sábado, 3 de diciembre de 2011

96. Silencios que dicen todo

Kohaku había llevado a Himeko a su casa y ante la insistencia de la chica había sacado su colección de sellos. Allí estaban, sentados uno frente al otro, casi sin hablarse pero sintiéndose cómodos en compañía.
- Esto es muy aburrido, Himeko - la había advertido.
Pero Himeko había insistido, quería ver esa colección que comenzó siendo pequeño. Para ella, imaginarse a Kohaku de pequeño, un niño triste y solitario, mirando su colección de sellos, clasificándolos o lo que fuera que hiciese le resultaba enternecedor. Cuantas cosas había que desconocía de la vida de Kohaku, sabía que su infancia había sido dolorosa, que lo pasó muy mal, que se sintió solo y aislado del mundo y que se refugiaba en su mundo interior, un mundo interior lleno de odio y rencor hacia el mundo que lo rechazaba pero sin embargo coleccionaba sellos, eso era algo que le llamaba mucho la atención ¿que pensaría mientras observaba sus sellos? a lo mejor era su forma de evadirse de todo.
- Gracias por el refresco - habló débilmente Himeko.
- No hay de que.
Himeko estuvo mirando con verdadera atención todos los sellos que Kohaku le enseñaba y demostraba un gran interés en sus explicaciones.
- ¿No te estoy aburriendo?
- No, para nada.
- ¿Sabes? El fin de semana que viene, Karura, Karasu y yo vamos a ir a pasar el día a una granja.
- ¿A un granja?
- Si, allí viven dos abuelillos de Hohein, nos gusta ayudarles de vez en cuando, se siente bien hacer algo por los demás, además es muy divertido cambiar la rutina diaria.
- Suena divertido
- Estaba pensando que podrías venir si quisieses.
- No, no... no podría.
- ¿Por qué?
- Es una reunión familiar.
- No, para nada. Mitsuki también va a venir y a mi me gustaría mucho que vinieras tú.
- Pero yo... sois de tu ciudad, es como que...
- Te invito yo.
- ¿Me invitas?
- Claro, no hace falta que seas de Hohein para que vayas, eres mi amiga y te invito. La abuela Mito es encantadora, hay que trabajar un poco pero se está muy bien.
- Bueno pues... gracias por invitarme.
- ¿Entonces vendrás?
- No... no lo se... tendría que decirlo en casa.
- Podemos invitar también a Hizashi y a más gente.
- ¿Pero os vais a quedar el fin de semana completo?
- No, que va, tampoco nos gusta molestar tanto a los abuelos.
Se creó un silencio entre ambos, ninguno de los dos era muy hablador aunque tampoco parecían necesitarlo. Un pequeño roce de sus manos hizo que ambos las apartasen bruscamente.
- ¿Que ha sido eso? - se sobresalto Himeko de pronto.
- Debe ser alguno de mis hermanos.
- ¡Ya estoy en casa! - oyeron a Karasu.
- ¿Lo ves?
- Hola parejita - dijo entrando en el salón donde ellos estaban - ¿Qué hacéis aquí?
- Le enseño a Himeko mi colección de sellos.
- ¿Tu colección de sellos? ¿No tienes algo más entretenido que enseñarle?
- A mi... me resulta... interesante - habló con miedo Himeko.
- Será que eres tan rara con él.
- ¿Cómo es que vuelves tan pronto?
- Se me ha roto la moto ¿Te lo puedes creer? Me ha dejado colgado y me ha estropeado la tarde. Mañana tendré que llevarla al taller ¿Y vosotros?
- Estábamos algo incómodos, todos iban en pareja y decidimos venir.
- Ya veo, a ver sellos... ¡la juerga padre!
- He pensado que mañana Hizashi y Himeko podrían acompañarnos a la comida.
- Estupendo, cuantos mas seamos mejor. ¡Eh! ¿Puedo invitar yo a alguien?
- Tú lo has dicho, cuantos más seamos mejor.
- Bueno yo os dejo con vuestra diversión, es que esto de los sellos es demasiado intenso para mí, voy a ver si encuentro un taller por aquí cerca.
Cuando Karasu salió de la habitación, Himeko miró fijamente a Kohaku.
- ¿De veras que no molestamos?
- Claro que no.
- Yo... esto... Kohaku... yo...
- ¿Si, Himeko?
- A lo mejor te parezco muy descarada pero...
- ¿si?
- Con esa chica... la que ha venido de Hohein, tu cuidad...
- ¿Mitsuki?
- Tú... ¿eres su prometido?
- ¿Prometido? No. Yo no soy nada de ella. Es la hija de la familia vecina, solo eso.
- Ya... pero... a ti... te gusta.
- ¿Quien te ha dicho eso?
- Lo he pensado yo... tu a ella le gustas.
- No creo. Más bien creo que me considera como un hermano o algo así.
- No, yo no creo eso.
- Bueno, nunca me lo he planteado.
- ¿A ti te gusta alguien?
Kohaku fijó sus ojos esmeraldas en los de Himeko. Esta se sentía totalmente avergonzada de lo que acababa de preguntar, ni siquiera sabía por qué lo había hecho, solo sabía que mirando esos ojos parecía sentir que se perdía en ellos.
- Si - respondió con voz trémula Kohaku - Hay una chica que me gusta.
Himeko se sintió un poco decepcionada aunque no sabía porqué era lógico que a Kohaku le gustase alguna chica, lo extraño sería que no se fijase en ninguna.
- ¿Mitsuki? - preguntó con miedo.
- No.
Kohaku tampoco podía dejar de mirar los ojos perlados de Himeko y sentía la misma sensación vertiginosa de perderse en ellos. Ambos los cerraron como queriendo huir de esa atracción pero entonces sintieron otra, algo que parecía atraerlos como si fueran imanes, sentían el aliento del otro cada vez mas cerca hasta casi respirarlo.
- ¡Ya está! - dijo de pronto Karasu entrando y rompiendo aquel momento - Acabo de acordarme ¿No hay uno aquí al...
Tanto Kohaku como Himeko se separaron bruscamente y miraron hacia otro lado, los dos tenían las mejillas tildadas de un encantador tono carmín que hizo sonreír a Karasu.
- ¿Sucede algo? - preguntó con voz inocente.
- Nada, mirábamos los sellos.
- Si... son... pequeños.
"No se por qué pero creo que he sido de lo mas inoportuno" pensaba Karasu.
"Inari había comido en casa de los Nagashiyama, le habían invitado y no iba a ser tan descortés de no aceptar la invitación. Eran esos detalles los que hacían su situación tan difícil, más allá de que fuera un profesor y Jisei su alumna, que complicaba bastante el tema pero podían intentar mantener oculto en el instituto el problema era que era la hija de los Nagashiyama, para él como una familia y se sentía como si les estuviese traicionando, a lo mejor era absurdo pero no podía evitarlo. Así que la comida fue más que tensa para ambos, para colmo él tenía un molesto dolor en el vientre, algo debía haberte sentado mal y era muy incómodo porque le había quitado las ganas de comer y hacía que físicamente también se encontrara incómodo y para no ofender a sus anfitriones se había obligado a comer y ahora se sentía aún peor.
Intentaba ignorar el dolor pensando en otra cosa, pensamientos que siempre terminaban dando vueltas al mismo tema ¿Debería intentar hablar con Kisuke y explicarle lo que sentía por su hermana? Quizás fuera lo mas sensato, sabía como era Kisuke y que no se lo iba a tomar muy bien, ante todo Jisei era su hermanita pequeña y para él una niña, pero es que tampoco se llevaban tantos años, Jisei ya no era tan niña... ¿Y sus padres? A lo mejor debería mostrarse ante ellos como una persona responsable y madura dispuesto a cuidar a su hija aunque a lo mejor lo que debía hacer era hablar con Jisei y asegurarse de lo que la chica sentía por él, todo lo que pensaba sería inútil si luego ella no le aceptaba.
Estaba solo en el salón de la casa de los Nagashiyama, reflexionando sobre todo aquello cuando sonó el timbre.
- Abre tú, Inari, si no te importa - le dijo Kisuke desde una de las habitaciones.
Inari se levantó y se acercó a la puerta.
- Hola Kimisuke – dijo sorprendido al ver en la puerta de la casa de los Nagashiyama a uno de sus alumnos.
- Buenas tardes, sensei - contestó el chico bastante consternado, lo que menos se esperaba era encontrar a uno de sus alumnos en casa de una compañera de instituto - ¿Está Jisei?
- Si, pasa. Supongo que esta situación es un poco...
- Incómoda - respondió Kimisuke sin dejar terminar la frase a su profesor.
- Si, bueno, es que soy amigo de su hermano.
- Entiendo.
- Hola Kimisuke - dijo Jisei bastante sorprendida cuando le vio, no esperaba que Kimisuke apareciese por su casa y menos aún que se encontrase con Inari - Enseguida nos vamos.
Inari se sentó en un sillón mientras veía moverse a Jisei por el salón, luego observó que Kimisuke también la estaba mirando y eso le hizo sentirse mal, entre enfadado y desilusionado. Jisei se veía realmente bonita, siempre había sido una niña muy guapa pero ahora… ahora…
- Venga, vámonos ya - dijo al fin Jisei que estaba deseando salir de allí y esa situación que se había creado - Hasta luego Inari.
- Hasta luego, que te diviertas, adiós Kimisuke.
- Adiós, sensei.
Inari se quedó viendo como se marchaban lleno de amargura.
- Ya estoy Inari, disculpa que te haya hecho esperar ¿Nos vamos? – dijo Kisuke apareciendo.
- Jisei se ha marchado ya.
- Ah, vale.
- Ha venido un chico del instituto a buscarla.
- Bueno ¿Y que querías? Tiene ya 18 años es normal que vengan chicos a por ella, eso si como la toque le capo.
- No lo entiendes, es que es un alumno mío.
- ¿Y?
- Espero que no vaya contándolo por ahí.
- ¡Ah, ah! Entiendo, pero no pasa nada, simplemente un amigo de su hermano es también uno de sus profesores, tampoco es tan raro, no se donde le ves el drama, de verdad ¿Acaso los profesores no pueden tener amigos?
- No claro - murmuró Inari levantándose - Bueno, vámonos - hizo un gesto de molestia e inconscientemente se llevó la mano al vientre."
Y ahora recordaba esa escena por no pensar que se encontraba bastante peor. Volvía en taxi a casa de los Nagashiyama, él había dejado aparcado allí su coche, siempre solían hacer lo mismo, se marchaban en tren, era más cómodo que meterse en las ciudades con el coche y buscar allí donde aparcar. Kisuke se había quedado con el grupo de amigos con el que se habían reunido, era pronto para regresar a casa para ellos pero Inari se encontraba cada vez peor así que se disculpó y llamó un taxi para regresar.
El dolor del vientre parecía haberse desplazado cerca de la ingle y se había echo mucho más pronunciado, cada vez que se movía o tosía el dolor aumentaba y sentía unas ganas horribles de vomitar. Se alegró cuando por fin el taxi llegó a su destino, bajó y pagó, su coche estaba relativamente muy cerca pero las nauseas cada vez eran peores e Inari se apoyó en una pared mientras recapacitaba si iba a ser capaz de conducir.
Jisei regresaba acompañada por Kimisuke a su casa. Últimamente se podía ver a Kimisuke mucho frecuentando la compañía de Jisei y sus amigos, parecía que por fin le iban aceptando y dejando atrás las suspicacias que este chico levantaba en todo el mundo por diversos motivos, el principal que también, al igual que Kamui, había formado parte del mismo grupo radical.
- Jisei ¿Ese no es Inari? - dijo al ver un hombre andar cojeando hacia una pared y apoyarse en ella casi doblándose hacia delante.
- ¿Inari? - se alarmó la chica - ¡Si! ¡Ay, algo le pasa!
- Parece como si estuviera borracho o algo.
Pero Jisei no le contestó, había apresurado el paso, casi había corrido para acercarse a él.
- ¡Inari! ¿Que te pasa?
Inari se incorporó, vaya, no esperaba encontrarse de nuevo a sus alumnos.
- No me encuentro muy bien, pero creo que se me pasará pronto.
- Tienes una cara horrible - Jisei le tocó la frente - Creo que tienes fiebre ¿Que te duele? ¿La tripa?
- Creo que son gases - habló con dificultad Inari.
- Ven, vamos a mi casa.
- ¿Que sucede? - se interesó Kimisuke.
- Le duele mucho y creo que tiene fiebre.
- ¿Dónde te duele, sensei? - Inari señaló el foco de su dolor - Permíteme - Kimisuke cerró su puño, lo colocó en el vientre de su profesor y apretó hacia dentro para sacarlo rápidamente, al hacerlo Inari no pudo evitar una exclamación de dolor - ¿Te ha dolido más, verdad? - Inari afirmó con la cabeza - Es apendicitis, tiene que ir al hospital.
- ¿Apendicitis? - interrogó Jisei,
- ¿Y cómo lo sabes? - añadió Inari.
- He pasado muchos días de mi vida en el hospital, he visto muchos ataques de apendicitis. Tienes que ir al hospital antes de que se te perfore o algo.
- Voy a avisar a mi padre - Jisei sacó su móvil y marcó nerviosa pero no parecía que le contestasen - ¿Dónde estarán? Mejor llamo a una ambulancia.
- Siento causarte molestias.
- ¡No digas más tonterías! - respondió muy nerviosa mientras marcaba el número de la ambulancia.
Cuando llegó la ambulancia Jisei insistió en ir con él.
- Siento no acompañarte Jisei - le dijo Kimisuke.
- No te preocupes, llamaré a mis padres y ellos me recogerán en el hospital.
- No hace falta que vengas - insistía Inari.
- ¡Tu a callar! Yo voy contigo, no voy a dejarte solo.
Dentro de la ambulancia Jisei cogió con sus dos manos una de Inari, tumbado en la camilla.
- ¿Por qué te molestas? Tus padres se van a preocupar.
- No seas tonto ¿Cómo voy a dejarte solo?
Inari intentó sonreír pero solo consiguió una mueca de dolor.
Caminaban de regreso a casa de Akane, esta llevaba cogido el triciclo de su hermano como podía mientras Akira llevaba cargado a sus espaldas al pequeño que parecía cansado.
- Recuerda que me debes una cita y más te vale que me compenses por lo que he tenido que aguantar hoy - sonreía Akira.
- Uy si ya ves, que casi te mueres. Que raro - dijo mirando las ventanas de su casa - Las luces están apagadas.
- No habrán llegado aún.
- Pues ya es hora, yo creo que debe haber terminado ya la reunión ¿o no?
- Se habrán entretenido.
- Típico de ellos, claro, como estoy yo para ocuparme de todo... son unos irresponsables.
Akira dejó salir una leve risilla.
- ¿De que te ríes tu?
- Pareces mi madre gruñendo.
- Bueno Aki, gracias por haberme acompañado.
- Ah ¿Que ya me despides?
- Bueno ya hemos llegado a mi casa.
- ¡Yo no quiero que Aki se vaya! - gritó el hermano de Akane.
- Ya lo has oído, no quiere que me vaya, además tengo que acompañarte a mí casa, es domingo, los domingos duermes allí. Tienes mala memoria, calabacita.
- Pues es cierto.
- Ven, Aki, sube conmigo a casa, vamos a jugar - exigía el pequeño.
- Si llego a casa sin ti la charla de mi madre puede ser tremenda - añadió Akira - Oye y ahora que caigo ¿Y tus otros hermanos?
- Están en casa de mi padre.
- ¿Y tu no?
- No, como ahora duerno en tu casa mi madre me echa mucho de menos ¿ sabes?
- ¿Y tu padre no?
- ¡Yo que se! Ellos lo han hablado y se han repartido los días que tengo que estar con cada uno, yo me limito a ir donde me dicen. Akira va a subir a casa pero no va a jugar contigo.
- ¡Pero yo quiero jugar!
- Como te portes mal no te va a dejar el gatito nunca, nun-ca ¿lo entiendes? No creo que mis padres tarden en venir.
Subieron a la casa y lo primero que Akane hizo fue llamar a su madre por teléfono. Mientras, Akira y Kenta habían encontrado una distracción, el comedor podía iluminarse o bien con la luz del techo o unos apliques mas tenues en una de las paredes y Kenta le enseñaba a Akira que encendiendo esas luces se formaba un foco de luz en la pared, justo encima del televisor y que sentándose en el sofá se podían hacer sombras chinescas con las manos y claro, él quería que le volviese a hacer el conejito. Akira no solo le entretuvo haciendo el conejito si no también distintos animales, sombras que emocionaban tremendamente al niño.
Akane colgó golpeando el auricular.
- ¿Les ha pasado algo? - se interesó Akira aunque sabía que no debía haberles pasado nada.
- No. Han aprovechado para quedarse a cenar no se donde, que dicen que pasan poco tiempo a solas - esto último lo dijo con bastante tono de burla.
Estaba de espaldas a Akira y al girarse se topó literalmente con él y antes de reaccionar se vio atrapada por sus brazos.
- Puedes llorar si quieres - susurró el chico.
- No tengo ganas de llorar, suéltame ¿Por qué iba a llorar?
- No se, de rabia quizás
- Que me sueltes te digo, tengo que preparar la cena y bañar a Kenta.
- Estupendo entonces. Vamos a hacer una cosa, tu baña a tu hermano y yo preparo la cena, supongo que si tengo que esperar a que lleguen tus padres lo menos que puedes hacer es invitarme a cenar ¿o no?
- Ah pues... ahora que lo dices... tú vete a tu casa, luego iré yo.
- No, no, eso no es así, ya conoces a mi madre, me obligará a regresar. Mejor la llamo y le digo que voy a cenar aquí. Venga, no te quedes como alelada. Yo voy a ver que tienes en la cocina y que puedo preparar.
- No hace falta que te molestes, yo prepararé la cena, tu siéntate.
- Ni hablar. No soy tan machista como crees, el trabajo nos lo repartimos, es lo que me ha enseñado mi madre.
- Tu madre te tiene bien aleccionado ¿eh?
- Los Shikamoto puede que seamos bastante quejicas y que no nos guste trabajar mucho, a veces parece que tenemos tendencia a sentirnos atraídos por mujeres dominantes y eso pero es porque respetamos mucho a las mujeres, consideramos que son los cimientos de nuestra familia, no estamos sometidos por ellas, las obedecemos porque sin ellas no seríamos nada.
¿Que había pasado?
Eso le gustaría saber a Hana, que es lo que había pasado ¿Cómo podía ser que ese chico...?
Shibi la había besado. La acompañó a la puerta de su casa y sin decir una palabra se había acercado a ella, la había rodeado con sus brazos y la había besado. Y no había sido un beso tímido o inseguro, nada de eso, Shibi se mostraba completamente seguro de si mismo y la había besado de forma muy decidida, es más ahora aún la tenía abrazada a él.
- ¿Se puede saber que has hecho?
- Una cita perfecta se merece la despedida perfecta.
- Por dios Shibi ¿Es que te has vuelto loco?
- No.
- Mira por esta vez lo vamos a olvidar pero no vuelvas a comportarte así.
- ¿Por qué no puedo comportarme así? ¿Que he hecho de malo?
- ¿Cómo que qué has hecho de malo? ¿Te parece normal lo que has hecho?
- Si. Además tú me has respondido.
- Eso ha sido porque...
- Porque a ti también te apetecía.
- No seas ridículo. Mira Shibi yo te aprecio mucho y por eso por esta vez voy a ignorarlo.
- No quiero que lo ignores, prefiero que te enfades conmigo pero no que lo ignores.
- Mira, vamos a comportarnos como si esto nunca hubiera pasado.
- ¿Por qué?
- ¡Porque eres el amigo de mi hermano pequeño!
- ¿Y?
- ¿Es que no te das cuenta? soy mayor que tu.
- ¿Y?
- ¡Te saco 5 años!
- Mejor para mí.
- Shibi mira... entiendo que quizás te sientas atraído por mi y me halaga mucho pero tienes que comprender que yo...
- ¿Es porque me ves muy crío? Ahora quizás sea así pero piensa que cuando tu tengas 30 yo tendré 25 y cuando tu tengas 65 yo 60 ¿A que ya no se nota tanto?
- ¿Pero de que estás hablando? Mira, vete a tu casa y olvidemos este incidente.
- No. No lo voy a olvidar, ni tu tampoco.
Y sin decir ni una palabra más Shibi se giró y se marchó dejando a Hana con la palabra en la boca, el corazón acelerado no sabía si por el enfado o por lo que sería y una interrogante en su cerebro "¿Y por qué no?" Agitó su cabeza como queriendo quitarse esa idea de encima, era absurdo, absurdo, absurdo ¿Cómo iba a fijarse ella en una crío de la edad de su hermano? Ese chico estaba confundido por algo, seguramente creía estar enamorado de ella porque era mayor y los chicos a su edad tienden a sentirse atraídos por mujeres mas mayores, eso no era nada extraño, si, sería eso... lo único era que ¿Por qué se mostraba con esa seguridad? Aquel beso había resultado tan... ¡No, no, no! ¿Pero por qué le había respondido al beso? Porque le había pillado desprevenida, si era por eso, hacía mucho tiempo que no salía con ningún chico y claro... seguro que era por eso. Lo que más le preocupaba ahora era que Shibi se hiciese ilusiones porque eso le iba a hacer daño, tendría que hablar con él y explicárselo antes de que el chico... o quizás fuera mejor ignorarlo y actuar como si no hubiese pasado nada.
- ¿Que tal Hana? - la saludó su madre al entrar en su casa - ¿Te lo has pasado bien?
- Si... muy bien.
- ¿Shibi se ha portado como un caballero?
- ¿Y cómo quieres que se comporte si es un crío?
La madre rompió a reír escandalosamente.
- Es un crío pero ya debe tener pelos en los...
- ¡Mamá!
La madre volvió a reír.
- ¿A que viene tanto escándalo? - dijo entrando Kenshi.
- Tu hermana que ha salido hoy con Shibi.
- Ah si, es cierto, te invitó al zoo ¿Y que tal?
- Bien, ha sido entretenido ¿Y tu?
- Bien, como siempre.
- ¿Cómo te ha ido con la rubia? - interrogó la madre - ¿Hoy habido tema?
- ¡Mamá! - volvió a gritar Hana - ¿Se puede saber que clase de pregunta es esa para hacerle a tu hijo?
- A ver Hana, a ver si lo comprendes, los humanos son como los perros, llega un momento en que eso de aparearse es puro instinto.
- ¡Mamá! - Hana se marchó de allí, no le apetecía oír nada más de las teorías de su madre.
- Tu hermana está muy estresada - rió - Espero que Shibi consiga relajarla pronto, lo que necesita es una buena sesión de...
- Mamá por favor, no digas nada mas, me das grima ´.
- ¡Vaya par de hijos remilgados que tengo! ¡Deben haber salido a su padre! - refunfuñó mientras Kenshi huía de allí.
Kenshi tocó la puerta de la habitación su hermana con los nudillos.
- ¿Quien? - preguntó la chica al otro lado de la puerta.
- Soy yo ¿Puedo entrar?
- Si pasa - Kenshi así lo hizo - ¿Sucede algo?
- Yo quería pedirte consejo, pedirte consejo a ti, como... mujer.
- Pídeselo a mamá, le encanta dar consejo.
- No, creo que me fío más de ti.
- Esta bien, siéntate, te escucho ¿Algún problema con Yuri?
- Es que no se lo que me pasa, yo... quería preguntarte ¿Cuando... cuando se supone que tengo que... pasar a la siguiente fase?
Hana le miró incrédula.
- ¿Qué siguiente fase?
- Ya sabes... es que yo no se cuando debo... ya sabes...
- No Kenshi, no entiendo nada.
- Es que Yuri me insinúa cosas y yo... o sea... ¿Las chicas esperáis a que seamos nosotros los que tomemos la iniciativa?
Hana se quedó observándole unos segundos.
- ¿Estás tratando de decirme que quieres acostarte con Yuri?
- No es eso pero es que ella me insinúa cosas y yo...
- ¿Tu quieres a Yuri?
- Es que... - Kenshi comenzó a rascarse nervioso la cabeza - Yo creo que ella quiere que...
- ¿Tú quieres? Bueno, que tontería, seguro que quieres, los hombres solo sabéis pensar en eso.
- ¡No digas eso! No somos como piensas, es verdad que lo pensamos pero...
- ¿A ti te gustaría hacerlo con Yuri? Bah... otra vez he hecho una pregunta estúpida.
- ¡Ayyyyy! No se porqué te digo nada.
- A ti no te gusta Yuri ¿verdad? Por eso tienes tantas dudas, temes que después te sientas "atado" a ella ¿a que si?
Kenshi miró un poco avergonzado al suelo.
- Yo lo que quiero saber es como debo actuar, si se supone que debo hacerlo o no.
- Yo lo que creo es que deberías pensar con quien quieres tener esa primera experiencia porque...
- Yo lo que no quiero es que Xu-Xu y Nowaki...
- ¿Xu-Xu? ¿Nowaki? ¿A que viene eso ahora? Ah... entiendo ¿Nowaki y Xu-Xu están saliendo? Pues mira, me alegro por Xu-Xu, Nowaki es un gran chico.
Kenshi continuaba con la mirada en el suelo.
- Y tu sientes celos ¿a que si? Y ahora te da miedo que Xu-Xu haga con Nowaki lo que Yuri te insinúa a ti ¿verdad? ¿Por qué los hombres seréis tan egoístas? Si es Xu-Xu quien te gusta lo que debes hacer es hablar con Yuri y explicárselo porque si sigues así con Yuri lo único que vas a conseguir es vivir en una mentira ¿De veras crees que merece la pena solo por revolcarte con una chica? Deberías poner tus prioridades en orden, o te interesa Yuri y esas cosas que haces con ella o te interesa Xu-Xu y lo que te dice tu corazón, así que tienes que elegir.
Por fin Kenta se había quedado dormido. A Akane y a Akira les había costado conseguir que se durmiera, no quería hacerlo, él solo quería jugar pero accedió a meterse en la cama y escuchar un cuento, claro que el niño exigió que fuera Akira quien se lo leyera. Haciendo gala de la paciencia que le caracterizaba, Akira cogió el enorme libro de cuentos y comenzó a leer. Antes de terminarlo el pequeño ya estaba dormido.
- Los niños dan mucho trabajo - murmuró Akira al salir de la habitación.
- Ya te digo ¿Entiendes ya porqué siempre digo que yo no voy a tener hijos?
- ¿Y ahora que hacemos?
- Esperar a mis padres, no creo que ya tarden mucho ¿Vemos la tele un poco?
- Bueno.
- Gracias por hacer la cena, estaba riquísima.
- ¿Te das cuenta de que hemos sido como una familia? ¿Cuando nos casemos y tengamos hijos será así nuestra vida?
- ¡Cállate! - Akane golpeó con el dorso de la mano en el pecho del chico, era ya un gesto que empezaba a ser rutinario.
- ¡Ahu! Un día me vas a romper algo - se quejó tocándose.
Se sentaron y Akane encendió con el mando la televisión.
- ¿Que vemos?
- ¿Que hay?
Akane pasó por distintos canales, no parecía haber nada interesante, al final se detuvo en uno que echaba una película en blanco y negro que parecía haber atraído su atención. Akira pasó el brazo por el respaldo del sofá como si fuese a rodear a Akane.
- ¿Me vas a meter mano con hacen algunos en el cine?
Akira se echó a reír.
- Si, así, disimuladamente. No mujer, no quiero morir tan joven.
Al cabo de un rato la película dejó de atraer la atención de Akane. Estaban en silencio, se giró y vio a Akira recostado en el sofá con los ojos cerrados ¿tanto se había aburrido que se había quedado dormido? Bueno, no se enfadaría con él, se había comportado muy bien, había hecho la cena, puesto la mesa y hasta fregado los platos, además que había estado toda la tarde con ella aguantando a su hermano y seguro que aburriéndose bastante, no había sido una tarde demasiado divertida.
Apagó la televisión, no tenía ganas de ver nada, incluso se quitó las gafas y las dejó en un mueble cercano, a ver si su madre llegaba pronto porque estaba deseando irse a dormir, quizás esta noche lo conseguiría, conseguiría no meterse en la cama de Akira porque mira que no quería pero terminaba haciéndolo... no lo podía evitar, lo hacía sin pensarlo, casi instintivamente y eso no estaba bien, no estaba bien para nada.
Miró el foco de luz encima de la televisión y recordó a Akira jugando a las sombras con Kenta ¿Cómo era eso que hacía? Akane intentó poner las manos de forma que su sombra se pareciera a... ¿a que se parecía? No se parecía a nada, lo intentó de nuevo... ¿Cómo conseguía Akira que pareciese tan fácil? A lo mejor es que ella era muy torpe.
Pero como Akane era muy cabezota no se rendía, ella nunca se daba por vencida, así que volvió a intentarlo. Estaba concentrada en mirarse las manos y las sombras que hacían en la pared cuando de pronto vio otras sombras que atraparon las suyas.
- Déjame que te enseñe - susurró Akira acariciando sus manos.
- Ah... ¿No estabas dormido?
- No soy tan maleducado como para dormirme en la casa en donde estoy de visita ¿Te enseño a hacer conejitos?
Akira cogió las manos de Akane y comenzó a guiarlas para conseguir que se pudieran formar las sombras que deseaban.
- Esta es fácil... mira, un perrito.
- ¡Guau, guau! - rió Akane poniendo voz aguda.
- ¡Grufff... guau! - contestó Akira con voz grave mientras la sombra de sus manos semejaban otro perro.
- ¡Guau! - repitió Akane para luego imitar un ruidito de respiración entrecortada como un perrillo jadeando.
- No hagas eso, pareces un caniche, solo te falta menear el rabito. Mira, vamos a hacer otra cosa - y de nuevo guió las manos de su compañera.
- ¡Un pajarito!
- Y podemos meterlo en su jaula - puso sus dedos de forma que al rodear las manos de Akane en la sombra parecía que una jaula atrapaba al pajarillo.
- Oh, pobrecito, mejor démosle la libertad.
Akira acercó sus manos aún más a las de Akane hasta apresarlas con las suyas.
- Aplastaste al canario, bruto - se giró para mirarle, estaban muy juntos y Akira la miraba fijamente, fue entonces cuando se dio cuenta que prácticamente Akira la estaba abrazando.
- ¿Has visto que tengo unas manos muy hábiles?
- Si, ya me he dado cuenta.
Cerró los ojos al sentir la calidez de los labios del chico rozando su mejilla y como poco a poco recorrían el camino hacia los suyos ofreciéndole un beso dulce y suave.
Ninguno de los dos fue muy consciente de lo que pasó a continuación, ambos se dejaron llevar como emborrachados por sensaciones que les invadían.
Tímidamente Akane comenzó a responder a aquel beso, si, ella siempre había odiado los besos, decía de que parecían algo asqueroso pero no se imaginaba las sensaciones de iban a producir en ella, sensaciones nuevas y maravillosas de las que cada vez quería más, ahora entendía porqué decían que Akira era un dios besando.
Al separarse de los labios de Akane, Akira miró a su alrededor, seguro que de un momento a otro llegaba el fin del mundo, vamos, otra explicación no tenía a lo que había pasado. Akane por su parte se separó un poco de él y se volvió a poner sus gafas.
Fueron unos instantes de confusión y aturdimiento. Akane sentía que durante esos instantes había perdido completamente el control de su cuerpo y eso la asustó. En el silencio reinante se oyeron claramente unos pasos y sobretodo voces que se dirigían hacia la puerta de la casa.
- Vienen mis padres - Akane se sobresaltó lo cual ella misma pensó que era ridículo.
Ambos se sentaron correctamente y haciendo que la distancia entre ambos fuera mayor.
- ¡Ya hemos llegado! - dijo gritando Ginta.
- Chist - le recriminó Akane levantándose - Kenta está dormido.
- ¿Y vosotros que hacíais? - fue el tosco saludo que emitió gruñendo el padrastro de Akane al verlos solos en el comedor de su casa.
- Buenas noches señor Ryuga - Akira se apresuró a levantarse - Acompañaba a Akane.
- Es que no quiere que vaya sola a su casa a estas horas - añadió Akane.
- ¡Akane! - Takato se tiró a sus brazos.
- ¡No pongas esa cara de ogro! - recriminó la madre a su marido - Akira es de las personas más atentas que conozco, gracias por cuidar de Akane.
- ¿Qué te has hecho en el pelo? - rió divertido Ginta al fijarse en Akira.
- Creo que me lo han tomado - respondió este tocándoselo.
- O eso, macho, o te ha crecido mucho la cabeza - volvió a reír Ginta.
- Pues estás muy guapo - añadió la madre de Ryuko - Te queda muy bien.
- Vaya, gracias.
Después de que Akane saludase a sus hermanos, a su madre y a su padrastro y le contaran lo bien que lo habían pasado y ella a su vez les dijese que Kenta estaba perfectamente y durmiendo, Akane fue a recoger una bolsa de viaje que tenía lista con algo de ropa limpia.
- ¿Te vas ya? - se quejó lloroso Takato - A penas si te he visto.
- Si, es ya muy tarde, además mañana me verás.
Akane y Akira se despidieron y salieron a la calle. Se miraron y comenzaron a caminar en silencio, tímidamente Akira hizo rozar el dorso se su mano con el de su compañera pera inmediatamente cogerla suavemente y entrelazar los dedos. Akane no dijo nada, solo sonrió. Siguieron el camino sin hablar porque lo que iban a decir no era más bonito que el recuerdo silencioso de lo que había pasado, así que era mejor callarse.

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