viernes, 15 de octubre de 2010

42. Si huele a chocolate sabrá a chocolate

Akane se puso el vestido que le habían llevado, era un vestido bonito, entallado, con una cremallera a la espalda. Se lo había puesto y empezado a subir la cremallera, le estaba demasiado ajustado pero la cremallera cerraba, el problema empezó cuando llegó a un punto donde ya no podía subir más., Akane contuvo la respiración y volvió a intentarlo, pero nada, no subía, pensó que quizás se había quedado atascada y que si bajaba un poquito se desatascaría… y entonces fue cuando se dio cuenta de que ni subía, ni bajaba, y encima ella no podía respirar con normalidad.
- ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¡Dios que apuro!… ¿Cómo voy a salir de aquí?
Abrió la puerta y se asomó. No había nadie a la vista. Si al menos pudiera llamar a Chiharu. Echó un vistazo a la habitación de Akira, encima del escritorio estaba su móvil. Lo cogió y buscó en la agenda; por fin, encontró el teléfono de la chica. Comunicaba. ¡Vaya por Dios! ¿Qué hacía? ¿Esperar a que se preocupasen por su tardanza y subieran a buscarla? De nuevo buscó en la agenda del teléfono. Bien, allí estaba, el teléfono de esa casa.
Marcó. La llamada sonó en el salón.
- Dígame - oyó la voz del padre de Akira.
- Hola, hola… soy una compañera de Akira - trató de que su voz sonase distinta - ¿Está?
- Si ¿Quién le digo que eres?
- Ah… si… Karura, soy Karura.
- Espera un momento - el padre fue a la cónica donde Akira y su madre recogían - Akira, te llama una tal Karura.
- ¿Karura? ¿Qué pasará? - se preguntaba si estaría bien, era muy extraño que le llamase, así, de pronto. Cogió el teléfono - ¿Karura?
- Soy yo, Akane, por favor ayúdame.
- Pero ¿Qué…? ¿Qué quieres ahora?
- Por favor sube, tengo un problema.
- ¿Estás segura? Mira que como sea para burlarte de mi me voy a enfadar.
- Te lo juro, por favor, sube, que tengo un problema, por favor, por favor, que no quiero chocolate, lo juro.
- Está bien, voy a ver - colgó - ¡Mujeres!
Subió y tocó la puerta.
- ¿Akane, estás visible? ¿Puedo pasar?
Casi sin dejarle terminar, Akane había abierto y tiraba de él hacia adentro.
- ¿Qué te pasa?
- Esto.
- ¿Qué? - Akira no veía nada raro, se había puesto el vestido y le quedaba genial, tal vez, demasiado genial.
- Que no puedo abrochármelo y tampoco respirar - dijo la chica girándose - Me estoy agobiando mucho y no baja, por favor, termina de abrocharme tú.
- Madre mía, anda vez… ¿Y vas a poder respirar? - Akira empezó a intentar subir la cremallera.
- Parece que tu madre es más delgada que yo.
- Es de cuando era joven.
- O tu tienes más… ya me entiendes. Es imposible, además está atascada.
- ¿Qué pasa?
- Que tampoco baja.
- ¿Cómo que no baja?
- Intenta no respirar.
- ¿Qué no respire? ¡Si ya no puedo respirar menos!
- Es que no baja… ni sube.
- Bueno, mantengo la respiración.
Pero aquello no se movía, ni para arriba, ni para abajo.
- Voy a hacer una cosa. Le diré a Chiharu que suba a ayudarte y mientras te buscaré otra cosa.
No encontró a Chiharu. Fue a la cocina.
- ¿Y Chiharu?
- La han llamado, se ha ido a la calle para hablar, no quiere que la expliquemos.
- ¿A la calle? Está loca, ya podía haber ido a su cuarto. Oye mamá, que Akane tiene un problema, el vestido le queda muy ajustado, habría que buscarle otra cosa.
- Oh, que pena, bueno iré a darle otra cosa.
- Es que mejor voy yo… se le ha quedado atascada la cremallera y no puede…
- Menudo problema, bueno pues ve a ayudarla.
- Pe… pero…
- Ve, no seas pesado. Yo le busco algo.
- Esto… ¿vas a ir al trastero de la ropa?
- Claro, no creo que lo de tu hermana le valga.
- Podrías… ¿Podrías dejarle ese yukata tuyo azul, el que parece el cielo estrellado?
- ¿Y eso?
- A Akane le quedará genial.
Yoshiko no sabía si sentir celos, pena o ternura. Su hijo, su pequeño, quería que esa chica se pusiese aquel kimono de verano porque le iba a quedar bien, un kimono que era suyo, de su madre, quizás aquella chica le importaba más de lo que suponía. Como madre lo que más deseaba en el mundo era la felicidad de sus hijos. Akira era un chico reservado, nunca pedía nada, parecía que nada le motivaba, nada le atraía, solo su cielo y sus estrellas, se quejaba por todo pero en realidad no se quejaba por nada, era la primera vez que le veía hacer una sugerencia de forma espontánea, sin sopesar pros y contras, solamente guiado por una idea absurda, sin sentido… eso debía significar algo, su instinto de madre se lo decía. Mientras buscaba el kimono lo decidió: no sabía lo que esa chica sentía por su hijo, desde luego enamorada no parecía, pero daba igual, si le gustaba esa chica, sería para él y más valía que no le hiciese daño. Encontró el yukata, era curioso que entre tanta ropa Akira se acordase precisamente de ese; siempre le había gustado, cuando ella se lo ponía, su niño la miraba embobado durante minutos. Que pena, su hijo se estaba convirtiendo en un hombre, dentro de poco pensará en formar su propia familia, bueno, aunque ahora le gustase esa chica no quería decir que fuese a casarse con ella, no, era mejor dejarle que disfrute de lo que quiera ahora, ya llegarían las responsabilidades más tarde.

Akira continuaba con su batalla contra la cremallera.
- ¿Por qué has tenido que venir tú?
- Chiharu está fuera de servicio, cuando habla con sus amigas la perdemos durante horas y mi madre está buscándote ropa ¿Qué querías? ¿Qué viniera mi padre?
- A lo mejor tiene más mano que tú.
- Ahhhhh… hago lo que puedo.
- Estoy pasando mucho bochorno.
- Eso es por todo el chocolate que has tomado.
- ¿Crees que tu madre se enfadará si lo cortamos con una tijeras?
- Si, seguro.
- Pero si descoses la cremallera luego yo puedo coserla de nuevo.
- No parece tan fácil. A ver, intenta… meter el pecho.
- ¿Cómo voy a meter el pecho?
- No sé, encógelo, es que tengo que intentar meter los dedos para…
- ¿Cómo lo voy a encoger? ¿Tú que te has creído que son? ¿Pelotas hinchables?
- Esto está empezando a ser un gran problema.
Yoshiko se acercó a la puerta de la habitación, esta no estaba cerrada del todo, una mínima rendija quedaba abierta. Fue a empujar la puerta pero se detuvo, las voces de Akira y Akane se oían, pensó que no estaba mal escuchar por unos momentos, no era nada malo, solo quería ver, mejor oír, como actuaban cuando no se les observaba.
- Akira eres muy bruto.
- Tiene que ser así, aquí no valen sutilezas.
- Pero me haces daño ¡salvaje!
- Si no lo hago así no lo voy a conseguir. Esto es muy estrecho.
- ¡Pero ten cuidado! ¡No me muevas así!
- Perdona… ¡Ay que delicada eres!
- A ti te querría ver yo en mi situación.
- No creo que nunca me pase.
- Vete tu a saber, hay cosas muy raras en la vida.
- A ver, Akane, échate un poco hacia abajo… no, así es peor.
- ¿Qué haces? - gritó de pronto la chica.
- ¿Qué?
- ¡No me toques!
- No te estoy tocando.
- Si que me tocas.
- Pero es que tengo que tocarte ¿cómo lo voy a hacer si no? Recuéstate un poco.
Yoshiko no salía de su asombro ¿realmente le estaba bajando la cremallera?
- Mira, túmbate, a lo mejor así es más cómodo.
- ¿Tu crees? Vale me tumbo ¿Dónde?
- Pues en mi cama, no va a ser en el suelo.
Hubo un silencio. Yoshiko estaba a punto de entrar, no, mejor llamaría antes.
- ¡Ay, me has pellizcado! - se volvió a oír.
- Quejica.
- ¿Es la primera vez que haces esto, Aki?
- Ajá.
- Se nota ¿Vas a tardar mucho? Porque me está entrando sueño.
- Pues duérmete y déjame a mi hacerlo… ¡ya! ¡ya! ¡Por fin!
- ¡Ay que maravilla! ¡Puedo respirar a pleno pulmón!
Akane respiró hondo confirmando este hecho mientras se incorporaba sujetándose el vestido por delante y sentándose en la cama.
- Lo que nos ha costado ¿eh? - sonreía Akira sentado a su lado - Ahora me fumaría un pitillo.
- Si, esto ha sido como un parto, anda, lárgate.
Sonaron golpes en la puerta.
- ¿Se puede entrar? - preguntó Yoshiko.
- Claro, está abierto.
Akira se levantó para irse mientras pensaba lo extraño que era que su madre anduviese pidiendo permiso. Se cruzó con su madre, que entraba con el kimono, al salir de la habitación.
- Toma, espero que te siente bien.
- Gracias señora pero solo va a ser un rato, no hacía falta tanta molestia.
- Akira quiere que te pongas este, siempre le ha gustado.
Akane se quedó extrañada. Como fuera una broma de ese inútil iba a quedar menguada su capacidad para reproducirse, se dijo.
Akira esperaba en el comedor. Su madre, había insistido, no hacía falta que la ayudase más, lo haría su padre. La gatita naranja se subió a su regazo.
- Hombre Kumiko ¿Dónde estabas?
La acarició el cuello haciéndola ronronear mientras pensaba como le quedaría aquel kimono a Akane, bueno, saldría pronto de dudas.
Los pasos de Akane habían sido tan suaves y él estaba tan abstraído que no la oyó llegar hasta que estuvo casi a su lado. La miró sorprendido.
- Gracias Akira, es precioso.
Si, él tenía razón, aquel kimono azul con estrellas bordadas le quedaba genial. Siempre le había gustado ese kimono, sería porque era como su querido cielo por las noches, recordaba a su madre con él puesto, de hecho, no recordaba ningún otro vestido; recordaba como le llevaba cogido de la mano, paseando y mirándola con aquel kimono, recordaba las tardes de verano y las noches viendo los fuegos artificiales en el cielo y el cielo en su madre, recordaba sentarse en el regazo de su madre y acurrucarse durmiendo mientras miraba las estrellas bordadas.
- ¡Eh! - Akane le sacó se sus pensamiento - Te has quedado ensimismado.
- Perdona, es que me trae muchos recuerdos.
¿Qué pasaría si ahora se dijese algo bonito? Con Akane nunca se sabía, quizás era el momento de averiguarlo.
- Estas… - vaya, ahora no sabía que decir - Estás… preciosa.
A falta de otro adjetivo mejor fue el único que se le ocurrió, la miraba realmente embobado y empezaba a pensar que sus capacidades mentales se habían bloqueado. Akane sonrió sentándose a su lado.
- Hola Kumiko - acarició a la gatita que optó por pasarse al regazo de la chica.
- No, no - Akira la retuvo y volvió a acariciarla - Si enganchas el kimono de mamá, te mata - la gatita maulló - ¿Te han dado de comer? Creo que no, anda vamos. Perdona un segundo, Akane.
Akane vio con pena que habían recogido la mesa y ya no quedaba ni licor. Se levantó a mirar el jardín. Era muy bonito, a ella siempre le había gustado aquel jardín, ojala ella tuviera un jardín, tenía dos casas y lo único que tenía era una maceta que además siempre estaba seca, plantase lo que plantase a ella no le sobrevivía nada.
- ¿Salimos? - dijo Akira al regresar.
- Vale.
Salieron y pasearon en silencio. No era un jardín muy grande, comparado con el que había visto en casa de Kamui era una ridiculez, pero era bonito y tenía un pequeño estanque donde se veían peces de colores.
- Me ha dicho tu hermana que parte de esta casa es tuya y que cuanto te cases vivirás aquí.
- Bueno, habrá que ver lo que opina mi mujer. Pero vamos, la idea es esa. Es lo que desean mis padres, durante generaciones los hijos de los Shikamoto han vivido pegados a sus padres… menos los míos, que, fíjate, cambiaron la casa familiar por Kizuna… como ves, las tradiciones se pueden cambiar.
- Si… meno mal. No me imagino a una chica como Karura viviendo al lado de sus suegros.
- ¡Y dale con Karura! ¡Que pesada eres!
- Bueno, tampoco a Yuri.
- ¿Y a ti? ¿Te imaginas a ti viviendo en la mansión Kaguya?
- Mira, no estaría mal, ahora que he conocido el lujo me siento tentada por él.
- ¿Sabes que eres una testaruda?
- Si, pero ahora mismo soy tu testaruda y me tienes que aguantar.
- Te aguantaría eternamente - susurró.
Akane se paró en seco.
- Eres mi amiga - continuó el chico - A los amigos se les suele aguantar sus manía, cuando los pierdes hechas de menos esas manías ¿Qué pasa? ¿No creerías que era una declaración, verdad?
- ¡Que imbécil eres!
- Pero soy tu imbécil y tienes que aguantarme.
- Tú y yo algún día terminaremos mal.
- Pesada…
- Inútil…
- ¿Quieres ver tu futura casa? - Akane le lanzó una mirada heladora - Según la teoría de Sumire eres la futura señora Shikamoto, esta será tu casa.
- ¡Oh! Soy la futura esposa del futuro jefe del clan Shikamoto, suena exótico.
- Tú ríete, ya te lo diré cuando veamos corretear por aquí a nuestros pequeños Shikamoto con pelo de zanahoria.
Akane se echó a reír.
- Bueno, no olvides que según la teoría de Jisei, soy la futura esposa de uno de los herederos de la prestigiosa familia Kaguya.
- ¿Te has parado a pensar que serás la cuñada de Fuma?
- Si, las reuniones familiares van a ser algo tensas.
Se miraron y rieron.
- ¿Qué será de nosotros en el futuro? - reflexionó Akane.
- No lo se, pero tu y yo seguiremos discutiendo, seguro.
Estaban parados el uno frente al otro, sus miradas se fijaron en los ojos del contrario y en ese momento sintieron como si el tiempo se parase. Quizás era por culpa del chocolate que Akane había tomado pero se sentía muy a gusto estando a su lado y tenía el impulso de acariciar su mejilla, solo un poco, no sabía porqué pero era algo que le apetecía. Con lentitud llevó su mano hasta el rostro de su amigo y apartando el cabello, rozó levemente con la punta de sus dedos su piel. Akira sintió aquel leve roce y cogió la mano de Akane acercándola aún más a su mejilla, haciendo que el roce fuera completo y manteniéndola allí. Le gustaba sentir la piel de Akane junto a la suya, cerró unos instantes los ojos ¿Cómo habían llegado a aquella situación? ¿Por qué todo tuvo que estropearse?
- Akane… tenemos que hablar de lo que pasó.
- Déjalo Akira, las cosas suelen suceder por algo.
- Te echo tanto de menos…
- No puede ser, no tuvimos tanta relación como para…
Los ojos de Akira parecían haberla hipnotizado, aquella mirada… sería culpa del chocolate, seguro, juraría que comenzaba a sentirse mareada.
Estaban cada vez mas cerca, tan cerca que Akira podía respirar el aliento con olor a chocolate de Akane… estaba tan cerca, solo un pequeño movimiento y si quisiese seguramente podría besarla…
- Hueles a chocolate - murmuró la chica a la vez que se dilataban sus pupilas.
- Tú también.
- ¿Sabrás también a chocolate?
- No deberías decirme eso, si no quieres que te diga que lo pruebes.
- Pero a ti no te gusta el chocolate…
- Pero si hay que comerlo, se come - Estaba tan cerca… solo un pequeño movimiento…
- ¡Akira! ¡Akane! - gritó de pronto Chiharu entrando atropelladamente en el jardín y rompiendo aquel momento - Hermana Akane, me tengo que marchar… ¡Ala, que guapa estás! ¿Este es el kimono de mamá, no?
- ¿Qué quieres, pesada? - gruño Akira con evidente mal genio.
- Despedirme de Akane. Ha sido estupendo comer contigo, espero que se repita. Ale, ya podéis seguir con lo vuestro… Y luego diréis que no estáis saliendo…
- Pero Chiharu…. - comenzó a decir Akane, pero Chiharu ya había desaparecido - Espero que no se imagine cosas raras.
- Oh, si, lo hará, seguro.

En la cafetería, sentada frente a Yuri, Momoka intentaba pensar de forma rápida la forma de sacar el tema que le interesada. Yuri la observaba, Momoka parecía muy intranquila, seguramente querría decirle algo y no sabría como.
Encima de la mesa un par de cafés y un trozo de tarta. Momoka lo había pedido para ver que hacía Yuri, por supuesto Yuri había dicho que ella no tomaría nada. Momoka miraba la tarta, era apetitosa.
- ¿Quieres un trozo de tarta? - dijo al fin.
- No, he comido mucho, de verdad Momo, estoy llena.
Momoka cogió un pedacito y se lo llevó a la boca.
- Está buenísima ¿De veras no quieres?
- Que no, pesada y tu tampoco deberías comer ¿No sabes donde se van todos esos azúcares?
- El azúcar es bueno para el cerebro.
- ¿Y quien quiere alimentar el cerebro? Los chicos no buscan a las chicas por su cerebro.
- A algunos les gusta que sean algo más que un buen cuerpo.
- Tú lo has dicho… a algunos. Vamos Momo, reconócelo, en los primero que se fijan los chicos es en el envoltorio.
- Si las mujeres no le diésemos tanta importancia a ese tema y no hubiera quien se esfuerza demasiado en ser perfecta, a lo mejor…
- ¿Es que te pasa algo Momoka?
- ¿A mi? ¿Por qué iba a pasarme algo? Yo no tengo ningún problema con mi imagen.
- ¿Qué ha pasado al final con Kamui? ¿Es que acaso le gusta otra chica?
- ¿A que viene ahora eso? No estamos hablando de eso.
- No, estamos hablando de tu falta de confianza.
- ¿De mi falta de confianza? ¿Quién ha hablado de mi falta de confianza?
- Pues tu. Vamos Momoka, se te nota a la legua.
- ¿Qué a mi se me nota?
- Mira, no todo el mundo puede ser perfecto pero… hay muchos trucos para lograrlo.
- Y supongo que tú conocerás esos trucos…. Yuri… ¡eh!
Yuri se había quedado mirando fijamente a la puerta de entrada.
- No mires Momoka, pero acaban de entrar Shugo y Setsu.
- ¡Ah! ¿Qué hacen esos aquí?
- ¡Y yo que se! Lo mismo han quedado con Kamui…. ¡Ay madre!
- ¿Qué pasa? ¿Qué hacen?
- Sentarse pero es que Hikari se ha acercado a ellos… parece que es una camarera.
- ¿Hikari?
Momoka ya no pudo más y se giró a mirar. Efectivamente Setsu y Shugo se habían sentado a una mesa y Hikari parecía tomarles nota de lo que iba a tomar.
- ¿Qué te pasa Hikari? Estás de peor humor de lo habitual - se burló Setsu.
- ¿Cómo crees que puedo estar trabajando en domingo?
- Oh, pobrecita, pobre chiquilla trabajadora.
- ¡Cierra la boca estúpido!
- ¿Os habéis dado cuenta de quienes están también aquí? - habló de pronto Shugo.
- Si, la boba de la pavisosa y su amiga la muñeca hueca - respondió con evidente desprecio Hikari - Ya las he visto ¿Qué no hay otra cafetería que tienen que venir precisamente a ésta?
- A lo mejor se la ha recomendado tu Kamui - siguió burlándose Setsu.
- ¡Qué te calles!
- ¿Les has dicho algo? - preguntó Shugo.
- Ni me he acercado a ellas.
- Pues a lo mejor deberíamos saludarlas - continuó Setsu sonriendo con malicia- Que no se diga que no somos educados.
- ¡No digas estupideces! ¿Setsu dónde vas?
Setsu hacía oídos sordos a Hikari y se acercaba a las chicas.
- Hola preciosas - dijo apoyando las manos en la mesa - ¿Esperáis a alguien?
- ¿Y a ti que te importa? - gruñó Momoka.
- Eh, preciosa, no te pongas tan a la defensiva, solo quería saludarlos, a fin y al cabo somos compañeros.
- Nosotros no somos compañeros - recalcó Momoka.
- Ay, que mal carácter tenéis las chicas… No muerdo… a no ser que me lo pidáis - añadió el chico mirando de forma descarada a Yuri.
- ¿Qué hacéis por aquí? - habló Yuri evitando su mirada.
- ¿No podemos estar dónde queramos? - Setsu se sentó al lado de Yuri - Esta cafetería es de los padres de Hikari, solemos venir mucho con Kamui.
- ¿Por qué te sientas? - se oyó de pronto a Hikari que se había acercado también - Vuelve a tu sitio y no molestes.
- No molesto. Intento hacerme amigo de ellas. Recuerda lo que dijo Kamui, quiere que nos vayamos conociendo.
- Pero ahora Kamui no está aquí - gruñó Hikari.
- Siempre es buen momento para estrechar lazos.
- ¿Qué pretendes Setsu? - interrogó Momoka - Sabes que no debemos relacionarnos.
- No se seas quisquillosa - replicó Setsu - Tenemos un amigo en común, no es bueno para él llevar una doble vida.
- ¡Setsu vuelve a tu mesa! - gritó Hikari.
- Vamos no seas así. El problema es que no nos conocemos ¿verdad rubita?
- Está bien, si quieres quedarte aquí quédate… haz lo que te de la gana.
Hikari se marchó bastante molesta.
- ¿Te llamas Yuri, verdad?
- ¿Por qué no te largas? - dijo bastante molesta Momoka.
- Yo soy Setsu. Vamos no seas así, seguro que a Kamui le gusta que nos llevemos bien.
- Mejor nos vamos, Yuri.
- Espera… el chico está siendo amable y considerado, tampoco vamos a comportarnos de una forma tan poco educada.
- Así, se habla rubia.
Momoka se levantó.
- Yo me voy Yuri ¿Vienes o no?
- Pero Momota ¿Qué nos va a pasar por hablar un rato?
- Ni un rato ni nada. Yo me voy… Esto… ¿Va a venir Kamui?
- ¿Si viene te quedas? - sonrió Setsu.
- No… no es eso… es solo que…
- No va a venir - Hikari había regresado con el pedido de Setsu - Está castigado por lo que hizo ayer.
- ¿Está castigado? - se interesó Momoka.
- Si y no pienses en ir a su casa. Un castigo es un castigo ¿Os traigo la cuenta entonces?
- Vamos Momoka, vamos a quedarnos un ratito… aún no te has terminado la tarta.
En realidad a Yuri le empezaba a gustar la presencia de Setsu, bien mirado era un chico muy mono y parecía interesado en ella. Momoka se volvió a sentar con evidente desagrado, por supuesto que en cuanto un chico demostraba el más mínimo interés en ella, Yuri parecía volverse tonta, le encantaba ser el centro de atención, y claro, ella no iba a dejarla sola con aquel chico.
Hikari se acercó ahora a Shugo.
- ¿Se va a quedar allí? - preguntó el chico.
- Eso parece… será imbécil.
- Déjale. De todas formas Kamui quiere que nos vayamos haciendo amigos de esa chica.
- Pero es que no la soporto, no la aguanto ¿Quién se ha creído que es? Ya tuvo que preguntar por Kamui… le he dicho que está castigado.
- ¿Por qué le has dicho eso? Sabes de sobra que ha quedado con su amigo.
- Porque esa es capaz de presentarse donde están… No la aguanto, no la aguanto. Con todo lo que yo he hecho por Kamui ¿por qué me hace esto? ¿Por qué tengo que soportarla?
- Sabes que Kamui hace las cosas a su manera. Yo creo que os quiere comparar para poder elegir.
- ¿Me va a mi a comparar con esa? Es igual, yo tengo ventaja, ahora Kamui confía más en mi que en ella, ella es egoísta y posesiva, yo le comprendo mucho mejor y él terminará dándose cuenta.

Ryuko caminaba desde su casa al lugar donde había quedado con Kyojin. Miró el reloj, iba con tiempo. A Ryuko no le gustaba llegar tarde a ninguna cita, ya fuera con sus amigas o en este caso con Kyojin. Siempre pensaba que si llegaba tarde sus amigos iban a marcharse sin esperarla. Esto le pasaba porque de pequeña le costaba mucho hacer amigos. Era algo extraño porque ¿Qué tenía ella de malo? No tenía mal carácter, era amable, quizás algo introvertida pero ¿Esa era razón para que no quisiesen ser su amiga? Akane fue la primera amiga que tuvo, ella le daba toda la energía que le faltaba, siempre estaba a su lado, junto a ella ya no tenía miedo de relacionarse con nadie pero aún así ella seguía sin caerle bien a la gente, siempre tenía la sensación de que la aguantaban porque iba como Akane. Luego llegó Jisei y las tres se hicieron inseparables y luego… luego apareció Ayesa… ¡Cuánto echaba de menos a Ayesa! Hacía mucho tiempo que no la veía, claro que eso estaba bien, así es como tenía que ser.
A pesar de que llegaba antes de lo que habían hablado, Kyojin ya estaba esperándola.
- Hola ¿Has esperado mucho? - dijo algo apurada y comprobando de nuevo su reloj.
- Llevo esperando una media hora.
- ¿Tanto? ¡Pero no puede ser! Mi reloj…
- Tranquila, has llegado diez minutos antes de la hora, soy yo el que me he adelantado.
- ¿Por qué?
- No quería hacerte esperar. Además tenia que pasar a comprar los pasteles para la merienda.
- ¿No molestaremos?
- No, para nada. Conozco a los padres de Akira de toda la vida, además yo estaré contigo no tienes que asustarte.
- No, si no me asusto es que a lo mejor no me esperan y…
- ¿Te vas a echar ahora para atrás?
- No, no, por supuesto que no.
- Pues entonces, venga, vamos.
- ¿Cómo crees que les habrá ido en la comida?
- Espero que bien y que no se hayan puesto a discutir delante de sus padres.
- Bueno, Akane es muy bruta pero no creo que fuera tan maleducada.
- Se que a Akira le gusta Akane y estoy convencido de que la hace enfadarse para llamar su atención, es su forma de decirle: no te olvides de que existo pero ¿sabes? También creo que a Akane le gusta Akira pero se niega a aceptarlo y por eso es tan arisca con él, creo que lo que hace es poner una muralla entre ambos para no dejar que se acerque a ella, tiene miedo de llegar a darse cuenta de lo que siente.
- Es muy cabezota y si se ha propuesto no darle una oportunidad, no se la dará.
- Pues entonces tendremos que pensar en algo. Esto no puede seguir así, se hacen daño el uno al otro y encima está Kamui por medio.
- ¿Crees que Kamui está interesado de verdad en Akane?
- No lo se, pero conozco a Akira y se que está empezando a sentir ciertos celos de Kamui. Tu no conoces a Akira cuando cree que le quieren quietar algo que considera suyo… a mi no me engaña, le conozco demasiado bien y se que por mucho que parezca que pasa de todo, no va a dejar que se la quiten tan fácilmente.
Ryuko miraba a Kyojin, cada vez que este hablaba de su amigo lo hacía de una forma emocionada, se notaba que lo apreciaba mucho, tanto como ella a sus amigas, en el fondo Kyojin y ella eran muy parecidos, por eso se entendían tan bien. Tendría que ser valiente y arriesgarse porque si no se arriesgaba nunca tendría nada ¿y si algo salía mal? No debía pensar en eso, no importaba si salía mal porque sabía que no estaba sola, simplemente tenía que ser valiente y pensar en el presente no en lo que podría pasar.
Levantó su mano y sin querer pensarlo se agarró al brazo de Kyojin. Ambos se miraron y se sonrieron, con un suave gesto, Kyojin movió su brazo para retirar la mano de Ryuko y apresarla con la suya… así estaba mejor.
Y en silencio siguieron caminando, había poco que decir, solo disfrutar de su paseo.

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