía que le había defraudado toda su vida como para fallarle en esto también. Así que caminaban el uno al lado del otro, Kohaku lo entendía y a él le daba igual ese pequeño detalle, con estar al lado de Himeko tenía más que suficiente.

Caminaban despacio, hablaban poco pero se miraban y se sonreían mucho. Ahora no sabían en que situación exacta se encontraban, si estaban saliendo o no pero a Kohaku no le importaba, él vivía en una nube, se sentía feliz como nunca se había sentido en su vida, no podía pedir más de lo que tenía, él, el niño triste y solitario, él, el huraño con aquel mal genio, él, que soñaba en silencio con algo que creía inalcanzable... ahora lo tenía todo.

Caminando llegaron hasta la puerta de la casa donde vivía Himeko, una casa antigua y llena de historia.

- Himeko, creo que un día de estos debería entrar en tu casa.

- Bueno, si, no hay inconveniente en que entres.

- No, me refiero a que debería presentarme a tus padres.

- ¿A que te refieres?

- Se como es tu padre y lo importante que es para él la buena educación y todo eso. Por esa razón creo que debería pedirle a tu padre permiso para salir contigo, me imagino que es lo que espera ¿me equivoco?

- No, no te equivocas pero es que yo estoy harta, harta de tanta disciplina, harta de tener que comportarme de forma correcta siempre. A veces me siento agobiada, es que siempre tengo que ser educada y comportarme como mi padre espera de mí pero yo... yo... yo quiero vivir por mi misma, hacer algo por mi misma.

- ¿No quieres que tu padre sepa que salimos juntos? Bueno, he hablado muy deprisa, quiero decir que yo quiero salir contigo y me gustaría...

- Si te entiendo, entiendo lo que quieres decir y yo también quiero salir contigo y quiero que mi padre te acepte y no creo que haya problema con eso, eres un Akasagan, una familia importante de Hohein, seguro que te considera apropiado pero... por una vez me gustaría hacer algo solo para mi, sin pensar en mi padre, en si se va a sentir decepcionado o no... Yo a veces me siento... no se como explicártelo... se lo que mi padre espera de mi y yo me esfuerzo pero nunca llego a satisfacerle así que vuelvo a esforzarme y... Me gustaría por una vez, aunque sea por unos días, olvidarme de quien soy, de mi padre, de mi apellido y hacer solo lo que a mi me guste.

- No se si te entiendo bien.

- Kohaku, es que eso de que te presente a mis padres suena a... compromiso, como si nos comprometiéramos ya, por lo menos, con lo estricto que es mi padre él se lo va a tomar así, va a querer... no se, formalizarlo o algo, capaz es de... Es que yo conozco a mi padre, se que piensa que soy un incordio, que no valgo para nada, él quería un hijo para que heredase sus negocios y todo eso y nací yo y se sintió muy decepcionado y durante toda mi vida le he decepcionado así que creo que piensa en adoptar a Hizashi.

- ¿Adoptar a Hizashi?

- Si, ya sabes, es una costumbre antigua, el cabeza de familia, cuando no tiene hijos varones puede adoptar a quien desee, puede ser cualquiera, desde su propio hermano menor hasta uno de sus empleados que destaque si le apetece, todo pensando en el bien y la prosperidad de sus negocios.

- Pero eso es algo muy antiguo y desfasado.

- Pues puede pero Hizashi es el hijo del hermano de mi padre y es mayor que yo y creo que mi padre le considera más capacitado que a mi para ocuparse de los negocios familiares.

- ¿No será que quiere adoptarle porque le ve como a un hijo? A fin de cuentas él le ha criado prácticamente ¿Por que cuantos años tenía cuando murieron sus padres? ¿Cuatro, tres?

- Cuatro, cuatro, pero no, lo hace porque es mayor que yo y entonces él sería el heredero.

- Creo que estás exagerando.

- Que no, que lo se, que conozco a mi padre y se que si adopta a Hizashi yo voy a quedar relegada a ser un simple adorno de la familia.

- ¿Y todo eso que tiene que ver conmigo?

- ¿Es que no lo ves? Que no, que no, que todo va muy deprisa, que ya nos veo comprometidos y yo me niego a comprometer mi vida. No es por ti, tú me gustas pero es que soy muy joven y tú eres muy joven y no sabemos bien como nos vamos a llevar y... no puede ser, no puede ser.

- Está bien, no te pongas nerviosa. Entiendo que eso del compromiso suena como muy exagerado, solo somos dos chicos jóvenes que se gustan. Pero deberías hablar con tu padre y explicarle todo eso, seguro que te comprendería.

- No lo creo.

- Pues habla con tu madre.

- Si, eso es lo que haré, hablaré con ella. Ella no es como mi padre, es más comprensiva, se lo contaré a ella, seguro que me ayuda.

- Pues claro ¿Ves como no había que agobiarse tanto?

- Tienes razón.

- ¿Entonces que hacemos? ¿Salimos o no? Porque es que yo ya se lo he dicho a mis hermanos, es que estaba demasiado contento y me lo notaron.

- Si yo quiero salir contigo, lo que no quiero es que nos comprometan. Si el problema es que tu eres demasiado bueno, eres educado, tu familia está bien considerada y hasta eres guapo... demasiado, a mi padre le vas a encantar y nosotros somos muy jóvenes y... no se como explicarme para que me entiendas.

- No, si te entiendo muy bien pero es que tu me gustas mucho desde hace mucho tiempo.

- Pero somos jóvenes y... o sea yo hasta hace poco más de un mes creía estar enamorada de Nowaki ¿y si resulta que nos enamorados de otra persona? No, no digas nada porque nunca se sabe lo que va a pasar.

- Pero eso nunca lo vamos a saber, ni siendo jóvenes ni viejos.

- Ya lo se pero...

- Entonces no quieres que tu familia sepa que salimos.

- No, lo que no quiero es que te conozcan, que se enteren que salgo contigo me da igual.

- Pero a ver, si se enteran que salimos estamos en las mismas, además seguro que tu padre insistirá en conocerme.

- Pues lo retrasaré todo lo que pueda - dijo con su voz dulce pero llena de determinación.

Kohaku sonreía, no podía evitarlo, es que Himeko era tan encantadora... con sus dudas, con sus miedos, con lo que fuera, a él le resultaba encantadora y la comprendía, claro que la comprendía, si solo tenía 17 años, normal y lógico que le asustara que la comprometieran, además él la conocía no solo porque fuera su compañera si no es que además iban juntos a los grupos de terapia de la psicóloga y conocía sus sueños y sus deseos de ser una chica normal sin que su padre la obligase a ser casi perfecta, con su educación exquisita y todo eso.

Se inclinó un poco para quedar a la altura de ella y se aproximó lentamente. Tenía un poco de miedo porque desde que le declaró lo que sentía no había vuelto a besarla, esto puede que a ojos de cualquiera pareciese una tontería pero para ellos no lo era, para Kohaku, Himeko era tan importante que no se atrevía a hacer cualquier cosa que pudiese molestarla y como ella había mantenido una actitud algo distante físicamente pues él no se decidía, supuso que habría que esperar el momento adecuado porque ese si que iba a ser su primer beso, lo otro fue algo espontáneo y precipitado y tan sorpresivo que no pudo disfrutarlo pero el siguiente iba a ser distinto, porque sería la primera vez que realmente disfrutaría besando esos labios que tantas veces había besado en sueños.

Y ese era el momento, algo le decía que era el momento.

...

Al salir de los laboratorios Shikamoto, Akane vio a Akira en el mismo sitio de todos los días esperándola, apoyado en una pared con las manos dentro de los bolsillos, como todos los días y se apresuró en acercarse a él.

- ¿Dónde vas tan deprisa? - dijo al verla llegar casi corriendo y con una enorme sonrisa en los labios.

- ¡Feliz cumpleaños, Bambi! - prácticamente le abordó agarrándole del cuello para poder darle uno de sus besos de pez.

- ¿Pero te has acordado de mi cumpleaños?

- Como para no acordarme con todo el mundo felicitándome. Pero no, yo me acordé antes, que conste.

- Si, claro.

- Pues claro que si, por eso hace unos días te compré esto - abrió su bolso y sacó un paquete que por la forma y el tamaño parecía que iba a ser un libro.

- ¿Me has comprado un regalo y todo?

- Si no te gusta me lo das.

- Pensé que no te habías acordado.

- ¿Cuándo me he olvidado yo de un cumpleaños? Venga, ábrelo, me costó mucho encontrarlo.

- Así que te molestaste en buscar algo para mi y todo - decía mientras rompía el papel de regalo - O sea, que mientras lo buscabas pensaste en mi.

- Bueno, pensaba en algo que te gustase.

- Pensabas en mí, me tenías en tu mente, no lo niegues.

- Mira que eres teatrero.

- "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelly.

- Se que no lo tienes, Chiharu estuvo mirando en todas las estanterías de libros de tu casa. Espero que te guste, se que te gusta más la poesía pero es que tienes un montón y creo que te va a gustar, es una novela muy bonita que habla sobre la intolerancia y el miedo a lo distinto.

- Se de lo que trata - abrió la tapa - Y hasta me lo has dedicado.

- Pues claro, para que siempre recuerdes que te lo regalé, pero no la leas delante de mí que me avergüenzo. Venga, vámonos.

- Espera que la lea, pesada.

- No, no - Akane intentó quitarle el libro pero él la esquivó y se dio la vuelta levantándolo hacia arriba - Luego lo lees.

- ¡Quita!

- Bueno, pues yo me voy - y echó a andar con paso firme hacia la estación de tren.

- Espera calabacita - oyó al cabo de unos instantes - Espérame.

No le costó mucho alcanzarla.

- ¿Que te ha regalado Kyojin?

- ¿Cómo sabes que me ha regalado algo?

- Aki, por favor, que es tu mejor amigo. Además se que él y Yuri han ido a tu casa a tomar tarta ¿A que si?

- Bueno si, mi madre siempre los invita. Ha sobrado tarta, bueno, ha sobrado de todo así que te guardé un poco para que cenes.

- ¿Es de chocolate?

- ¿Es lo único que te interesa?

- Pues claro.

- ¿Y mi beso?

- ¿Qué beso?

- Mi beso de cumpleaños.

- Ya te lo he dado, imbécil.

- Eso no era un beso, yo quiero mi beso.

- Es lo que hay, confórmate porque no hay más. Además ya te dio uno esta mañana Yuri ¿Que más quieres?

- Quiero el tuyo.

- ¿Es que no tuviste bastante con el repaso de encías que te hizo?

- Bueno, casi que me da igual - sonrió de medio lado - Ya mañana me ocuparé de recaudar unos cuantos.

- No te lo tengas tan creído.

- En realidad te mueres de ganas de besarme.

- ¿Pero que dices maldito mono salido? - gritó enfurecida.

- Por eso aceptaste el trato.

- Tú lo flipas.

- Claro, claro.

- ¿A que viene ese tonillo y esa risilla?

- El que se pica, ajos come.

- ¡Déjame en paz, ciervo del demonio!

Continuaron todo el trayecto hasta la estación de tren con el mismo tema y una vez en la estación continuaron mientras esperaban el tren, pero una vez que subieron a este y se sentaron Akane calló y se apoyó, como todos los días en el hombro de Akira, cerrando los ojos y dejando que este pasara su brazo por sus hombros, como todos los días estaba muy cansada y le gustaba dar esa pequeña cabezadita aunque no lo reconocería nunca en público.

Akira puso, con la mano que tenía libre, el libro que le había regalado Akane sobre su regazo y volvió a abrirlo.

"Siempre recordaré lo amable que eres y lo cálidos que son tus abrazos. Con cariño, tú amiga Akane. P.D. Como digas esto en público o dejes que alguien lo lea, te capo".

Sonrió satisfecho. Pasó varias páginas y comenzó a leer.

Al llegar a su destino despertó a Akane como siempre, suavemente pero en lugar de ver su sonrisa, como todos los días, se encontró con un apasionado beso mientras sentía el peso de la chica casi encima de él.

- Ayesa por dios, que estamos en un tren.

- Que tímido que eres, tesoro ¿Te ha gustado más que el de Yuri?

- Me habéis asfixiado las dos por igual.

- Ya... Feliz cumpleaños, tesoro ¿Creías que no iba a felicitarte?

- Dime una cosa ¿Te has puesto celosa de Yuri? - dijo mientras se levantaban y se acercaban a la puerta para salir del tren.

- Si, lo reconozco, no me ha gustado nada que te besara.

- ¿Tu te pones celosa? - bromeó.

- Soy muy posesiva con lo que me gusta.

- ¿Yo te gusto?

- Pues claro, si no ¿De qué iba a acosarte tanto?

- No se, tu eres así, haces esas cosas.

- No cielo, yo no voy acosando a cualquiera.

- ¿Y que me dices de Kamui?

- Yo no acoso a Kamui, ese chico no necesita que le acose.

- Sea como sea me gustaría que dejaras de lo que sea que hagas con Kamui.

- ¿Te pones ahora tu celoso?

- Pues si.

- ¿Te pones celoso conmigo?

- Pues si, si, me pongo celoso contigo. No me gusta que salgas con Kamui.

- Vaya... que interesante.

- No me mires con esa cara, das miedo.

- ¿Que quieres que te regale, cielo?

- No quiero que me regales nada, no hace falta.

- Pero yo quiero regalarte algo ¿Me pongo el regalo de Yuri?

- ¡Ayesa no digas esas cosas!

- ¿Por qué?

- ¿No ves que... se me dispara... la imaginación?

...

Karasu había subido a casa de Ringo para acompañarla y ahora estaba allí, con ella, sentados en el sofá, con la pizza que habían llevado para cenar encima de la pequeña mesa, unos vasos y una botella de 2l de refresco para beber. La madre de Ringo había insistido mucho en que se quedase a cenar, ya que él las había invitado a comer era lo mínimo que podían hacer para agradecérselo.

Ahora estaban solos porque la madre de Ringo dijo que iba a bañarse y la niña dormía placidamente en su cuna en una de las habitaciones.

Sentada en el sofá Ringo no podía dejar de pensar en todo lo que le pasaba. Todo le causaba pena y una honda tristeza.

No lloraba, lo que le dolía era el darse cuenta de como había perdido su vida y de lo tonta que se sentía. Toda su vida detrás de Isamu, haciendo lo que él quería y ahora no podía sentirse más sola y no se trataba solo de una soledad física si no de su propia soledad interior.

Se inclinó para coger la botella y rellenar los vasos que ya estaban casi vacíos. Abrió la botella y empezó a llenarlos.

Karasu la miró alarmado, tenía la mirada perdida en ningún sitio, como ausente, llenando los vasos de refresco, el inconveniente es que Ringo no prestaba atención y el refresco no caía dentro de los vasos, lo hacía en la mesa y resbalaba desde ella hasta el suelo.

- Ringo, Ringo - puso sus manos en sus hombros tratando de llamar su atención de forma suave - Ringo, ya, ya vale - la sujetó la mano para que dejase de verter el refresco.

Ringo le miró con el mismo gesto de ausencia.

- Ringo ¿Donde estás? - se lamentó Karasu.

- Karasu ¿Que pasa?

- Desde luego que estás muy lejos de aquí. Anda déjalo, yo lleno yo los vasos.

- No pero si... - Ringo miró todo aquel líquido sobre la mesa y el suelo y de nuevo las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos - Lo siento, no se que me ha pasado.

- No pasa nada ¿Dónde tenéis algo para limpiarlo?

- No, yo lo hago.

Fue a levantarse pero se quedó sentada mirándose las manos.

- ¿Te encuentras bien? - Karasu acarició suavemente su pelo.

- Me engaña - dijo en voz baja, casi un suspiro.

- ¿Quien? ¿Tu novio?

- No es mi novio, él no me quiere y tiene otra novia.

Karasu se quedó sin saber que decir.

- Lo he visto, tiene una foto suya y ella le ha escrito una dedicatoria... ella dice que le quiere.

Ringo volvió a llorar.

Karasu se recostó en el sofá y la obligó a recostarse a su lado abrazándola.

- Karasu no se lo que me pasa, siento una pena muy grande dentro de mi.

- Si, ya lo se, ya me la imagino. Sentir que te engañan es muy doloroso, piensas que no vales nada y que nunca te han querido. Pero ya no llores más, no merece la pena que llores, tu vales más que eso y si no se da cuenta de lo que pierde haciéndote eso peor para él.

Karasu ahora comprendía perfectamente la pena que debía sentir esa chica, se encontraba sola cuidando de una niña pequeña a la que tenía que dedicar casi todo su tiempo y el padre no la ayudaba para nada, al contrario, por lo que parecía lo único que hacía era quejarse de ella y menospreciarla y por si fuera poco había descubierto que encima la engañaba.

Empezó a acariciar su pelo mientras la miraba deseando poder decir o hacer algo que la consolase, algo tenía que hacer, algo habría que decir en situaciones así pero a él no se le ocurría nada. Ella alzó la vista y le miró.

- ¿A ti alguna vez te han traicionado así?

- Pues si. Yo también tengo mis desengaños, aquí donde me ves tan guapo y apuesto pues también me he llevado mis palos.

Ringo sonrió y Karasu no pensó, acarició suavemente su mejilla y Ringo cerró los ojos dejándose besar por Karasu.

Era un beso tan distinto a los exigentes de Isamu, esos que solo buscaban su propia satisfacción que sintió lo que nunca había sentido y cuando Karasu se separó de ella no pudo si no susurrar.

- Otra vez.

Karasu volvió a besarla y ella a responderle pero el ruido de la puerta les hizo separarse bruscamente. Fue entonces cuando Karasu pareció regresar a la realidad y se levantó rápidamente.

- Lo siento, no se que me ha pasado, lo siento - empezó a justificarse nervioso - Lo siento, yo no quería... no pienses que no te respeto... yo...

- ¿Que pasa? - dijo la madre entrando envuelta en un albornoz.

- Que me tengo que marchar - respondió Karasu totalmente apurado - Yo... es tarde y mis hermanos pensarán que me ha pasado algo. Mañana te llamo ¿Vale, Ringo?

- Si, de acuerdo - contestó la chica que se encontraba igual de apurada.

- Espera que te acompaño a la puerta - dijo la madre.

- No hace falta, ya se el camino.

- Te acompaño igualmente.

Y así lo hizo. Una vez en el pasillo le abrió la puerta.

- Bueno Karasu - dijo pasando la mano por la espalda del chico lentamente - Gracias por todo lo que haces por mi hija.

- No... - contesto alarmado al sentir la mano de la mujer - No, es nada.

- Tonterías. Eres un chico estupendo.

Y aun se alarmó más al ver como la mujer se aproximaba a él para, sin darle tiempo a reaccionar, poner un beso cerca de sus labios.

- ¡Ah! - exclamó completamente confundido - Yo... bueno... me marcho ya.

Salió todo lo deprisa que pudo y tiró con fuerza de la puerta tras de si. Ahora estaba demasiado confuso con todo lo que había pasado, mejor lo pensaba mañana de forma más racional.

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