viernes, 25 de junio de 2010

29. La determinación de Momoka

- ¡Quiero un Pokemon! - gritaba Kenta con todos la fuerza de sus pulmones.
- ¡Vale ya Kenta! Te estás portando muy mal - le recriminaba Ryuko.
- ¡Quiero un Pokemon, quiero un Pokemon!
- Vale - hablo Kyojin - Te compro un Pokemon pero me tienes que prometer que te vas a callar.
- ¡Bien! ¡Bien!
Ryuko le dirigió una mirada un tanto de reproche. Kyojin entró en la tienda y al rato salió con una bola sorpresa que el niño tanto quería. El niño gritó como un loco, abrió la bola y comenzó a saltar enseñando su Pokemon con gesto de triunfo.
- ¡Mira Ryuko, me ha tocado Pikachu!
- Si, Kenta, es Pikachu, tu favorito ¡que suerte!
Y mientras saltaba eufórico siguieron caminando hasta llegar a la cafetería donde había un gran parque de bolas para que los niños disfrutaran y dejaran un poco a sus padres y acompañantes tomarse algo tranquilamente.
Mientras el niño entraba apresuradamente en aquella especie de jaula llena de bolas, Ryuko se sentaba en una mesa a esperar a Kyojin que había ido a sacar el ticket y comprar unas bebidas.
Cuando regresó volvió a mirarle con reproche.
- No deberías haberlo comprado.
- Bueno ¿ahora me vienes con esas?
- Akane se va a enfadar, ya lo verás.
- Akane siempre se enfada.
- No le gusta que malcriemos a su hermano, dice que ya es bastante insoportable.
- Si ya lo se pero me estaba volviendo loco, no se como Akane lo soporta.
El niño había dejado el muñeco sobre la mesa, Ryuko jugueteaba con él.
- ¿Tú no has jugado nunca a Pokemon, Kyojin?
- Pues claro ¿Y sabes quien era buenísimo?
- Akira.
- Tratándose se estrategias era el mejor, como siempre.
- Mi única estrategia era: el que golpea primero golpea dos veces. Este Pokemon me trae muchos recuerdos. Akane y yo nunca tuvimos una consola, y menos aún un juego. Mis padres son así, consideraban eso un capricho me paseé el juego de Pokemon amarillo por lo menos veinte veces, me lo sabía de memoria.
- ¿Qué hacíais? ¿Akane le robaba la consola a algún pardillo?
- Pobre Akane - sonrió - Hace unos años sus padres les compraron unas gamecolor a sus hermanos, a los dos mayores, entonces eran unos críos, tendrían 4 o 5 años, ella quería una pero a ella nunca se la compraron, era una niña mala y estaba castigada - habló en voz baja y triste mientras su mirada parecía perderse en algún punto y sus ojos llenarse de lágrimas - y como sus hermanos eran tan pequeños no sabían leer así que prácticamente jugábamos nosotras,
- Así que castigaban a Akane y ella les quitaba el juego a sus hermanos, o sea que no solo se dedicaba a ir escalabrando a otros niños. Recuerdo que parecía un chico, con el pelo corto y las gafas rotas, vamos, yo estaba convencido de que Kumoyuki era un chico.
- ¿Y que pensabas de mi?
- Si te digo la verdad, no te recuerdo, no hasta que nos pusieron en la misma clase.
- Yo siempre paso desapercibida.
- No te ofendas es que…
- No, si no me ofendo. Akane era todo un chicote, eh, que era uno de los jefes de la banda de gamberros del patio… Jisei era la muñeca bonita y yo la bola silenciosa que siempre estaba con ellas.
Kyojin la comprendía, vaya si la comprendía, él siempre había sido conocido como "el gordito" "el patoso" "el torpe" y siempre se olvidaban de él.
- Pero ahora ya no lo eres Ryuko.
- Si, ahora me vas a decir que soy un cisne.
- Lo eres. Para mí desde luego que si y se que para otros también.
- Oh, si, dime uno, solo uno.
- Bueno pues…
- No te esfuerces, si lo tengo asumido.
Kyojin la cogió la mano y apretó.
- Ryuko tu a mi me gustas - dijo llevándose por lo que realmente deseaba decir, sin plantearse si estaba bien o mal o si ella se enfadaría - Se que no soy mucho, se que pensarás que no valgo nada, que ha ido a fijarse en ti el más desgraciado de la clase, ya me conoces, soy Kyojin Akihana, el ignorado, al que nadie tiene en cuenta y tu eres una princesa, dulce, buena, amable…
- Yo no soy una princesa, no soy buena, ni amable, no se tratar a la gente, no se hacer amigos y dependo de los pocos que tengo, no me digas esas cosas porque son mentira, se lo que soy Kyojin.
- Pues entonces me da igual, puede que solo seas buena y amable en mi imaginación, a lo mejor eres antipática pero me gustas igual.
- ¡Vaya par de dos! ¡Nos hemos ido a juntar los más inseguros del instituto!
- ¿Eso quiere decir que yo también te gusto?
Sentía vergüenza y miedo por haber dicho tal cosa, Kyojin nunca estaba seguro de lo que decía, siempre temía meter la pata, quizás tantos años de menosprecios le habían dañado más de lo que creía y le faltaba ese valor para enfrentarse a sus propios sentimientos.
- ¡Ryuko, Ryuko! - gritó Kenta acercándose sudando y acalorado - ¡Tengo calor! ¡Quítame esto, quítamelo!

Momoka caminaba en silencio al lado de Kamui, estaba muy nerviosa y emocionada, no podía creer que el propio Kamui le pidiera dar un paseo. Ella había quedado con Yuri, quería hablar con ella, no sabía que decirle pero pensaba que algo se le ocurriría y de pronto se encontraron con Suo, sentado en el parque, dibujando, solitario como casi siempre. Suo era un chico extraño pero Momoka estaba comenzando a conocerle e Yuri parecía demostrar mucho interés por él, así que se acercaron a saludarle.
Yuri se sentó a su lado y comenzó uno de esos extraños juegos suyos en los que parecía coquetear y hacerse la interesante. Lo curioso de Suo es que nunca se sabía si entendía los gestos corporales que Yuri realizaba.
Y de improviso apareció Kamui.
Kamui había salido a dar una vuelta, necesitaba pensar y en su casa no conseguía hacerlo. Kamui sentía que su vida estaba empezando a cambiar, que una nueva etapa comenzaba. El siempre pensaba que lo único que quería era superar a Fuma, estaba muy obsesionado con esa idea, con demostrar que era capaz de hacerlo, no le importaba nadie más, los amigos incluso a veces le molestaban, él prefería estar solo y ahora… intentaba llevarse bien con los demás. Hace unos meses no pensaba en chicas, para él solo eran pequeñas molestias, siempre pegada a él, empeñadas en llamar la atención, pero ahora había descubierto todo un mundo, se había despertado en él algo fuerte, demasiado instintivo. Suponía que era cosa de la naturaleza, tenía una edad biológica en la que su cuerpo mandaba impulsos a su cerebro o a lo mejor era al contrario, su cerebro primitivo el que enviaba mensajes a su cuerpo… Fuera lo que fuera ahora empezaba a ver de otra forma a las chicas.
Vio a Yuri y a Momoka junto a Suo y se detuvo a observarlas, nunca se había parado a mirar a una chica como a una chica, observando sus cuerpos, sus curvas… reconocía que aquello era algo sugerente aunque no lo suficiente ¿Por qué? Parecía como si algo les faltase.
Se decidió a acercarse a ellos y después de un rato le pidió a Momoka dar un paseo, aquel era tan buen momento como cualquier otro.
Y así, en silencio, caminaban.
¿Qué sentía Kamui por Momoka? ¿La quería como a una hermana? ¿Cómo a una amiga muy íntima? ¿Estaba enamorado? Tenía que averiguarlo ¿Por qué no existiría un libro de instrucciones para entender los sentimientos? Sabía que sentía aprecio por Momoka, eran muchos años con ella pegada a él y desde luego no la consideraba mala persona ¿Sería amor lo que sentía por ella? Kamui no diría tanto, de lo que estaba seguro es que tenía que averiguarlo, por él mismo, por aclarar sus ideas, por Momoka a la que no quería hacer daño, porque ahora tenia la sensación de tenerla encadenada a él y debía abrir esa cadena y que ella, ella sola decidiese que hacer pero sabiendo cual es la situación y claro, luego por Akane, era ella la que insistía en que aclarase lo que sentía por Momoka, era la condición que le ponía para conocerla a ella y deseaba tanto conocerla…. Akane había entrado en su vida de golpe, sin avisar y le hacía sentir cosas distintas, y ahora esa chica a la que a penas conocía y con la que no parecía tener nada en común, ni aficiones, ni nada se estaba convirtiendo en una adicción para él, si, eso era, era adicto a las sensaciones que producía en el.
Y luego estaba Hikari ¿Qué sentía por Hikari? ¿Era lo mismo que por Momoka? No. Momoka y Hikari eran completamente opuestas. Las dos eran pesadas, si, pero de forma distinta. Hikari era totalmente física, terrenal y práctica, no se andaba por las ramas, decía muy claro lo que quería de Kamui y lo que quería no eran sueños para el futuro, eran realidades para el presente y tampoco ofrecía nada irreal o imaginario. En cambio Momoka era soñadora, irracional, se esforzaba en ser perfecta para él, hacía todo lo que él decía en un vano esfuerzo de llamar su atención, para que le diese una oportunidad, una oportunidad para crear el futuro perfecto, Momoka quería crear su mundo perfecto para ella y para Kamui.
Yuri les vio marchase con algo de pena, no era envidia porque Kamui le pidiese ir a pasear a Momoka en lugar de a ella, era pena, Momoka estaba radiante, sonreía llena de satisfacción y a ella le daba pena, pena por su amiga, Yuri sabía que Kamui sentía interés por otra chica, lo notaba, era fácil darse cuenta, solo cuando no quieres ver la realidad esos detalles no los percibes.
Momoka estaba muy nerviosa, no sabía si hablar o permanecer en silencio ¿Qué se supone que debería hacer? El silencio era incómodo, ella estaba incómoda pero sabía que los silencios le gustaban a Kamui y que si hablaba lo mismo le molestaba. Era la primera vez que paseaba a solas con Kamui, sentía que su corazón se iba a salir de su pecho, las piernas le temblaban y a penas podía andar. Kamui se paró y se sentó en un solitario banco.
- Este sitio es muy bonito - dijo tratando de no parecer nerviosa y sentándose a su lado.
- Si, supongo, pero no te he traído para que lo vieras. Llevo un tiempo pensando en lo que una vez me dijiste, fue justo cuando dije que no os quería a vosotros por amigos y que tenía unos nuevos ¿lo recuerdas?
- Si - dijo con bastante vergüenza - Me acuerdo, estaba muy asustada, no quería perderle.
- ¿Sigues pensando lo mismo, Momoka?
- Yo… - Momoka sentía cada vez más vergüenza - Si… sigo sintiendo lo mismo.
- ¿A pesar de lo que te dije? ¿A pesar de que no te hice caso? ¿A pesar de lo que hice mientras pertenecí a esa banda callejera?
- A pesar de todo Kamui. Se que estabas confundido, cegado por esas ganas de superar a su hermano, enfadado con él, pero has vuelto Kamui, ahora estás otra vez con nosotros, yo nunca dudé de ti, sabía que entrarías en razón…
- Entonces - le cortó la frase - ¿Sigues enamorada de mí?
- Si - contestó muy decidida - Te quiero mucho Kamui, y sigo diciendo que hará lo que sea para que seas feliz, para que seamos felices.
Kamui sonrió.
- Tal vez no deberías querer a un chico al que no conoces tanto como crees.
- ¡Pero yo te conozco! Si te fuiste y seguí esperándote es porque te conozco.
- ¿Tu crees? Momoka, hace algún tiempo que me pregunto que siento por ti ¿eres mi amiga? ¿Algo más? ¿Te aprecio? ¿Siento algo por ti?
Momoka no podía creer lo que estaba oyendo, después de tanto tiempo Kamui le estaba hablando de sentimientos.
- Sé que te aprecio, eres mi amiga pero ¿hasta dónde? No sé si me gustas tanto como para decir que siento algo por ti, no soy bueno para los sentimientos, nunca me he preocupado por nadie, el hecho de que ahora me preocupe por no hacerte daño supongo que significa algo pero ¿el qué?
- ¿Te preocupas por mí?
- No te quiero mentir Momoka, no sé lo que siento pero debo averiguarlo, quiero estar seguro.
Momoka se encontraba realmente muy confundida, no comprendía nada de lo que Kamui quería decirle, si le gustaba o si no le gustaba, si sentía algo por ella o no. No sabía si sentir alegría, desilusión, esperanza o qué. Tanto tiempo esperando que Kamui le dijera algo, lo que fuera y ahora no sabía como debía contestar, ni siquiera sabía si debía contestar.
- Creo que será mejor que volvamos con Yuri - dijo de improviso Kamui levantándose.
Volvieron a caminar durante un rato en silencio.
- Kamui… yo…
- Me gustaría saber lo que siento, Momoka, por eso quiero que alguna vez tú y yo salgamos como amigos, solo como amigos. En realidad nunca hemos hablado de nosotros y de nuestros sentimientos, nunca me has dejado decidir, desde el primer momento te pegaste a mí y diste por hecho que yo era de tu propiedad.
Eso había dolido.
Ella lo sabía, sabía que siempre no había sido nada más que una molestia para Kamui pero dolía oírlo.
- Lo siento - dijo algo compungida y sintiendo toda su moral por los suelos.
- ¿Vas a llorar?
- Lo siento, no puedo evitarlo, quiero ser fuerte pero este sentimiento es muy fuerte y siempre me domina.
Kamui se paró y la observó ¿qué sentía ahora al verla tan apenada?
- Me das miedo Momoka, me dan miedo tus reacciones, me asustas, creo que nunca sería capaz de darte lo que me pides. Yo no soy como tu piensas, soy egoísta y…
Momoka cerró sus puños y los estrelló contra en pecho del chico para inmediatamente después apoyar su cabeza en ellos y romper a llorar.
- Cállate, tú no sabes nada de mí, solo me ves como a una chica caprichosa, piensas que me he encaprichado de ti, nunca has tenido en cuenta mis sentimientos. Hablas de lo que tú sientes pero no te preguntas que es lo que yo siento de verdad. No soy una muñeca Kamui, soy una persona, no puedes llegar de pronto y decir "sal conmigo que quiero aclarar mis sentimientos" ¿Y los míos qué?
Kamui tenía las manos dentro de sus bolsillos y así se quedó, quieto, impasible, mirándola, tratando de entender por qué de pronto ahora lloraba y se ponía así, se suponía que estaba enamorada de él y él le había dicho que quería conocerla ¿por qué reaccionaba de esa forma? ¿No debía haberse sentido contenta?
Después de unos pequeños sollozos, Momoka se apartó de él.
- Lo siento - dijo secándose las lágrimas.
- Eso quieres decir que no quieres que salgamos como amigos.
- No. Como amigos no. Tú ya eres mi amigo y deberías conocerme como amiga, si quieres conocerme más deberás pedirme una cita para algo más. Piénsatelo, cuando lo hagas, te contestaré.
Y Momoka echó a andar con todo el orgullo que pudo. Por supuesto que estaba enamorada de Kamui, por supuesto que deseaba salir con él, pero tenía que ser fuerte, no demostrarle que iba a ir corriendo tras él como un perrito faldero. Si le interesaba, que se esforzase él, ella ya lo había hecho demasiadas veces, porque Momoka puede que fuese una llorona, una pesada, que pecase de romanticota, que nunca se enterase de nada, pero una cosa no era: tonta.
Kamui se encogió de hombros y la siguió, realmente las chicas son muy difíciles de comprender. Bueno, ya había dado el primer paso.

Akira se enjuagó la boca y regresó al salón. Sentía mucho frío, se sentó y se arropó con la manta.
- Perdona.
- Tienes una pinta horrible.
- Muchas gracias.
- ¿Te tomaste algo para la fiebre?
- Se me olvidó.
- No te muevas, dime donde está, yo te lo traigo.
No iba a discutir con ella, ya sabía como era, ella lo tenía que hacer todo.
- Mira en el servicio, en un armario blanco, abajo, hay una caja blanca, es el botiquín, las pastillas están allí.
- Vale, tú quédate aquí, yo te las traigo, espera, abre la boca, abre…. Más… ¡uy que anginas se te están poniendo!
- No seas exagerada.
Akira sentía cada vez más frío, era un frío que nacía desde el interior y le obligaba a tiritar de manera incontrolada, además le dolía cada vez más la garganta. Akane regresó con dos cajas de medicinas y el termómetro.
- Toma, ponte el termómetro ¿Cuál de estas has tomado?
- No, ninguna, era una de esas para los resfriados.
- entonces tenía lo mismo que esta. Bien, pues te doy la otra. Tienes que alternar las dos ¿sabes?, te las tienes que tomar cada 6 horas y si tienes mucha fiebre cada 4 ¿me estás escuchando? Voy a por un vaso de agua, de todas formas debes ir la médico, esa garganta necesita antibiótico.
- Y luego dirá que no le gusta organizarlo todo - dijo mientras la veía marcharse.
Akane miraba el termómetro torciendo la boca.
- ¿Me estoy muriendo?
- Te está subiendo mucho la fiebre, es lo que tienen las anginas ¿te duele la garganta, verdad? - le tocó el cuello palpándole la garganta - De veras que eres un inconsciente, Sumire me dijo que volviste a salir sin cambiarte, no se para que quieres tanto cerebro, muy inteligente para unas cosas y hay que ver que tonto para otras.
- ¡Ahhhh! - no tenía ganas ni de pensar.
- ¡De lo que me acabo de acordar! ¿Y mi bolso? A ver, a ver… ¡Si! ¡Todavía tengo chocolate del que me compró Kamui!
- Madre mía ¿no se habrá deshecho?
- No. Ryuko no me dejaba comer, es más mala.
- Y te lo vas a comer ahora.
- Claro ¿Quieres?
- Como te de el subidón yo no quiero saber nada ¿eh?
Y Akane comenzó con su ritual de comer chocolate, desenvolviendo aquel bombón lentamente mientras lo miraba como si fuese lo mejor que iba a comer en su vida, Akira se conocía muy bien ese ritual y como ahora la paladearía, cerraría los ojos y con gesto casi lujurioso diría…
- ¡Que rico! ¡Pero que bueno está!
¿Lo ves? Siempre igual. Le hubiera gustado ver la cara de Kamui mirándola, él, por su parte, a pesar de haberla visto ya cientos de veces, siempre se sentía impresionado.
- ¡No! - dijo firmemente cuando vio que Akane se llevaba los dedos a la boca - ¿Qué te hemos dicho de chuparte los dedos? - continuó con el tono de un padre que ha dicho la misma advertencia hasta aburrirse.
- Que los chicos sois todos unos salidos y tenéis ideas muy raras - contestó la chica de forma monótona y aburrida - Pero ahora no hay ningún chico.
- ¿Y que soy yo, un centollo?
- Creía que tú no contabas.
- Estupendo, ya no soy ni humano.
- No, no, no te ofendas, quiero decir que tú eres tu, mi amigo ¿no? Sería algo raro.
Akira no sabía si sentirse halagado porque le consideraba su amigo u ofendido en su hombría. De pronto el calor que sentía comenzó a agobiarle, era un calor igual que el frío que había sentido, que nacía desde dentro, apartó la manta.
- ¿Tienes calor? Es la fiebre.
- Si, ya lo sé, es la forma que tiene el cuerpo de normalizar la temperatura, aunque tú y tus chocolates también habéis influido.
- Si, claro, échame a mí la culpa. Deberías desnudarte un poco y refrescar tu cuerpo, aunque es divertido verte con ese sofocón.
Akira chasqueó la lengua y flexionó varias veces su cuello. Akane volvía a comer sus dulces favoritos. No sabía si era por la fiebre pero de pronto sintió como su cuerpo parecía convertirse en una olla hirviendo.
- ¿No puedes comer como todo el mundo?
- No, esto hay que saborearlo ¿algún problema?
- Algún día te meterás en un problema, ya lo verás.
- ¿Cómo cual?
Todo sucedió tan rápido que Akane no tuvo tiempo de procesar lo que había pasado. Akira resoplaba por el calor, fue lo último que recordaba, ahora, de pronto, se encontraba tumbada en el sofá, Akira sentado a horcajadas encima de sus muslos, pero sin apoyar el peso, lo que era de agradecer, y sus manos sujetas con los dedos entrelazados a los del chico. Akira respiraba pesadamente demasiado cerca de su cara, giró la suya para ver que los chocolates se habían caído al suelo y la gatita se acercaba con bastantes malas ideas. Volvió a mirar a Akira, sus narices casi se chocan, éste tenía una sonrisa mitad triunfante, mitad maliciosa.
- No tengas miedo - le dijo en voz muy baja - No te besaré hasta que tú me lo pidas.
"Pues vale" pensó Akane, en cualquier otra situación aquella frase hubiera sido cualquier cosa menos tranquilizadora, pero es que era Akira, de sobra conocía ella a Akira "Ya estamos haciendo el tonto otra vez".
De pronto vio que Akira cerraba los ojos y casi de un salto se ponía de pie para salir corriendo hacia el servicio. De nuevo un vómito amenazaba con salir. Akane se incorporó y empezó a recoger sus bombones no sin antes lanzar una especie de gruñidito amenazador a la gatita: eran suyos.
- Será tonto - dijo en voz baja - ¿Así que quieres jugar a ver quien se pone nervioso antes? Pues vale, jugaremos.
Akira regresó con cara de agotamiento.
- ¿Te encuentras mejor?
- Que va, esto cada vez es más problemático.
- ¿Por qué no te metes en la cama? Si quieres me voy ya.
Por toda respuesta Akira frunció el ceño. Akane volvió a su tarea de comerse sus bombones, esperó unos minutos, luego cogió una pequeña chocolatina.
- Aki - dijo en voz baja y suave - ¿Quieres un beso?
Akira parpadeó un par de veces, ahora si que su fiebre debía ser altísima y estaba delirando.
- ¿Quieres o no?
- ¿Qué dices?
- Que si quieres un beso, va ¿lo quieres?
Akira analizó la situación, podría ser que Sumire le hubiera contado la apuesta de ayer y Akane, malintencionada como es, quisiera burlarse un poco de él, claro, sería su venganza por lo de la bromita anterior.
- Venga ¿te decides o no? Tienes que aprovecharte ahora que quiero dártelo, ya sabes que yo soy muy mía.
Vale, ya si que le iba a dar un ataque al corazón. Esta chica era el colmo de la maldad.
Entonces le miró las manos, Akane jugueteaba con la pequeña chocolatina, claro, era eso, era una chocolatina de las que llaman "kisses".
- ¿Lo quieres o no? - Akane se dio cuenta de que él ya se había percatado de la broma y se la mostró claramente.
- No - contestó Akira con alivio y decepción, no lo iba a negar.
- Pues peor para ti, mejor para mí.
- Eres muy mala.
- Reconoce que te he confundido.
- Pero antes te he confundido yo.
- Pero yo más. Tienes un aspecto penoso ¿Qué querías que creyese que ibas a hacer si no puedes ni con tu cuerpo?
- Ahhh… que pesada eres.
- Por cierto, Sumire me contó lo malo que fuiste ayer.
Akira arqueó una ceja.
- Ya sabes, lo de traerla a tu casa sabiendo que tus padres se iban, mojarte, soltarte el pelo para resultar de un atractivo salvaje y cantarle canciones y esas cosas.
- Como me lo monto ¿eh?
- Y luego la palomita, incitada por ti, fue y te pidió un beso.
- ¿También te ha contado esas intimidades?
- Si y que el aguilucho resultó un pichón.
- Ya ves. Deberías saber una cosa, llamé a Yuri y también aparecieron Kenshi y Xu-Xu y como no me dejan en paz con lo del besito hice una apuesta con Yuri, si conseguía que tú me besaras a mí, yo besaría a quien fuera.
- ¿Y por qué haces esas cosas tan raras?
- Porque se que tú no me vas a besar, antes de arrancas la lengua. Te lo digo por si Yuri intenta liarte.
- ¿Quieres decir que si yo te beso, tú besarás a cualquiera?
- Si, ese es el trato.
- Ahhh… entonces… ¿Cuánto pagarían por besarte?
- ¿Vas a vender mis besos?
- Ssssssi, podemos poner un puesto y vender boletos, como en las pelis americanas.
- ¿Me vas a vender? ¿Pero en que quieres convertirme?
- En dinero chaval, necesitamos dinero.
- Mira no puedo ni discutir contigo, creo que estoy agonizando - cerró los ojos y echó las cabeza hacia atrás y cerró lo ojos, cada vez sentía más calor y se encontraba más mareado.
- Toma, ponte otra vez el termómetro - le pasó la mano por la frente - ¡Dios, si estás ardiendo! Voy a refrescarte, a ver si encuentro una palancana y unos paños o algo, ahora vuelvo.
Después de rebuscar por los armarios del servicio encontró un barreño chiquitito y cogió unas cuantas toallas pequeñas.
- Menos mal que tu madre es súper ordenada, en mi casa sería imposible que una extraña encontrase algo sin sufrir un accidente. A ver, trae el termómetro -
Akira no se movió, parecía haberse dormido, tuvo que cogérselo ella - ¡Madre mía! ¡Madre mía! Akira, Akira, despierta, venga vamos, que nos vamos a la cama.
- ¿Qué pasa? - se quejó lastimosamente.
- Venga, vamos levántate, venga yo te ayudo.
- ¿Qué haces? - dijo al notar que tiraba de él.
- Venga, levántate.
Akira abrió los ojos.
- ¿Qué quieres?
- Que te levantes, te advierto que soy muy bruta y o te levantas y vamos a tu cama o a empujones te meto en la bañera, tu decides pero esta fiebre hay que bajarla.
- Está bien, está bien - dijo levantándose y tratando de mantener la posición horizontal - ¿Tanta fiebre tengo?
- Mucha, pero no te preocupes que Akane está aquí. Venga, apóyate en mí.
Cuando llegaron a la habitación de Akira, no sin bastante esfuerzo, Akane retiró el edredón y Akira se dejó caer en la cama, aquella fiebre era la suficientemente molesta como para que no se plantease discutir nada. La chica le subió las piernas y le desabrochó el cinturón y el pantalón y empezó a tirar de las perneras.
- ¿Qué haces? - se incorporó bruscamente.
- Desnudarte, cuanta menos ropa tengas mejor, hay que estar fresquito.
- Pero es que, es que…
- ¡Cómo si nunca hubiera visto unos calzoncillos!
- ¡Estate quieta! Ya me los quito yo… vete.
- Me voy a preparar el agua pero cuando vuelva espero verte con la menor ropa posible, si te vas a poner un pijama, que lo harás, que sea e verano, hazme caso o te lo quitaré, te juro que lo haré.
- Cuando regresó encontró a Akira dentro de la cama, bien arropadito
- ¡Pero que te vas a cocer, hombre! - y tiró del edredón - Lo sabía, el pijama entero, anda, trae que te quito la camisa.
- ¿Me vas a desnudar?
- O eso o la ducha, que es lo mejor que hay para bajar la fiebre, vamos.
Akira puso cara de suplicio mientras se desabrochaba la camisa. Akane mojó una de las toallas en el agua, la escurrió y la colocó en su frente.
- Alivia ¿verdad? Tú relájate y déjame a mí, soy experta en bajar la fiebre. Si quieres puedes dormirte.
Akira no podía discutir, reconocía que se encontraba fatal, no recordaba sentirse tan mal en mucho tiempo. Akane mojó otra toalla y se la posó por la cara, el cuello, los brazos, el pecho. Akira entreabría los ojos y la miraba, verla allí, ocupándose de él, con aquel gesto de preocupación, dedicándole atenciones era muy agradable, la miró con atención, poniendo todos los sentidos en captar cada movimiento, en grabarla mentalmente para poder recordarla así. Proceso terminado, cerró los ojos.
- Esto te refrescará - decía con un extraño tono suave y maternal.
- Oye - habló con voz afónica.
- ¿Si?
- Te quiero - no sabía porqué lo había dicho, las palabras salieron solas de su garganta y casi se asustó de oírse.
- Vale - respondió la chica con toda tranquilidad mientras intentaba refrescarle y conseguir que su temperatura bajase. Tenía mucha fiebre, más de la que Akane consideraba "normal" en una enfermedad, seguramente tanta fiebre estaba empezando a hacerle delirar.
- Te quiero - repitió
- Ya - de nuevo contestó con toda naturalidad. Estaba más preocupada por su temperatura, lo mejor hubiera sido que se bañase pero a ver como lo metía en la ducha.
- Mucho.
- Ya - Akane estaba acostumbrada a bajar la fiebre de sus hermanos, así que sabía muy bien donde debía insistir más, como en las articulaciones, por eso subió los pantalones el pijama del chico y también refrescó sus piernas.
- Te quiero mucho.
- Lo sé - decía monótonamente.
- Te quiero.
- Que sí.
- Te quiero más que a nadie en el mundo.
- Vaaaale, gracias. Toma, ponte el termómetro otra vez.
- Akane.
- ¿Qué?
Esta vez no contestó, el sueño y la fiebre le habían rendido.
- ¿En quien andarías pensando?

0 comentarios: